Relatos Eróticos Zoofilia
Paloma
Publicado por Anónimo el 30/11/-0001
Era una tarde de verano, estaba nublado y no tenía la menor de las ganas de hacer algo.
Me encontraba en el cuarto en donde unos amigos y yo ensayamos, pues tenemos un grupo de rock. El cuarto es pequeño, pero muy agradable, los jardines que lo rodean y sus árboles lo convierten en un lugar muy especial.
A un lado de él se encuentra otro de mayor tamaño en el que habita una familia, padre madre y tres hijos, dos varones y una jovencita de unos 16 años de edad llamada Paloma.
El lote donde se encuentran los cuartos es grande y es también usado como pensión de automóviles de la unidad habitacional ubicada en las cercanías. El zaguán o puerta es tremendamente grande y pesado, y como es posible que durante la apertura o cierre de este se meta gente extraña es que la dueña adquirió un par de perros enorme, de raza difusa pues parecen pastor alemán pero con cuerpo de gran danés o algo así. Esta pareja de perros resultó muy cachonda pues apenas la perra tiene indicios de entrar en celo el perro se pone como loco, la sigue por todas partes e intenta montarla donde sea.
Fue en una ocasión en que la perra entró en brama cuando noté que la hija de mis vecinos seguía con especial interés a la pareja de amantes intentando, supongo, comprender lo que sucedía. No le di importancia en ese momento y continué haciendo mis repasos con la guitarra. Al tercer día mirando por la ventana noté que la perra estaba en su punto más alto de celo. El perro lengüeteaba su vulva copiosamente, con rapidez, era un momento bastante caliente ese de estar mirando a la parejita hacer lo suyo. No me percaté de que no era el único espectador en el momento, pues en la ventana de al lado mi vecinita no perdía detalle de lo que ocurría entre aquellos dos.
El perro hábilmente intentó montarla, la perra a diferencia de las demás ocasiones se dejó sin poner mayor obstáculo, por el contrario levantó la grupa un poco más para facilitar su labor al perro. Con certeros lengüetazos el perro logró penetrarla; mi vecina estaba totalmente inmersa en aquel cuadro, no perdía detalle alguno, se notaba en su mirar. Cada movimiento de la cadera del perro parecía sorprenderla e interesarla más y más. Entre el éxtasis del momento y el interés muto que sentíamos por estar ahí no nos percatamos que el perro había bajado de la perra sólo para tomar un respiro, lengüetear nuevamente a su pareja e intentar de nuevo su aventura. Montó otra vez, ahora el misil daría en el blanco a la primera. Sus movimientos eran más rápidos y parecía estar más excitado. Su cadera se lanzaba de manera vertiginosa sobre la perra que estaba inmóvil e impávida, como si no sucediera nada, sólo el jadeo constante de su lengua denotaba algo de éxtasis, por lo demás era como si no pasara nada. Las patas traseras del perro se elevaban literalmente del suelo dando brincos de entusiasmo; ahora mi vecina si que estaba mal. Sus mejillas estaban completamente rojas, más aún si se le contrastaba con lo blanco de su piel y lo rubio de sus cabellos. Se notaba agitada y por demás calentísima.
El perro cambió su semblante y su ritmo; poco a poco fue perdiendo fuerza hasta que se detuvo completamente aún encima de la perra. Quiso bajar normalmente y no pudo debió levantar una de sus patas traseras para poder esquivar a la perra. Ahora se encontraban enganchados culo con culo, notoriamente cansados pero con gran sensación de satisfacción. Ella echó un vistazo alrededor y sólo notó mi presencia, que al momento la ruborizó, si es que se podía aún más, y con una sonrisa penosa cerró su ventana sin dejarme de mirar.
