Relatos Eróticos Intercambios

En las vacaciones | Relatos Eróticos de Intercambios

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Las vacaciones se presentaban muy bien. Ana, mi mujer, y yo teníamos muchas ganas de ir a Menorca y pasarnos los días en la playa, en la piscina y en la cama, follando todo lo que no habíamos follado durante el año.

Solo llegar al hotel empezamos a deshacer las maletas y a preparar nuestro primer día de vacaciones. Nos cambiamos de ropa. Ana se puso un bañador muy escotado que le quedaba de miedo. Y nos dispusimos a disfrutar de la playa.

Por la noche, después de cenar fuímos a tomar unas copas y luego a la habitación del hotel. Ni que decir tiene que nada más llegar nos dedicamos a follar como bestias.

Durante los primeros días esa fue nuestra "rutina". Siempre que podíamos aprovechábamos para dedicarnos a nuestros juegos sexuales.

Cierto día estaba en la terraza, leyendo, cuando el vecino de la habitación de al lado salió de su habitación a su terraza que estaba separada por una valla de un metro de alto. Me saludó y empezamos a hablar de temas banales. Me explicó que estaba también con su mujer pasando unos días en Menorca.

Juan, que ese era su nombre, y yo estuvimos hablando un buen rato, y al ver que habíamos conectado, él propuso que las dos parejas quedasemos a cenar esa noche. Me pareció bien el plan, y lo consulté a Ana que accedió. Él también lo consultó con su mujer, María, a quien también le pareció bien la idea.

Nos fuímos a cenar, y la verdad es que lo pasamos fenomenal. Juan y María eran una pareja fenomenal. Tenían muy buen sentido del humor, y se notaba que les gustaba disfrutar de la vida. María tenía unos 30 años, y estaba muy buena. Tenía un cuerpo moldeado, supongo, por la gimnasia que hacía diariamente. Medía unos 1.70, era morena y tenía ojos color verde. Se le adivinaban unas tetas grandes y tenía un culito pequeño pero muy insinuante. Juan debía medir unos 1,80, musculoso y bien parecido. Hacían muy buena pareja.

Después de la cena nos fuímos a tomar unas copas. Juan explicó que le gustaba mucho bucear, y me propuso que al día siguiente le acompañara. Ni a María ni a Ana les gustaba el plan, por lo que quedé con Juan y las mujeres se irían a la piscina juntitas.

Por la mañana, Juan me pasó a buscar. Nos fuímos hasta la playa donde había alquilado una barca. Subimos a la barca y nos fuímos a buscar una cala que Juan conocía. Durante la travesía me empezó a preguntar cosas sobre temas íntimos. Comenzó diciendo que Ana estaba de muy buen ver y que seguramente yo lo pasaría en grande en la cama. Al principio me pareció extraño aquel tipo de comentarios, pero como él me iba contando también cosas de su relación con María, rápidamente me acomodé en la conversación. Él me explicó que su relación era muy abierta, y que siempre estaban probando cosas nuevas. Me explicó que habían probado el intercambio de parejas, a lo cual pensé que me propondría hacer uno con Ana. Sin embargo, no me insinuó nada al respecto y siguió hablando de sus experiencias.

Me preguntó que si lo había hecho alguna vez con otro hombre. Le contesté negativamente., pero no me dio posibilidad de seguir la conversación, ya que llegamos al sitio. No había nadie y era realmente precioso. Nos pusimos las gafas, el tubito de bucear y los pies de pato y saltamos al agua. Estuvimos viendo peces y corales durante un buen rato. Ya de vuelta en la barca, Juan decidió tomar el sol. Sacó unas cervezas y las empezamos a tomar. A continuación se quitó el bañador ya que quería tomar el sol desnudo. Me animó a hacer lo mismo. La verdad es que me sentí un poco violento al principio porque no lo había hecho nunca, pero pensé que se estaría bien y me lo quité también.

No pude por más que fijarme en el paquete de Juan. Era batante impresionante. Tuve que dejar de mirarlo, ya que noté que me subían los colores de la cara y mi polla iba por igual camino. Me tumbé boca abajo y me puse a tomar el sol. No le dí mayor importancia a mi rubor, aunque no paré de pensar en su verga.

Hasta entonces solo lo había hecho con mujeres, pero también había tenido algún pensamiento erótico imaginándome que me mamaba una polla enorme y que luego era sodomizado con el mismo miembro. Sin embargo, solo habían sido pensamientos puntuales.

