Relatos Eróticos Lesbicos
Venganza Conyugal | Relatos Eróticos de Lesbicos
Publicado por Anónimo el 30/11/-0001
Lesb. Un marido engañado por su mujer prepara una venganza para la infiel: ya que rechaza las relaciones homosexuales tiene que dejarse follar por dos mujeres.
Antes que nada, quiero decir que esta historia tiene unos prolegómenos muy largos, pero creo que merecen la pena.
Empecé a sospechar de mi mujer en los primeros meses en que nos casamos.
Demasiadas ausencias, demasiadas cuestiones que no encajaban. Tengo cuarenta años, dos años más que cuando me casé. Comprendo que dedico mucho tiempo a mi trabajo, pero esa era mi vida de soltero, eso es lo que requiere mi trabajo, y es el tipo de vida que ella tanto admiraba cuando me conoció.
Como soy un perro viejo, contraté a un detective privado para que vigilara a aquella chica de veinticuatro años con la que me había casado. Tengo que decir que estaba locamente enamorado de ella.
Marga es rubia, alta y esbelta. Podría haberse dedicado a la moda o a actriz, pues no le falta belleza. Sus ojos son marrones claros y almendrados y sus labios cortos y sensuales. Su nariz es respingona y sus cejas delgadas y arqueadas. Su cara es redonda. En fin, es una "barbie".
Tiene las caderas anchas y la cintura estrecha, un culito bien puesto y respingón. Sus piernas son largas y torneadas. Tiene un ombligo perfecto, unos senos perfectos, ni muy grandes ni muy pequeños, con unos pezones rosados y bien definidos, con la punta bien abultada. Su espalda es ancha y sus brazos como sus piernas, se acaban en unas manos largas y finas, con unos dedos larguísimos.
Mi nombre es Enrique. Desde hace unos años estoy un poco calvo, moreno de pelo y de piel clara. Soy un tipo no muy alto y un poco bajito que he conseguido estar donde estoy un poco como los toreros: arriesgando mucho y no guardándome nada. Esto es otro asunto.
Cuando el detective me mostró aquellas fotos comprometedoras, aquellas direcciones de hoteles, aquellas listas de teléfonos y distintos nombres de amigos me di cuenta de que en realidad Marga era una desconocida.
Por lo demás, me lo tomé con mayor sangre fría de lo que pensaba. Cuando la vi, al llegar a casa y le dije que quería hablar con ella, me notó sólo al verme que la había descubierto. ¿Se me verían tanto los cuernos?.
Marga me negó categóricamente que hubiera sido infiel, así que comencé por darle los nombres de sus amantes. Luego le enseñé la lista de las llamadas realizadas y recibidas, a lo que Marga siguió negándose a todo. Así que al final tuve que decirle los sitios donde se habían visto, las horas, los días... Y finalmente las fotos. Sólo cuando vio las fotos Marga se puso a llorar amargamente, jurándome que me amaba, que lo ocurrido era injusto pero que pasaba demasiado tiempo sola, demasiadas noches en las que yo llegaba cansado...
No podía odiar a Marga, la deseaba, la amaba, no tenía ganas de hacer otra cosa que perdonarla a pesar de lo decepcionado que estaba y lo dolido que había quedado mi orgullo pero por otra parte, sentía la necesidad de vengarme, por eso, después de dejarla llorar amargamente, cuando se disponía a hacer las maletas y huir, la paré y la espeté:
-¿Qué piensas hacer? -
- Me voy -
-¡Qué fácil! ¡Me abandonas!-
-¿Qué quieres que haga?
Bueno, me ablandé. Me pidió perdón y yo la perdoné. Estaba tan guapa. La besé en la cara y luego en la boca y antes de que quisiera darme cuenta estábamos follando como unos locos, encima de la alfombra del dormitorio. A mí no me dio tiempo ni a quitarme la ropa. Me tumbó sobre la alfombra y me desabrochó la cremallera, me sacó la minga y se puso a comérsela. Ella sabe que a mí eso me vuelve loco. Asistí entre deseoso y crispado a sus intentos de congraciarse conmigo, observando con sentimientos encontrados su pelo liso y dorado cubrir aquella cabecita que se afanaba por complacerme.
Cuando estaba a punto de caramelo, se quitó rápidamente el vestido y se bajó las bragas y se empotró en mí, se bajó los tirantes del sostén y dejó desnudos sus pechos y me cabalgó hasta dejarme rendido. Sentí botar su cuerpo encima de mí, apoyado en el suelo por sus rodillas que se extendían a ambos lados de mi cuerpo mientras su vagina caliente y húmeda devoraba mi miembro erecto. Me corrí rápido y ella gritó como si le acabaran de echar el polvo de mi vida. Luego se quedó rendida encima mía, sobre mi pecho que había buscado desabrochando mi camisa con premura.
Pero la verdad es que a mí no me había conseguido engañar con la escenita, por más reconfortante que pareciera. Deseaba una venganza y después de estar hablando un rato, le puse que la única condición que le ponía para estar conmigo era que debía acceder a mi venganza. Aceptó.
