Relatos Eróticos Fantasias

Sueño humedo de una mujer | Relatos Eróticos de Fantasias

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Había terminado mi jornada en el trabajo. Era una de esas tantas tardes aburridas en las que me dirigía a casa, no sabía que hacer para darle un poco de sentido a mi vida, los problemas me agobiaban, y eso era lo peor, pues en mi mente seguían pululando como moscas, sin darme cuenta. Llegue hasta la puerta de mi casa, al estar dentro me desnude para bañarme y quedar fresca pues anhelaba sacudirme el sol diario que cae sobre mi cuerpo, deseaba que el agua me invadiera hasta el último rincón de mi cuerpo. Después de refrescarme me decidí tomar una siesta en mi fiel compañera, una hamaca que tengo desde hace años. Me recosté un rato y entrecerré los ojos, entonces pensé: ¡Vamos al carajo!.

Decidí sentirme bien, para ello era necesario que cambiara mi aspecto, la solución vestirme distinta, ser otra, romper con la monotonía de mi propia vida, una falda corta me caería bien, una que tengo arrumbada en aquel closet que no por ser viejo deja de ser ordenado, pues todo esta en su lugar, los conjuntos de un lado, las faldas y blusas del otro, era mi oportunidad, podía vestirme con una blusa y unas zapatillas, miré al espejo y no veía el cambio completo, estaba a la mitad, la blusa era de manga larga y con el calor que hacía, me provocaba incomodidad, con todo y que la noche empezaba a caer, una blusa escotada era mejor, una que ya tenía años que una prima me había regalado y que solo la ocupo muy de vez en cuando tan sólo para dormir. Es del tipo de ropa que no me atrevo a ponérmela para salir a la calle, pues se me ve el ombligo, pero esta vez era diferente.

Sólo me faltaba pintarme, eso llevaría un rato, pero no importaba ya estaba convencida era solo para ese día, me pinté las uñas de los pies, las manos y los labios del mismo color de mi minifalda, de un rojo que unos llaman escandaloso, para mí en esos momentos no lo era, era más bien encendido rayando en lo pasional, luego pase a los ojos, ya cuando estaba lista me observé en un espejo rectangular que compré a propósito para verme toda completa, realmente era otra, ni yo misma me conocía, me daba una vuelta y luego otra, caminaba de atrás para adelante para ver como me veía, con las manos me tomaba el busto al tiempo que posaba poniendo un pie delante del otro con la pierna semiflexionada lo que provocaba que la falda de por sí corta dejara entrever un poco mis nalgas, mientras que con mis manos las sujetaba con un poco de fuerza, di un par de vueltas viéndome en el espejo y decidí salir a la calle, ¡el mundo era mío!.

Tomé un saco que me cubriera el pecho y que no llamará mucho la atención, creo que era lo más prudente. Salí con pasos firmes, escuchándose por la acera el sonido de mis tacones altos, era viernes, tenía miedo de encontrarme a algunas compañeras del trabajo, quienes suelen con frecuencia en la oficina hablar de los demás, sin darme cuenta tope con un salón de belleza, di un paso dentro de ella, no estaba segura de entrar, pero ¿qué tendría de malo?, nada conteste. El lunes en la oficina dirían que había cambiado de luk y nada más. Así que entre y pedí que cortarán mi cabello pequeño, ahora sí ya era el cambio total, vestía de minifalda, zapatillas abiertas, pintada y con el cabello corto, lucía diferente a como usualmente me visto, al salir del lugar caminé varias cuadras, caminé bastante, no podía recordar algún lugar para tomar algo que aplacará mi sed, pues a pesar de ser noche hacia un poco de calor, no sé como pasó, pero quizás por ser verano, de repente empezó a llover, ¡oh! ¡no era posible!, mi día, mi gran día, el día que había decidido ser otra, se había echado a perder, y todo por culpa del clima, para colmo no habían taxis, no podía regresar a mi casa y no sabía que hacer, bueno en lo que me ingeniaba para como regresarme, casi sin darme cuenta se paró un automóvil cerca de mi, el conductor, un tipo bien presentado, con una sonrisa agradable, que vestía con una camisa blanca de manga corta, corbata, y con uno de esos peinados en los que el corte es perfecto, es decir el cabello no queda ni largo ni corto, quién me preguntó por una dirección, y le respondí:

- Sé bien dónde se ubica, pero ¡uy!, esta al otro lado de la ciudad, y es un poco difícil llegar hasta allí.

