Relatos Eróticos Sadomasoquismo
La isla de los placeres mortales (Enter the Dame) En 120.000 palabras
Publicado por Rene amo el 29/01/2018
La isla de los placeres mortales (Enter the Dame)
(Cap.1°: Contrato para matar) 1 al 3 de 13
Eran minutos antes de la medianoche, el lugar, un club nocturno en el sector del “downtown” en las cercanías del puerto de Miami, en Florida, desde donde se podía oír el sonido característico de las sirenas a esas horas, algunas policiales en posibles alarmas de persecuciones, y otras de vehículos de emergencia que transitaban por las avenidas y calles aledañas al lugar, formando con esto la típica disonancia sonora que acostumbran escuchar los habitantes de las grandes ciudades en las zonas de agitada vida nocturna a estas horas de la noche, y esta no era la excepción.
Los parroquianos del local ya ocupaban los espacios de las primeras ubicaciones, que obviamente eran las más cercanas al escenario mientras miraban el número del momento, que congregaba a un público de entusiastas a los shows de desnudistas y afines, en donde pueden manifestarse mientras se echan un trago o más charlando animadamente.
El espectáculo era un combate del tipo “catfight”, entre una espigada y atlética latina, y su oponente, una madura rubia con características anglo; no muy agraciada, fofa y entrada en kilos, claramente en desventaja física, y en atributos.
La función se realizaba dentro de una jaula formada por artificiales cañas de bambú, con lo que forzadamente trataban de darle un aspecto selvático del tipo cinematográfico, pero para lo que realmente servía, era para evitar el ingreso de los entusiasmados y casi siempre ebrios que querían participar del espectáculo, lo que en algunas oportunidades un grueso referí llamado Miguel se los permitía, para darle un incentivo mayor al vulgar show, además de prolongar el mismo, excusa válida por el tiempo que se demoraban en sacar del escenario a los obstinados parroquianos entre las risas y gritos del resto de los clientes.
En el plató el suelo de la jaula estaba acolchado con una mullida alfombra de brillante pasto, naturalmente sintético, que servía para aminorar los efectos de las caídas de las chicas, del mismo o de un material similar eran unas palmas en las esquinas del recinto, con unos bongos de cartón dispuestos bajo estas. Todo este “creativo” decorado parecía haber surgido de la imaginación de un adolescente entrando a la pubertad, completaba la ambientación del local, la gran humareda producida por los fumadores, a pesar de la reiterada prohibición de no hacerlo dentro del local, además del característico y fuerte olor a cerveza y otros tipos de bebidas alcohólicas que invadía el mismo.
La rubia visiblemente estaba perdiendo el encuentro, la morena en cada oportunidad que tenía la ridiculizaba; parodiando sus torpes movimientos, haciéndole zancadillas, o bien propinándole rápidos golpes en el rostro, y en las nalgas, para acto seguido saltar hacia atrás o a los lados haciendo ineficaz la lenta reacción de la rubia que se esforzaba inútilmente en alcanzarla, provocando con esto, las risas de los espectadores, sobre todo de los que estaban situados a un costado de la barra, que rodeaba gran parte del escenario que se ubicaba en un nivel algo superior, lo cual facilitaba la visión de los habituales al lugar, los que se encontraban un poco más cerca del proscenio, y dada la naturaleza del espectáculo, formaba una necesaria barrera entre el resto de los parroquianos y el escenario.
El show consistía más o menos en la misma y repetida rutina, excepto con algunas variables, dependiendo de la creativa capacidad de las participantes, que la mayoría de las veces, y con muy poca imaginación se arrancaban la escasa indumentaria, para quedar parcial o totalmente desnudas, ya sea una, o las dos contrincantes, momento que esperaban con impaciencia los tolerantes y poco exigentes clientes, estas prácticas se repetían en al menos nueve de cada diez encuentros, cosa que era una motivación extra para mejorar la habitual función, con una que otra ocurrencia por parte de ciertas chicas para amenizar el show.
Los enfrentamientos estaban pactados a tres asaltos, de más o menos cuatro minutos cada uno, la misma duración entre uno y otro round, durante los que el moderador y arbitro se las ideaba para alargar el tiempo de espera, unos cinco o seis minutos más entre cada una de las presentaciones, de tal manera que duraran una media hora, que en lo posible debía cumplirse, para no alterar el programa total, el que tendría que extenderse unas dos horas por función, el que se repetía en tres ocasiones, donde cuatro a seis parejas de muchachas se turnaban para entretener cada noche a los concurrentes, comenzando a las veintiuna horas, de tal forma que los clientes estuvieran lo suficientemente entusiasmado luego de charlar y beber al menos un par de horas antes del inicio del show.
Ahora entre presentación y presentación, las chicas ofrecían otros servicios anexos al espectáculo, bailando para algunos clientes más entusiasmados en una sala privada, como también compartiendo un trago o más, para programar en algunos casos acercamientos más personales e íntimos una vez que las funciones hubiesen terminado.
