Relatos Eróticos Orgias
Trio con mi esposa y un desconocido, una cena especial | Relatos Eróticos de Orgias
Publicado por Anonimus el 20/09/2016
Viajamos a Santiago de Chile. Lo hicimos solos, sin nuestros hijos. Nos alojamos en un hotel en el centro de la ciudad y nos dedicamos a recorrer algunos de sus centros de compras. Le pedí a Mariela que se vista sexy. Ella sabe lo que me gusta. Ni puta, ni desubicada. Con ropa que mas que mostrar, sugiera sus curvas, y por supuesto, mostrando algo mas de lo normal. Me gusta cuando se pone ropa un poco ajustada, que le resalta bien la forma de sus senos. Y cuando sale a la calle con un escote un poco generoso. Me gusta ver como los tipos la miran, aun cuando ella no se da cuenta del potencial sexual que emana se sus movimientos.
En uno de estos centros, encontré a un hombre, un tal Javier, a quien ya había visto en el hall de nuestro hotel. Era simpático, de más o menos la misma edad que Mariela y se mostró muy jovial y entretenido. Nos saludamos y estuvimos hablando un buen rato sobre algunos intereses en común, mientras realizábamos algunas compras, y luego fuimos a tomar un café en un puesto mientras yo esperaba a Mariela que aún estaba de compras en lugares de ropa.
Mariela llego totalmente despreocupada y feliz por las compras realizadas, y sentó con nosotros a mi lado. Luego de las presentaciones, seguimos con nuestra charla de manera informal, y mientras lo hacíamos yo podía ver como Javier, de manera disimulada, observaba el cuerpo de Mariela. Hablaba y los ojos se le iban sobre su escote, que a pesar de no dejar ver demasiado, era muy sugerente. De manera inocente, Mariela se movía y sus pechos se marcaban de forma sutil. Era imposible no mirarla. En un punto Javier se dio cuenta de que sus miradas no me habían pasado inadvertidas, pero lo tranquilice con una sonrisa cómplice cuando nuestros ojos se encontraron, lo cual se notó ya que a partir de allí, la miro con más descaro. No me molesto. Aún era temprano y tras acordar cenar juntos en el restaurante del hotel con Javier, nos despedimos, y cada cual siguió su camino.
Al llegar al hotel, ya tenía decidido que trataría, al menos haría el intento de meter en la cama a mi esposa con otro hombre, y el blanco era este Javier. Decidí no apurar el asunto, ni decir nada, pero de alguna manera me las tendría que ingeniar para crear el lugar y el momento propicios para que la situación fuera posible y de ahí esperar a ver que sucedía. Se por experiencia que Mariela no es manejable. Cuando de sexo se trata ella hace lo que se le da la gana, y a su manera. A veces es difícil, pero todo lo compensa. No hay experiencia más impactante que hacerle el amor cuando ella quiere que se lo hagan…
La habitación del hotel era del tipo departamento, con una habitación, cocina y un living donde estar donde había una mesa, con vista a un estupendo balcón desde el que se podían ver las montañas que rodean la ciudad. Con cualquier excusa propuse que en vez de cenar en el restaurante lo hiciéramos allí mismo. Mariela estuvo de acuerdo por lo que le deje a Javier una nota en la recepción para avisarle que lo esperábamos a partir de las nueve de la noche en nuestro apartamento.
Javier llego puntualmente, con una botella de tequila. Cenamos la comida que nos trajo un mozo del restaurante y yo me asegure de que el vino corriera a discreción. La charla fue de un tema a otro y todo venia transcurriendo de manera muy amena. Mariela se había puesto un vestido floreado, de tela fina de esa que se pega a la piel, no muy corto ni muy escotado pero que dejaba ver lo suficiente como para que tanto Javier como yo no dejáramos de mirarla. Sus senos se marcaban desde abajo, mostrando todas sus encantadoras formas y cuando ella se cruzaba de piernas se la veía muy bien. Javier la miraba continuamente y hasta se animó de a poco a hacer algún que otro comentario acerca de lo mucho y grato que le resultaba mirarla, pero todo en un tono muy bajo. Después de la cena compartimos unos tragos aunque yo soy de poco beber. Ellos si estaban tomado mas aunque nunca llegaron a estar ebrios ni mucho menos, pero si mucho más desinhibidos y muy conscientes de lo que hacíamos.
