Relatos Eróticos Filial
Jugando con mi prima | Relatos Eróticos de Filial
Publicado por Anónimo el 30/11/-0001
Yo no sé cuando empezó ese cosquilleo en mi pene, pero yo lo sentía cada vez que veía a mi prima Magdalena. Trataba de estar con ella siempre que podía, me imaginaba lo hermoso que sería besarla, abrazarla y acariciarla. Mi prima Magdalena era y es una hermosa joven; rubia, cabellera debajo de los hombros, vivaracha y alegre, alta, bustos grandes, acinturadita y con unas nalgas bien paraditas, preciosa de arriba abajo, como una potranquita inquieta. Pícara y coqueta en ocasiones. Siempre que la veía, mi mirada recorría su cuerpo de arriba abajo disfrutándola, pero con tristeza o coraje porque sabía que ella no era para mi. Mi mirada siempre terminaba entre sus piernas, como un imán me atraía su hermosa -”Y” -que se le formaba en medio de sus bien torneadas piernas, no importaba que ropa usara, siempre se le marcaba lindamente.
Para por esos tiempos mi única relación sexual era con mi mano, yo entonces tenía 19 años. Tímido, algo introvertido, mi relación con mis amigas se había concretado solo a besos y a manosear sus pechos. Magdalena, de la misma edad que mí hermana Leticia, 18 años. Vivía con mis tíos y su hermana Rosalía cerca de nuestra casa y era inseparable de mi hermana Leticia. Un día, en mi casa, yo jugaba a las luchitas con mi hermana en la cama de mi habitación como lo hacíamos ocasionalmente, pero esta vez estaba presente mi prima. No recuerdo como empezó el juego, pero se trataba de dominar físicamente al adversario. Recuerdo que después que vencí a mi hermanita, que ya no podía moverse, Magda dijo: -Yo sigo.- Me puse colorado y pensé que quizá no era buena idea, las niñas no deben jugar así con los niños, claro que las hermanas no cuentan. Pero no tuve opción, ella ya estaba sobre mi cuerpo tratando de sujetarme. Las dos jovencitas unieron sus fuerzas para derrotarme. Cada una trataba de sujetarme un brazo, ponían sus rodillas sobre mis piernas y trataban de inmovilizarme como sus instintos se lo decían, yo respondía a sus ataques de la manera más cuidadosa posible, ya que no quería lastimarlas, giraba mi cuerpo, zafaba un brazo, les detenía sus dos manos a cada una por las muñecas. El juego fue largo, sudábamos, gritábamos, gruñíamos, decíamos palabras groseras. Yo no podía salir derrotado, ellas tampoco querían aceptar que un muchachito las pudiese derrotar a las dos. Mi apuro mayor era que pudiesen notar la erección que yo tenía, o la mancha que se iba formando en mi pantalón.
Yo les hacía cosquillas, eso las enojaba mucho pero con esa excusa podía tocar partes de su cuerpo que de otra manera no hubiese podido, sobre todo sus tetas. Se les subía el vestido, yo disfrutaba el ver sus piernas, sus nalgas. Todo muy divertido. En un momento del juego, me quité a mi prima de encima de mi sujetándola entre sus piernas, mi mano agarró su pubis, la volteé y la dejé de espaldas en la cama. Sentí como una descarga de deseo, de todo lo que no se puede explicar. No retiré mi mano inmediatamente, sentía latigazos de placer, dolorosos, estaba tocando el centro del mundo, mi mundo, mi universo. Volteé a ver a mi prima, a la mujer. Ella estaba radiante con una sonrisa en la boca, jadeando satisfecha. Retiré mi mano por la pena de sentir lo que sentía, del deseo. El placer de sentir sus labios vaginales bajo su calzón, de sentir la puerta de sus secretos, de sus tesoros, de mis deseos, era insoportablemente fuerte. Tratando de disimular mi excitación, me coloqué en posición fetal para que pudiesen atacarme fácilmente y yo esconder mi erección. Esporádicamente las atacaba con piquetitos a sus costillas o candados suaves para inmovilizarlas.
