Relatos Eróticos Filial

Mi hijo, mi nuera y yo | Relatos Eróticos de Filial

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Todo comenzó hace poco más de diez meses cuando cumplí 50 años. Me quedé viuda hace 12 años por culpa de un trágico accidente en el que falleció mi marido y desde entonces mis hijos se han esforzado siempre en hacerme sentir lo mejor posible. El día de mi cumpleaños siempre se convierte en una fiesta tremenda en la que todos mis seres queridos me hacen sentir la mujer más afortunada del mundo.

En concreto, a este último cumpleaños vinieron mis cinco hijos, los tres mayores con sus mujeres e hijos, mientras que mi única hija y mi pequeño, como todavía le llamo, lo hicieron solos pues ambos son todavía solteros. Mi hijo mayor de 33 años es precisamente la causa de que esté escribiendo estas líneas. Vive en Benidorm y es dueño de un famoso hotel de esa bella ciudad. Tras la fiesta todos intentaron convencerme de que sería una maravillosa idea celebrar mi 50 cumpleaños pasando unos días en la playa con mi hijo y su familia. Me negué rotundamente, no quería dejar solos a mi pequeño y a su hermana en casa, porque nunca me había separado de ellos y no creía que pudiesen valerse por sí mismos. De nada me sirvió ya que, antes de darme cuenta, me encontraba de camino hacia Benidorm.

Llegamos a la enorme y preciosa casa de mi hijo la cual por cierto está ubicada en una zona magnífica y tiene su propia piscina privada. Cenamos y tras indicarme cuál iba a ser mi habitación durante mi estancia allí, nos acostamos para descansar de tan largo viaje. Me costó dormirme, pero a eso de las dos de la mañana me desperté acalorada. Me habían dicho cómo se encendía el aire acondicionado, pero tras un par de inútiles intentos me había dado por vencida y me había acostado con él apagado. Estaba sedienta así que me levanté para tomar un vaso de agua y dirigí mis pasos hacia la cocina. Al pasar junto al dormitorio de mi hijo y su mujer, escuché saliendo de su interior los clásicos sonidos de una pareja amándose. Todavía no sé por qué, pero me acerqué con cuidado y miré por la puerta entreabierta. Lo que vi me dejó paralizada, mi nuera estaba desnuda y a cuatro patas sobre la cama, mientras mi hijo la poseía desde atrás como hacen los animales.

Me quedé asombrada, la media luz que provenía de una pequeña lámpara y los líquidos que emanaban de la vagina de mi nuera hacían brillar el pene de mi hijo que entraba y salía a gran velocidad de su mujer. La verdad es que nunca había imaginado que pudiera hacerse el amor en esa posición y disfrutar de tanto placer como ellos estaban teniendo. Pero lo que más me impresionó fue el gran tamaño del pene de mi hijo, largo y grueso. Me quedé observando desde la puerta, hasta que sus gemidos de placer me empezaron a excitar de una manera como no había yo sentido antes o por lo menos que yo recordara, pues desde la muerte de mi marido hasta ese momento jamás había vuelto a pasar un solo hombre por mi cama.

Se notaba que ella estaba gozando como una loca pues sus movimientos se aceleraban y le pedía a mi hijo que continuara cada vez más rápido. De pronto, cuando alcanzó el orgasmo, mi nuera soltó un pequeño aunque fuerte grito de placer. Luego él le dio la vuelta dejándola boca arriba, y colocándose las piernas de ella por encima de sus hombros volvió a meterle su enorme miembro. Ella no paró de gemir de pura excitación hasta que los gestos de él y sus gemidos le hicieron entender que estaba a punto de correrse.

Los dos se corrieron casi al mismo tiempo, mezclando sus gemidos y gritos de placer en una orgía de excitantes sonidos. Llegados a ese punto, me di media vuelta y corrí hacia mi habitación. Esa noche no pude pegar ojo, las imágenes de mi hijo y su mujer haciendo el amor de una forma tan maravillosa envolvían mis pensamientos, mi excitación crecía y crecía a cada instante. Por fin tímidamente y por primera vez desde que me casé, coloqué mis dedos sobre mi vagina y empecé a moverlos para luego introducirlos en ella, mientras con la otra mano me pellizcaba los erectos pezones, masturbándome hasta que alcancé un maravilloso orgasmo.

Me despertó la luz del sol sobre mi cara, me levanté y salí de la habitación para encontrar a mis nietos jugando junto con mi nuera. Mi hijo ya se había ido a trabajar al hotel. Pasó todo el día y aunque salimos a dar una vuelta por la playa, no pude apartar ni un solo instante de mi mente las escenas de la noche anterior. Por fin llegó la noche y la hora de irnos a dormir.