De manera natural, me puse un poco meloso con Mariela, Acariciando su pelo, sus hombros y mirando a Javier mientras lo hacía para estudiar sus reacciones. Sin ninguna señal en concreto comencé a pensar que todo podría llegar a suceder.
En un momento Javier paso al sanitario, y yo fui a buscar a Mariela que estaba en la cocina terminado de preparar unos margaritas. La tome por la cintura y nos besamos, fue algo muy loquito pues siempre hacemos pequeñas locuras, que se yo, besos y caricias picaras cuando hay riesgo que nos vean, pero sin que nadie lo haga; cosas y juegos de cualquier pareja. Estaba caliente. Ella me besó y me dejo hacerle una caricia en el trasero. Yo le hubiera hecho el amor rápidamente ahí en la cocina. Estaba de espaldas a la entrada de la cocina pero ella estaba muy pendiente del marco de la puerta, no fuera que el amigo Javier apareciera por ahí. Así que no me dejo hacer demasiado. Le acaricie los pechos, y me dejo chuparle un pezón, mientras la masturbaba. Ella también estaba caliente, Pero cuando se escuchó la puerta del baño me separo de su cuerpo y continúo preparando los tragos como si nada. Javier se paró bajo el marco de la puerta. Note que al principio nos miraba con discreción, pero hubo un instante en que nos cruzamos la mirada fijamente. Me sonrió, cómplice, como si adivinara lo que había pasado. Mariela en tanto se acomodó el vestido tratando de que no se note.
Con Javier, salimos al amplio balcón y nos sentamos en unos sillones uno frente al otro. La temperatura era agradable. Bebimos el trago en silencio. Al cabo de unos minutos Mariela se reunió con nosotros, y sentó cómodamente junto a mí. Seguimos la charla. Sonó el teléfono y la deje a solas con Javier para atender. Desde el interior, escuche a Javier que sin dudar un segundo le pregunto a Mariela sobre lo que el intuía había pasado en la cocina. Mariela lo miro distante y no dijo nada. El captó en el acto esa actitud y no dijo más nada.
Al volver al balcón, supuse que debería tomar la iniciativa y simulando efectos del alcohol, comencé a desviar la conversación, algo más lanzado, como siempre, al ámbito sexual, el sexo en la pareja, experiencias y gustos. Al principio Mariela se cohibió un poco, pero al ver que yo me refería a nosotros con mucha libertad, pero manteniendo un total respeto, se soltó un poco y así mantuvimos una conversación muy madura se fue tornando cada vez más pícara. Pronto saque a flote el tema de lo que acababa de suceder en la cocina y de lo caliente que eso me había dejado. Tuve la sensación de que Mariela se sintió bastante incómoda y tal vez tuvo la intención de levantarse e irse…pero no lo hizo, por el contrario se acomodó en el sillón con una actitud tan desafiante y sensual que me provoco una erección. Supongo que lo mismo le habrá pasado a Javier. Yo la tranquilice con algunos cumplidos muy picantes, sobre su figura y su cuerpo y ella se limitó a reír alegremente. Todos teníamos unas copas de más.
Seguimos hablando y el tema de la noche se convirtió exclusivamente en relaciones de parejas. Y pronto salió el tema de los tríos, intercambios, fantasías, y el ambiente se puso más tenso, ya que Mariela tomo conciencia de que era la única mujer y estaba hablando de tríos con su esposo y un desconocido, situación totalmente extraña en el momento.