En el juego también me rozaba con las exuberantes chiches de mi hermana Leticia, se sentía agradable apachurrárselas aunque fuese con mis brazos o pecho, pensaba que los novios que tuviera la pasarían muy bien con sus atributos de mujer. Con mi hermana podía ser un poco más brusco, además, ¿Cómo podía seguir agarrando a Magda y no tocar a Leticia? Tenía que ser más o menos parejo en el juego. Ellas respondían con mordidas, Magdalena me estaba mordiendo un brazo y picando las costillas.
-Si me siguen mordiendo, yo también las voy a morder, y en los tetas para que les duela.- Les advertí. Ellas se rieron de mi amenaza y siguieron mordiéndome donde podían.
-Te vamos a dar tu merecido güey.- Me decían.- Flacucho enclenque.
Yo no quería que el juego terminase, me estaba divirtiendo mucho, bien excitado. Sujetaba a Magdalena entre mis piernas, apretando sus tetas, sus costillas, su cabeza a la altura de mi pecho. Ella arriba de mí, con sus manos trataba de sujetarme mi brazo. Leticia me retorcía las orejas, yo le hacía cosquillas en su estómago. Pero la sensación en mi bien erecto pene en el estómago de Magda restregándose contra él, me tenía rojo por el deseo. Ella se reía de mi situación, movía su estómago para sentir mi miembro, se sonreía picarescamente como diciendo: mira como te tengo caliente y no puedes hacer nada para remediarlo. En un momento en que Magdalena estaba debajo de mi cuerpo, yo sujetando sus manos con mis manos, los brazos extendidos, con mi pecho sintiendo sus bien desarrolladas tetas, mi pene bien caliente y bien erecto sobre su pubis, sudando en abundancia, mi cara cerca de la suya preguntándole si se rendía, estuve a punto de besarla en la boca. Pero la presencia de mi hermana mordiéndome un brazo y golpeándome en la espalda me detuvo.
-¿Por qué tienes el pito parado?- Me pregunto mi hermana entre risas.- ¿Te gusta sobarte con nosotras?-Yo guardé silencio todo apenado, ellas se reían de mi vergüenza.
-Basta de juegos- les dije- Yo gané.
-Claro que no, nosotras vamos ganando.- Me decían.
-Bueno, ya se acabó el juego, vayan a jugar a las muñecas.-Les respondí.
-Vamos a seguir jugando, y ya no te decimos nada de tu pito parado- Dijo Magda.
-No, ya no quiero seguir jugando, me da pena.- Respondí.
Riéndose y burlándose de mí, salieron de mi habitación, yo entré al baño para asearme y masturbarme, el dolor que sentía en mi pene era riquísimo. Al masturbarme no dejaba de pensar en lo que sentía, nunca antes había tocado así a una mujer, bueno salvo mi hermana, pero con ella no había sentido esta deliciosa sensación y excitación, fue delicioso. Esperaba que no le contaran a nadie de nuestras luchitas, no fuese que lo fueran a mal interpretar o peor aún, a interpretar como fue, y me pusieran como campeón de boxeo por jugar así con las niñas.
Pasaron tres o cuatro días y nada sucedió, me imaginé que todo había acabado ahí y que nunca más volvería a jugar así con mi prima. Pero esa tarde de viernes mis papás salieron llevándose a mi hermana a una reunión de amigos, yo me quedé estudiando porque estaba en exámenes. Escuché que mi prima Magdalena no iba a ir ya que también tenía que estudiar. Ella es estudiante responsable, algunas veces yo la ayudaba en sus tareas Minutos después que partiera mi familia quedando yo solo en la casa, Magdalena llegó con unos cuadernos y libros para que le explicara unos problemas de matemáticas.
-Se que estás estudiando para tu examen, pero necesito tu ayuda en matemáticas.
Ella bien sabe que con mucho gusto la ayudo, que dejo todo por ellas. Se sentó junto a mí en la mesa del desayunador y me enseñó sus problemas. Yo me sentía feliz de poder hacer algo por ella, su presencia me llenaba, me llenaba de gozo, tan bella, tan fresca, tan suave. Sus pechos tocaban mi brazo, en ocasiones su mano la ponía sobre mi muslo desnudo, ya que yo solo usaba un short deportivo, acariciándolo suavemente lo que me llevó a una erección. Magdalena divertida, sonreía picarescamente de ver mi situación, su mano había tocado “por accidente varias veces mi bulto al acariciar mi muslo.
