Relatos Eróticos Zoofilia
Un desayuno diferente | Relatos Eróticos de Zoofilia
Publicado por Anónimo el 30/11/-0001
Desayunaba en mesa de centro del salón, sentada, mientras leía una revista. Relajada, como correspondía a una mañana de domingo soleado de Marzo, que dejaba pasar por la ventana su agradable luz.
Estaba descalza, con el camisón corto, bajo el que solo tenia mis braguitas, pues después de levantarme había ido derecha a prepararme una tostadas y el café, que me apetecían, y a abrir la puerta del jardín para que entrara Sarú, mi perro un pastor alemán, color ceniza.
No me había preocupado mucho arreglarme, no iba a venir nadie, así que me limite a pasarme un peine por el pelo, y estirarme el camisón ante en espejo, mirando como mis senos se mostraban tensos aún sin sujetador. Me puse de perfil tense la tela, y me agrado mi imagen. Después pase la mano sobre el tejido a lo largo de mi vientre para reconocer que a mis 27 años conservaba una agradable figura. Tras lo que salí complacida de la habitación, dirección a la cocina, donde comencé con los preparativos del desayuno.
El que terminado, con los platos aun en la mesa, me permitió leer con mas atención la revista que tenia apoyada en una banqueta frente a sillón. Mientras que Sarú, que haya había dado cuenta del suyo, paseaba olisqueando todo aquello a lo que se aproximaba.
En esa rutina instintiva del animal, como en otras ocasiones, cuando paso cerca de mí me olisqueó para después tratar de pasar la cabeza por una lado de la banqueta tratando de pasarla entre mis piernas, por lo que sin dejar de leer, alargué la mano retirándosela a la vez que el decía: - Vamos, Sarú, no seas pesado-
Era una situación que resultaba un tanto extraña, pero que ya por cotidiana, no tenía importancia, pues tras un par de intentos el animal siempre cedía, e iba en busca de otros efluvios en los que entretenerse.
Esta vez, se ve que mi aroma era más intenso que otras veces, pues se puso pesadito de verdad. Quizás percibía, las consecuencias de la evolución de mis fluidos a lo largo de la noche, pues cuando volvía a casa la noche anterior, tras quitarme los zapatos de mis agotados pies, como correspondía a una noche de sábado, y me relajaba en el sillón, puse la televisión, acertando en un canal, en la que estaban pasando una película porno que me excitó, llevándome al extremo de masturbarme mas tarde en la cama, pensando en que Luis, una amigo muy atractivo, me hacia a mi lo mismo.
Vaya, -le dije entre risas– ¿a ver si voy a tener un amante en casa desde hace siete años y yo sin enterarme?- después de tratar de retirarlo siete u ocho veces.
La verdad es que su insistencia estaba dejando al descubierto esa sensación confusa entre deseo y rechazo que se provocaba cada vez que el animal hacia este gesto y que generalmente quedaba oculta por la suspensión rápida de su iniciativa.
Bueno... tampoco tiene tanta importancia, estoy sola, -pensé-, mientras volvía a mi revista, pensado que la cosa no pasaría de unos cuantos olfateos.
El animal coló la cabeza y comenzó a olfatearme, el roce de su húmedo hocico entre mis piernas, no resulto tan indiferente como suponía, me producía una sensación agradable que, si bien sentía el impulso de rechazar, me mantenía quieta dejándolo sentir.
El olfateo y el roce sobre el tejido de mis bragas me estaba excitando en cierto modo. Pero cuando de pronto un lengüetazo, rozo la parte descubierta del interior de mis glúteos sentí una corriente nerviosa que me recorrió, desde la zona de contacto hasta la columna y de ahí a los riñones, dejándome atónita, sin reacción, y más por el añadido que su lengua a la vez había despertado al rozar mi rajita a través la fina tela.
