Relatos Eróticos Gays
Mantuve sexo con el policía - Parte I | Relatos Eróticos de Gays
Publicado por Agustín el 30/12/2016
Holaaa! Mi nombre es Agustín, soy argentino, tengo 20 años de edad y éste es el primer relato que publico. Éste relato es una fantasía que aún no cumplí: estar con un policía bien macho.
Soy bastante alto, mido 1.80 m; peso unos 75 kg, soy morrudito; tez blanca, pelo negro, ojos marrones, boquita muuuy golosa, lengüita juguetona, pezones rosaditos y deliciosos, tetitas gorditas, colita gordita y con algo de pelo, y un anito rosadito y cerradito (sólo probó una verga hasta ahora). Soy muy calenturiento, pero me da un poco de miedito el sexo, así que escribo mis fantasías hasta que me anime.
Me encanta el cuerpo de los hombres. Me encanta besarlos por todos lados, lamer cada parte de su cuerpo, succionar, morder, tocar, arañar, pellizcar, oler. Me deleito con cada una de sus 17 zonas erógenas: labios, orejas, hombros, pezones, dedos, axilas, espalda, cabecita del pene, tronquito, huevos lechosos, perineo (esa zona a mitad de camino entre los huevos y el ano), rodillas, pies, etc.
Con bastante frecuencia entro a salas de chat para tener sexo escrito. Ahora que tengo internet en casa, lo puedo hacer con mayor facilidad. Antes tenía que ir al ciber de cerca de mi casa. Un día entré a una sala de Argentina y justo encontré a un policía. Mi Nick era Gay_20 y el suyo tupoli_35. Comenzamos a tener sexo escrito, después pasamos al sexo telefónico. Me dijo que lo enloquecí con mis gemiditos. Me gusta mucho el sexo telefónico, escuchar esos vozarrones de los machos me calienta un montón, y yo creo que los enloquezco con mi voz de nenita.
Después de esa vez, ambos continuamos conversando por whatsapp. Me mandaba fotos de su miembro con la cabecita mojada, eso me encantaba, se me hacía agua la boca. Y yo le mandaba audios calientes, y un par de fotos de mi colita y de mis pezoncitos erectos. En una ocasión, le envié un videíto casero de mí haciéndole sexo oral a una banana, dándole unas ricas y lentas lamidas a una banana (La respuesta fue una foto de su verga a punto de estallar de lo dura que estaba, circulaban litros de sangre por aquellas venitas). La calentura llegó a tal nivel que nos pasábamos horas whatsappeando. No podía sacarme a éste policía de mi cabeza. Pero ninguno organizaba nada, él está casado y mucha gente no sabe aún que soy gay. De a poco nos fuimos conociendo. Yo le conté a cual facultad iba y él me comentó que mi facultad estaba dentro de su recorrido. Pero hasta ahora, nunca nos habíamos cruzado.
Hacía un calor impresionante ese día. Pleno diciembre. Pero aún así me puso mi jean ajustado, uno color bordó que marcaba bien mi colita. Las clases ya estaban terminando, por lo que no iban tantos chicos a la facultad. Yo tenía que seguir yendo porque era ayudante de cátedra y había un par de chicos que tenían que recuperar unos prácticos. Salí como a las 15 y 30 de la facultad, el sol me quemaba la piel y no veía las horas de darme un baño. Con mi mochila a cuestas, comencé a caminar por la vereda en dirección a la parada donde usualmente tomo el colectivo. De repente, escucho unos bocinazos, pero no les presto atención, no creí que fueran para mí. Sigo caminando. Cuando una camioneta se detiene a mi lado y logro escuchar una voz bastante familiar que venía del interior:
- Mi amor! Que pantaloncito ajustado que te pusiste- soltó el policía al volante. Montaba una camioneta de la bonaerense.
Yo estaba muerto de miedo. Nunca creí que me lo iba a cruzar. Pero esa voz encendió cada célula de mi cuerpo.
-Hola papi- logré responder al fin.
-Vení, vamos a dar una vuelta. Ya termino mi turno.
Mi poli tenía puestos unos anteojos de sol y ese día también parece que se puso la sonrisa más pícara y lujuriosa que tenía, me devoraba con la mirada.
Subí a la camioneta, estaba tan caliente y asustado a la vez. Cuando me estaba por sentar no había notado que su mano se encontraba en mi asiento, así que terminé sentándome sobre ella. Me apretó muy fuerte mi colita y la dejó ahí un rato mientras hablábamos, lo cual me calentó aún más. Finalmente la sacó para meter los cambios y manejar.