Las duplas variaban en algunas ocasiones, reemplazando al menos a una de las mujeres del equipo estable por improvisadas contrincantes “Freelance”, las que carecían de la conveniente habilidad (al menos en la lucha) y que se confrontarían a las más experimentadas y atractivas, que eran las muchachas que más atraían clientes, este era el caso de la pareja que estaba presentándose en esta oportunidad, en donde la muchacha latina era parte del equipo estable, por supuesto la más bella y joven, en cambio la blonda era una circunstancial participante madura, naturalmente con poca experiencia.
Ya había finalizado el segundo asalto, y la deslucida rubia apenas si pudo terminarlo, yendo hasta su rincón jadeando y maldiciendo, mientras la probable ganadora instigaba a los entusiastas espectadores a aplaudirla, paseándose y complaciendo a los más cercanos al escenario, acercándose hasta las barras de la jaula para manosearlos atrevidamente y dejar de igual forma que lo hagan con ella hasta donde pudiera controlar el ímpetu de estos fogosos admiradores durante los minutos de descanso, antes de proseguir con el tercer asalto.
La chica morena estaba ataviada con un diminuto y ajustado bikini rojo de los que usualmente se usan en este tipo de shows, la rubia contrincante con una desteñida tenida de color amarillo, la que al parecer no era de su talla, en el entretanto el árbitro se ocupaba de poner en orden a los bulliciosos clientes, a la vez que hacía de interlocutor entre ellos y las chicas, los primeros haciendo solicitudes indecorosas y de mal (o buen) gusto, como de que manera proseguir con mayor descaro, a lo que las chicas les respondían con desvergonzadas respuesta y gritos, según ameritaba la situación.
El ambiente se repetía cada noche en el club, las mismas muchachas, básicamente con la misma clase de parroquianos, salvo algo que rompía lo acostumbrado entre el público asistente aquella noche; había un espectador inusual, el que escapaba a la ralea de individuos que frecuentaba el local, ya sea en su comportamiento, en su apariencia y en su vestimenta.
En la barra, estaba sentado un varón, que como ya se sabe, no era uno de los clientes habituales del Club, un francés llamado Pierre Dupont; de apariencia educada, bien vestido, de porte elegante, las sienes con un entrecano incipiente, y por supuesto con el característico acento galo, el que sobresalía en el lugar tanto como lo hace una mosca flotando en una jarra de leche, el que miraba como buscando en ocasiones algo o a alguien a su alrededor.
El bullicio que se formaba en cada uno de los encuentros; entre el griterío, vítores del público y de los agudos improperios que se hacían las mujeres para estimular a los asistentes de un lado al otro, a lo largo y ancho del lugar , era totalmente ensordecedor, de tal manera que hasta los pensamientos eran silenciados por toda esta algarabía, lo cual era más o menos la típica función, condición que era del total agrado de la clase de personas que cada noche asistían al club, los que sin este acicate, además de otros, no sería tan atractivo ni entretenido para sus básicos requerimientos.
El francés decidió retirarse a un apartado menos animado a un extremo del escenario, en donde se pudiera conversar, no sin antes encargarle al barman que le hiciera llegar una botella de champagne de la mejor calidad que tuviera y que también, le condujera hasta allí a una joven llamada Paula, que con seguridad preguntaría por él, agradeciéndole de antemano el encargo, depositó sobre la barra varios billetes con el retrato de Benjamín Franklin en el anverso de ellos.
A Dupont se le había encargado la tarea de reclutar chicas alrededor del mundo para participar en encuentros muy privados de lucha femenina para un exigente público, para este efecto el francés se contactaba con los managers y participantes de los deportes de contacto, buscando otras alternativas en esta clase de clubes, las elegidas debían cumplir con ciertas condiciones que no eran fáciles de lograr, tenían que ser jóvenes, solteras, sin compromisos, independientes, audaces, hermosas y atléticas, sin ser para nada del tipo hombrunas, ni algo que se le parezca, las cuales no tenían cabida alguna en este clase de justas, estas condiciones y otras eran estudiadas por el francés, para que finalmente en una entrevista personal decidir su incorporación o no, a estos exclusivos circuitos. Este era el caso de la llamada “Paula”, con era el caso de la llamada la cual había quedado de encontrarse en el club a eso de la medianoche, por lo que cuando se aproximaba la hora señalada, el hombre cambió el ángulo de su asiento, para tener una mejor perspectiva del entorno, quedando en alerta.
El francés primero se informaba de todo lo concerniente a las posibles participantes, además de las condiciones anteriormente nombradas; debían poseer arrojo, ser reservadas, audaces, de gran temperamento, y al menos hablar y entender inglés.
Dupont se preocupaba de conocer bien sus orígenes, y sus íntimas tendencias, las que tenían que ser necesariamente compatibles y afines con las actividades que realizarían, las que por ningún motivo deberían entorpecer los intereses de esta exclusiva sociedad, en la que tendrán que ser capaces de estimular a una exigente y extravagante audiencia, la cual a su debido tiempo, sabrá recompensarlas si quedan satisfechos con su participación.