Debía ser una venganza que la humillara como me había ella humillado a mí, que no la alejara de mi lado, pues la deseaba junto a mí, y que supusiera para ella un escarmiento. Pensé que lo mejor era darle un escarmiento para aplacar sus apetencias sexuales, excesivas. Para ello lo mejor podía ser someterla a una experiencia intensiva de sexo; Encerrarla en una habitación con cuatro hombres para que la tomaran uno detrás de otro.
Pensaba en estas cosas mientras leía un periódico, ojeando los titulares, bebiendo lentamente el café en un bar por la mañana. Sin darme cuenta llegué a las páginas de anuncios y allí, sin darme cuenta leí algunos anuncios en la sección de relax.. Hubo un anuncio que de verdad me llamó la atención.
Eran dos chicas que estaban dispuestas a hacer el amor con un hombre a la vez. El anuncio me llamó la atención, pues en un momento pensé que podía obligar a mi mujer a hacer el amor junto con otra mujer, a compartirme con alguna lagartona.
Nunca había navegado por Internet buscando contactos, pero a partir de ese momento comencé a navegar y pronto conocía bien los recovecos de la red y no fue difícil acceder a un montón de chicas que buscaban relaciones sexuales con parejas, con otras chicas, etc...
Se me ocurrió entonces que mi venganza podría ser obligar a mi mujer a follar con mujeres, con dos mujeres. Pensé que sería un buen escarmiento, pues no era lesbiana, y le había oído hablar con asco de las experiencias que alguna vez había tenido con "toconas", como ella las llamaba.
La cuestión era más complicada de lo que parecía. Primero tendría que involucrar a una chica en mi proyecto de darle a mi mujer una lección. Para ello puse un anuncio en una página de contactos de Internet. Lo ponía en nombre de mi mujer, acompañado de una foto suya que le hice durante la luna de miel en la que tomaba el sol en bikini en una playa caribeña de arena blanca y aguas de color añil, en la que le disimulaba la cara. El texto decía:
"Soy Marga, una señora casada que desea mantener relaciones con chicas para satisfacer los caprichos de mi marido. También estoy dispuesta a satisfacer los tuyos".
Recibí un montón de respuestas. Algunas de hombres comentándome lo buena que estaba, mensajes de parejas que se ofrecían y nos invitaban a intercambios, lo mismo que las de un montón de profesionales que aunque no lo decían directamente, se intuía que lo eran...
No fue fácil seleccionar a la chica. Tenía que comprobar su carácter y para ello, después de explicarle mi plan, que era que se follara a mi mujer, engañándole diciéndole que ella estaría de acuerdo, a lo que ellas me respondían que querían hablar con mi mujer, y yo les decía que ya habría tiempo.
Elena, que así se llamaba la chica que había elegido, era una chica morena, menuda, es decir, no muy alta y era bastante delgada, a pesar de lo cual, tenía un enorme atractivo, por su cara, su nariz y sus labios finos y alargados. Sus ojos eran oscuros y su piel bastante morena. Tenía unas manos parecidas a las de mi mujer, alargadas y de dedos interminables y finos. Era bisexual.
Era una chica muy agradable y en seguida congeniamos. Le pregunte a qué se dedicaba, y me dijo que era enfermera. Deseé ponerme enfermo por un momento para que me diera sus mimos, aunque no perdía de vista que el destino último de sus mimos era el cuerpo de mi mujer. Era una chica de edad parecida a mi mujer. Le pedí que me mostrara una foto, pues aunque podía adivinar que su cuerpo era agradable, tenía que cerciorarme. Elena me mandó al día siguiente unas fotos bastante calientes a través del correo electrónico.
Era como me la había imaginado: de caderas anchas y cintura estrecha y nalgas firmes. Sus pechos eran deliciosos, de esos que el pezón, plano sostiene la parte inferior del seno, volviéndolo casi plano.
Quedé con Elena otro día y me pareció tan adorable como el primer día. Le expliqué a Elena que mi deseo en realidad era llevar a cabo una fantasía, en la que yo seguramente no participaría más que como espectador y posiblemente, desde una habitación distinta.
Le expliqué que mi fantasía consistía en que ella y otra mujer, que todavía no había seleccionado poseyeran a Marga. Le expliqué que mi fantasía era entregarle a mi mujer y que dispusieran de ella a su antojo, durante una noche. Mi mujer estaba convencida, le aseguré, mintiéndole, pues todavía no había hablado con ella.
Me comentó que ella nunca había tenido experiencias en grupo de sólo mujeres, pero que una amiga suya, Rosa, sí y que precisamente ella sí que tenía un perfil claramente adecuado para mi aventura. Le entresaqué algunas de sus experiencias. Elena era una chica a la que le gustaba tomar un papel activo y pasivo. Le gustaba tener iniciativas y que la sorprendieran también. Me contó algunas experiencias de Rosa. A Rosa le gustaba mandar, exhibirse y hacer que se exhibieran por ella.
Mi fantasía era que Marga debía obedecer las órdenes que ambas le dieran y ser solícita antes los deseos de las dos que la disfrutarían por turnos o bien, si se ponían de acuerdo, las dos a la vez. Le pedí a Elena que contactara con Rosa y que la convenciera, si fuera necesario.