-Mi esposa se fue de vacaciones con sus amigas bebé, tenemos mi casa para nosotros-me comentó sin dejar de sonreír, mientras se acomodaba descaradamente la verga.
Mi poli se llama Federico, tiene 30 años y hace 5 que está en la fuerza. Su piel trigueña me volvía loco, pero sus labios carnosos aún más. Era un poco más bajo que yo, debía medir 1.75 m, muy atlético pero sin tanto músculo, pelo negro y ojos color oliva. Mmmmmm me estaba olvidando de su arma, un arma morena de 17 largos cm y unos 5 cm de ancho, gruesa y cabezona. Un par de bolas grandes y peludas completaban el paquete de un policía extremadamente macho, un hombre con todas las letras.
-Mmmmmmm papi, vamos entonces- atiné a contestar, soné un poco nervioso, pero no se dio cuenta, o no le importó.
-Ya vamos a llegar a la comisaría bebé, dejo la camioneta y nos trepamos en mi moto.
-Bueno papi-respondí.
Los 30 minutos que duró el viaje, los ocupé observando al conductor, los ocupé imaginando todo lo que me haría aquel policía. Su perfil era hermoso. También me calentaban su uniforme, azul oscuro con una franja verde flúor en el pecho y en la parte alta de la espalda, la cual hacía resaltar mucho su piel trigueña. Deseaba jugar con sus artilugios de poli: que me dé duro con su macana negro brillante, tener su arma entre mis labios, y que me espose y me haga derretirme de tanto placer.
Me bajó una cuadra antes, y me exigió que me quede a esperarlo allí. A los 5 minutos, apareció mi macho montado en su moto Honda de color negra. Me subí en la parte trasera y el viaje comenzó. Me contó que vivía medio alejadito de la ciudad, que el silencio de la naturaleza le hacía bien. Tanto ruido y smog de la ciudad lo estaba matando. Pasaron como 40 minutos y aún no llegábamos, hasta que cambió el camino de concreto por un camino de tierra.
-Agárrate fuerte de mi verga bebé-expresó en voz alta porque no se escuchaba tan bien.-Acá es campo nomás, nadie nos verá.
Coloqué ambas manos sobre su paquete. Ya podía percibir el calor de su miembro a través de ese pantalón azul oscuro que le marcaba, además de su paquete, un culazo súper musculoso debido al trabajo de piernas que hacía al salir a correr cada mañana por esos descampados.
Finalmente llegamos. Su casa es de dos plantas, grande y hermosa, diseñada por su esposa arquitecta. Una amplia galería se abría paso al costado, con una parra que envolvía unos pilares y formaba un techo natural, bajo el que descansaban unos sillones blancos y muy cómodos como pude comprobar. La puerta de entrada era de una madera oscura, roble. Ventanas grandes le permitían ahorrar la energía y aprovechar la luz solar. El aire olía a cítricos, por los naranjos y limoneros del fondo. Flores dispuestas en perfecta armonía de colores ornamentaban el jardín delantero.
Una vez dentro del garaje, mi macho me levantó de la moto y me partió la boca de un beso. Una guerra de besos entre sus labios gruesos y mis labios finos, él ganó. Con su lengua se abrió pasó hasta mi garganta, se formó un torbellino lingual dentro de nuestras bocas. Hasta su saliva sabía deliciosa.
-Te voy a partir en 1000 esa colita de putito que tenés bebé-logró articular mientras se separaba de mis labios.
-Ayyyyy papiiiii-Yo no daba más de la calentura.
Colgado de su cuerpo, abrazándolo entre mis piernas y sujeto a su cuello, me llevó a la cocina. En el frutero de la mesada había unas cuantas bananas. Me dejó sentado sobre la mesa de madera de la cocina, y fue directo hacia las bananas. Trajo la más grande y gruesa que había, y mientras me miraba a los ojos, y mostrándome sus dientes en una sonrisa de oreja a oreja, la fue pelando.
-Abrí grande la boca Agus-me dijo mientras acercaba ese fruto grueso hacia mis labios.
Abrí mi boquita muy grande, y de una sola vez me clavó esa banana en la garganta. La dejó unos segundos allí, no me dejaba respirar. Me agarraba de la cabeza y me embestía mi gargantita con esa banana, mientras se reía a carcajadas.
-Yo se que te encanta esto putito-me decía mientras aceleraba las embestidas.
Y tenía razón, me encantaba. Estuvimos así por 15 minutos, hasta que ordenó que me la fuera comiendo a mordiditas, y así lo hice.