Dupont mientras observaba como se iniciaba el tercer y último asalto, miró la hora, era ya cerca de la medianoche, y aunque no parecía mayormente preocupado, echaba uno que otro vistazo a la entrada del nightclub por si veía alguna mujer con este tipo de características, o la que pudiera parecerse a primera vista, ya que no la conocía, ni siquiera por fotografía, habiendo escuchado tan solo algunos comentarios de ella por boca de terceros, habiéndola contactado más tarde mediante un par de llamadas telefónicas, acordando el día, la hora y el lugar de este encuentro.
Dada las condiciones que la misma muchacha le propuso para proceder al encuentro, aparentemente esta conservaba celosamente su privacidad, lo cual agradó más aun al francés anotando esta un plus más para poder calificar a este selecto grupo de mujeres.
El espectáculo carecía de categoría, inclusive para los menos exigentes, que esperaban en algún momento, un lance excepcional en el que pudiera tener alguna lucidez la rutina escénica, como era la ocasión cuando acordaban entre ellas, quien sería la ganadora, donde las más avezadas practicaban algunas rutinas previas de artes marciales, con lo que aportaban cierta calidad a la función, como para poder entusiasmar al “respetable” público.
Mientras tanto los espectadores abucheaban los decaídos movimientos de la contienda, más aun cuando la inhábil rubia con fingidos gritos hacía aun más fallido y tedioso el espectáculo, cada vez que se producía una simple embestida sin mayores consecuencias.
Al cabo de algunos momentos la morocha advirtió la disconformidad del público, y tomó la iniciativa, haciéndole una zancadilla a su rival, a la vez que la tiraba fuertemente del corpiño, o lo que semejaba serlo, arrancándoselo y lanzándola al suelo, quedando expuesta desde la cintura hacia arriba, lo que produjo las risotadas y un renovado estimulo entre los asistentes, que era lo que quería conseguir la joven y astuta morena.
La que ahora yacía en el piso con los pechos desnudos, muy molesta y con una mirada hosca, increpó airadamente a la chica del bikini rojo que la había arrojada sobre la alfombra: -¡Estúpida!,...¡Rompiste mi atuendo!,…¡Te haré pagar por esto!, a lo que la otra parada firmemente sobre la verde alfombra le expresó burlonamente:
-¡Vamos!, entonces por de pronto, empieza levantándote,… porque desde el suelo no creo que puedas hacer gran cosa,… ¡Perdedora!, terminó diciendo la morena, para después soltar una risita, confabulando con él público y buscando la aprobación de este, que ya seducido, aceptaba la moción de la hembra dominadora que poniéndose a horcajadas sobre su inhábil antagonista reía burlonamente, satisfaciendo de esta forma las groseras y obscenas solicitudes de los asistentes.
Una vez sometida a su caprichosa voluntad, la morena empezó con vulgares meneos pélvicos adelante y atrás, mientras tenazmente inmovilizaba a la rubia, tomándola por las muñecas, comprimiéndole entre sus musculosos muslos, la cintura y las costillas de la vencida, en una exhibición de abusiva superioridad, con abiertas intenciones de producir otras febriles sensaciones en la mente de algunos espectadores, lo cual iba más allá de un mero show de erótica fantasía como se suponía que era.
Si bien las reglas eran las básicas, entre ellas; no agarrar ni tirar del cabello, tampoco los golpes de puño, ni usar los dedos y uñas para atacar los ojos, la nariz, o la boca, además de otras cavidades, sin embargo, podían las más experimentadas prescindir de estos recursos, usando tácticas que parecían ser lícitas como; arrojar a la rival contra el piso o a los barrotes perimetrales, aplastando con el peso de su cuerpo, apretando con brazos y piernas las zonas más blandas y sensibles de su opositora, lo cual garantizaba los mismos resultados, o sea infligir castigo y dolor, autorizándoles este accionar a las más diestras de las luchadoras.
Estas actitudes más agresivas, y que escapaban al propósito del espectáculo, se les permitía solo a algunas consentidas del equipo oficial, que realmente disfrutaban esta faena y que deseaban igualmente interesar a quienes gustaban de esta clase de extremos, valorando a las más agresivas y atractivas, contratándolas para que participen luego en enfrentamientos privados muy bien remunerados, más íntimos y permisivos
La fornida y hábil morena sabía de estas ardides y sus beneficios, porque ahora las usaba a placer con la vencida y fatigada mujer, montada alegremente a horcajadas sobre ella, en actitud de soberbia dominación, dedicándose a humillarla, solo por diversión, con un dejo de maldad que evidenciaba en su mirada, cada vez que alzaba la vista para saberse observada por algunos de sus más ardientes admiradores, cuando el desenlace de la contienda, estaba totalmente definido a favor de ella.
El réferi intranquilo por la situación, se dispuso terminar la contienda, sin embargo una parte de la concurrencia animaba a la morena latina, la que gratamente entusiasmada no quería renunciar a su tozuda determinación de proseguir atormentando a su entregada rival, en una absurda e innecesaria exhibición que escapaba a la finalidad del número, más bien del tipo de espectáculos underground.