A las dos semanas estando en el pequeño patio de afuera me la encontré, yo estaba barriendo y ella llegaba de la escuela con su faldita a la rodilla a cuadros y su blusa blanca. La saludé con una sonrisa amistosa y ella correspondió el saludo, se disponía a abrir la puerta de su casa, pero se detuvo al momento, se dio vuelta y me dijo: ¿puedo hacerte una pregunta? A lo que respondí sarcásticamente ¿otra?. De mi payasada sólo rió por un instante. Después de eso preguntó: ¿sabes por qué los perros se quedan como pegados?
Mi respuesta, aunque titubeante, creo que fue acertada; le expliqué lo que me dijo un primo que es veterinario a la misma pregunta que yo le había planteado en su momento. Quise ilustrar lo más claramente posible como es que el perro tiene en la base de su pene un órgano que al momento anterior a la eyaculación comienza a hincharse, e igualmente como la perra al sentir los fluidos por instinto, comienza a estrechar su orificio creando el candado perfecto, separándose sólo cuando el perro ha depositado todo el esperma y la excitación ha pasado.
Estábamos sentados en la banquita y el jugueteo de sus rodillas me ponían muy nervioso, pero aún así con la explicación ella quedó notoriamente satisfecha. Desde ese día nos hicimos buenos amigos.
A los dos meses la perra crió 5 hermosos animalitos, que siguiendo la ley de la naturaleza dos de ellos eran machos y el resto hembras. La dueña de la casa regaló a todos pues eran molestos, excepto uno que había nacido con un hermoso porte creo más cercano al gran danés. Mi pequeña vecina se encariño muchísimo con el animalillo, pues lo hizo casi suyo, ella lo bañaba constantemente, lo alimentaba y le enseñaba uno que otro truco. Incluso en los días de lluvia le permitía quedarse dentro de su casa.
En esos días, mi amiga, cada vez con más confianza hacia mi, me preguntó sobre que pasaría si una mujer tuviera sexo con un perro. Pregunta que me extraño mucho pero a la vez me excitó de sobremanera. Tratando de disimular mi excitación, contesté que no era posible que un perro intentara montar por propia decisión a una mujer, pues la excitación animal proviene de olores que despiden las perras cuando están en celo, y segundo que en caso de que lo hicieran la mujer no quedaría embarazada porque el diseño de los espermatozoides de un humano y un canino son muy diferentes, por lo que no cabría la menor posibilidad. Además le advertí sobre la posibilidad de contraer infecciones y enfermedades propias de los perros.
Ella un poco desilusionada, lo noté, continuó con el cuestionario: ¿entonces por qué algunos de los perros de mis amigos cuando vas a su casa te agarran las pierna como queriéndote montar. Le dije que eso era por que en las cercanías habría una perra en brama y ante su frustración agarraban cualquier cosa que estuviera cerca, incluso juguetes de peluche y otros animales como gatos.
Esta respuesta la tranquilizó en algo. Por último me preguntó: ¿y crees que si una mujer tiene sexo con un perro cuando eyacule se quedarán abotonados los dos?
Definitivamente le dije que no, pues a pesar de que el perro hinchará su base la vagina humana tenía la capacidad de dilatarse incluso al tamaño de la cabeza de un recién nacido, por lo que no era posible. Ella dio por terminado el interrogatorio y comenzamos a platicar de otras cosas, hasta que se despidió.
Unos meses después el perro ya era todo un señorón, había cumplido su año y medio y estaba más grande que nunca, ella lo quería muchísimo y él a ella igual. No se separaban ni un solo instante. Salvo cuando se iba a la escuela el perro la acompañaba a cualquier parte.
Una tarde noté que ella se disponía a bañarlo pues tenía preparada la toalla habitual del perro, jabón corriente y una tina muy grande. Por esos días la madre del perro entraba nuevamente en calor y ahora su padre y él no podían ni verse pues era batalla segura, así que los tenían amarrados a los tres para evitar un tremendo desaguisado. Ella lucía encantadora, con un pantalón corto color café muy ceñido, que dejaba ver claramente la rajita de su panochita, una playerita blanca con los Simpson´s como estampado algo vieja, que por lo mismo dejaba ver que no traía sostén y sus hermosas tetas colgaban cuan grandes eran.