Cuando terminamos de estudiar, pensé que ya se iría a su casa para tristeza mía, me dio las gracias y para mi sorpresa, me dijo: -Me gustó mucho jugar a las luchitas contigo, ¿Quieres jugar conmigo otra vez? -Bueno, vas a perder otra vez.. Por eso me dicen ¡Miguel el imbatible¡.
-Ya veremos, Miguel el imbatible- me contestó.-A mi me dicen ¡Magdalena la arrasadora ¡ - No voy a tener piedad de ti.- le dije al tiempo que la sujetaba y llevaba al sofá de la sala.
-Mejor en tu cuarto, en la cama- me respondió.
Mi mente trabajaba a mil por hora, anticipando lo que vendría, nervioso pero feliz. Ella con intenciones de jugar inocentemente, yo de satisfacer deseos carnales y pecaminosos. A empujones y jalones, jugando, abrazándola y manoseándola lleno de deseo llegamos al cuarto, ella se aventó en la cama y con una mirada feroz en la cara, con las piernas abiertas, rodillas levantadas me dijo: Ven cabrón, te voy a partir la madre.
Yo estaba bien prendido, viéndola con su uniforme de colegio, sus calcetas, su falda plisada a cuadros que en su posición me dejaba ver sus calzoncito blanco, sus piernas blancas y bien torneadas, su blusa blanca en la que resaltaban sus jóvenes pechos, su mirada de reto que parecía la de una diosa en celo, un ángel caliente.
-Quitate tus zapatos.- le ordené al tiempo que me quitaba los míos.- Vas a ver como te gano fácilmente.
-Quitate tú también la camiseta- Me dijo mientras se quitaba su blusaTuve que hacer un esfuerzo para cerrar la boca. Que linda se veía con su sujetador, con sus pechos tratando de salir de su prisión. Yo me deshice de mi camiseta que arrojé a un rincón quedando vestido solamente con mis calzoncillos deportivos cortos.
Me lancé sobre ella y sujeté sus brazos, su cuerpo se enredó en el mío y comenzamos la lucha más extraordinaria que se haya visto. Entre jadeos, gruñidos y risas nos restregamos por varios minutos, mis manos cada vez más atrevidas tocaron casi todo su cuerpo, embarraba mi pubis a sus nalgas, a su pubis, mi pene feliz quería más. En un momento en que la logré sujetar boca arriba, montada sobre ella, yo sujetando sus manos, sus brazos extendidos, nos miramos a los ojos con todo el deseo que se tiene a esa edad, nos movimos rítmicamente como si estuviésemos haciendo el amor. Mi mano soltó su muñeca y acarició sus labios. Mi boca se acercó a la suya y le di un beso, ella me correspondió abriendo su boca, nuestras lenguas se tocaron finalmente, primero frenéticamente, después más despacio, abrazados nuestra respiración se hizo más agitada, el ritmo de nuestro roce púbico se estabilizó. Separé mi cara de la de ella para verla, nos sonreímos, nos volvimos a besar sin dejar de frotarnos, acaricié sus pechos con mis manos, mi lengua limpiaba su sudor de sus mejillas, de su frente, de su cuello.
Ella con las piernas separadas, las rodillas dobladas, sostenía mi cuerpo con su pubis. Sentí su mano que paso por debajo de mi calzoncillo, tocó mi pene suavemente, lo tomó y lo apretó suavemente, bajó su mano a mis testículos acariciándolos, tomó uno de ellos y acomodándoselo en su linda mano. Lo apretó con fuerza.
-Ahora, ¿Qué vas a hacer?- Ya te tengo bien agarrado por los huevos Miguel el imbatible.- Tú me querías morder mis chiches cabrón.
-Magdita, hermosa, no seas mala, así no se vale.- Supliqué.
-¿Te parezco hermosa?- me preguntó al tiempo que me apretaba más fuertemente mi testículo.