El gordo mediador anunció el termino del enfrentamiento, seguramente para evitar una mayor vergüenza y castigo a la extenuada perdedora, que de espaldas en el piso, inútilmente golpeaba con la palma de su mano libre la alfombra en varias ocasiones, en indudable señal de retiro y rendición, sin embargo la vencedora aun así se negaba a terminar con su porfiada actitud, por lo que el árbitro tomándola por uno de sus brazos la levantó, desmontándola, ante la evidente molestia de esta por tal decisión, alentando luego el mismo individuo a que el público aplaudiera, para así dar por terminado el match.
Los aplausos se prolongaron por varios segundos, hasta que la derrotada irrumpió con insultos y gritos, lo que la joven vencedora soportó con estoica actitud. No conforme con esto, la odiosa e irreflexiva rubia le arrojó un grueso escupitajo, que la hábil morena esquivó con un rápido movimiento de sus caderas, a la vez que alzaba una de sus fornidas piernas, y dándose impulso, dibujó en el aire un rápido arco con ella, golpeando con su talón la barbilla de la perdedora, que se fue de bruces al suelo. El árbitro se movió prestamente, tratando de evitar la acción, pero fue tan rápida esta, que antes que pudiera intervenir, la morena ya había dado cuenta de la torpe y grosera mujer.
Los vítores se repitieron, el público estaba más que satisfecho con el número extra, la triunfadora con el brazo sostenido por el referí recibía la ovación, mientras la malparada adversaria era ayudada por algunas compañeras a dejar el escenario una vez recobrada del brutal golpe recibido, para retirarse trastabillando y maldiciendo, sin ganas de enfrentar de nuevo la misma situación.
Pierre de pie, también se sumó a las palmas, notando que por algunos instantes la mirada de la joven se cruzó con la suya, la que luego después de terminados los aplausos, se cubrió con un breve batín, para retirarse del escenario a través de la parte posterior, para irse rodeándolo por el contorno en dirección al francés, entonces este perspicazmente empezó a entender la situación, el porqué del lugar, la habilidad que mostró la morena, su actitud, su mirada y la probabilidad que fuera Paula la chica vencedora del bikini rojo.
-¡Hola...yo soy Paula!…se presentó con alegre voz la joven ganadora, que se aproximó a un par de metros del francés, interrumpiendo sus pensamientos.
La joven estiró su mano hacia Pierre a modo de saludo, este la recibió cortésmente:
-Pierre, un gusto conocerla.
-Igualmente para mí respondió su interlocutora,
-Por favor acompáñeme dijo Dupont indicándole un asiento, para luego ofrecerle algo de beber, a lo que la muchacha contestó:
-Sí por favor, un vaso de agua con hielo gracias, el francés alzó la vista para ubicar a un camarero, pero el barman muy solícito ya enviaba a uno para recibir la orden.
Pierre Dupont era un hombre culto, con ciertas habilidades y por supuesto que así lo entendía también quien le encargaba estos quehaceres, y uno de estos talentos, era conocer muy bien a las personas con tan solo tratarlas en una o un par de veces, casi como un síquico o adivinador, esto le venía muy bien cada vez que tenía que entrevistar a algunas personas, y no solo le era útil en estos asuntos, sino que también para otro tipo de menesteres que le encargaba su jefe; un maduro alemán, empresario, e inversionista de comportamiento muy poco frecuente, de gustos excéntricos por decir lo menos, llamado Karl Hermann, quien tenía por el momento su base de operaciones en una pequeña isla del mar mediterráneo, desde donde administraba todos sus negocios, y también disfrutaba de su centro de inusitadas entretenciones, como lo eran estas lides femeninas, entre otros prohibitivos, extravagantes y costosos “pasatiempos”.
Paula era todo eso que Pierre podía esperar para alistarla en su nómina de inusuales mujeres, por lo cual después de la entrevista, le propuso directamente, intervenir en estos especiales enfrentamientos, la reunión fue breve, no más de media hora, el tiempo que duró la escaramuza de la dupla de turno en el escenario, la que fue amenizada, por una pequeña asiática y una delgada afroamericana, que a la postre término siendo la dudosa ganadora.
El varón le describió abiertamente la clase de contiendas que se realizaban; cuál sería su participación, lo que se esperaba de ella, y las retribuciones que recibiría si la organización de estas justas quedaba conforme con su participación en ellas.
Las mujeres venían de diferentes lugares, por eso era importante hablar y entender un idioma de uso universal, el inglés se acomodaba a esta exigencia, Paula hacía dos años algo más que estaba en los estados unidos y dado su entorno mayoritariamente anglo, al menos en el medio en que se encontraba, aprendió rápidamente el idioma, aunque no de manera muy fluida ni académica, pero lo suficiente para entender y hacerse entender.
Dupont estaba al tanto de la orfandad de Paula y los efectos que le produjo desde sus primeros años, los que a falta de una figura materna que imitar, y sin haber adquirido una identidad propia, copiaba constantemente el proceder de otras personas con las cuales podía identificarse, por las que sentía alguna admiración según su básica formación, las que eran obviamente mayores y más prudentes que ella, lo cual le entraba en provecho, aunque no fueran estas las mejores figuras a emular, pero que al menos la haría presumir más madura e importante, cuál era su más grande anhelo en aquellos años, en que solo era una flacuchenta chiquilla que la edad le jugaba en contra, su mayor preocupación era aparentar ser de más edad de lo que en realidad era, situación por la que pasan casi todas las adolescentes, y Paula no era la excepción.
