Relatos Eróticos Intercambios
Un dia en la Gomera | Relatos Eróticos de Intercambios
Publicado por Anónimo el 30/11/-0001
Pasábamos las vacaciones en Tenerife, disfrutando, como siempre, del descanso, sin que nos sobresaltara nada, sin preocupaciones y alejados de nuestros problemas rutinarios y urbanos. Mi mujer, Alba y yo íbamos a diario a la playa, o bien hacíamos excursiones, y por las noches disfrutábamos tranquilos en el apartamento o salíamos a tomar copas aprovechando el perfecto clima canario. Unas vacaciones totalmente antiestrés.
Nuestra playa de referencia, más por cercanía que por que nos encantase era la de las Américas, siempre atestada de británicos y alemanes. Hartos de semejante paisaje veraniego decidimos investigar nuevos lares, donde sobre todo, poder aposentarnos con una cierta intimidad y no a tres centímetros de grupos de guiris aficionados a los vapores etílicos. Y como preguntando se llega a Roma, decidimos coger el ferry y acercarnos a la Gomera. Allí descubrimos un lugar de arena negra y salvaguardado de muchedumbres por hermosas montañas volcánicas. La cala de la Hermigua se llama.
Y en la cala pasamos el día, rodeados tan sólo de algunas parejas, muchas de ellas nudistas, y el resto en top less. Alba no es muy partidaria de enseñar su cuerpo. Sus razones, desde luego, no son puritanas sino más bien pudorosas. Yo la intenté convencer de que al menos se quitara la parte de arriba del bikini. De hecho era la única mujer en toda la caleta que llevaba la prenda. Pero se resistió. Sus argumentos siempre son los mismos, sostiene que tiene los pezones muy grandes y que le da vergüenza. A mí, todo sea dicho, sus pezones me encantan y siempre me ha dado cierto morbo compartir esa vista de la que yo disfruto a menudo con los demás. Finalmente decidí pasar a la acción y fui yo quien se despojó del bañador. Parece que tomé la medida acertada porque finalmente, cedió a mis peticiones y se despojó de la parte de arriba del bikini.
Y así seguimos en la playa tomando el sol, paseando, bañándonos y yo cada vez más excitado por la situación. Repito que la exhibición de los pechos de mi mujer me producía cierto morbo. El caso es que fue atardeciendo y al tiempo vaciándose la cala. Paseando llegamos a un lugar resguardado por rocas, ahí nos sentamos a contemplar la puesta del sol, y con el día que llevaba no pude evitar ponerme cariñoso con Alba. Comencé a besarla y yo ya con una erección completa y envalentonado por la soledad del lugar comencé a meter mano a Alba por debajo de la braguita del bikini. Estaba excitada se le notaba en la humedad de su vagina y por lo tanto seguí adelante la tumbé en la arena, la despojé de su prenda y levantándole las piernas le introduje el pene. El calentón del momento propició un rápido orgasmo conjunto. A mi mujer y a mí siempre nos ha gustado hacer el amor al aire libre. Aunque tímidos, sobretodo ella, cuando la pasión nos puede no nos cortamos. Y en alguna situación nos han pillado. Ese fue el caso de aquel día. Cuando acabamos y fuimos más conscientes de nuestro entorno pudimos ver a una pareja que nos observaba a una cierta distancia. No sabemos cuanto tiempo llevaban mirando, pero pillarnos nos habían pillado. Alba se puso la parte de abajo del bikini. Y decidimos ir a por el resto de la ropa. A ella no le hacía mucha gracia pero para mi morboso cerebro la situación era de lo más satisfactoria. Cuando llegamos a nuestra toalla era prácticamente de noche y decidimos emprender el regreso porque debíamos coger el ferry de vuelta a Tenerife.