-La mujer más hermosa del mundo- Contesté con un gemido de dolor.
-¿Vas a hacer todo lo que “Magdalena la arrasadora” diga?- Decía apretando un poco más fuerte con su mano.
-Si, todo lo que “Magdalena la arrasadora” diga.
-¿Lo prometes?.
-Si, Si, lo prometo.- Contesté con voz de dolor.
-Ven, ponte boca arriba.- Lo dijo al tiempo que me soltaba mi testículo y me acostaba boca arriba.
Ella se puso sobre mi, sentada a horcajadas, la falda se le había levantado, su pubis frotaba mi pene que no había disminuido su erección a pesar del dolor. Empezó Magda un movimiento de su pubis hacia delante y hacia atrás, frotando mi pene que marcaba una gran tienda en mis pants. Se quitó su sujetador y tuve ante mí la vista más maravillosa de sus tetas, erguidas mirando hacia arriba, retadoras, su forma de montañas picudas, dos Everest, una vista maravillosa, mejor postal nunca había visto.
-¿Se fue el dolor?- Me preguntó.- ¿Te gustan mis pechos?- -Sí, pero por favor no me vuelvas a apretar mis huevos, y sí me gustan tus pechos mucho, son bellísimos - Contesté con la boca escurriendo saliva.
-Tócamelos.- me ordenó.- Vas a hacer todo lo que yo diga.-Yo obediente los toqué, los apreté, pellizque sus pezones rosados y suaves, Que maravillosa sensación que junto con el roce de su pubis con el mío me tenía excitadísimo. Ella seguía frotándose sobre mi pene, sus manos echaron su cabello hacia atrás, yo apreté más fuerte sus hermosas tetas y me empujaba hacia arriba para aumentar el roce de mi pene con su cuerpo. Ella movía sus pechos de lado a lado y yo le correspondía apretándolos con más fuerza, recorriéndolos en toda su extensión.
-Ahora bésamelos y muérdemelos como me amenazaste cabrón.-ella me exigió.
Yo me erguí y la obedecí, mis labios tocaron su fina piel, abrí mis labios y me engullí todo lo que pude de su pecho, mi lengua frenética y desesperada quería más y más, cambié de teta, mi mano en la otra. Acomodé mi pene para que sintiera más las caricias de su pubis pero el instinto hizo que mi mano frotase sus bragas en las que sentí la forma de sus labios vaginales. La hermosa, admirada y deseada –Y-. Fue como un disparador, Susana trató de bajarme mis calzoncillos, quitarse sus bragas al mismo tiempo. Yo claro, ayudé poniéndola de espaldas en la cama y bajando sus bragas hasta quitárselas, me quité los calzoncillos y me arrojé sobre ella, ella con sus piernas abiertas me dejó colocarme entre ellas, que delicia frotarme contra ella, sentía su vellos púbicos como plumas que me acariciaban, mi boca en su pecho escurría saliva, mis manos recorrían su cuerpo desesperadamente sin saber donde detenerse, ella me acariciaba la espalda, mi nuca y movía deliciosamente su cuerpo, estuvimos así varios minutos hasta que bajó su mano y metiéndola entre nuestros cuerpos agarró mi pene con fuerza y suavidad. El pájaro hay que tomarlo así; ni tan fuerte que lo ahogue, ni tan suave que se escape.
-Déjame verlo, - Me pidió.
Me separé obedientemente para poder yo también admirarla a ella, me coloqué a su lado sin soltarla.
-“Que bonito”- Me dijo mientras lo estrujaba con suavidad.- “No sabía que me fuese a gustar tanto tocarte tu verga, esta muy bonita”.
-“Bonita tú “- Le contesté. – “Eres lo más bello del mundo”.-Con una de mis manos sobre su pecho y la otra aprendiendo a acariciar sus labios vaginales, mi mirada se perdía en su cuerpo sin saber donde detenerse, sus rubios vellos púbicos brillaban con la luz en un dorado que solo tiene el amanecer, sus nalgas redondas como melones, musculosas y suaves, su ombligo en su vientre duro, sus pechos duros y amorosos, su cara angelical, sus labios húmedos que me incitaban a besarla, sus piernas bien torneaditas y su talle en armonía. Todo me llamaba, como en un sueño me encontraba yo, viéndola desnuda. Que ansia no tener más manos, no tener más bocas, no tener más ojos. Tomo mi mano y la acomodó un poco más arriba, en su clítoris, con su mano me enseñó el movimiento y ritmo que quería.