Aunque la muchacha no tenía clara idea de sus orígenes, de vez en cuando recordaba algunas escenas vividas en Colombia, luchando por sobrevivir, entre un grupo de pilluelos, fumando “Bazuco” que es un subproducto de la cocaína, naturalmente nocivo, pero que entre otras sensaciones; sacia el hambre, produciendo un falso bienestar de carácter lúdico, y que por el pacto de compartirla produce singulares lazos de amistad.
Un mundo en donde se mesclan las dualidades del hambre y la pobreza, la agresividad y el poder, la violencia y la muerte, entre otras tantas lacras sociales.
Si bien sus recuerdos eran pocos, los hábitos aprendidos en este corto periodo de su existencia, la acompañarían todo el resto de su vida.
Habiendo sobrevivido en su infancia y en su temprana adolescencia a la pobreza y al hambre, con el pasar de los años, esto ya sería una preocupación menos, hacía ya tiempo que había aprendido a venderse, solo la violencia asociada a la muerte seguían siendo parte de su subsistencia, aprendió que la agresividad y el poder podían obrar en su beneficio, por otra parte, el bazuco, lo cambió por otra droga mejor, (si así se puede decir), sus necesidades elementales ya las tenía solventadas, en general no modificó sus costumbres, sino que con el pasar del tiempo las mejoró y moderó, para adquirir más tarde otras costumbres, una mayor independencia, y mejores ingresos, pero manteniendo siempre el mismo modelo de conducta y de proceder irreverente.
Increíblemente todos estos pasajes e incluso detalles de la existencia de Paula, que ni ella misma estaba enterada Dupont los conocía, y se lo hiso saber. Estaba al tanto de cómo una traviesa y rapaz pendenciera de once años, fue tomada de la calle por unos delincuentes, a quienes lideraba un gordo homosexual llamado Miguel, y Paula “La loca”, una madura mujer que lindaba los treinta, de la cual heredó su nombre, ya que a la pícara chiquilla se le conocía solo como “Bronca”, bajo cuyo alero y como componente de esta pandilla, tendría protección y respeto, subiendo algunos escalones en su inicial carrera delictual ante sus iguales.
La jovencilla Paula fue iniciada primero en el tráfico y ventas de drogas por las calles, para más adelante participar junto a estos malhechores, al principio en simples misiones de amedrentamientos y más tarde en violentas ejecuciones, las que realizaba sin ningún tipo de remordimiento dada su limitada formación carente de principios, donde se dio a conocer a temprana edad, por su audacia, osadía y predilección por la violencia y crueldad en cada una de estas letales misiones, características que compartían ambas Paulas, las que se hicieron muy temidas y conocidas en el medio delictivo y por la policía, siendo protegidas desde ya por los jefes de los carteles para quienes trabajaban, además cuando debían afrontar a la justicia, era utilizada como una especie de solapado escudo legal, subterfugio muy recurrente por estos antisociales, puesto que por ser menor de edad tenía cierta inmunidad ante la ley.
Durante los años siguientes y en su adolescencia; mientras escalaba posiciones en la organización delictual junto a su mentora y homónima Paula, y más tarde liderando sola las peligrosas misiones encomendadas, la joven Paula se fue convirtiendo en toda una mujer, incluso antes de alcanzar la mayoría de edad, beneficiando este proceso un desarrollo físico precoz lo que evidenciaba su aumento de estatura y cambios hormonales, que al contrario de las incomodidades propias de este desarrollo en la mayoría de las adolescentes, la joven Paula lo tomó con entusiasmo pues era obvio que con ello conseguiría así sus mayores anhelos, lo que era conducirse como toda una mujer ante los demás.
Durante la entrevista, Pierre le señaló que las competencias se harían en “El fuerte Spintria”, una pequeña isla en el centro del Mediterráneo, y que estos enfrentamientos no revestían peligro alguno, al menos para ella como contendiente.