Pero la jornada nos iba a deparar nuevas sorpresas. Nos perdimos con el coche alquilado que llevábamos y cuando por fin llegamos al puerto, el ferry estaba ya en su destino. La situación por tanto no era halagüeña. Estábamos en la Gomera, sin hospedaje con poca ropa y eran las 10 de la noche. La verdad el día había ido muy bien pero ahora estábamos de bastante mal humor. Aún así nos pusimos en marcha para buscar donde dormir esa noche. En plena temporada alta y dadas las horas, el asunto no se presentaba fácil. Preguntamos en varios hostales y la respuesta fue la misma en todos: “Completo”. Sólo se me ocurrió una solución dormir en una playa. No era la primera vez, cuando éramos más jóvenes lo hacíamos a menudo, ahora ya con cerca de 30 años y más aburguesados la idea no nos hacía tanta gracia pero decidimos animarnos tomando una copa en algún chiringuito para, al menos, disfrutar de la noche. Alba era la más reticente al plan, pero no había otro. Aún así en la terraza donde fuimos pensó en hacer un último intento y preguntar al camarero si conocía algún lugar donde pudieran darnos cama. El camarero no nos proporcionó ninguna solución pero la conversación la escuchó una mujer que estaba en la barra pidiendo su consumición. Se acercó a Alba y le dijo en un bonito acento canario.
- Mira, he escuchado el problema que tienen y creo que les puedo ayudar.
Alba la miró agradecida y la mujer le explicó que su marido y ella tenían una casa amplia donde estaban alojados ellos y otra pareja y que había sitio donde albergarnos esa noche. Alba me lo consultó y, dada nuestra condición de “sin techo”, yo acepté, la otra opción era dormir en la playa. Así se lo comunicamos a Carmen quien con una sonrisa dijo:
- Estupendo, pues vengan conmigo y les presento a mi marido y a nuestros amigos.
Esa era la parte del plan que meno nos gustaba. No es que seamos antipáticos, pero tampoco destacamos por nuestra sociabilidad. No somos la clase de pareja que se va de vacaciones y acaba haciendo amigos. Aún así la simpatía de Carmen calmó nuestras reticencias. Era una mujer algunos años mayor que nosotros, de unos 33 o 34 suponía yo. Muy morena y de caderas anchas que para mí al menos es un punto de atractivo. Su pelo largo lo llevaba suelto y caía sobre los hombros descubiertos por una camiseta de tiras que le realzaba sus pechos todavía en buena forma. Así llegamos a la mesa donde nos esperaban el marido de Carmen y su pareja amiga. Les explicó la situación y la oferta que nos había hecho y los tres inmediatamente aceptaron con enormes muestras de satisfacción. La verdad es que, este grupo rebosaba simpatía y hospitalidad. El marido de Carmen, Carlos, era un hombre de su misma edad, también muy moreno, atractivo aunque ya se vislumbraba cierta barriga cervecera. La otra pareja no era canaria, eran vascos, más jóvenes que sus anfitriones, rodeando la treintena como nosotros. La chica Nerea era rubia y de ojos marrones, y su novio Iñaki moreno y de pelo corto ambos con cierto aire norteño por sus espaldas anchas y rostro alargado, en conjunto daban apariencia de ser gente sana y atractiva.
Nos ofrecieron sitio en su mesa y allí empezamos a conocernos, a hablar de nuestros orígenes, vacaciones y aventuras. La conversación era fácil entre todo el grupo ayudada por una cuantas cervezas y copas. Supimos que ellos se habían conocido este verano y que Carmen y Carlos habían convencido a Nerea e Iñaki para dejar el hotel donde estaban hospedados y alojarse en su casa. La hospitalidad del matrimonio canario no tenía limites. Estos vivían en Santa Cruz de Tenerife pero en verano se trasladaban a su casa de la Gomera. La noche transcurría de forma amena entre conversación y copas. Carlos propuso irnos para casa y allí preparar unos mojitos y seguir con la tertulia y a todos nos pareció bien. Y allí que nos fuimos, a una casa de tres pisos, de arquitectura mahorera. Desde la terraza-azotea contemplábamos el mar. Carlos puso música y mientras Carmen y Alba preparaban los mojitos. Eran cerca de las dos de la mañana pero ninguno de los 6 demostramos interés alguno por acostarnos.