Superada la pre-previa con la banana, me hizo quitarme toda la ropa, excepto mi bóxer con estrellitas. Mi cuerpo voluptuoso quedó iluminado por los haces de luz que entraban por esa casa de cristal. Sacó su teléfono y comenzó a sacarme fotos desde abajo mientras subía las escaleras. Aullaba como un lobo cada vez que yo hacía alguna pose sexy. Me tomó varias fotos, yo ya ni escuchaba el sonido de la cámara, estaba perdido, en un éxtasis de calentura, nada más que pensamientos sexuales navegaban por mi mente.
Su habitación sí que era grande: las paredes color coral, una televisión plasma flotaba en frente de una cama de dos plazas con sábanas de leopardo, un ropero enorme encastrado en la pared y un par de mesitas de luz con lámparas de cristal; una habitación bastante minimalista. Además contaba con un balcón. Mi macho aún no subía, me había solicitado que me vaya poniendo cómodo, así que lo hice. Me acosté en su cama, en esa cama donde dormía con su mujer. Y esperé unos minutos allí. Cuando escuché unos pasos por la escalera, mis pezones se erectaron, sentí un calor por todo mi cuerpo, mi macho estaba cerca. Aún seguía con su uniforme, eso me enloquecía, que se lo haya dejado como yo se lo pedí. Traía un tarrito donde se les pone agua a los perros, pero ellos no tenían mascotas. Lo había comprado para mí. Bajó el cierre de su pantalón y de su verga, muerta otra vez, comenzó a fluir mucha orina dorada. Colocó el plato en el piso, se acercó a la cama, y me cargó entre sus brazos. Me dejó caer al lado del plato y con voz autoritaria me ordenó que tomara el regalo que había estado guardando para mí. Me negué, me daba impresión tomar su orina. Se agachó y me dio una mirada asesina, con fuerza me tomó del cuello y hundió mi cabeza en el platito. No conseguía respirar, no me soltaba, así que la única opción fue sorber todo su regalo. Una vez terminado, me soltó.
-Vas a saborear todo lo que te ponga en frente, ¿entendiste bebé?-Me expresó pausadamente, mientras se acercaba nuevamente a mi boca.
No me dejó responder, porque ya nos estábamos comiendo la boca otra vez. Nunca nadie me había besado como Fede. Alternábamos las intensidades, pasábamos de besos hipopotámicos (abriendo nuestras bocas como hipopótamos) a besos suaves pero igualmente intensos. Nos mordíamos los labios, con fuerza mordía su labio inferior, eso lo hacía enojar y me daba nalgadas fuertes, lo cual no me disgustaba. Me alejé de sus labios y apoyé ambas manos sobre la pared de su habitación, dándole la espalda:
-Vení a apoyarme papi, me encanta que me apoyen-le dije jadeando.
Como perro en celo, mi macho se colocó detrás de mí, apoyando toda su arma sobre mi colita. Comencé a moverme en círculos, movía mi cadera de un lado hacia el otro, presiónadome cada vez más sobre su paquete.
-Sácate el pantalón papi.
-Sacámelo vos putito-propuso a la vez que me giraba y me hacía ponerme de rodillas.
Una vez en esa posición, tomé su pantalón, le quité el cinto (él cual tiró en la cama porque lo usaríamos más tarde según me dijo), desprendí el botón y se lo bajé. Mmmmmmmmmmm pude vislumbrar una enorme herramienta debajo de aquel bóxer rojo. Mi policía pasó todo su miembro por mi boquita, me volvió a levantar y me puso contra la pared. Ahora podía sentir perfectamente ese miembro infernal en mi colita. Mientras me apoyaba, Fede me amasaba las tetas y besaba lujuriosamente mi cuello, me mordía con fuerza mi cuellito blanco. Sentir sus manos grandes sobre mis tetas me hacía perder la razón, entre sus dedos tomaba mis pezoncitos y los retorcía, parecía que quería ordeñarme.
-De rodillas bebé-manifestó aquel policía macho-vos ya sabes que hacer.