Para sellar el compromiso, y dando el primer paso en señal de confianza y formalidad; Pierre Dupont le extendió un grueso sobre con dinero en efectivo, por supuesto en euros, en cantidad más que suficiente para poder cancelar pasajes a Europa de ida y vuelta, además de costear su estadía y manutención, diciéndole por último:
-Toma este celular por intermedio del cual me comunicaré para darte las instrucciones; primeramente llegarás al aeropuerto de Atenas, después te dirigirás a un hotel donde te haré reservaciones, para hacer contacto contigo y darte las indicaciones de cómo llegar hasta un fondeadero cercano a la ciudad, donde estará esperándote una pequeña embarcación en diez días más para llevarte al lugar de los eventos. Paula de naturaleza desconfiada, miró al francés de manera meditabunda y hasta un poco imprudente para preguntarle:
-¿Qué pasará si no te comunicas conmigo?, Pierre Dupont hiso una larga pausa antes de contestarle, denotando un poco de molestia, pero sin alterarse le dijo:
-Paula por favor fíjate en la cantidad de efectivo que te entregué, puedes usarlo como quieras, para darte una vuelta por toda Europa, cómodamente y volver en unos días, o para lo que tú desees, en la supuesta y remota probabilidad que plantea tu desconfianza, la latina si bien no tenía el don de la prudencia, tampoco era estúpida, pues acusó la falta de tino en su pregunta y exclamo a modo de remediar su error:
-¡Perdón, lo…lo siento!...es que toda esta situación es inusual, y no tengo la costumbre de alternar con caballeros como tú. Dupont ajeno a dejarse llevar por los halagos y sabiendo que la moderación y el tacto no está entre las cualidades de esta especie de mujeres, le quitó toda importancia ingeniosamente al incidente, diciéndole amablemente:
-Cuando nos conozcamos mejor, verás que la confianza será mutua, amiga Paula, luego
como si nada continuó explicándole otros pormenores no menos importantes, los que debería observar una vez que llegara a “Spintria.
Cuando “La loca” se trasladó a los estados unidos para encargarse de los intereses del cártel, la joven “Bronca” como aun la llamaban, adoptó el nombre de ella legalmente, con la ayuda de una firma de abogados consiguió documentar su identidad, en los que se afirmaba supuestamente que su madre era “Paula la loca ”, cuando tenía solo dieciséis años, pero ya destacaba como toda una mujer; de belleza exótica, altiva, tez morena, bellos ojos verdes con un gran temperamento y personalidad, y de cinco pies y nueve pulgadas de estatura, además de sus ciento cincuenta libras de deseable y bien formada anatomía.
A pesar de la diferencia de edad, ambas mujeres eran físicamente parecidas, tanto es así, que Paula (como sabemos), tomó su lugar, como también su modo de vestir y de caminar, la muchacha era una copia de ella, un clon mejorado de la original, con menos de la mitad de su edad, a la cual había iniciado en los últimos cinco años en las tareas del trafico y protección al narco, labores que ya podía realizar sola, sin el apoyo de su tutora Paula, quien en aquellos tiempos mantenía diferencias de procedimientos con Miguel, el líder homosexual y enajenado de los sicarios, con lo cual se producían algunos conflictos, que hacían en no pocas ocasiones peligrar las misiones dadas, por lo que la madura mujer, fue trasladada, encomendándosele otras funciones, como era el acceso y distribución de la “mercancía” en los estados unidos. cambio que fue muy bien recibido por las partes interesadas.
En esta posición la joven Paula se desenvolvió durante un par de años, poco tiempo el cual le tomó insertarse exitosamente (si se puede decir así), en casi todo el quehacer de este bajo mundillo del tráfico de drogas, consiguiendo el respeto y notoriedad ante sus iguales y principalmente ante sus jefes, lo que había anhelado desde su ingreso al delictivo medio.
Hacía un par de años que la joven Paula había sido enviada a los estados unidos para ponerse a cargo de los intereses del cártel, llegando hasta el mentado club nocturno, el que había sido regentado por la “La loca”, y desde algún tiempo a esta parte por otro miembro de la organización; Miguel, el marica demente y viejo conocido que reemplazó a Paula “La loca”, su amiga y maestra, quien era como una hermana, o amantes, como comentaban algunos, la que luego de desempeñarse por casi tres años, y sin anuncio previo desapareció de este medio en misteriosas circunstancias.
Dada esta coyuntura y como la joven Paula ya había obtenido su mayoría de edad hace unos pocos meses, entonces la organización decidió que ella sería desde ahora el nuevo nexo, junto con Miguel, encubriendo su identidad de la misma manera que lo hiso “La loca”; como bailarina y luchadora en shows del tipo catfight, para dedicarse veladamente a su verdadera función, como era la de cooperar con el cártel.
Durante el tiempo que tenía por delante, y según lo charlado con Pierre su reclutador, Paula se alejaría entonces, alrededor de un par de semanas del medio, la muchacha se dedicó a reorganizar todos sus compromisos, y no era solo el show en el club, ya que este lo utilizaba (como ya se sabe), al igual como lo hiso “La loca”, para encubrir su actividad delictiva, razón principal por la que se encontraba en el país del norte, la que era rentable, ilegal y peligrosa, trabajando para el cártel de la droga sudamericano; eliminando la competencia, creando los nexos necesarios para facilitar la entrada de la droga por las costas de Florida, asegurando el tránsito de esta por vías más confiables, recibiendo los envíos de las mismas y distribuyéndola entre los traficantes minoristas del lado atlántico.
Paula había encontrado en su tocaya, la orientadora natural para el tipo de vida que quería llevar, incluso participar en números de lucha femenina de fantasía, para encubrir su otra actividad, lo cual fue ingeniosamente concebida y realizada por la madura Paula, y que después la joven, una vez que se hubo encargado de estas tareas la asumió perfectamente, como asimismo conseguir mejorar sus habilidades combativas, con la práctica de las artes marciales en competencias deportivas legales, las que habían sido motivadas por su madura homónima hace un tiempo atrás en Colombia, para beneficiar sus otras ocupaciones ilegales.