Una hora y tres rondas de mojitos mas tarde la conversación seguía muy animada. Fue aproximadamente a esa hora cuando la noche iba a dar una nueva vuelta de tuerca. Nuestros recientes amigos nos contaron que se conocieron en la caleta de la Hermigua practicando nudismo. Nosotros nos sorprendimos por la casualidad
- Allí es donde hemos pasado el día nosotros.
Y fue entonces cuando Carlos entre risas dijo:
- Ya, ya lo sabemos y creo que ustedes se lo han pasado de miedo esta tarde.
Alba y yo nos quedamos estupefactos lógicamente, porque nos temimos que se refirieran a nuestro polvo playero y efectivamente
- Carmen y yo dábamos un paseo y os encontramos en posición muy íntima - continúo Carlos entre risas - pero no os preocupéis a nosotros nos ha pasado más de una vez.
No supimos como reaccionar. No nos dio tiempo en su momento a fijarnos en la pareja que nos había pillado en media faena, y ahora resulta que habíamos acabado en su casa. Pero fue Carmen quien nos contó algo más sobre nuestra pareja anfitriona aprovechando el tema.
- De verdad que no tenéis que preocuparos, nosotros vemos perfecto el hacer el amor al aire libre, somos nudistas liberales y somos además una pareja swinger.
Yo sabía a que se refería, con lo de swinger, de hecho es una de las fantasías que me rondan la cabeza desde hace tiempo, pero sólo como eso, fantasía, más que como potencial realidad. Siempre me ha excitado mucho imaginarme a Alba con otros hombres (y mujeres). A lo largo de nuestra relación no hemos sido especialmente celosos ni fieles, y cuando Alba me confesaba que había tenido alguna aventura, en lugar de enfadarme me provocaba una profunda excitación, que con ella intentaba disimular y aparentar cierto malestar. Normalmente lo mínimo indispensable para mantener una imagen de novio al uso. Ella también era bastante tolerante con mis escarceos con otras mujeres. Pero ni mucho menos nos habíamos planteado el adentrarnos en el mundo del intercambio de parejas. Tanto es así que Alba desconocía el término swinger
- ¿Y qué significa swinger? - preguntó por tanto Alba, y Carlos y Carmen se lo explicaron.
- Bueno nosotros lo entendemos como una manera de vivir el sexo, ampliar los horizontes de la pareja y compartir experiencias con otros hombres y mujeres, por ejemplo Nerea e Iñaki.
A lo que Nerea e Iñaki asintieron. Los cuatro nos contaron sus experiencias veraniegas que incluían intercambio y fiestas de alto voltaje. Total, que sin comerlo ni beberlo, nos encontrábamos alojados en la casa de un matrimonio liberal que compartían estancia con otra pareja liberal. Yo empezaba a encontrar interesante la situación. Mi fantasía de compartir a Alba unida a los ya bastantes litros de alcohol ingeridos eran una mezcla peligrosa. Nunca me había atrevido a comentar abiertamente con Alba estos deseos liberales. Aunque entre bromas solíamos calentarnos con jueguecitos de roles en los que, a veces, me pedía que interpretara a otro, mientras ella disfrutaba simulando ser una esposa adúltera. También le gustaba excitarme con el recuerdo de sus experiencias lésbicas de su adolescencia. Ella sabe muy bien que esto suele ser una técnica que garantiza al cien por cien mi punto de ebullición sexual. Pero como digo, nunca me había atrevido a proponerle acudir a un club de parejas o contactar con alguien a través de Internet porque hasta yo dudaba que fuera a acabar bien la experiencia. Y no ya porque Alba lo rechazara sino porque no sabía como podía responder yo mismo. Me lo tomaba sólo como una de mis muchas fantasías. Pero ahora la situación era distinta, estábamos en la boca del lobo y yo estaba expectante.
De momento lo que me sorprendió fue la curiosidad de Alba por el mundo swinger. Animada por las tres o cuatro copas que llevaba en el cuerpo no paraba de hacer preguntas a los cuatro amigos sobre este mundo. En un momento de la conversación Carlos se levantó y propuso:
- Tengo una idea, por qué no jugamos a un juego picante. Los límites los ponemos nosotros y en el momento en el que alguien se sienta minimamente incómodo paramos.