Ya estaba sobre la cama pero no podía conciliar el sueño, mis pensamientos seguían atormentándome y todavía podía sentir una profunda excitación mezclada con algo de vergüenza por haber espiado a mi propio hijo. Volví a masturbarme recordando el espectáculo de la noche anterior y cuando acabé decidí levantarme y poner en orden mis pensamientos de una vez. Salí del dormitorio y volví a escuchar nuevamente gemidos de placer, pero esta vez no provenían del dormitorio de mi hijo, sino del salón de la casa. Imaginé lo que estaba sucediendo y volví silenciosamente sobre mis pasos, entré a mi habitación cerrando la puerta tras de mí y me apoyé contra ella. Mi corazón latía acelerado, en mi mente giraban nuevamente las escenas de la noche anterior mezcladas ahora con los gemidos que acababa de escuchar.

En pocos segundos, mi excitación creció de tal manera que ya no pude controlarme por más tiempo y salí del dormitorio para acercarme sigilosamente al origen de los gemidos. Bajé poco a poco las escaleras y me detuve a la mitad para sentarme en un lugar desde el que podía observar perfectamente lo que estaba sucediendo. De nuevo, la escena me asombró enormemente, pero no por eso mi excitación bajó, al contrario, subió enormemente. Mi hijo estaba sobre el sillón, desnudo y con las piernas abiertas, mientras mi nuera arrodillada frente a él, tenía toda su polla dentro de la boca. La sacaba y la volvía a meter, luego la repasaba con la lengua desde su nacimiento hasta la roja cabeza para introducírsela nuevamente. La expresión de su cara y sus gestos demostraban que el placer que sentía era muy grande. De pronto, mi hijo anunció que estaba a punto de correrse y ella aceleró los movimientos de su boca. Segundos después, mi hijo soltó un rugido y de su miembro empezaron a salir chorros de caliente semen en la boca de su mujer. A ella se le escapó algo por la comisura de los labios pero lo recogió con sus dedos y se lo metió nuevamente en la boca. Luego se sentó en el sillón y separando las piernas le invitó a él a hacerle lo mismo.

Mi hijo se arrodilló obediente y empezó a meter su lengua dentro del coño de ella. Lo acarició y lo masajeó hasta que la hizo correrse gritando de placer. Él tenía una nueva erección por lo que, levantándose y aprovechando la posición de su mujer, le metió el pene hasta dentro tomándola por sorpresa. Moviéndose velozmente alcanzaron un nuevo orgasmo, mientras yo seguía sentada en las escaleras observando. Mis manos recorrieron mi cuerpo lentamente, me levanté el camisón que llevaba puesto y metiendo los dedos entre mi ropa íntima, alcancé mi coño para masajearlo y recorrer mi clítoris. Luego me los metí en la vagina y empecé a moverlos circularmente y de adentro hacia fuera. Con la otra mano recorría mis tetas, erguidas como hacía tiempo que no las veía gracias a la enorme erección de mis pezones. Pellizcándomelos alcancé un delicioso y prolongado orgasmo que disfruté mientras mi hijo y su mujer seguían haciendo el amor a pocos metros de mí. Temerosa de ser descubierta me retiré a mi habitación en donde me masturbé nuevamente.

Al día siguiente, durante el desayuno mi hijo me pidió consejo sobre la decoración de un nuevo restaurante que pensaba inaugurar en breve frente al hotel, así que nos pidió a mi nuera y a mí que le acompañáramos allí. Llegamos al hotel y mi hijo mandó a su mujer a cuidar a los niños a la piscina, mientras que a mí me hizo pasar a su oficina. Por el interfono le pidió a su secretaria una jarra de piña colada con preparación especial, cosa que a mí me extrañó bastante. A continuación se levantó de su silla para dirigirse al control del aire acondicionado, poniéndolo en caliente sin que yo me diera cuenta. A los pocos minutos entró la secretaria con la jarra y él, sirviéndome un vaso grande, me dijo que la probara. Antes de que saliese de nuevo su secretaria le dijo que no quería que nadie le molestara, aunque me percaté de que al hacerlo le había guiñado un ojo.

Tomó el teléfono y habló con un par de clientes, mientras yo sentía más y más calor. En cuestión de cinco minutos me acabé el contenido de la jarra dejándola vacía. Al poco empecé a sentirme mareada y acalorada, no sabía la razón pero también empecé a sentir un calor intenso que me recorría todo el cuerpo. Mi hijo, sentado frente a mí, me dijo que él también sentía demasiado calor y se quitó la camisa invitándome a hacer lo mismo. Yo no sabía qué hacer, por un lado no llevaba nada debajo y sentía vergüenza de desnudarme delante de mi hijo, pero por otro el calor que sentía era tan intenso que estaba empezando a hacerme olvidar mi vergüenza. Por fin, mareada como estaba dejé que mi hijo se me acercara y él mismo me desabotonó la blusa que tenía puesta dejándola caer al suelo. Mis pechos quedaron expuestos a su vista y muy cerca de sus manos.