Juan me dijo que me daría crema por la espalda si yo quería. El sol picaba mucho y no era cuestión de quemarse. Accedí a la propuesta, y Juan empezó a darme masajes por la espalda. Era una delicia. Sus manos me acariciaban y me producían una sensación placentera. Sin darme cuenta, bajó su mano hasta el principio de mi espalda. Yo estaba completamente relajado disfrutando de aquel masaje, por lo que cuando me quise dar cuenta, ya estaba poniéndome crema en mi culo. Me giré y me dijo que se había tomado la libertad de ponerme crema en el culo porque lo tenía muy blanquito. Dejé hacer. Estaba en la gloria.

Juan me insinuó que podía seguir por delante, mientras yo me relajaba. Por mi mente pasó un no de inmediato, pero le siguió un sí de mis labios y mi cuerpo giró hasta quedarme boca arriba. Todavía no estaba mi polla en erección, pero ya empezaba a aumentar de tamaño. Juan siguió con su masaje por todo mi cuerpo. Hizo unas ligeras caricias por mis pezones, lo cual fue el resorte para que mi pene se pusiese erecto. Cerré los ojos. La verdad no sabía cómo actuar. Mi mente estaba incómoda, pero mi cuerpo me pedía entregarme totalmente a aquella lujuria.

Sus dedos siguieron acariciando mi piel, ayudado por la crema solar, hasta acercarse a mi miembro. Entonces ocurrió lo que estaba deseando. Juan me cogió mi polla con su mano y empezó a darle lametazos. Qué gusto. Me moría. Era como estar en la gloria. Seguidamente se la metió en la boca. Primero la puntita, pero después toda. Era tremendo. Abrí los ojos. No quería perderme esa primera mamada que me hacía un hombre. Estaba encantado.

Luego reparé en el enorme aparato que tenía Juan. Estaba bastante empalmado, pero todavía no había llegado a su explendor. Eso me puso a mil. Notaba como mi polla estaba a punto de reventar. Le dije a Juan que parase su vaivén frenético, ya que me iba a correr enseguida. Él me obedeció y lo ralentizó. No sé que era peor, si rápido o lento. Me sentía morir.

Juan advirtió que tenía fijada la mirada en su paquete, y se movió para dejármelo cerca de mi mano. Lo cogí. Era la primera vez que tocaba una polla. La noté dura, pero no tanto como estaría dentro de un rato. Instintivamente empecé a mover mi mano de arriba abajo. Su polla se puso totalmente tiesa. Dios, qué pedazo de polla. Yo estaba salido. Juan siguió con su mamada, metiéndose mi verga hasta los huevos. No pude más y me vine. Creí que la polla me explotaría. Le inundé la boca, y Juan se tragó toda la leche que me salió. Quedé exhausto.

Juan me miró y me hizo notar que todavía tenía su polla cogida con mi mano.


- "Ahora te toca a ti: ojo por ojo, diente por diente". Me dijo.

Sabía lo que significaba. Y estaba ansioso. No me había metido nunca una polla en la boca, pero me atraía bastante la idea.

Él se tumbó en el suelo, y me hizo poner de rodillas, de forma que mi culo quedaba al alcance de su mano. Cogí su polla con mi mano y se la empecé a menear. Me encantaba mover esa polla arriba y abajo de color tan rosado. Me pidió que se la chupara. Y no me hice rogar. Acerqué mi boca y se la empecé a chupar. Era deliciosa. Tenía sabor salado y estaba calentita. Juan me guiaba, y me indicó que me la metiera en la boca. No tenía muy claro cómo lo haría, pero empecé a metérmela y fue apoteósico. Me encantó. Intentaba seguir los mismos movimientos que él me había hecho antes, y creo que no lo hacía mal del todo, oyendo los gemidos de placer que le provocaba. Eso, y los comentarios que me hacía me pusieron todavía más excitado. Juan empezó a decirme que era una "putita deliciosa", que "me gustaban más las pollas que cualquier caramelo", "que después de aquel día iba a ser el putón más grande del planeta". Yo estaba muy embalado, y aceleré el movimiento de la boca. No tenía otro objetivo que tragarme aquella enorme verga. Era deliciosa.

Juan continuaba diciéndome cosas como "no pares putita de mierda, que lo estás haciendo muy bien". De repente, noté como un dedo de Juan me acariciaba mi ano. Eso me volvió loco. Señor, qué placer. Lo notó y cogió la crema de sol y me la puso por todo el culo. Introdujo un dedo en mi ano. Eso me hizo estremecerme y paré la mamada. Juan, enfadado, me ordenó "zorrita, sigue comiéndote mi polla o te quedarás sin postre". Evidentemente no quería que aquello se acabase. La agarré de nuevo y me la clavé en la boca. Juan siguió metiendo más dedos en mi ano y yo me estaba volviendo loco.