-Así, en la parte superior del clítoris.- Me enseñó.- Que rico me haces Miguel. ¿Te hago yo rico?- -Riquísimo Magda.-
Estuvimos así por un tiempo, ella acariciándome mi pene, yo acariciando su clítoris y sus labios vaginales, besándonos. Yo tocaba, estrujaba, besaba sus hermosísimos pechos. Mi mano no pudo resistir y bajándola un poquito introduje un dedo en su vaginita, que hermosa sensación yo sentía al hacerlo, la entrada al lugar más deseado. Ella respondía con suspiros y pequeños jadeos. Yo movía mis dedos cada vez más rápido, regresaba al clítoris, volvía a su vagina. Besaba sus pezones rosaditos y duros. Ella me apretaba con más fuerza mi verga, aceleraba sus movimientos cada vez más. Su orgasmo llegó anunciándose con su respiración, con sus jadeos, ella se estremeció y se iluminó como un ángel. Mi dicha de verla y el saber que yo había provocado esa iluminación no se puede describir, me sentía en el cielo. Yo no podía retenerme más, el placer me ganaba. Me zafé de sus manos y me coloqué sobre ella dispuesto a tener todo lo que había deseado tanto tiempo, introducirme en ella, quería que los dos fuésemos uno.
Magdalena aún sin recuperarse completamente me detuvo, puso sus manos sobre mi pecho deteniéndome con suavidad, y con cara de tristeza pero con dulzura me dijo: No podemos hacerlo hoy Miguel, yo me quiero entregar a ti, quiero darte mi virginidad, quiero que seas el primero, lo deseo mucho. Pero hoy no puedo, podría quedar embarazada. Ven, vamos a seguir acariciándonos, vamos a terminar así hoy. Me volví a recostar junto a ella y reanudamos nuestras caricias. Yo feliz por lo que ella me había dicho, que yo iba a ser el primero, que ella iba a ser mía. Continuamos acariciándonos por largo tiempo, pero no lo suficiente para la pasión y el placer. Otro orgasmo le llegó suavemente, su respiración, su rubor, sus movimientos, sus jadeos, todo cambió, se transformaron en un cuadro de vida. Yo no lo sabía entonces pero ella me tenía más regalos por su sensibilidad y erotismo, regalos que disfrutaría cada día más. Lo sentí en mi mano, en mi mente, en mi pene que apretaba con más fuerza, en todo mi cuerpo. Cuando se recuperó de su orgasmo, me dijo: Quiero que tú también sientas lo que yo sentí, deja llegar tu orgasmo, no te contengas. Yo también quiero ver como te vienes.
-toma mi pene con tu boca.- Le pedí suplicante.- Déjame sentir algo que nunca he sentido.
Nos acomodamos de tal forma que pudiese hacerlo y al mismo tiempo yo pudiese seguir acariciando su vagina y sus tetas. Yo estaba en el cielo, mi verga en su boca, mi mano en su vagina introduciéndole un dedo, tocando sus pechos, mi cuerpo muy sensible a cualquier roce temblaba de placer que era casi doloroso.
-Que verga tan bonita tienes.- Me dijo en un momento que se la sacó de su boca.- Tan grande, tan dura, tan suavecita, muy bonita. No sabía que fuese a gustar tanto esta parte de tu cuerpo Miguel, mi amor. Eres hermoso.
-Yo sabía que eres hermosa, Magdita de mi vida, pero no sabía que me pudieses hacer tan feliz, realmente estás arrasando conmigo, Magdalena la arrasadora.-Ella se rió de mis palabras.