Yo, naturalmente estaba dispuesto a aceptar la propuesta, pero miré a Alba porque no quería decantarme el primero. Ella me devolvió la mirada sonriendo y dijo:
- Yo por mí de acuerdo - respuesta que me produjo un enorme entusiasmo que intenté disimular
- Pues entonces por mi no hay ningún problema - dije.
Lo preparamos todo incluyendo una nueva ronda de mojitos. Íbamos a jugar al rey, esclavo y verdugo. Juego que consistía en que uno ordenaba, otro ejecutaba y un tercero “sufría” la orden. Peor para no empezar muy fuerte la primera parte del juego sólo sería de quitarnos prendas. No llevábamos muchas todos estábamos en pantalón corto y camiseta. Con lo cual esta parte del juego se presumía breve.
Empezó perdiendo Nerea que con un gesto de falso pudor se desprendió de una de sus sandalias. La siguiente fue mi mujer, Alba que siguiendo los pasos de nuestra amiga también se descalzó. Unas rodas más adelante, sólo yo seguí con mis chanclas en los pies el resto debía ya de perder alguna prenda “interesante”. Sin embargo mis expectativas se vieron defraudadas porque el siguiente en quitarse la camiseta fue Carlos que dejó al aire su saludable torso con su incipiente barriga.
Fue precisamente Alba quien se vio en el primer compromiso de la noche. Perdió y tenía que elegir entre quedarse en bragas o quitarse la camiseta y enseñarnos el sujetador. Eligió lo primero, y como la conozco, sé que lo pasó mal por su timidez. Los mojitos ayudaron a que se decidiera. Con discreción se quitó los pantalones cortos desde su asiento con lo cual se pudieron ver poco las braguitas. Aunque me fijé y Carlos no perdió detalle de la operación. La observaba con sumo interés, lo cual daba un añadido de morbo a la noche, al menos para mí.
Continuamos varias rondas y tras ellas la situación era, a mi juicio, bastante excitante. Nerea y Carmen sólo disponían ya de sus bragas y sujetador. Iñaki y Carlos Estaban en calzoncillos. Alba había logrado aguantar sin quitarse la camiseta y yo seguí siendo el menos perjudicado. Sólo había mostrado mi pecho conservando mis pantalones y calzoncillos. Fue entonces cuando Nerea dijo que deberíamos empezar ya con el rey esclavo y verdugo. Nadie se opuso a la moción.
EL juego quiso que yo fuera el primer rey, Carlos el verdugo y Nerea la víctima. Dada mi desventaja en experiencia respecto a mis compañeros me sentí un poco inseguro sobre qué ordenar, Así que le dije al verdugo que le hiciera unas inocentes cosquillas con la lengua en la oreja de Nerea. Se cumplió de forma simpática pero la cosa no pasó a mayores. El siguiente rey fue Iñaki, Carmen verdugo y Nerea otra vez esclava. Iñaki ordenó entonces a la canaria que le quitara el sujetador a su novia. La cosa se ponía interesante. Carmen con gesto solemne le desabrochó el sujetador por detrás y lo retiró de golpe el sostén mostrando unos pechos de una talla 90, que me recordaban a los de Alba. Esta primera visión me puso al máximo de excitación, que se vio reforzada al observar que Alba estaba disfrutando también del juego. Las siguientes rondas consistieron en irnos desnudando. Iñaki, por orden de Carlos, quitó las ropas a Carmen, dejándonos admirar su exuberante desnudez, que ella exhibía sin cohibirse. Luego su marido tuvo que desnudar al vasco a petición de la canaria. La suerte de nuevo nos había dejado al margen a Alba y a mí. Entonces me tocó ser esclavo y a mi mujer reina. El verdugo era en esta ocasión Carmen. Estaba expectante por saber que ordenaba Alba. Pidió que me dejaran completamente desnudo. Carmen cumplió y con cierto rubor me vi ante mis compañeros completamente desnudo y con una erección que si no máxima sí muy evidente, lo que provocó risas entre el personal.
