Relatos Eróticos Sexo con maduras
Encuentros con mi vecina, parte 1
Publicado por Fernando el 14/01/2016
Les contaré de cómo llegué a estar con mi vecina...
Desde hace varios años, había rumores acerca de una vecina, decían que le gustaba estar con mujeres y cosas así, un tanto extrañas o desagradables para los demás, pero no para mí. Se les describiré: es de estatura normal, tez blanca, con unas piernas delgadas, bien cuidadas, cabello corto y aunque no tiene un rostro muy bonito que digamos, tiene unas enormes y bellas tetas que saltan a la vista.
Antes sólo la veía de vez en cuando, pues yo no me la pasaba en la casa, hasta que un día, mientras estaba ahí, solo en mi casa, comencé a pensar en ella, en cómo sería tener a una madurita conmigo, de que me diera un rico masaje y me hiciera rico sexo. Finalmente, después de tanto pensarlo, me decidí a acudir a su casa, llegué, toqué, ella abrió la puerta muy amigable, me invitó a pasar y comenzamos a platicar. Al inicio sólo platicábamos de cosas acerca de nuestras vidas, problemas y demás cosas para conocernos mejor.
Después de platicar durante un buen rato, aproveché para decirle que me encontraba muy estresado en esos momentos (pensando en tratar de que me tocara o me ayudara a bajarme el estrés de cualquier manera), a lo cual, ella me ofreció darme un masaje, lo cual me entusiasmó enseguida y procedimos a prepararnos. El masaje fue muy normal, relajante y vigoroso a la vez, no pasó nada, pero yo lo deseaba jajaja.
Luego de darme el masaje, seguimos con nuestra plática, no sé cómo, pero terminó por mencionarme que escribía poesía erótica, pero que no podía leerme nada en ese momento, porque me podría asustar, pues en ese momento yo tenía como 17 y ella casi 40 (jajaja, sí, claro, lo dice porque no conocía mis intenciones), le dije que no me asustaba, pero no accedió. Seguimos platicando hasta que se hizo tarde, nos despedimos sin que nada pasara y me marché a mi casa con la satisfacción de haber logrado mi cometido del masaje y que me haya dicho acerca de su pasatiempo con esa literatura.
Pasó el tiempo y la seguí visitando más frecuentemente, hicimos más contacto y noté que no le desagradaba que la tocara o me acercara a ella, lo cual me excitaba aún más. También ella fue tomando confianza y un día, en una de esas visitas, me invitó a pasar a su cuarto, porque estaba cansada y quería recostarse, así que no me hice del rogar y fui con ella. Se recostó en la cama, me invitó a que también lo hiciera y seguimos platicando. Después, comencé a acariciar su brazo, hasta llegar a su mano, ella comenzó a hacer lo mismo y poco a poco fue desplazando su mano hasta mi cadera (yo traía puesto un pants) y acariciar mi muslo de arriba a abajo. Para éste momento, yo ya estaba consciente de que estaba yendo un poco más fuera de lo normal, hasta que de pronto, sus caricias se acercaron a mi pene que ya estaba bien erecto pero que mi ropa interior la tenía bien sujetada, ella comenzó a acariciarlo por encima de la ropa con las yemas de sus dedos, provocando que yo me pusiera a tope de tan excitado que estaba.
Lo acarició un rato por fuera y después metió su mano hasta por debajo de mi ropa interior y lo comenzó a frotar de una manera muy muy rica, yo estaba ya chorreando, tenía mi pene bien lubricadito y esto hacía que sintiera aún más ricas sus caricias. No fue mucho lo que duré, pues ya estaba demasiado excitado y terminé en su mano sin avisar, fue tan rico llegar al clímax acompañado de su hábil mano aún acariciando mi enorme trozo, rico, duro y jugoso. Ella también estaba muy prendida y no le importó que me hubiera venido, me preguntó que si la quería tocar, así que accedí. Ella respondió bajando su pequeño short y calzón para dejar expuesta su gran vagina y dejar que yo la masturbara. La frotaba suavemente con mis dedos, sentí su clítoris muy duro y erguido, así que lo deslizaba por en medio de mis dedos, una y otra vez, creo que a ella le gustó mucho eso, pues cada vez que lo hacía, gemía más, lo estuve así de cuanta manera podía, metí mis dedos y sentí como los apretaba cada vez que los sacaba y volvía a meter, como si no la hubieran follado en un buen rato. Sus gemidos se transformaron en pequeños pero fuertes gritos, movía su pelvis fuertemente contra mi mano, que no paraba de tocarla vacilante dentro de su sexo y gritaba más fuerte y rápido, hasta que de pronto, en un estallido de placer, se vino en mi mano, me tomó del cabello, me acercó y apretó contra sus enormes tetas... Más adelante publicaré la continuación.