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Mi peazo de 26 centimetros | Relatos Eróticos de Hetero

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Bueno, primero que nada, quiero decirles que mi nombre es Pablo y vivo en Buenos Aires, Argentina. Tengo un problema, o más bien una bendición. Mi pene. Mide 26,5 centímetros de largo, y 6,3 de ancho. Otro problema es la cantidad de semen que expulso en cada eyaculación, la cual es mucha. Haciendo la prueba de ver cuanto largaba, llené una lata de gaseosa de casi medio litro. Era un problema. Me daba vergüenza, ya que ante cada erección que tenía, todo el mundo notaba el terrible bulto que se me formaba. Además luego de cada paja, manchaba todo, y pasaba un buen rato limpiando el desastre que había hecho. Llegué a los 17 años virgen. Hasta que un día, en la escuela sucedió lo que les voy a contar. Yo era realmente tímido y las chicas de mi curso me tomaron de punto a partir del cuarto año. Me molestaban diciéndome que parecía maricón y cosas así, ya que mi bulto me avergonzaba y no quería tener mucho contacto con ellas. Un día, la preciosura de Ana (una de mis compañeras de curso que era rubia, de ojos claros, tetas enormes, cola mejor aún), me dijo: - Perdón Pablo, quiero preguntarte algo...¿por qué sos tan tímido? - Ehhhh....no sé, soy así – contesté tímidamente. - ¿Por qué me lo preguntás? – agregué. - No, por nada en especial. Es que hay veces que te miro y me parecés un lindo chico. - ¿Tenés novia? – preguntó Ana. - No, no tengo. Es más, nunca tuve. - ¿En serio? Qué raro. - Bueno, a mi me parece que sos muy agradable y lindo, y quisiera que vengas a casa hoy a la tarde después de clase, no va a haber nadie en casa y la podemos pasar muy bien. ¿Qué te parece? ¿Venís? – dijo. - Ehhh......si claro, encantado – le contesté yo torpemente. Bueno, quedamos así y el día siguió su transcurso. Yo estaba muy nervioso y dudaba en ir a lo de Ana. Pero tampoco quería quedar como un cagón, y además sabía que tenía que enfrentar a mi timidez, y enfrentarme a mi problema, o como les dije antes, mi bendición. Ese mediodía salimos de clase y yo me tomo el colectivo para ir a casa. Ana siempre tomaba el mismo que yo, y viajaba con su grupo de amigas, pero nunca me habían hablado en el bondi (colectivo, en Buenos Aires). Ese día yo me senté atrás de todo, y justo antes de que el bondi arrancara subieron ellas. Yo estaba tapado por la gente y ellas no me vieron, pero yo podía escucharlas hablar. - Che, boluda, ¿así que invitaste al maricón de Pablo a tu casa? – le dijo una a Ana. - Sí. Quiero ver si es cierto lo que me contó Esteban de él. Me dijo que tiene un pedazo enorme, que la tiene gigante – dijo Ana para mi asombro. - ¿Y vos creés que ese la va a tener así?. Si debe ser puto (gay). – dijo la misma de antes. - Bueno, yo hago la prueba y después les cuento – contestó Ana riéndose. Ellas siguieron hablando de otros temas y se bajaron luego del bondi sin haberse percatado de mi presencia. Yo estaba totalmente asombrado de que ellas supieran sobre mi cualidad. Llegué a casa, almorcé y dormí hasta las 3 de la tarde hora de ir a lo de Ana. Llegué a su casa puntualmente. Ella estaba hermosísima. Tenía puesto el uniforme del colegio, que consiste en una pollera corta, una camisa, corbata y zapatos. Estaba realmente muy linda, toda maquillada. Entramos y nos pusimos a hablar sobre unos exámenes que íbamos a tener. De pronto, y como yo lo esperaba, ella empezó a insinuárseme. - Pablo, hace mucho calor, si querés sacate la camisa, no hay problema. - No está bien, estoy bien así – contesté casi sin voz. - Bueno, si no te la sacás vos, te la saco yo – y se paró y desprendió uno por uno los