Estaba claro y así lo evidenciaba mi pene, que la noche se ponía muy caliente. En la siguiente ronda yo fui el verdugo. Iñaki ordenó que entonces que quitara la única prenda que le quedaba a su mujer, las bragas y así lo hice. Tras esta jugada ya éramos cuatro los que estábamos completamente desnudos, sólo Alba, con bragas camiseta y sujetador e Iñaki, con calzoncillos, aguantaban. Poco iban a durar Nerea mandó al nuevo verdugo Carlos que desnudara a la nueva víctima, mi mujer. En ese momento mi apéndice genital se elevó a su máxima expresión y más al escuchar a Nerea decirle a Carlos que las bragas se las tenía que quitar con la boca. Alba se tapó los ojos en un gesto de timidez pero Carlos no tuvo piedad. Le quitó con dulzura la camiseta, para después desabrocharle sensualmente el sujetador. Alba en un ademán instintivo se tapó los pechos con las manos, mientras permanecía de pies a la vistas de todos. Yo en un principio temí que mi mujer parara el juego pero comprobé que a pesar de su vergüenza estaba disfrutando con el desarrollo de la noche. Carlos se sitúo detrás de ella y con habilidad fue bajando las bragas con la boca. Una escena altamente sensual. Alba ya no se tapó y todos pudimos ver su pubis. Yo estaba a punto de estallar.
Supuse que el juego estaba a punto de pasar de fase porque, excepto Iñigo todos estábamos desnudos. Y efectivamente así fue. En la siguiente ronda. Carmen fue reina, Nerea verdugo e Iñigo víctima. La canaria pidió a Nerea que le quitara el calzoncillo, pero antes debía chupar sobre la prenda los genitales de su novio. Iñaki se recostó sobre su sillón con cara de querer disfrutar del mandato. Y Nerea hizo un papel sublime mordisqueando el pene de su pareja por encima del calzoncillo... pasado más de un minuto fue cuando dejó al descubierto el aparato de Iñaki completamente erecto. La siguiente ronda fue una prueba de fuego. Carlos era el encargado de ordenar, Alba era verdugo y Carmen esclava. Yo sabía que el juego iba a subir de temperatura pero no hasta que punto. Estábamos ya todos desnudos y Carlos decidió cruzar el Rubicón. Pidió a Alba que masturbara durante un minuto a su mujer. Alba me miró y yo le hice un gesto de “por mi, adelante”. Ella no necesitó más. Se sentó al lado de Carmen y ésta se recostó. Alba inició un tocamiento suave en la vagina de Carmen, primero rozando sus labios mayores y luego acercándose al clítoris, cuando vio la receptividad de la canaria se atrevió a introducir un par de dedos en su vagina mientras se escuchaban los suspiros de su víctima. El espectáculo de ver a mi pareja desnuda masturbando a otra mujer me dejó al borde de la eyaculación. Mis mayores fantasías cumplidas y la noche acababa de empezar. Carlos detuvo los tocamientos, cuando su mujer estaba a punto del orgasmo.
La siguiente ronda deparó un nuevo espectáculo también inédito para mí. Iñaki fue el rey yo la víctima y Carlos el verdugo ¡los tres hombres! De repente sentí cierto temor ante la orden de Iñaki, y no era un miedo infundado. El vasco pidió a Carlos que me lamiera la polla. Vaya papelón. Yo soy de lo más respetuoso que existe con los homosexuales, pero la verdad, no me excitan en absoluto los hombres. Y me hacía menos gracia todavía que esto ocurriera delante de Alba. Pero fue precisamente mi mujer la que al ver mi cara contrariada, me espetó
- Si yo lo hecho ahora no te hagas el machito y aguantas con el castigo.