Elena tenía dos fotos de Rosa, una de cuerpo entero y otra de cara. Era una chica de facciones suaves pero gesto duro y mirada de loba. Rubia, de pelo corto, por sus medidas debía ser de alta como mi mujer pero estaba algo más rellenita y era unos tres o cuatro años mayor que ella. Me quedé con la idea de que en realidad, en lo estético, tal vez hiciera mejor pareja yo con ella que con mi propia mujer, pero el problema es que compartíamos las mismas aficiones: el amor a las mujeres.
Era una chica de pecho generoso, pero bien puesto y muslos y nalgas bien provistas, tenía un cuerpo de esos que nos gusta a los hombres maduros. Una chica "maciza". Tenía los ojos de color claro, y luego comprobé que eran de color gris.
De boca ni grande ni pequeña, de labios ni gordos ni delgados, una cara redonda en la que la mandíbula le daba una expresión de feminidad y dureza.
Tenía un tatuaje pequeño en la parte izquierda de su vientre que luego descubrí como una pequeña rosa roja.
Por otra parte, mi deseo era, darle más morbo a la situación, por eso le sugerí si podía hacer por conocer a Marga por su cuenta. Yo le daría indicaciones de sus horarios y sus hábitos y ella haría por entablar amistad con ella. Le advertí que la misma sugerencia le daría a Rosa. Elena llamó a Rosa allí mismo delante de mí y quedamos para explicarle un poco y conocernos mejor. Se comprometió a hacer por conocer a mi mujer. Le proporcioné en los días siguientes la información necesaria y un buen día me encontré a Elena tomando café con mi mujer en mi casa.
Elena se divirtió echándome miradas picaronas cuando mi mujer no nos veía e incluso intentándome provocar, haciéndome posturitas mientras estaba sentada con las piernas cruzadas en el sillón de la casa. Luego se puso a lanzarme piropos delante de Marga, cosas como "hay que ver qué marido más apañado tienes ", lo que me hacía ponerme colorado como un tomate. Marga se reía pero notaba que hacía unos esfuerzos enormes por volver a recuperar ella el protagonismo de la reunión. Pensé que muy pronto iba a ser la principal protagonista de una reunión que nunca olvidaría.
Hablé con Elena por teléfono al día siguiente y me informó que había contactado con Marga en el club, ya que tenían una amiga común. La amiga la invitó al club y de forma casual se la presentó. Entablaron una conversación, e hicieron muy buena amistad. Le pedí que se hiciera muy amiga de ella y que luego la intentara acosar. Quería que cuando se la entregara a Elena, se la entregara a una mujer a la que había rechazado. Quería también confirmar si Marga sentía la repugnancia que decía sentir hacia el sexo homosexual.
Decir que desde ese día el nombre de Elena salía en todas las conversaciones que tenía con Marga, pero un buen día, se convirtió en una mujer innombrable. Pregunté a Marga por este cambio y ella me dijo que había descubierto que no era buena amiga. Yo sabía ya, porque Elena me informaba, lo de los intentos de besarla en el coche, los mensajes amorosos en su buzón de voz, las notas por debajo de la puerta, las llamadas interminables a mitad de la mañana. Elena me dijo que realmente le hubiera gustado hacer el amor con mi mujer, a la que consideraba una criatura deliciosa. -Todo llegará- Le dije- Todo llegará.-
Elena me comunicó que Rosa deseaba hablar con nosotros, Marga y yo, para conocernos. Me puse en contacto con ella a través de un chat utilizando un seudónimo previamente fijado a través del correo electrónico, haciéndome pasar por Marga, interesándome por ella. Rosa me respondió explicándome que ella estaba dispuesta a conocer a Marga, pero que era lesbiana y no bisexual y que en principio era reacia a que yo participara. Le respondí , en nombre de Marga, mi mujer, diciendo que yo sólo presenciaría el espectáculo y que lo que sí era necesario es que participara Elena pues lo que deseaba era verla a Marga poseída por varias mujeres a la vez. Le expliqué que Marga no tenía experiencia con mujeres pero que deseaba ofrecerse por darme el gusto a mí. Deseaba Marga, para complacerme, obedecer dócilmente las órdenes que le diera.
Recibí después de esto un mensaje muy apasionado de Rosa. Un mensaje caliente y excitante en el que comunicaba a Marga el deseo de obligarla a hacer el amor con su amiga y con ella misma.
Durante todo este período que duró la preparación, tuve una actitud muy calculadora y fría con Marga. Hacía el amor más que antes, pero eso sí, me volví más egoísta. Iba más a buscar mi placer, a echar el polvo para mi satisfacción y la verdad es que aunque procuraba que ella se corriera, lo principal era que yo me corriera a mi gusto. Le hacía los buenos regalos de siempre y nos divertíamos un poco más que antes.
Nos reunimos Elena, Yo y Rosa en una cafetería de un pueblo cercano. Era una cafetería tranquila que yo utilizaba para mis reuniones de negocios, ya que había una gran confidencialidad en el ambiente. Conocí a Rosa personalmente.
Me gustó menos que Elena, pues veía en ella una competidora potencial, tenía mirada dominadora y una conducta un poco bronca.
Elena no se anduvo por las ramas. -Mira, Enrique, creemos que nos están engañando y que tu mujer no sabe nada de esto ni quiere nada de nada con mujeres. Ya tenemos experiencia en estas cosas.-
Rosa intervino - No queremos que nos pongas los dientes largos para nada ¿Sabes? Queremos saber qué coño te propones-
Bueno, tuve que explicarles que Marga me había estado poniendo los cuernos, mientras escuchaba las acusaciones de machismo que Rosa me lanzaba, cuando le expliqué que Marga había aceptado mi derecho a vengarme y que mi venganza era que Marga debería participar en una aventura con mujeres.