Paula comunicó de su ausencia a sus jefes y a Miguel su actual coparticipe en el tráfico de ilícitos, aduciendo que viajaría fuera del estado, para concurrir a un evento “Deportivo”, como acostumbraba comunicar también la madura Paula cada vez que se ausentaba para participar en alguna competencia de verdaderas competencias en estas ligas, pretexto que usaban también para los encuentros, “underground” privados, en los cuales tanto mujeres como hombres participan con más o menos discreción, según sea el grado de truculencia que puedan tolerar y aportar, los que económicamente son más lucrativos mientras más violentos sean, no obstante tenían el inconveniente de terminar contusas en algunas ocasiones, pero que bien valían la pena, no solo por las retribuciones recibidas, sino también por la ocasión de poder dejar salir sus salvajes instintos naturales de sádica castigadora, donde podía golpear, aplastar y hacer sufrir a su oponente, en un escenario con muy pocas reglas, limitadas tan solo por la rendición de su rival, o un sufrido “knock-out”.
De todas maneras el pretexto fuera válidamente deportivo o no, sus jefes serían los menos indicados para cuestionar a tan caras colaboradoras, es más, en no pocas ocasiones ellos mismos alentaban a su personal a participar en estas actividades, que beneficiarían a la postre su actividad criminal.
Con toda su documentación en orden, Paula separó un billete para la semana próxima, siguiendo con la misma rutina de todos los días, hasta el momento de dirigirse al aeropuerto, para tomar el vuelo a Europa temprano por la mañana del día viernes, oportunidad en que informó recién, solo por seguridad y privacidad a los más cercanos de su ausencia, dejándole precisas instrucciones hasta su regreso en unos quince días más, de todas maneras estaría en contacto e informada de ser necesario a través de las redes disponibles para estos efectos.
Luego de un rápido trasbordo en Málaga, el avión aterrizó antes de la medianoche en el aeropuerto de Atenas, a los minutos sonó el celular que ya estaba habilitado para ser usado tal como le había dicho Dupont, este la saludó y le indicó el hotel en que tenía reservas y otros pormenores. Paula luego de los acostumbrados trámites en el aeropuerto, tomó un taxi desde el mismo al hotel que se hallaba a no más de media hora. Era mediados de julio, pleno verano en este hemisferio y la temporada se hacía notar.
El clima era caluroso, ¿era al que llamaban mediterráneo?, “meditaba”, más bien había pensado que este era un clima más templado, más moderado, más agradable, pero bueno, estoy acostumbrada a estos climas, en Colombia, en Florida y ahora el clima mediterráneo, ¡Vaya! “se dijo para sus adentros”, mientras echaba una mirada por un ventanal de su alcoba del hotel que daba al mar y ordenaba sus pertenecías, para luego disponerse a dormir.
Esa noche, pudo mucho más el cansancio del ajetreado día, fácilmente llegó a conciliar el sueño, para despertar por la mañana, cerca de las once para darse un corto y frío baño para despabilarse, vistiéndose con una tenida playera. Estaba en esto cuando nuevamente sonó el teléfono celular, por supuesto que era Dupont, para indicarle el lugar exacto donde tendría que abordar un yate llamado “Achillia”, que estaría anclado al mediodía, esperándola para zarpar en un embarcadero privado, a pocos minutos del hotel, cerca del puerto del Pireo.
Una vez recibida toda la información y teniendo unos minutos disponibles aun, se dirigió a la cafetería desde donde llamó un taxi mientras apuraba un café con croissant. El día era sábado y una vez que hubo finiquitado los pormenores de su estadía, salió del hotel a eso de las once con cuarenta, abordando el taxi que la estaba esperando en las puertas del hotel, una vez arriba, le indicó al conductor la dirección del embarcadero, sin antes batallar con el testarudo sujeto que se negaba a entender otro idioma que no fuera el griego, finalmente las señas y los ademanes funcionaron, unos diez minutos más tarde se detuvieron frente a un atracadero, en donde estaban fondeadas varias embarcaciones.
Paula canceló el viaje, sin dejar propina, y se bajó muy molesta del carro. Ya en el malecón, indagó por una pequeña nave con el nombre de “Achillia”, según le había indicado Dupont, observando a unos marineros y a dos espigadas mujeres que deambulaban por el sector delante de ella, a poco caminar, y a no más de veinte metros de donde se encontraba, divisó un yate con este nombre, aproximadamente de unos treinta metros de eslora, cuatro hombres estaban sobre la cubierta, parecían estar atentos a quienes pasaban transitando, sería mucha la coincidencia, o era el yate que estaba buscando, vaya que es pequeño, “pensó” como serán a los que llamará grandes Dupont, luego recordó eso de la “confianza mutua” que este había expresado en el club hace unos días.