Mis opciones eran o parar el juego o seguir adelante, y dado lo que estaba disfrutando decidí dejarme chupar por Carlos. La situación no me excitaba mucho así que cerré los ojos. Carlos me cogió el pene y empezó a rozarlo con su lengua dando círculos sobre la punta. Desde luego no me resultaba desagradable. Pero cuando se lo metió en la boca el gustó fue todavía mayor. Mi grado de excitación soportaba ya cotas muy altas debido al juego y tuve que concentrarme para no correrme. Carlos paró cuando se pasó el minuto establecido y me dijo:
- Hay que probar de todo sí no, en esta vida te perderás muchas cosas.
A lo que yo no supe que responder. Aquello fue el principio de la traca final. La siguiente ronda la encabezaba Nerea que ordenó a Iñaki que le comiera a Carmen su vulva. Y a continuación fue Alba la que tuvo que sentarse encima de Carlos durante un minuto, y claro, con el pene del canario insertado en mi mujer. Me volvió a mirar, y yo, no sólo no puse ninguna objeción si no que interiormente estaba entusiasmado con esa perspectiva. Desde luego la escena cumplió las expectativas. Alba, desnuda se sentó sobre Carlos. Excitada como estaba no hubo ningún problema en la penetración. Alba se removía sobre su hombre. Le cogía del cuello y éste no puedo evitar besarla. Le metió la lengua hasta la garganta y Alba para mi sorpresa le respondió con otro beso de mayor pasión. Esto ya superaba la prueba, se había llegado a un punto sin retorno. De hecho Carmen se levantó y se dirigió a Iñaki. Se arrodilló junto a él, le cogió su polla y se la metió directamente en la boca, saboreándola con ferocidad. Yo miraba todo lo que ocurría ensimismado y no me di cuenta que Nerea se había acercado a mí. Me cogió de los hombros y me dirigió hacía su coño para que lo lamiera, lo que hice con sumo gusto, Estaba muy mojado y fresco. Y ella acogió mis lengüetadas con intensas respiraciones.
Así estuvimos un buen rato cuando me incorporé besé a Nerea en la boca y me di cuanta que la cosa había cambiado. Carmen estaba sentada sobre Iñaki en la misma postura en que antes se encontraban Alba y Carlos. Pero estos también habían modificado su encuentro. Ahora mi mujer estaba a cuatro patas en el suelo y Carlos la penetraba asiéndole el culo con fuerza. Un espectáculo inolvidable. Yo coloque a Nerea también a cuatro patas rozando su cara con la de Alba. La metí la polla con delicadeza con sacadas y metidas rápidas hasta que con fuerza la penetré hasta el fondo mientras la introducía un dedo en el culo. Entonces Alba estiro el cuello y besó a Nerea. Ambas estaban siendo penetradas en al postura del perro y ellas se fundían en lengüetazas apasionados. Así todos fuimos llegando al orgasmo. Carmen e Iñaki los primeros. Luego mi mujer. Que se deshizo de Carlos. Se arrodilló ante él e inició una gloriosa mamada. Antes de que Nerea y yo llegáramos al orgasmo pude ver cumplida otras de mis fantasías nunca confesadas: ver como Carlos eyaculaba en la cara de mi mujer que acogía sumisa su semen. Esa visión fue ya imposible de aguantar, Nerea se corrió con convulsiones nerviosas y yo tuve el tiempo justo para extraer la polla de su coño y dejar mi semen en su culo.
Acabamos todos extasiados yo me quedé tumbado en la alfombra mientras Alba se dirigía hacía mi reptando. Me dio un largo beso salpicándome con el semen de Carlos. Las otras parejas también se tumbaron a descansar. Minutos después decidíamos ir a dormir porque eran casi las 6 de la mañana. Antes Alba y yo hicimos el amor. Otra vez a cuatro patas imaginándome que era Carlos el que la penetraba. La escena no dejaba de excitarme.
Al día siguiente comimos juntos las tres parejas. Nos ofrecieron quedarnos más días pero no teníamos ropa ni enseres personales e higiénicos y decidimos volver a Tenerife no sin antes prometer a nuestros amigos que regresaríamos. Hubo más aventuras pero eso ya será en otros capítulos.