De repente, Juan me paró y me ordenó que me pusiera a cuatro patas. Ya sabía lo que iba a pasar, y lo deseaba. Sin perder tiempo, me puse como me indicó. Él se colocó detrás de mí y me dijo al oído "mi putita, disfruta del momento porque te voy a encular en tu ano virgen; apartir de ahora te voy a hacer el peor putón de todos". Juan acercó su polla a la entrada de mi ano y empezó a empujar poquito a poquito. Sentí como mi culo ofrecía resistencia, pero también como empezaba a ceder. Me provocaba mucho dolor, pero deseaba profundamente tener aquella inmensa verga dentro de mí.

Juan empezó a apretar más hasta que la cabeza del pene se introdujo completamente. No hacía más que decirme que tenía un culo fenomenal que me iba a reventar, obviamente acompñado de expresiones como putón, puta, zorrita, ... Descubrí que si me dicen esas cosas me excito muchísimo. Me gusta que me lo digan.

Al final, noté como él empujó salvajemente hacia dentro, y me metió todo su pollón dentro de mi ano. Grité de dolor. Había sido una embestida salvaje. Juan se quedó quieto, esperando que me pasara el dolor. Poco a poco fue pasando y se convirtió en un inmenso placer. Empecé a moverme y a apretar el culo. Quería todo su aparato dentro. Hasta sus huevos. Él lo advirtió y empezó a mover su polla en un vaivén que me hizo saltar alguna lágrima. Era brutal. Me estaban dando por culo y me gustaba. Quería que no se acabase aquel momento. Juan siguió su movimiento cada vez más salvaje.

Estaba totalmente empalmado, y mis huevos estaban llenos de leche. Con tanto placer, me corrí. Mi liquido empezó a salir disparado, y me dijo:


- Mira la putita que se ha corrido sin que nadie la toque. Te gusta zorra?
- Sí, me gusta. Sigue, no pares.

Juan aceleró el ritmo. Me sentí morir cuando se paró, pero de pronto, noté como su polla me inundó de leche. Yo apreté mi culo. No quería perder ni una gota de aquel líquido. Juan gritaba de placer como no lo había hecho hasta ahora. Finalmente, sacó su polla. Me quedé exhausto, pero Juan me miró y me dijo que todavía no había acabado. Me acercó su polla y me dijo que se la limpiase. Se la cogí y se la empecé a chupar hasta dejarla totalmente limpia. Juan quiso retirarla, pero yo quería tener otra vez esa tranca en mi boca. Así que se la empecé a menear y a metérmela en la boca. Poco a poco volvió a tener las dimensiones que buscaba.

Juan no hacía más que decirme:


- Qué putón que eres. Creo que vas a pasar las mejores vacaciones de tu vida

Seguí chupándosela. Sacaba la polla de mi lengua y me metía sus huevos. Era delicioso. Juan me cogió la cabeza y me metió la polla en su boca. Entonces empezó a follarme. De tan adentro que tenía su polla me daban ganas de vomitar, pero quería ver a ese cabrón como se corría en mi boca de nuevo. Pasado un rato me inundó con su líquido, y yo hice lo imposible por tragarme toda su leche.

Juan cayó rendido en el suelo de la barca. Yo me tumbé al lado de él y descansamos durante un rato. Juan me preguntó:


- Te ha gustado?
- Me ha encantado
- Eres un putón fenomenal. Me ha gustado mucho romperte tu culito. Apartir de ahora serás mi puta particular. Te apetece?
- Estoy deseando, dije.

- Entonces prepárate porque te voy a enseñar muchas cosas.

Después de descansar un rato nos bañamos y tras ponernos los bañadores volvimos al hotel. Durante el viaje de vuelta Juan se acercó a mí y me besó en la boca. También era la primera vez que un hombre lo hacía, y, no sé por qué, me empalmé. Juan se dio cuenta y me tocó el paquete. Y guiñándome un ojo me dijo:


- Espera hasta mañana putita y tendrás tu recompensa.

En el hotel nos dirigimos hacia nuestras habitaciones y allí me encontré con Ana que estaba esperándome para ir a dar una vuelta. Me preguntó cómo me había ido y le dije que muy bien. Ella también se lo había pasado muy bien, cosa que me alegré. Le dije que si no le importaba había quedado al día siguiente con Juan para volver a hacer submarinismo. Contestó que no le importaba, por lo que puse muy contento.

Por la noche reflexioné sobre lo que había pasado. Yo era un hombre que le gustaban las mujeres. De hecho, me gustan las mujeres. Me gusta Ana. Pero la experiencia con Juan despertó en mí toda una lujuria que no conocía. Estaba ansioso porque llegase el día siguiente y volver a ver a Juan.

 

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