Rosa me miró incrédula, así que para convencerla, les garanticé de todas las maneras que la aventura tendría lugar, si no con ellas, con otras. Rosa me increpó. -Si no fuera por lo buena que está tu señora te mandábamos a la mierda -
Me extrañó que conociera a mi mujer. Rosa, en un tono más distendido me explicó que Elena se la había presentado para intentar, como yo le había sugerido, conquistarla. Rosa tocaba a Elena y la besaba delante de mi mujer y Marga miraba estupefacta. Lo pasó fatal, me aseguraron ambas. Estaba realmente tensa e incómoda, así que no comprendían como podría convencerla.
Las tranquilicé. -No os preocupéis, en dos semanas tendréis noticias mías -.
Empecé a preguntar a Marga por Elena, y me respondía que no sabía qué era de ella. Le dije que la invitara a comer un día. Se negaba en rotundo. Lo único que quería era enrabietarla.
Un día, decidí hablarle claro y para ello, la cité en mi despacho. -Marga.
Ven a la oficina esta tarde a las siete. Sí tiene que ser aquí. Muy bien te espero.-
Marga se presentó vestida como si fuéramos a ir a cenar o algo así. Le tenía preparada una sorpresa. Era una joya me había costado una fortuna y que tenía guardada para regalársela desde antes que sospechara que me ponía los cuernos, en la caja fuerte de la empresa. No me anduve por rodeos:
- Marga, tengo que recordarte mi derecho a vengarme de ti.- Marga puso cara de circunstancias - Ya he decidido cuál será mi venganza. Dado que te gusta follar con todo el mundo, he pensado que no te importará follar esta vez. Si accedes, te regalaré esta joya, si no accedes, entonces mi venganza la diseñará mi abogado.
Marga me miró orgullosa, despectiva, como una romana esperando la muerte. -
Y...¿Con quién tengo que hacerlo? - Ya lo verás.- Le contesté-
Su cara reflejaba una honda preocupación. - Le dije para tranquilizarla.-
Con una de las personas te une una gran amistad y a la otra la conoces ligeramente. Una de ellas ha querido hacer el amor contigo y la rechazaste.-
Le dije eso sabiendo que pensaría en un amigo nuestro bastante desfavorecido, para que asociara la experiencia a él y luego se llevara la sorpresita al ver a Elena.
-A la otra la conoces poco, pero la conoces, y seguro que te dejó una honda impresión. Uno de los días que vengas, te encontraras a las dos personas y tendrás que entregarte a ellas.-
Desde ese día, Marga se presentó siempre que la llamaba extremadamente arreglada, a la caída de la noche en la oficina y yo la llevaba a cenar y a divertirnos. Me recreaba mirándola bella y desenfadada y esperando el día de mi venganza.
Llegó el día y compré una delgada colchoneta en unos grandes almacenes.
Despedí media hora antes a mi secretaria y recibí a Elena y Rosa a eso de las seis.
Elena venía con un vestido de cuero blanco que resaltaba sus rasgos morenos, unos zapatos de tacón blancos también. Una minifalda estrecha y corta y unas medias blancas que les daba a sus piernas un tono rosa pálido y la parte de arriba del conjunto, de una sola pieza, se abrochaba por un cremallera delantera que llegaba hasta más abajo del ombligo. Llevaba las uñas pintadas de blanco, lo mismo que las de los pies, y los labios pintados de color naranja, el pelo recogido en un trenza.
Rosa iba vestida muy convencional, con unos zapatos de tacón pequeño y unos vaqueros, ajustados, eso sí, y con unos adornos metálicos. Traía una camiseta ajustada negra sin mangas y ligeramente escotada, y podía adivinarse que no llevaba sostén por la nitidez con que se le notaba el pezón y el suave bamboleo de sus senos al moverse. Sus uñas y labios iban pintados color rojo intenso y se había cortado su ya menuda cabellera.
Quitamos las cosas de la mesa que estaba más cerca de mi despacho, que era la que tenía una mayor visibilidad e hicimos un hueco suficiente delante de ella, para poder utilizar el suelo si era necesario. Luego, Rosa sacó de su bolso unos guantes de cuero negros que tenía recortados los dedos y una gorra negra que le daban un aspecto ligeramente militarizado. Las chicas reían cuando sonó el portero automático, por lo que les pedí que se metieran en mi despacho.
Marga llegó tan bella como siempre. Llevaba un vestido de una sola pieza que se colocaba desde la cabeza. Era un vestido verde plátano muy estrecho y escotado tanto por delante como en la espalda y en el propio escote y bastante corta la falda. Para colmo no llevaba medias. Marga no solía pintarse las uñas pero ese día las llevaba pintadas de rosa y los labios los tenía pintados muy discretamente.