Era un ángel.
Inmediatamente pensé, esa ropa al mojarse dejará ver aún más, así que busqué un lugar en que lograse mirar hacia el cuarto de lavado donde generalmente ella lo bañaba. Me aseguré de no ser visto y me dispuse a contemplar el espectáculo.
La función comenzaba, las primeras jícaras con agua resbalaban por el cuerpo de tan tremendo animal. Juguetonamente el sacudía la cabeza y las patas logrando que para bien mío se mojara la playera; ha que hermoso era ver claramente esos tremendos pezones de color café oscuro cada vez más levantados pues al parecer la idea de mojar su playera la excitaba. El baño proseguía, ella con el jabón corriente alcanzaba todo su cuerpo desde su cuello hasta sus patas, pero omitía la verga, no sé si por temor, asco u otra causa. Ya casi finalizaba, comenzó a enjugarlo y cuando creí que había terminado, tomó algo de jabón en su mano y lo pasó por su miembro, el perro inmediatamente reaccionó al tacto e intento investigar lo que era, al percatarse de que era ella se tranquilizó y la dejó proseguir, ella acariciaba lenta y tranquilamente el miembro y sus bolas con habilidad innata. De pronto asomó la pequeña punta roja de todos los perros, ella la sujetó con sus manos y dio un pequeño lengüetazo. Yo estaba frío con lo que veía. Lo sacudió con un poco más de fuerza para que dejase entrever más de ella, pero el agua y la tina incomodaban la operación.
Ella terminó de enjugar al perro y lo comenzó a secar, teniendo la misma parcimonia con la toalla que con el jabón. Igualmente llegó al miembro y con más suavidad lo tomó e intentó hacer que lo sacara, pero ahora el perro, se dio vuelta y con algo de astucia intentó montarla tomándola por la cintura e iniciando el movimiento de caderas.
Ella rió, lo tomó de las patas y le dijo: ¿ah con que quieres eso? Bueno, pero aquí no. Le puso la cadena y lo condujo a su habitación. Los seguí tratando de no ser visto, me coloqué detrás de la puerta de entrada, ella se quitó rápidamente su playera y el pantalón corto, se quedó con un calzoncito diminuto que no cubría prácticamente nada, el perro parecía comprender la situación y con paciencia esperaba el momento. Ella se agachó a desatarse una cinta del zapato cuando el perro se acercó por detrás y aún sobre su tanguita le dio un lengüetazo desde el clítoris hasta el culo, ella con una mano abrió su nalga para facilitar la entrada de la lengua en su rajita. Terminó por zafarse los zapatos como pudo. El perro seguía lamiendo, el sabor de su sudor al parecer le gustaba y el olor de la perra en brama lo confundía. Ella en esa misma posición, bajó la tanga hasta quedar totalmente desnuda, el perro ya sin impedimento alguno lengüeteaba con más ganas, la excitación de Paloma era tremenda, con las dos manos abría sus nalgas para sentirlo más profundo. El perro hizo un primer intento por montarla, pero ella lo alejó de su cadera diciéndole que aún no era el momento, para evitar que esto pasara se recostó sobre la alfombra y comenzó a tocarle el miembro al perro, este seguía husmeando en su conchita y lanzaba lengüetazos a diestra y siniestra, ella al ver que nuevamente aparecía la punta roja la comenzó a besar y tocar con más suavidad, metiéndosela completamente en la boca, tratando de excitarlo aún más. Pero al perro no le gustaba del todo, así que ella se puso nuevamente en pie y lo atrajo a ella, el perro lamió primero por el frente, o sea por la pucha y quiso montarla tomándola por los hombros ella le besó el hocico en un arranque de pasión y le acarició el lomo totalmente erguido, tal como si fuera un amante de verdad. Después el perro bajó y volvió a ponerse tras ella, lamiendo sus nalgas por toda la división entre una y otra y enterrándose en su ano, ella abría sus nalgas con fuerza para exponerlo lo más posible. Cansada se hincó al bode de la