Me quede en espera de lo que siguiera, sin mirar la revista, solo expectante de lo que seguiría. Que fue un segundo y un tercero, que no por esperados fueron menos placenteros, haciéndome sentir fuego entre las piernas. Las que abrí ahora voluntariamente, impulsada por el deseo de dejarle llegar.
El repitió una y otra vez, incrementando cada vez mas mi excitación con cada lengüetazo, hasta en extremos de obligarme a despojarme de las bragas, para sentirlo mejor. Tras lo que apoyé mi espalda en el respaldo del sillón y mis caderas en la banqueta, quedando con las piernas abiertas frente a su lengua, que no tardo en volver a la actividad.
Pero ahora mi coño descubierto, recibía a cada paso de su lengua una autentica conmoción, intensificando mi excitación hasta hacerme gemir. Pues después de unos minutos estaba a punto de correrme. Al recorrerme desde mis labios hasta el vientre un gusto que se estaba intensificando en el de manera sobrecogedora, obligándome a hablarle al animal entrecortadamente: Sigue, Sarú, por favor, me estas volviendo loca. Sigue, sigue.
Llegó un momento que en el que no pude aguantar mas, un orgasmo intenso, me recorrió desde la vulva al vientre obligándome a arquear mi cintura durante el clímax hasta el punto de sentir un calambre en la espalda que no impido el disfrute de aquella corrida. Tras el cuan cerré las piernas, para evitar las punzadas que la lengua de Sarú me producía ahora.
Tras unos minutos estaba, no obstante, relajada, mientras Sarú no sabia que hacer, dando vueltas a mi alrededor ante la imposibilidad de seguir en su trabajo, y me había gustando tanto que seguía interesada en seguir, por lo que aprovechando la proximidad de los genitales de Sarú a mi mano en una de sus vueltas, pase mi mano sobre sus testículos, provocando en el una reacción inmediata, se quedo quieto, con las orejas en tensión, absorto diría en la sensación que le producía mi caricia. Así que seguir masajeándosenos con suavidad para pasar después mi mano sobre la cobertura de su falo comenzar una masturbación que hizo arquear el lomo e iniciar los típicos movimientos de copula.
El tacto de sus genitales, y la respuesta del animal había vuelto a excitarme a mí obligándome a pensar en como seria una penetración. Tanto que cogiendolo del collar lo puse frete a mí en la misma postura del principio sentada en la banqueta y mientras me inclinaba para adelantar mi chocho hasta su alcance y reposar mi espalda en el sillón, no deje de masturbar su polla que ya empezaba a asomar de su peluda funda, a la vez que tiraba del collar. Le cogí una mano y le ayude a poner sus patas delanteras sobre mí, dejando al estar las traseras en el suelo una posición adecuada para que pudiese intentar penetrarme.
Entre mis caricias, mi olor y la postura, el animal encontró el instinto; comenzó un movimiento de viven en la búsqueda de mi coño, que no acertaba a encontrar rozándome el trasero y los muslos con su ya crecida polla.
Le ayude orientándola hasta le entrada de mi vagina, y cuando el animal encontrón el roce de mi coño, acelero extremadamente sus movimientos aproximándose su cuerpo entre mis piernas mientras tiraba hacia a tras con sus patas delanteras que yo le sujetaba por los codos para evitar el roce de sus uñas.
Sentía, como a cada envite brusco, rápido y violento, le creía dentro de mi coño que estas alturas no necesitaba mucho para hacerme correr de nuevo, provocándome la aproximación de un nuevo, loco, orgasmo que me hacia hablarle al animal: -siii..., sigue..., sigue fallándome..., sigue empujando ese tranco, si..., a...aaa...aaaaa,- estuve gritando hasta que me corrí de nuevo mientras él seguía en su tarea hasta que en tras unos últimos envites en la que su polla ya me llenaba el limite, el animal se paro quedando jadeante, con su lengua fuera de la boca y quieto, sujeto por mis manos en los codos derramándose dentro de mi.