- Pasa Marga, verás... han venido a verme dos amigas tuyas... ¡Salid!- A Marga se le cambió la cara cuando vio aparecer a Elena y a Rosa.- - -¿Qué haceis aquí?- Bueno- Le respondió Elena -Hemos venido a hacerle un favor a tu marido que dice que le tenemos que ayudar a cobrarse no sé que deuda, ¿Sábes tú algo de eso? Preciosa.-
Marga me miró incrédula pero yo asentí con la cabeza. Rosa se adelantó poco a poco hasta Marga y poniéndole la mano con decisión en el conejo y acercándose mucho le dijo:
- Eres nuestra. Más te vale que cooperes con nosotras .- Ante esta exhibición de poder, Marga no tuvo más remedio que mostrar su aceptación con una mueca.
-Obedece a estas chicas, yo mientras, la verdad es que tengo mucho trabajo... estaré en mi despacho.- Le dije a Marga, a lo que Rosa apuntó a continuación.- Vamos, nena, vete quitando el vestido ese que llevas, quiero ver de qué color tienes las bragas.-
Marga se quitó el vestido por la parte de arriba, desnudando las piernas en primer lugar y luego mostrando sus braguitas de color blanco y su vientre plano con su perfecto ombligo y su sujetador con encajes. Tiró el vestido de manera despectiva sobre una de las sillas.
Rosa le volvió a ordenar.- Aquí ninguna de nosotras lleva sostén. ¿A qué estás esperando para deshacerte de él?.- Marga se llevó la mano a la espalda y se deshizo del sostén, cruzando vergonzosa los brazos sobre sus senos para ocultarlos de las miradas hambrientas de las chicas.
-Mejor serás que te olvides de la vergüenza. Entre nosotras se va establecer una relación de mucha confianza.- Le dijo Elena cariñosamente y riéndose. Yo ya observaba la escena a través de la mampara de vidrio que separaba la oficina de mi despacho.
Rosa, sentada en una de las sillas, al lado de Elena, que estaba apoyada en el hombro de la misma silla, seguía ordenando a Marga.- Veo que tienes un cuerpo muy bonito... Date la vuelta...Tócate las tetas... con más cariño... sí así... ahora tócate los pezones... tómalos entre tus dedos...-
Marga obedecía mirando a Rosa con desprecio. - Nena...Métete una de las manos en las bragas... más metidas... más. Ahí. Tócate nena, tócate... No me digas que no te has masturbado en la vida...- Se veía la mano de Marga dentro de las bragas, sus dedos parecían hincarse en su sexo.
- Mira, a mí no intentes engañarme...Siéntate en esa silla y ábrete de piernas... Ahora métete otra vez la mano en las braguitas y acaríciate...- -
- Ahora teníamos los tres una imagen perfecta del toto de Marga, cubierto por las bragas, pero se percibía perfectamente la trayectoria de sus dedos elegantes. Marga debió de darse por vencida y comenzó a acariciarse y a mostrar un alto grado de excitación. - Más, métete ahora el dedo en el sexo... venga... más... así... así...- Marga parecía a punto de correrse.
- ¡Deja ya de tocarte! ¡Ahora te vas a poner a gatas! ¡Venga! ¡A pasear!-
- Marga paseaba a cuatro patas, dejando caer sus pechos libremente y mostrándonos a todos el delgado talle de su cintura y un trasero delicioso, cuando las circunstancias de su paseo así lo requería.
-¡Ya está bien! Mira... Elena está tristísima porque la rechazaste.- Elena puso cara de tristeza simulada e incluso hizo algunos pucheros.- Tienes que darle una compensación, así que acércate a ella y bésala.-
Marga se fue a incorporar pero rápidamente, Rosa se acercó a ella, y haciendo fuerza sobre su hombro le dijo .- ¿Qué vas a hacer? ¡Ve a gatas y bésale la punta de sus zapatos!-
Marga se acercó a gatas a Elena, que la esperaba de pié y sonriendo. -
¡Vamos, a qué esperas !- Rosa la animaba gritándole. A Marga le costó pero por fin empezó a besar la punta de los zapatos blancos, limpios y nuevos.
Besó una punta y luego la otra. Rosa le ordenó que siguiera besando a Elena.
-Bésale la piel del pie... ahora las rodillas... Ahora un poco más arriba.-
Elena se iba subiendo la falda escotada y Marga iba dando besos asexuales sobre las medias blancas de Elena. - Ahora... ¡Bésale el coño!-
Elena se subió la falda y mostró su pubis negro, sin duda depilado. No llevaba bragas. Las medias se acababan hasta una altura considerable y a partir de ahí sólo quedaba la piel.
Marga se colocó junto a Elena, que la miraba desde arriba y comenzó a besar los muslos muy cerca del sexo de su amiga. Rosa tuvo que intervenir. -¡Te he dicho que le beses el coño!- Se acercó a Marga y agarrándola del cuello la obligó a frotar su boca contra el sexo de Elena. Marga se animó por fin a besar el conejo de Elena, cuya mano cariñosa había reemplazado la mano autoritaria de Rosa y acariciaba ahora la cabeza de mi mujer. Lamía la concha de Elena, que parecía agradecer las lamidas discretas que Marga daba con remilgos y que se había abierto de piernas, tomando una posición en jarra .