-Déjame también disfrutar de tu vagina.- Le dije acomodando mi boca entre sus piernas y girando para quedar en un 69, coloqué mis manos en sus nalgas, mis labios en los vaginales suyos y aspiré con todos mis sentidos el lugar más deseado, su clítoris, su vagina, sus perfumes, todo me llegó como una tempestad, nunca había visto esta parte del cuerpo de una mujer y ahora se la estaba lamiendo y besando a la mujer de mis deseos. Estaba aprendiendo a darle placer en el aprendizaje más recompensado, mi placer. Sus suspiros y gemidos me parecían música que fue creciendo en frecuencia y en intensidad.
Nos decíamos entre suspiros lo que sentíamos, lo que experimentábamos, nos animábamos mutuamente al agradecer nuestras caricias. Por fin entendí lo que significa éxtasis.
-Que rico me haces Miguel, que delicia.- Me dijo- Seguro tienes mucha experiencia con otras mujeres.
-Eres la primera mujer que veo desnuda, eres la primera que toco en sus partes sexuales, eres la primera que me toca la verga.- Contesté.- Y tú Magda, ¿es la primera vez que te tocan como yo te toco?, ¿es la primera vez que tocas y mamas verga? –Le pregunté reanudando inmediatamente mis besos en su clítoris.
-Así como estamos nunca lo había hecho.- Me respondió.- Nunca había mamado verga ni tampoco me habían besado ahí donde me estas besando, ya me habían tocado antes y yo ya había acariciado penes, pero nunca había sentido lo que siento ahora, es riquísimo, por eso quería jugar a las luchitas contigo, para saber que se sentía, por eso quiero coger contigo, para saber que se siente. Yo no sabía que pensar de lo que me había contestado, ¿quizá sentía celos? No lo sé, pero yo seguí en lo que estaba haciendo con más ahínco. Su clítoris rosadito, como botón de la más bella de las flores me atraía como la flor a la abeja, sus bellos dorados, suavecitos, acariciaban mi barbilla. Mi dedo dentro de su vagina disfrutaba de la inmensa suavidad de esa piel, investigando que tesoros guardaba. Mi pene aprisionado en su boca lanzaba oleadas de placer a todo mi cuerpo, su mano sujetaba mi miembro, lo apretaba y acariciaba con movimientos casi mágicos, su otra mano acariciaba mis testículos suavemente. Dejé de pensar, dejé que todo sucediera. Solo sentir, solo placer y más placer.
Yo seguía reprimiendo mi orgasmo hasta que sentí y oí que ella volvía a tener otro. Y entonces gozoso me solté, y todo explotó, el mundo desapareció y llegó la felicidad plena. Oleadas de placer llenaron a todo mi cuerpo que se estremecía con cada nueva pulsación que llegaba a mi pene, más y más placer. -Y luego paz.- Cuando pude de nuevo abrir mis ojos, y la sangre disminuyó su flujo por mi cabeza, el mundo seguía siendo bello, más bello que antes. Magdalena estaba en trance, ojos cerrados, jadeos en su respiración normalizándose, sus senos subían y bajaban con su respiración, su boca y labios llenos de semen, su mano sujetando mi pene que escurría más semen, que pulsaba y seguía palpitando esporádicamente. Parecía una guerrera victoriosa, satisfecha de la victoria conseguida sobre su oponente. Mi dedo en su vagina sentía también sus pulsaciones, sus contracciones. Mi mano en su seno quería agarrar su corazón. La abracé y la besé. Me abrazó y me besó. Palabras no faltaron, le pedí que fuese mi novia, ella me dijo que siempre sería mi novia pero que lo guardáramos en secreto, que no quería que su novio se enterase de nuestros juegos.
Nos vestimos mutuamente sin dejar de besarnos y acariciarnos. Arreglamos la cama y la acompañé a su casa. Nos despedimos con besos y caricias. Se rió mucho al recordar mi pena por mi erección en el juego con mi hermana y de mi sorpresa cuando me agarró por los huevos. Planeamos vernos al día siguiente para volver a jugar y que cuando pudiese, nos íbamos a entregar por primera vez, el uno al otro. Esta historia la continuaré en mi próxima carta, porque si fue maravilloso el primer encuentro con mi prima, lo sucedido en los siguientes días parece sacado de un cuento de las mil y una noches árabes. Lo cierto es que esta mujer sabe bien como agarrarme de los huevos.