botones de mi camisa, y me la sacó. Después de eso, me besó en la boca y se subió arriba mío. Me sacó el cinturón, y me bajó los pantalones. Parecía muy excitada, y yo, bueno, ya estaba al palo, y no podía más. - Epa, mirá el bulto que tenés ahí abajo del calzoncillo. Debés tener algo enorme – dijo Ana. Apenas terminó de decir eso, me bajó también el calzoncillo. Se quedó muda. No podía creer lo que veían sus ojos. Se quedó un rato largo contemplando mi verga, la cual estaba totalmente parada. Sin decir nada, salió corriendo y volvió al instante con una regla. La midió, eran exactamente 26,5 centímetros de largo por 6,3 centímetros de ancho. Estaba atónita. - Increíble. Es lo más grande que vi hasta ahora, y eso que vi muchas, y algunas grandes. Mi último novio la tenía de 20 centímetros y era colosal, entonces esto debe ser fatal – dijo ella. - Me la tenés que meter ya, sin perder tiempo. Quiero tenerla adentro ya – agregó. Haciéndole caso, me la subí encima, pero cuando iba a dársela, dije: - Pará un toque. Dame un preservativo. No quiero problemas. - Pero no importa. Ningún preservativo va a entrarte, mirá la verga que tenés, son todos más chicos. Dámela así, no importa, yo ya tomé todas las precauciones antes. "Bueno", me dije a mi mismo y empecé. Se la metí de a poco, porque de una la mataría. Primero le metí la cabeza, a lo cual ella soltó un gran suspiro. Después decidí enviar el resto. Se la metí hasta el fondo, sentía el fondo de su concha. Ella gritaba, mezcla de dolor y de placer. Quedaba una parte fuera de la concha, ya que mi verga es enorme. Ella acababa una y otra vez, sin parar, uno atrás del otro. Yo también ya estaba por acabar, entonces saqué el palo, el cual estaba todo cubierto de flujos vaginales. Ella lo limpió un poco con su lengua, y me lo agarró con su pequeña mano. No llegaba a agarrar toda la circunferencia, era muy gruesa. Ana me hacía la paja violentamente, muy rápido, y sin parar. Yo ya me venía. - Anita...mi amor, alejate que voy a acabar. - No, ¿estás loco?. Quiero que me llenés toda de leche, debés tener un tanque de leche ahí adentro, y la quiero toda sobre mi cara. "Bueno, problema suyo, yo le avisé", nuevamente pensé hacia mi mismo y me dispuse a acabar. Ella intentaba metérsela en la boca, pero solo le entraba una parte. Se arrodilló enfrente mío, y ahí me salió el primer disparo. Como les había contado antes, yo soy un animal a la hora de acabar, disparo mucho semen, y esta vez no fue la excepción. Pobre Ana, la bañé. Las primeras descargas fueron adentro de su boquita. Ella empezó a toser, se estaba ahogando, entonces se la saqué de la boca. Apenas la saqué, vi como el semen salía de su boca, y como ella lo escupía. Pero mi catarata seguía saliendo, esta vez sobre su cara. Le llené la cara de leche, tenía líneas blancas por toda la cara, también en el pelo. Verdaderos ríos de semen corrían desde sus mejillas, a través del cuello hasta sus enormes tetas. Así fue, lo dos terminamos rendidos sobre la cama. Ella estaba irreconocible, bajo grandes cantidades de mi leche. Me dio pena, la había manchado toda, tenía su camisa toda mojada, y las sábanas empapadas también de leche. Luego fuimos al bañó y la ayudé a limpiarse y a recuperarse, ya que no paraba de toser. Pusimos su camisa y las sábanas en el lavarropas. Ella se cambió de ropa y después me dijo: - Es increíble. Sos el mejor. Nunca había tenido tantos orgasmos. Me diste el placer más grande de mi vida. Esto se va a repetir otro día. - Cuando quieras – contesté besándola en la boca. Me fui a mi casa, feliz de haber perdido el miedo y la vergüenza. Mi vida había cambiado desde ese momento

 

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