Javier se paró y fue a buscar hielo, creo que eso dijo, pero al levantarse me sonrió. Y apenas me quede solo con mi mujer, comencé a besarla y a acariciarla. Bueno, estábamos sentados juntos en un sillón del balcón. La acaricie entre las piernas y aunque ella estaba pendiente de cuando saliera Javier de la cocina, yo le pedía que se relajara, que él no nos veía por qué estaba lejos y ella me dejo hacer. Se recostó en el sillón e inclino su cabeza hacia atrás mientras yo le quite el sujetador y comencé a besar los senos con total frescura. Ella intento evitarlo pero le pedí que me dejara y ella me dejo... El miedo y el placer se funden y el resultado es que la razón se levita de nuestras mentes. Pasarían unos minutos en los cuales di rienda suelta a mis manos y logre que ella se excitara, y me detuve cuando sentí que Javier volvía. Justo en el momento que Mariela se acomodaba de nuevo la ropa Javier se aproximó al balcón muy sonriente, Miro a Mariela y observó fijamente sus senos que, ya sin el brassier, se dibujaban claramente en la tela del vestido. Él puso el hielo en la pequeña mesa del balcón y se sentó a su lado, en nuestro sillón, pasándome mi trago. Ahí yo comencé a besarla delante de él, no fue premeditado y no quería demostrarle nada a este amigo. Lo hice porque deseaba hacerlo. Ella respondió fogosamente. Sentí su lengua en mi boca, y mientras me besaba, Javier no borraba la sonrisa de sus labios. En ese momento comencé a acariciar la rodilla de mi mujer y sin autorización alguna, Javier puso su mano en la otra inmediatamente. Mariela se sobresaltó, me miro pero antes de que pudiera reaccionar se relajó y separo las piernas, permitiendo que la mano de Javier comenzara a pasearse por sus muslos entre sus piernas… mientras que yo comencé a masturbar su clítoris
Ahí fue cuando empezó todo; ninguno se detuvo, nadie lo evitó, nadie habló, y sin darse cuenta Mariela se encontraba besando los labios de Javier y no los míos. A partir de ese momento lo recuerdo todo, cada detalle, todo está grabado en mis ojos. Ese momento fue increíble, pues jamás me había pasado por la mente estar ahí, en un balcón, compartiendo a mi esposa con otro hombre. El silencio que nadie quería quebrar en ese momento fue tan intenso que sentía electricidad en mis manos. Mariela le hizo sexo oral a Javier frente a mí, y luego a mí, mientras Javier, arrodillado en el piso se lo hacía a ella, Luego la fuimos desvistiendo, hasta que ella misma sugirió que fuéramos al dormitorio para estar más cómodos. No le costó convencernos y prácticamente la llevamos en brazos pues en ningún momento se detuvieron las caricias, dejando a nuestro paso toda la ropa. Al llegar al dormitorio Mariela se arrodillo y continúo con la sesión de sexo oral, primero a mí, y mientras lo hacía masturbo a Javier con su mano. Luego cambio, y yo aproveche para tomar distancia y observar como se la chupaba. Ella lo hizo con arte, para que yo la viera, brindándome un espectáculo que por poco me hace acabar allí mismo mirando… Me controle y me acerque nuevamente cuando ella se subió a la cama. En un primer momento permaneció erguida sobre sus rodillas, totalmente desnuda, expectante… Luego, se acostó boca arriba, flexiono sus rodillas y separo las piernas, invitando…
Me acomode entre sus piernas, arrodillado y comencé a frotar mi glande contra su clítoris. Mariela estaba súper excitada y totalmente mojada. La penetre de un solo movimiento. Introduje todo mi miembro dentro de su vagina y comencé a moverme. Tuve que tener mucho cuidado de no acabar, sobre todo viendo como ella lo hacía al ritmo de mis embestidas mientras Javier le comía los pezones. Ella le apretaba la cabeza contra sus pechos…
A estas alturas, ya estaba todo dicho…y me hice a un lado para que Javier pudiera usar su herramienta …Hubo un momento en el que pensé que Mariela se sentía totalmente usada pues se presentó una situación donde con Javier alternábamos uno con el otro, ya sea para penetrarla, ya sea para que ella chupe, éramos nosotros los que competíamos entre si… casi… no la teníamos en cuenta, solo nosotros compitiendo por quien sería el amante perfecto, eso fue lo que pensé luego, pues nosotros conversábamos , nos reíamos mas no la teníamos en cuenta, pero estaba equivocado, pues la realidad absoluta fue siempre que ella hizo lo que quiso, y nos dejó hacerle solo lo que ella quería que le hiciéramos, y siempre tuvo el control, aunque nos hizo creer lo contrario. Hubo un instante en que me puse de pie y me aleje de la cama. Ella estaba de cuatro patas y Javier la penetraba con fuerza mientras ella se movía para lograr la máxima penetración. La vista me llevo nuevamente al borde y Mariela se dio cuenta de mi excitación, por lo que me llamo a su lado y al ponerme a su alcance, devoro con placer infinito mi miembro. Podía sentir su lengua de una manera terrible, y ya no pude controlarme, acabe dentro de su boca. Ella, en medio de los dos, excitadísima, dio cuenta hasta de la última gota de mi semen, y mientras lo hacía también acabo como una yegua en celo al tiempo que Javier se derramaba en su interior, todo bajo el ruido de nuestros propios jadeos que llenaban la habitación.