Entonces en un tono insinuativo acompañado de una sonrisa me preguntó:

- ¿Por qué no subes a mi auto?, Asi sirve que no te mojas y te llevo a donde me digas.

No sabía que hacer, pues era un desconocido, pasaron solo unos segundos y respondí:

- Esta bien. Al tiempo que abría la puerta del carro, y nos dirigimos a la dirección que buscaba.

- ¿Tardaremos mucho en llegar? - preguntó.

- Si, esta del otro lado de la ciudad y son como 30 minutos.

- Si quieres te puedo dejar donde tu me digas - me dijo cortésmente.

- Bien, aunque podemos ir a la dirección que buscas y luego me llevas a mi casa.

Durante el camino me platicó sobre su trabajo, también laboraba en una oficina, era uno de esos burócratas de gobierno que esperan sólo la hora de salida para irse a su casa aburridos de hacer tantas horas nalgas. No era de la ciudad y venía a visitar a un familiar que no veía desde hacía años, llevaba horas conduciendo, no estaba tan cansado más bien tenía sed, por mi parte le dije que no era de la ciudad, que llevaba viviendo unos meses en éste aburrido lugar. Por fin llegamos a la dirección. Sin embargo antes de quedarse ahí me propuso llevarme hasta mi casa como habíamos quedado. En el camino vimos unas luces de colores que indicaban que un bar estaba cerca, con toda intención señale: “también tengo sed” entonces en agradecimiento por enseñarle la dirección me invito a tomar algo en aquel lugar, acepte y nos dirigimos hacia ese lugar. Tomamos un camino de terracería, y al dirigirnos a la entrada del bar nos topamos con dos tipos malencarados, que nos daban la entrada nos sentamos en una mesa que se ubicaba en un rincón, era un lugar tranquilo, bueno era mi primera impresión, pues casi no había gente, pronto tomamos confianza y pedimos una cerveza y luego otra, y otra y empecé a sentirme un poco mareada, y sin darnos cuenta comenzó la música en vivo, una música escandalosa, y como tenía tiempo que no bailaba, me entusiasme para entrar a la pista, en ese momento me invito a bailar, acepte y comenzamos a bailar, estuvimos como una hora, ya para ese momento el lugar se encontraba a medio llenar, le pedí que descansáramos, él estaba contento, su estado de ánimo me contagió sin embargo me preguntó si quería irme a mi casa le dije que en un rato, pues de todas formas hacía tiempo que no salía y casi sin proponérmelo estaba saliendo bien el fin de semana.

Tomamos más licor y salimos a bailar otra vez, de repente y mientras me tomaba de la cintura me dio un rosón en una de las nalgas, no sabía si lo había hecho con intención, probablemente sí, pues detuvo unos segundos su mano esperando mi reacción y al ver que me sonreía, siguió bailando conmigo como si nada hubiese pasado, se estaba haciendo tarde y ya me empezaba a preocupar, entonces pensé en decirle que nos sentáramos, pues otra vez tenía calor, al llegar a nuestra mesa el mesero ya tenía un par de cervezas más, diciéndonos “cortesía de la casa”, entonces decidí quitarme el saco y cuando lo hice me miró con un gesto libidinoso entresacando su lengua y paseándola lentamente de un extremo a otro de su boca. Bebí la cerveza de cortesía y lo deje un momento mientras iba al tocador, y al observarme en el espejo me sentía como quien lo podía todo, tenía una especie de poder, tenía el valor para hacer cosas, me di un retoque, y regrese a mi mesa ya había otra cerveza, una para cada quién, pensé en que ahora si sería la última, pero mi falta de voluntad hizo que llegará más y más licor, no sé cuanto tiempo más.