-Me parece que tú todavía no estás preparada para esto. Tenemos que hacer un buen trabajo ¿Sabes? Tu marido nos ha dado mucho dinero para que tú disfrutes. - Era mentira, yo no le había dado ni un duro y no les di nada después. Me imaginé que lo dijo para darle más morbo a la situación. - Yo se lo voy a coger, pero Helena me ha dicho que lo va a hacer gratis. Sólo desea hacerte el amor... ya que tú la despreciaste.- Proseguía Rosa.
-Túmbate en el suelo.- Marga obedeció.- Rosa colocó uno de sus zapatos entre las piernas de Marga y metió su pié calzado debajo de las nalgas de Marga.
-Te vamos a quitar esos humos que tienes y te vamos a enseñar a que quieras a tu marido y a que sepas valorar las distracciones que tu marido te proporciona.-
Rosa acariciaba con la puntiaguda punta de su zapato el sexo indefenso de Marga oculto bajo las bragas. - Vaya, si te estas quieta será porque te gusto ¿No?- Rosa dijo a Marga, que automáticamente empezó a mover su cintura a un lado y otro. Entonces Rosa se descalzó, ante la imposibilidad de seguir acariciando el sexo en estas condiciones y colocó toda la planta de su pié descalzo en el sexo de Marga. Rosa apretaba su pié y lo restregaba contra el conejo de Marga adivinando su intenciones.
Elena se acercó descalza y empezó a acariciar el cuerpo de mi mujer. Primero acarició sus muslos y luego acarició su vientre y sus senos, intentando pellizcar con sus dedos los pezones de mi mujer, que agarraba el pié de Rosa, más como precaución que por otra cosa. Elena colocó su pie a la altura de la boca de Marga y metió los diminutos dedos en la boca mientras Marga se afanaba en lamerlos ante las exigencias de Rosa, que palpaba a su vez el sexo de mi mujer con toda la extensión de la planta de su pié. Luego, Elena le ofreció la planta del pie a Marga que lamía en toda su extensión de largos lengüetazos y entreteniéndose golosamente en los entresijos de sus dedos.
- Anda, ahora ponte a gatas y sigue besando los pies de Elena.- Marga obedeció al instante. -Pero mueve el culo como si fueras una perrita cariñosa.- Elena movía el culo de un lado a otro. Desde mi silla se veía los cachetes, que asomaban por los exteriores de las bragas. Rosa se acercó y colocó una pierna entre las nalgas de Marga.
- ¡Vaya! ¡Si parece que te empieza a gustar esto del tortilleo!- Dijo Rosa de nuevo, que era la única que hablaba. Rosa se puso de rodillas delante de ella y de un hábil manotazo se hizo con las bragas de Marga y se las bajó hasta las rodillas.
-Qué coño más bonito tienes...y que rico tiene que estar...Uhmmmm...- Creía que Rosa le iba a tocar el conejo, pero se limitó a cogerle de las nalgas y a separárselas para verle mejor el sexo. Elena se puso de pié mientras Rosa seguía tocando las nalgas de Marga, con sus guantes de cuero que dejaban asomar sus dedos. Rosa magreaba ahora con una fuerza moderada las nalgas de Marga, que aguantaba pacientemente apoyada sobre sus brazos.
Elena se deshizo de la minifalda y del corpiño y se quedó desnuda, tan sólo con las medias blancas. Elena estaba mucho más buena en la realidad que en las fotos. Rosa le hizo una indicación para que se sentara en la silla. Rosa se levantó y agarró a Marga de la cabellera obligándola a ir de rodillas hasta la silla donde Elena la aguardaba, con una pierna distendida y la otra flexionada sobre su cuerpo, y el pié sobre el asiento de la silla.
-Ahora vas a aprender a darle placer a una mujer... No te quiero ver que te mueves de ahí hasta que Elena no se haya corrido en tu boca...¡Venga!-
Marga comenzó a lamer la almeja de Elena que se abría de piernas, colocando cada una de ellas sobre los hombros de la silla y agarraba la cabeza de mi mujer cariñosamente, enredando sus manos y sus dedos entre los dorados cabellos de mi mujer.
Rosa se colocó por detrás de Marga, de rodillas y comenzó a acariciarle las nalgas y los muslos, pero podía intuirse por la cara que ponía que esta vez no se iba a conformar con calentarla; Acariciaba los muslos de Marga, acercándose cada vez más a su sexo, hasta comenzar a acariciar y palpar sus labios y a acariciar su clítoris, que se arrugaba y sobresalía excitado.
Entonces lo apretada contenido a todo lo largo de sus dedos mientras que Elena le acariciaba y amasaba sus senos.
Marga lamía golosa el caramelo líquido que Elena le ofrecía mientras que Rosa, ambiciosa había comenzado a introducir despacio su dedo índice en la rica fruta de almíbar que era el sexo de Marga. Pude ver cómo Marga echaba la cabeza hacia atrás cuando sintió introducirse el dedo de Rosa en toda su longitud. Rosa agitaba los dedos dentro de Marga, que se afanaba en comer el sexo de Elena, que empezaba a moverse fuera de sí de manera armoniosa pero abandonada, dedicándose ahora a acariciarse sus propios senos y pellizcarse sus pezones.