Extenuados, y presos de la experiencia que terminábamos de vivir, quedamos los tres tumbados en la cama, Mariela fue al sanitario, y volvió vestida solo con una tanga. Aun jadeante se recostó y apoyo su cabeza sobre mi hombro de espaldas a Javier, que apoyo una mano sobre su cadera. Sin quererlo caímos los 3 en un sueño profundo y reparador, forzado además por el alcohol que habíamos ingerido. Pero no fue por mucho tiempo. Una hora después algún sonido me despertó. Apenas abrí los ojos, vi como él comenzaba a acariciarle las tetas, ella estaba con los ojos cerrados, complacida, y recibió, murmurando medio dormida su satisfacción, todo tipo de manoseo en sus hermosas piernas, en su entrepiernas y en su cola, sin pausa ni prisa; teníamos todo el tiempo del mundo. De pronto él le sacó la bombacha y, a continuación maniobró para ponerse un condón y se acomodaron, Mariela de espaldas y él entre sus piernas abiertas. Pareció costarle un poco pero logró penetrarla (por lo que había apreciado su dotación no era el motivo), y comenzó con el mete y saca. Casi enseguida estuvieron los dos súper excitados…ella, siempre cerrados los ojos en su cara dibujado un intenso placer, las piernas, recogidas en posición fetal y abiertas al máximo para recibirle mejor, gemía y gemía, y tomo mi miembro con su mano para comenzar a masturbarme mientras Javier, encima de ella, continuaba empujando y retrocediendo, acompañando con quejidos los movimientos. Estuvimos gozando al máximo algunos, varios, minutos mientras yo disfrutaba de la vista de todo hasta que sobrevinieron las últimas embestidas, acompañadas de unos quejidos y unos estremecimientos que anunciaban que Javier había terminado su turno dejando a Mariela en llamas, por lo que rápidamente ella salto arriba mío, y asegurando con su mano la punta de mi pene en la entrada de su cueva incendiada, empujo hasta sentirse totalmente penetrada y comenzó a cabalgar como poseída. A los pocos segundos alcanzo el clímax. Javier le había dado hasta el límite de sus fuerzas, y ahora la miraba recostado, mientras Mariela se retorcía de placer, con su espalda curvada hacia atrás, con un tremendo orgasmo al tiempo en que yo largaba todo mi contenido dentro de ella…
Mariela fue la primera en despertar. La mañana la encontró con ambos cuerpos aun en la cama, desnudos y en un extremo dormía Javier. Estaba acalorada entre los cuerpos de los dos hombres con lo que había pasado una noche de mucho sexo. Y despertarse así, le encendió otra vez el deseo pero se controló. Ni se quería mover, pero cuando volteo y vio desnudo a su costado a Javier se sintió acomodo. Permaneció en silencio y sintió que en varias ocasiones Javier la abrazó, y le acaricio los senos. Ella no quería ni moverse para evitar que se despertara. Al final tuvo la valentía de levantarse y salir de la habitación, y fue al baño y espero. Javier salió tras ella. Al verla desnuda, solo atino a apretarla contra su cuerpo y quiso a acariciar sus partes. Ella no se lo permitió. Lo alejo y luego se metió debajo de la ducha. Javier quiso ir a su lado pero ella lo detuvo. Hasta allí llegarían las cosas. No más.. Mariela sonreía perversa…Ya nunca Javier volvería a disfrutar de la visión de su cuerpo desnudo. Yo me había levantado y visto la escena, así que antes de que la situación se ponga más incómoda, le pedí a Javier que saliera del baño y cerré la puerta para darle a mi esposa la intimidad que se merece.
Compartimos los desayunos juntos, en silencio, pues no había mucho que decir, ni se sabía que decir. Luego del desayuno Javier insistió en volver a juntarnos esa noche, pero nos negamos, más bien le pedimos que se fuera, y que ya nunca nos volviéramos a ver. Lo sucedido esa noche fue delicioso por el miedo, el riesgo, y lo prohibido pero al mismo tiempo más que suficiente…
No sé si lo entendió o si se molestó, no nos importó. Nunca más volvimos a saber de él, solo que abandono el hotel ese mismo día…