No dijo nada, solo se limitó a acariciarlos. De inmediato, mis pezones se pusieron rígidos, él los tocó, los acarició y luego puso sus labios encima de ellos. Sentí como un escalofrío de excitación recorriendo mi cuerpo, por mi mente pasó la idea de que lo que estaba sucediendo no era correcto. La excitación crecía dentro de mí incontrolablemente y en cuestión de segundos mis iniciales esfuerzos por apartarme de mi hijo fueron sustituidos por el recuerdo de las noches anteriores en que le había visto follando con mi nuera. Me levantó de la silla en la que estaba sentada y me colocó en un amplio sillón que tenía en un extremo de la oficina, me desabrochó la falda y bajó mi ropa intima hasta quitármela. Estaba ya toda desnuda y él separándose de mí se desvistió totalmente. Luego se acercó y recostándome en el sillón se colocó a mi lado y empezó a recorrer mi cuerpo, primero con sus manos, luego con sus labios. Llegó hasta mi entrepierna e insertó su lengua en mi coño cosa que jamás nadie había hecho conmigo. Sentí un placer como nunca antes lo había sentido. Me urgía sentirme penetrada por lo que busqué con mis manos su erecto miembro y lo empujé hasta que quedó frente a mi sexo. Abracé a mi hijo y en un susurro le pedí que la empujara, que me la metiera hasta dentro porque no podía esperar más. Él así lo hizo y luego apreté mis labios contra los suyos, metí mi lengua dentro de su boca y no paré de besarlo hasta que me arrancó los primeros gemidos que no tardaron en convertirse en gritos de placer. Llegué a un orgasmo lleno de intensidad y luego a otro y a otro y a otro más, perdí la cuenta. Solo supe que aquella fue la mejor experiencia sexual que había sentido en toda mi vida.

Una vez que derramó su caliente semen dentro de mí, se incorporó ayudándome a mí a hacer lo mismo, luego me besó en los labios y me dijo que yo había sido la mejor mujer que había tenido entre sus brazos. Me confesó que la noche anterior él y su mujer se habían dado cuenta de que yo estaba sentada en las escaleras observándolos y masturbándome y que eso los había excitado enormemente. En ese momento, sentí una gran culpabilidad por haberles espiado y por haber permitido que mi propio hijo me hiciera el amor.

Me separé de él, cogí mi ropa y tras vestirme a toda velocidad salí corriendo de su oficina y del hotel. Caminé sin rumbo por las calles y luego por la playa, hundida en mis pensamientos. No me detuve hasta que me di cuenta de que ya se había hecho de noche, pero para entonces ya había tomado una decisión. Paré un taxi y le di la dirección de la casa de mi hijo para ir a recoger mis cosas y volver de nuevo a mi casa. Después de lo que había pasado no podía seguir mirándole a la cara.

Al llegar a mi destino, bajé del taxi dándole instrucciones al conductor de que me esperara. Entré a la casa y de inmediato me recibió mi nuera diciéndome que habían estado muy preocupados por mi ausencia. Le dije que solo venía a recoger mis cosas y que un taxi me estaba esperando fuera, que regresaba a mi casa pues sentía nostalgia. Ella salió y despidió al taxi diciéndome que no iba a permitir que me fuera de esa forma, que si quería irme ella me llevaría a la estación de autobuses al día siguiente pero que esa noche era ya demasiado tarde y el último autobús había salido ya. Me dirigí a mi habitación y entré cerrando la puerta tras de mí. A los pocos minutos entró mi nuera con una bandeja con comida en las manos, se sentó en la cama y me invitó a sentarme junto a ella. Me pidió que comiera algo, así que cogí la manzana y el vaso de zumo que me había traído en la bandeja y lo tomé con desgana. Empezamos a charlar y poco a poco mis nervios se fueron calmando. Su mano sujetaba la mía y la acariciaba lentamente, mientras me hablaba con su dulce voz.

De nuevo empecé a sentir un calor parecido al que había sentido por la tarde y nuestra conversación cambio de rumbo. De pronto, me dijo que mi hijo le había contado con todo lujo de detalles lo que había sucedido en la oficina. Me levanté de inmediato con la intención de salir y darle una buena paliza a aquel desvergonzado que al fin y al cabo seguía siendo mi hijo, pero ella se me acercó y me dijo que en realidad lo que había pasado le había parecido precioso. La idea de que después de tantos años volviese a tener a mi hijo entre los brazos le había parecido maravilloso. Mientras me hablaba, me llevó hacia la cama y me obligó a sentarme. El calor interno que sentía seguía creciendo. Ella cogió de nuevo mi mano con la suya y continuó hablando sobre lo bonito que le había parecido el episodio de la tarde.