cama quedando a la altura perfecta de la cadera del perro, éste al dar un par de lengüetazos más intentó nuevamente montarla, a lo que ahora mi vecinita accedió gustosamente. Al ser un perro primerizo no atinaba lograr su objetivo, por lo que cansado bajaba, tomaba algo de aire, lengüeteaba nuevamente e intentaba de nuevo, repitiendo la operación un par de veces más, a la cuarta Paloma cansada de lo mismo se decidió y cuando el perro lanzaba la cadera tomó su miembro y lo dirigió directamente a su vagina, que estaba totalmente húmeda, el perro al sentir la posibilidad se arrojó con todo, mi vecina lanzó un grito hermoso de placer acompañado de una sonrisa. El perro aceleró el ritmo de su cadera y mi vecina levantó más la grupa para exponer más su coñito y facilitar la labor de su amante. Después de un rato el perro bajó, tomó aire, mi vecina se recostó en la cama, pero el perro una vez repuesto comenzó a olisquearle nuevamente las nalgas como queriendo otra vez entrar en acción. Mi vecina lo entendió y se colocó en la misma posición, el perro ahora insertó su polla a la primera y sin ayuda. Nuevamente mi vecina gritó de gusto, pero ahora los gemidos eran más intensos y más dolorosos, mientras que el perro lo hacía más rápido, frenético, de manera muy profunda; comenzó a brincar alocadamente levantando ambas patas del suelo, sus garras hacían surcos en la cintura de mi vecina a la cual no le importaba, continuaba con su fiesta entre orgasmos y flujos.
De repente el semblante de mi vecina cambió, pues al parecer la polla de su amigo comenzaba a ensancharse, ella tenía el rostro desencajado, pues se notaba el dolor que sentía, más sin embargo, no desistía ni hacía intento alguno por separarse de él, al parecer lo disfrutaba de sobremanera.
El perro paró su loca carrera, quedó un momento impávido sobre mi vecina, el acto había acabado, todo lo indicaba así y sólo restaba esperar que la gran polla del perro saliera de ella, pero no ocurría, de pronto, bajó de su espalda, cruzó con su pata trasera las nalgas de Paloma y quedaron culo con culo. Esa imagen era preciosa. El perro siendo primerizo se comenzó a inquietar y trató de zafarse de la situación, pero al no poder se inquietaba más, eso puso nerviosa a mi vecina que con desesperación hacía todo lo posible por soltarse y al mismo tiempo tranquilizar a su amigo; pero todo era inútil. El perro comenzó a jalar hasta que mi vecina quedó de pie y era arrastrada con gran fuerza por la habitación. En un momento ella tropezó y cayó pero no completamente pues quedó con las caderas colgantes al perro, este sintió gran dolor y trato de morder lo que tenía colgando. Fue cuando me decidí a entrar en acción, tomé al perro por la correa, y ayudé a levantar a mi vecina, la cual estaba totalmente desconsolada en llanto, confundida y por demás apenada. Trató de explicarlo, pero la detuve en seco y le dije que lo había visto todo y que me había encantado la escena, le conté que los había visto desde el cuarto de lavado y que no temiera nada pues no se lo diría a nadie.
Sonrió pícara y agradecidamente; yo con la excitación a 1000 toqué suavemente sus senos, acaricié sus nalguitas que tantas pajas me habían provocado desde que la conocí y besé sus labios. Saqué mi verga de mi bragueta y ella se agachó a mamarla mientras el perro continuaba dentro de ella, era fabuloso sentir su lengua tibia recorrer mi glande y mirar de reojo sus nalgas llenas de flujos que manaban aún dentro de ella.
El perro con un movimiento suave se separó de ella, comenzó a limpiarse sus partes y una vez terminado limpió la de su pareja, aburrido y cansado salió por la puerta en dirección al patio. Yo me quedé con mi vecina y le hice el amor como nunca a nadie se lo he hecho, tratando de igualar a su primer amante, sabiendo de antemano que nunca podría hacerlo.