Veía ya el salón todo cambiado con mucha gente, en una mesa observaba que había tres tipos con tres mujeres cada una sentada en sus piernas tomando cervezas, en otra mesa una mujer blanca con el cabello pintado de güero se reía a carcajadas al tiempo que masticaba un chicle con el hombre con quien estaba, y en la barra se encontraba otras dos chicas todas con minifalda y con una blusa transparente que a través de la cual se les veían los senos que se encontraban firmes y erguidos dispuestos a ser tocados, no se les veía bien la cara, pues había una luz tenue de color morado que daba un efecto entre tétrico y misterioso, había también un mar de gente dentro de la cuál pasábamos desapercibidos, no podía creer que estuviera en un lugar así, pero más que me espantara, me provocaba cierta sugerencia a lo prohibido. Mi acompañante me volvió a invitar a bailar, al pararme de la silla me dio una nalgada suave cuya mano se deslizo de abajo hacia arriba entre las dos nalgas, me volteé sorprendida, para encararlo, entonces resbalé con el piso, y mis manos cayeron sobre sus hombros, los cuáles deslicé hasta su cintura de donde me sujete de su cinturón, sólo vi un efecto chistoso que combinaba la luz del lugar con el color de mis uñas, y toda borracha le dije:

- No lo vuelvas hacer. Al tiempo que me reía.

Entonces reaccionó tomándome de la cintura de forma firme como quien agarra un vaso de agua cuando se tiene mucha sed y me acercó a él balbuceándome al oído:

- No te hagas si bien que te gusta.

Me dio risa y le dije:

- Sí, pero no se lo digas a nadie…

Seguían tocando música y más música era un lugar en el cual nadie me conocía, me sentía libre y con ganas de seguir, entonces con sus manos gruesas de hombre me tomó las dos nalgas, las apretó primero de forma suave y luego más fuerte mientras que seguíamos bailando, escuchaba que uno de los tipos que se encontraba en la barra le decía a otro:

- ¡Mira!, ese tipo como se la trae.

Una de sus manos, la paso delante de mi cuerpo por la pierna, y la deslizó hasta arriba tocándome con un par de dedos la vagina, y después los paseaba por el resorte de la pantaleta, entonces le dije:

- Ya para.

Pero mi voz tenía más que un tono de detenerlo un tono de incitación a que continuará. A pesar que tenía la minifalda, la blusa escotada y las zapatillas de correa roja brillosa, sentía calor, mi temperatura subía y subía, y me sentía mojada, entonces no aguante más y me dirigí de nuevo al tocador. Me observé al espejo, mientras que me agarraba las nalgas y los senos como tratándolos de hacerlos más grandes, después me puse más pintura de labios, pero con el pobre tino que tenía se me barrio un poco en uno de los costados de la boca, no me importo y empecé a platicar conmigo misma:

- Eres una cualquiera, una putita barata.

- ¡No!, no lo soy, pues ni siquiera cobro que es lo peor.

Salí del baño y apenas cuando salía de éste, sentí que alguien me sujetaba y me arrinconaba al fondo del pasillo, prácticamente no reaccioné, me deje llevar, mientras que su mano exploraba de forma descarada mis partes íntimas, con tal embate, fue cosa de segundos que tardo para quitarme la pantaleta, mientras que se bajaba el cierre de su bragueta, estaba sin la ropa interior y él dejaba entrever su palo firme y duro, el cual anhelaba que me penetrará, entonces me alzo de las nalgas y puso contra la pared y en ese momento me ensartaba su cosota, lo único que exclame fue un “Ayyyy” era un grito de placer que llegaba hasta mis más profundas entrañas, en esos momentos pasaba un hombre seguramente cliente del lugar, con una de esas mujerzuelas a quien le decía:

- Uy aquí las putas son muy calientes, ¿verdad?.