También me dijo que sabía que la noche anterior les había estado observando y que mientras lo hacía me había masturbado, cosa que en su opinión no tenía nada de malo. Así siguió hablando hasta que pensar tanto en lo que había sucedido en la oficina me excitó hasta límites que nunca antes había soñado. Ella se dio cuenta y me dijo que me iba a ayudar a desvestirme para que tomara una ducha. Así lo hizo y mientras yo dejaba que me quitara la ropa sentía con gran excitación cómo sus manos recorrían mi cuerpo, acariciándolo todo. No dejaba de hablar, diciendo que tenía un cuerpo muy bonito y una piel tan suave como la de un bebé.

Me recostó sobre la cama y pegó su boca sobre mis ya erectos pezones pasando su lengua por toda su extensión. Sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo cada vez más excitado. Yo sabía lo que estaba pasando pero mi excitación no dejaba que me negara a sus caricias. A los pocos minutos ella ya estaba totalmente desnuda y tenía completo dominio de mi cuerpo. Recorrió con su lengua el camino desde mis mejillas hasta los dedos de mis pies y luego subió lentamente de nuevo hasta introducirla en mi coño. Era una sensación nueva y maravillosa. De pronto vi que mi hijo estaba de pie a un par de metros de la cama, observándonos.

No le había visto entrar ni desnudarse, pero allí estaba, tan desnudo como nosotras. Le miré y le pedí que se acercara, me obedeció al instante y al hacerlo tomé entre mis dedos su enorme y erecto pene y lo acaricié. Luego me dispuse a hacer algo que nunca en mi vida había hecho. Tiré de él hasta que quedó a unos milímetros de mi boca y lo empecé a besar en toda su longitud para luego meterlo dentro de mi boca. La lengua de mi nuera seguía recorriendo mi clítoris y penetrándome el coño. Estaba a punto de alcanzar el orgasmo cuando de pronto mi nuera se apartó de mí y le dijo a mi hijo que era su turno de penetrarme. Él sacó su polla de mi boca y lo metió en mi coño. Su mujer se acomodó de manera que su boca seguía besando mi erecto clítoris y el pene de su marido mientras éste entraba y salía de mi sexo. Mi orgasmo no se hizo esperar y explotó llenando mi cuerpo de deliciosas convulsiones.

Mi hijo seguía con sus movimientos de mete y saca por lo que a pesar de haber logrado un magnífico orgasmo mi excitación seguía en aumento. Acerqué las piernas de mi nuera hacía mí para poder alcanzar su coño con mi boca y lo recorrí con mi lengua. Supuse que la caricia le gustó bastante pues de inmediato se acomodó para que pudiera maniobrar más fácilmente. En pocos minutos mi cuerpo se convulsionó nuevamente por una nueva e incontenible cadena de orgasmos. Mi hijo derramó su semen dentro de mí mientras al mismo tiempo saboreaba los dulces jugos vaginales que salían del sexo de mi nuera al alcanzar ella su orgasmo. Así, en un abrazo múltiple y agotados nos quedamos dormidos.

Al día siguiente, fui la primera en despertarme, estaba en medio de los dos y abrazada por ambos. Me moví un poco y mi nuera abrió los ojos. Me dio un dulce beso en mis labios y los buenos días, actuando como si nada hubiera pasado. Yo iba a empezar a recriminarle pero mi mente aun confundida y llena de deseo no me dejó hacerlo. Ella por su parte se percató de mi perplejidad y me preguntó si no había disfrutado, cosa que no pude negar pues así había sido. Mi hijo abrió los ojos al escuchar nuestra conversación y desperezándose, me dijo que para él había sido maravilloso haberse refugiado en mis brazos nuevamente. Se acercó a mí para besarme e introdujo su lengua dentro de mi boca y jugó con ella. Una cosa llevó a otra y los tres abrazados volvimos a hacer el amor nueva y maravillosamente.

Hoy queridos amigos hace una semana que he vuelto a mi casa. Me quedé en Benidorm siete meses al lado de mi hijo, mi nuera y mis nietos. Fueron siete meses de inmensa felicidad sexual, pues prácticamente hicimos el amor los tres juntos casi todas las noches, compartiendo la misma cama. Ahora soy una mujer diferente, una mujer que tiene abierto el apetito sexual de una manera extraordinaria.

 

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