De rodillitas, comencé a pasar suavemente mi lengüita sobre la silueta de su verga. Con mi mano la bajaba y la misma volvía como un resorte hacia arriba. Me acerco al borde su bóxer, y lo tomo entre mis dientes, y lo deslizo hacia abajo, dejando al descubierto a esa verga enorme de mi macho. 17 cm de carne para mi solito, una verga cabezona para mí solito. La cabezota de aquella verga ya estaba liberando muchas gotitas de fluido pre seminal, que yo no iba pasar por alto, así que recorrí toda su cabezota con mi lengüita, lamiendo caga gotita que reposaba en ella. Mi macho tembló, lo hice temblar con mi lengüita. Comencé a llenar de besitos muuuuy babosos la cabezota de su vergón, muchos besitos. Comencé a recorrer cada centímetro de su macana de carne con la punta de mi lengüita. Su verga, si bien no era tan larga, si que era muuuuy gruesa. Con mi lengua podía percibir el palpitar de aquel vergón del policía, podía sentir el calor que emanaba su miembro. Pasé mi lengua por encima de cada vena, las cuales se iban engrosando cada vez más. No podía dejar de lado ese troncazo, así que lo llené de besitos dulces en toda su extensión. Me coloqué al lado de esa macana ardiente, cerca de la cabeza y la coloqué entre mis labios, y me desplacé de izquierda a derecha sobre aquel tronco caliente de mi macho, cada vez con mayor frenesí. Mi macho gemía de placer. Nuestro mundo se redujo a esa garchada descomunal, estábamos perdidos en el sexo. Continúe con sus bolas, con la punta de mi lengüita dibujaba infinitos sobre sus bolas gordas y peludas, las tomaba entre mis labios, les daba mordiditas muy suaves. Mi lengua las recorría de abajo hacia arriba. La verga de mi macho estaba por explotar de tan dura que estaba. Mi poli me llevó hacia la cama y me acostó boca arriba. Él, con sus pies a ambos lados de mi rostro, fue bajando hasta que la cabecita de su verga rozó mis labios, y comenzó a introducir cada cm de su verga en mi boquita. Yo la apretaba entre mis labios, su verga sabía a macho. Su verga estaba muy caliente, casi que me quemaba mi lengüita, podía sentirla palpitando, hasta podía sentir la sangre circulando por sus venitas. Lentamente fue hundiendo toda su verga dentro de mi boquita, hasta que se dio un sentón muy fuerte y me la terminó clavando toda en mi gargantita. No conseguía respirar, me lloraban los ojos, mientras la verga de mi poli rellenaba mi garganta. Luego de unos segundos, la sacó. Logré tomar una gran bocanada de aire justo antes de que comenzara un mete y saca furioso en mi boquita, me encantaba que violara mi boquita, que me llenara de verga mi gargantita.
-Uffff nunca me cansaré de tu boquita Agus-sus palabras se enredaban entre sus gemidos.
Yo no podía responder, su verga impedía la vibración de mis cuerdas vocales. Cada embestida era más intensa, ya me dolía la garganta, pero él no se detenía. La cabezota de su verga raspaba cada cm de mi gargantita. Estuvimos así como por media hora, hasta que finalmente fede sacó su arma de mi boquita. Paso seguido, tomo su macana, negra como la noche, y me la introdujo en la boquita.
-Chupala bebé, chupala como me chupaste la pija-me exigió mi policía mientras tomaba su teléfono y grababa un videíto.
-¿Qué hacés?-lo interrogué. Me estaba incomodando un poco su accionar.
-Es para los muchachos de la fuerza, calentalos a ellos también. Tengo un par de amigos que se enloquecerían con un putito como vos.
Me calentaba la manera en la que me trataba, me calentaba mirar a la cámara de su teléfono sabiendo que los otros policías verían mi mamada, me calentaba imaginar que vendrían a visitarnos más tarde (y así fue). Llené de saliva cada cm del arma de Fede, mientras el sonreía haciendo de camarógrafo tras su teléfono. Dejó el teléfono a un lado, y me puso en 4 al borde de la cama. Mi anito rosadito quedó a la vista de aquel semental, quién no demoró ni un segundo en besarlo. Mmmm sentir su barba en la entrada de mi hoyito me hizo gemir muy fuerte:
-Aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh Aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhh.
Mi macho movía su lengua en círculos alrededor de mi anito, lo mordía con ganas, hasta que finalmente me lo taladró con su lengüita. Yo no paraba de gemir.
-Uffff si esto te hizo gemir así, no me imagino cómo te pondrás con lo que sigue-dijo el poli mientras me propiciaba una nueva nalgada.
Agarró de la mesita de luz la macana que había estado en mi boquita minutos antes, y ahora él la re contra succionó.
-Mirá bebé, tiene la saliva de los dos-expresó mientras me miraba a los ojos y me la volvía a meter a la boquita.
Yo seguía en 4 patas. Fede cogió la macana toda ensalivada y la ubicó en la entrada de mi hoyito. De a poco comenzó a introducirla, sentía como las paredes de mi anito se separaban cada vez más, hasta que de un solo empujón me la metió toda.
-Tragaste cada cm de mi macana putita.
-Aaaaaaaaayyyyy me duele papi-Me dolía un montón.
A él no le importó en absoluto, y me la metía y me la sacaba muy rápido. Me obligaba a ensalivarla otra vez, y él hacía lo mismo.
CONTINUARÁ