Elena comenzó a gemir al ritmo que movía la cintura mientras se llevaba la mano al pelo y agarraba de nuevo la cabeza de Marga, y colocaba ambos pies sobre los hombros de mi mujer, ofreciéndole todo su sexo rezumante. Marga dejó de lamer el sexo de Elena que descansaba de su orgasmo, acariciando la cabeza de Marga, pero Rosa no le daba descanso, y mientras una la acariciaba, la otra le movía los dedos sabiamente, provocando la inminente llegada del primer orgasmo lésbico en la vida de mi mujer. - ¿Ya has dejado de lamer, zorrita?.-
Marga se amasaba los senos mientras restregaba su cara por los muslos y el vientre de Elena, que le decía palabras de consuelo, hasta que no pudo más y lanzó un chillido de verdad, no de los que fingía cuando lo hacía conmigo.
Era un chillido de gata desesperada, de hembra desahogándose. Rosa no dejó de mover sus dedos dentro de mi mujer hasta que esta no acabó su orgasmo, quedando sobre Elena, con la respiración entrecortada, y la boca que entreabierta, besaba los muslos de Elena.
-¡ La muy zorrilla resulta que ahora te quiere, Elena!- proseguía Rosa.
Tomaron a Marga de la mano y comenzaron a pasearla. Marga sólo llevaba puesto los zapatos de tacón y un collar de perlas, aparte de algunas joyas en la muñeca. Rosa intentó besarla en la boca pero Marga la rechazó. En cambio, parecía aceptar los besos de Elena que se aproximaba a ella y le besaba en la boca cada vez con mayor confianza, hasta que le intentó meter la lengua, cosa que mi mujer volvió a rechazar.
Así que Elena habló: -Será mejor que la llevemos a la mesa y sigamos intentando que sea cariñosa..- Llevaron a Marga a la mesa y la sentaron encima de ella, sobre la colchoneta. Elena se colocó detrás de ella con cada pierna a un lado de su trasero, y se sentó sobre sus pantorillas, y Rosa se sentó delante de ella, en la silla, de tal forma que Rosa tenía el sexo de mi mujer muy accesible para su boca.
Elena comenzó a sobar el pecho de mi mujer y a comerle el cuello y la oreja.
Marga parecía apasionada ante tan sensuales caricias. Rosa lamía la punta del pezón de Marga que asomaba entre los dedos de la mano de Elena. Mi mujer se volvía loca ante la lengua experimentada de Rosa, que volvía a coger su sexo, separándole los labios que cubren su clítoris y rozándolo levemente.
Marga chupeteaba el dedo que Elena le había colocado en la boca, mientras Rosa le volví a colocar otro dedo en su otra boca, tras lo cual susurró.
-Vamos a probar cómo sabe el chocho de esta niña pija.- tras lo cuál, se olvidó de los pezones de Marga y su boca comenzó una trayectoria descendente que sólo se interrumpió en el ombligo de Marga, que inundó con la saliva de su lengua.
Rosa lamió el botón que se le ofrecía en el sexo abierto de Marga, al separarle sus labios, mientras ella acariciaba los muslos de Elena. Rosa besó el clítoris conquistado y lo presionó con los labios, estirando de ellos, lo que provocó una evidente excitación en Marga que intentaba zafarse de Rosa agarrándola del pelo, pero Elena le agarró de las manos y Rosa volvió a repetir su estirón, con más saña.
Rosa entonces se dedicó a lametear el sexo húmedo de Marga, mientras Elena tiraba de mi mujer hacia atrás, con lo cuál, su sexo quedaba más expuesto a la lengua de Rosa que se empeñaba en utilizarlo como un pequeño falo que intentaba penetrarla. Inesperadamente, Rosa extendió su lengua cuanto pudo y dio un lametón que casi alcanza el agujero oscuro de Marga, que volvió a demostrar de nuevo su sobre excitación.
- Elena, échala sobre la mesa.- Elena se retiró poco a poco y Marga quedó tumbada sobre la mesa. Elena fue al frigorífico que tengo en la oficina para el personal y sacó dos cervezas mexicanas, "Coronitas". Las abrió y observaba cómo Rosa se desvestía, quitándose los zapatos y el pantalón y unas bragas negras y dejaba al descubierto una enorme mata de pelo marrón.
Luego se deshizo del corpiño y se colocó justo donde quedaba la cabeza de Marga. - Se tiró a la mesa y comenzó a andar a gatas hacia el sexo de Marga, no sin antes parar en la zona donde estaban los pezones excitados de Marga sobre el pecho aplanado por la postura. Rosa se metió todo lo que pudo de las tetas de Marga en la boca mientras mi mujer también mamaba como un chivo del más abundante pecho de Rosa, que le caía generoso sobre la boca.
Luego avanzó hacia el vientre de Marga y se puso a lamer su barriga y sus ingles y los muslos, obligando por otra parte a que mi mujer pusiera su cabeza sobre sus pies. El sexo de Rosa quedaba a la altura de la boca de Marga, tanto que Elena derramó un poco de la cerveza entre las nalgas de Rosa y fue a caer sobre el rostro de mi mujer.
Rosa comenzó a comerse de nuevo el clítoris de Marga, pero esta vez le metía también el dedo en su dulce tesoro. Por otra parte, cruzó un poco más sus piernas y sus sexo se incrustó contra la nariz de Marga a la que no le quedaba más remedio que beberse la cerveza que Elena derramaba poco a poco, mezclada con el almizcle sexual de Rosa.