No sé, pero ese comentario me excito más, pues me confundieron con una prostituta de aquel lugarcillo, no me preocupé, incluso dije: “Que más da, si ya estoy en esto es mejor seguirle y disfrutarlo”. Seguíamos cogiendo una y otra vez, parecía una zorra en celo, que me dejaba coger donde quiera, donde mi macho lo deseara, sentía su vergota mojada que intercambiaba sus fluidos con los míos, de pronto apareció el dueño del lugar gritándome:

- Oye tú, ¿Eres nueva verdad?, ¿No sabes que para coger es allá atrás?.

Al tiempo que de forma imperativa me señalaba el lugar y la puerta para salir a la parte trasera del burdel. Parecía una perra en celo, me quite todos los prejuicios, no hicimos caso y continuamos cogiendo, una y otra vez sentía la dureza de su miembro que se desplazaba tan fácilmente que me provocaba gemidos que salían desde mi sexo. Nos encontrábamos en una posición en la que con mis manos podía sujetarme de su cuello, mientras que él con las suyas me tomaba de las nalgas, los clientes pasaban con las putitas del lugar observándonos por un momento con curiosidad y luego se seguían a la parte de atrás en dónde se ubicaban los cuartuchos que llegaba a ver de vez cuando se abría la vieja puerta de madera, de la cuál se observaba un hoyo en la parte inferior, posiblemente de las patadas que los clientes ya borrachos que le daban dejando huella de su desesperación para llevarse a las mujerzuelas al lugar de “acción”.

Cada cuarto tenía una luz roja escandalosa que la prendían justo cuando estaba siendo ocupado con un cliente, esa parte del bar era la de más “mala muerte”, pues no habían ni siquiera puertas, lo único que existían eran sábanas que se abrían de forma parcial con la llegada de vientos esporádicos, dentro de los cuáles se llegaba a ver un movimiento rítmico de las nalgas desnudas de los hombres mientras saciaban su apetito sexual con las putas.

No me percataba cómo me veía en aquella posición, hasta que de repente dirigí la mirada frente a mí y me observé reflejada en un espejo, aunque eso es sólo un decir, pues solamente vi mi par de piernas separadas con las uñas pintadas y mis zapatillas ambas de color rojo encendido, que se movían de forma rápida o lenta de arriba hacia abajo dependiendo de la intensidad de como me estuvieran cogiendo. Sentía como estaba a punto de estallar como si fuese una especie de volcán a punto de hacer erupción, sólo pasaron unos segundos más y sentí un relajamiento del cuerpo indescriptible justamente coincidiendo con el orgasmo de mi amante de aquella noche revuelta.

Cuando todo termino me propuso llevarme a mi casa, entonces me baje la minifalda, sólo pase por mi saco que había dejado en una silla y nos fuimos a su auto. Nadie conocido fue testigo de lo que ocurrió en aquel rincón, quizás lo único que quedo como constancia de que estuve en ese lugar fue la pantaleta de encajes rojizos y cuya tela parecía una rejilla chica que contenía a mi parte velluda ansiosa de ser tocada y penetrada.

Estaba ya cansada del día, así que al subirme al auto cerré los ojos, él encendía el vehículo, y me imaginé como bajábamos por la carretera abandonando aquél bar, no pasó mucho tiempo cuando volví abrir los ojos y efectivamente observaba como una gota de sudor escurría por una de mis piernas flexionadas, la cuál me acariciaba la piel hasta llegar a mi vagina mojada, estaba ahí toda desnudita sin nada de ropa en la hamaca que acostumbro acostarme después de darme un rico baño.

 

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