Rosa no paraba de ordenar al principio- ¡Muévete, coño!- luego -¡Lame de una puta vez!.- Al final, Rosa volvió a provocar el orgasmo tremendo de mi mujer que esta vez no chilló sino que se quedaba callada y se limitaba a intentar abarcar todo el sexo de Rosa con su boca. Rosa se puso de rodillas sobre la cara de Marga y empezó a vocear.-Siiii... Me vieneeee...Ya ya yaaaaaa...aahhhhh...aahhhh.-
-No ha estado mal.- Dijo Elena mientras le daba un poco de cerveza a Marga que seguía tumbada sobre la mesa.- No ha estado mal.- Y le hizo una seña a Rosa para que se bebiera la otra cerveza y volvía a ofrecer un trago de cerveza a Marga que se prolongó hasta que a la cerveza le quedaba un sorbo.
-Me toca a mí.- Elena se colocó frente el sexo de Marga y empezó a mover la punta de la botella entre los labios que rodean su agujero, vertiendo el espumoso resto sobre su sexo, causando un aluvión de frescor y espuma. Elena miraba fijamente el sexo de Marga. -Sabes, siempre he envidiado el pene de los hombres,.- Y al decir esto introdujo el cuello de la botella de "Coronita", que es algo más gordo y largo que un dedo, pero más corto y delgado que un pene, levemente en el sexo de Marga, que se movía nerviosa y tensa.
-¡Ah!., no quieres que te lo meta por aquí...entonces te lo puedo meter por ahí.- Y al decir esto, sacó la botella para presionar levemente contra el agujero oscuro de mi mujer que le suplicaba que no lo hiciera.- ¡No! ¡Por favor! Soy virgen de ahí. -Pero si sólo es un poquito, tonta,- Y Elena seguía presionando.
Marga enterneció a Elena. -Bueno, bueno, pero déjame que te meta el dedo.
Sólo el dedo.- marga aceptó tácitamente pero sin dejar de gimotear. Entonces Elena se chupó el dedo y empezó a presionar con su dedo índice en el oscuro agujero que pronto cedió al empuje. Elena dejó el dedo allí metido y aproximó su boca al sexo de Marga, pellizcando el clítoris con la boca como le había enseñado Rosa a hacerlo. Marga, por iniciativa propia se introdujo un par de dedos en el sexo y comenzó a masturbarse. Al ver esto, Elena sacó su dedo y introdujo de nuevo el cuello de la botella en el sexo de Marga, cuyos dedos ahora se limitaban a separar los labios de la vagina para facilitar el paso al improvisado ariete. Rosa se había bebido la cerveza y se había puesto unas bragas que tenían enganchadas un miembro postizo viril. Elena sonrió y se retiró. Marga vio estupefacta la silueta de Rosa acercarse y no pudo reaccionar cuando la cogió del pelo y la obligó a levantarse y ponerse de cara a la mesa. Marga no decía nada. Sabía que con Rosa era inútil.
- Te voy a follar con esta polla, que es lo que te gusta a ti...las pollas.-
Rosa agarró el miembro y lo colocó entre las piernas de Marga y tras un par de intentos, el miembro reconoció su camino y se empotró sin problemas en la lubricada vagina de Marga, que miraba detrás de la mampara de vidrio, esperando encontrar una mirada que estaba allí, observando el miembro incrustado entre sus muslos y sus tetas bailando por las embestidas que Rosa le propinaba.
Elena entretanto observaba terminándose la cerveza de Rosa. -Yo también quiero polla, pero no de esa.- Se presentó en mi despacho y se acercó a mí.
Me desabrochó la bragueta, mojado por el semen que había derramado hacía tiempo y me sacó el miembro.- Ven cariñito..- me decía estirándome de la corbata hacia ella, que se tumbaba en el suelo. No tuve más opción que agarrar mi miembro e introducirlo como lo había visto hacer antes a Rosa en mi mujer.
¡Cómo se movía aquella morenita! Veía a mi mujer, penetrada, cuyo sexo estaba en poder de Rosa que lo estimulaba, agarrándolo entre los dedos de su mano abierta y por un momento creo que adivinó que nos mirábamos a los ojos.
No lo hubiera resistido de no ser porque Rosa intuyó la proximidad del orgasmo de Marga y empezó a mover sus caderas más rápidamente y ya Marga no miraba sino al cielo y al suelo con los ojos cerrados mientras emitía unos hondos susurros de placer Yo me corrí en Elena que también se corrió un poco más tarde.- Tú no te has follado a mí mujer.- le advertí.- No, prefiero que no esté Rosa, es una egoista...lo quiere todo para ella.- Me respondió. Rosa y Elena se vistieron y se despidieron de Marga dándole un beso en la boca que Marga apenas quiso responder.
Nos fuimos a casa. A Marga le costó reconocer que jamás la habían satisfecho sexualmente de aquella manera y me reconoció que Elena no le desagradaba, aunque a Rosa no la quería. Un día, llamé a Elena y la invité a tomar café.
Marga se sorprendió al verla pero al final, las dos acabaron follando y dejando que yo las follara. Marga tiene un cuarto permanente ahora en nuestra casa, para cuando viene a dormir invitada, aunque casi siempre acaba follando, digo, durmiendo en nuestra cama.