Bueno las cosas se estaban dando según lo planeado, me gusta, si me gusta “Pensó la
chica”, y se aproximó sintiéndose ahora mucho más tranquila. Sin lugar a dudas se trataba del mentado navío, los cuatro hombres eran parte de la tripulación, que en ese momento recibían y atendían a las dos mujeres que Paula había advertido momentos antes, observando cómo eran invitadas a abordar la nave por el que parecía ser el jefe, que sobre la cubierta, apremió las acciones, indicándole a dos de los marineros presentes, que asistieran y acompañaran a las invitadas, conduciéndolas al interior del yate, a la vez que se volvía a poner atención a Paula que se hallaba aun sobre el muelle, deduciendo que probablemente era otra de las invitadas que se aproximaba. El individuo saludó desde la cubierta haciendo señas con la mano a Paula que se encontraba sobre el muelle, y formando un cono con ambas manos, se las llevó a la boca vociferando en español con un marcado acento griego:
-¿Es usted invitada del señor Dupont?
-Sí así es, le contestó la morena a viva voz.
Entonces el sujeto descendió presto desde la cubierta al muelle a través del pequeño
puente inclinado, este vestía uniforme blanco con insignias alusivas, una gorra de capitán con
la típica ancla distintiva, que a diferencia del resto de la tripulación quienes iban uniformados
en forma menos ostentosa, con un aparatoso proceder se presentó:
-Permítame presentarme yo soy el capitán del yate, Theo Theodoridis, sea bienvenida
a bordo, yo y mi tripulación estamos para servirla. Debo decirle que han sido muy puntuales a
la hora de llegada, lo cual le agradecemos, puesto que por fortuna la mar estaba calma, por lo
que pudimos atracar junto al malecón, sirviéndonos solo con las defensas del yate y un par de
amarras, y no tener que echar anclas mar adentro para comodidad de ustedes y la nuestra,
por lo que debemos abandonar el embarcadero mientras se mantengan las condiciones del
tiempo y no abusar de nuestra suerte, dicho esto con un gesto indicó a unos de los tripulantes
que subiera el equipaje de la joven muchacha, luego con un teatral ademán extendió el brazo
a manera de invitación diciendo:
-Por favor…
La chica imitando el comportamiento del capitán aceptó la insinuación acentuando con un tenue movimiento de cabeza, y haciendo una burda reverencia, subió al yate, seguida por su amable anfitrión.
Una vez a bordo el capitán la acompañó hasta un camarote, diciéndole:
-Como usted debe haber visto hace algunos instantes subieron dos mujeres, a quienes
no conoce supongo,... ¿O sí?
-¡No!,… no las conozco respondió Paula, pero ya habrá tiempo para conocerlas.
-No lo creo, dijo Theodoridis, aquí no se hacen amistades, y a cada cual lo suyo.
-¿Estas mujeres también participan en los eventos, no es así? inquirió Paula
-Así es le señalo el capitán.
-Ahora entiendo, manifestó la chica.
A continuación el capitán continuó explayándose:
-Al parecer es la primera vez que usted participará. Ellas lo han hecho ya en varias ocasiones y lugares, este yate traslada a las mejores contendientes, pero mayor información no puedo darle; ni nombres, ni lugares, son las normas establecidas, como se lo tiene que haber hecho saber Pierre en su primera entrevista.
-¡Oh si por supuesto! respondió la morena, luego el capitán Theodoridis continuó con otras breves pero necesarias aclaraciones:
-La organización tiene por norma la discreción de sus empleados y participantes, es tan simple que con tan solo esta consideración, cada persona asegura el éxito de su estadía, todo lo que debe saber ya se lo ha informado el señor Dupont, y si la calificó para presentarse en este evento, también debió aconsejarle cautela, por otro lado debe haberle sugerido que su continuidad en este círculo, si así usted lo desea, dependerá del compromiso y lealtad que tenga con este. Si no hace preguntas y mantiene reservas, tendrá una provechosa estadía en esta exclusiva comunidad que tutela el señor Hermann, que como se lo debe haber dicho Dupont es nuestro empleador; y si queda satisfecho con su participación, como también los demás miembros, tendrá la ocasión de presentarse en futuros y singulares eventos, pudiendo
conocer a poderosos, generosos e influyentes personajes, lo que le puede reportar suculentos dividendos.
Más tarde mientras Paula ordenaba en el camarote sus pertenencias, escuchó al capitán dando las órdenes de rigor, para vociferar finalmente en alta voz:
-¡Desaten cabos…suelten amarras!
La chica latina acercándose a una ventana “Ojo de buey”, miró hacia afuera como un joven marinero saltaba de la cubierta al muelle para desatar hábilmente los gruesos cabos de la embarcación, arrojándolos después sobre la marquesina, operación que tardó unos tres minuto, para volver prontamente a bordo de la misma manera en que lo había dejado, de un brinco, luego escuchó el característico sonido metálico de la cadena del ancla al recogerse, sintiendo más tarde un sonido de motores, y un bamboleo mayor que el habitual, lo que indicaba que la nave empezaba a dejar el muelle en donde estaba atracada.
Durante una hora más menos estuvo recostada en una de las dos literas que tenía el camarote, naturalmente eligió la que le pareció mejor, luego se levantó para observar por la pequeña ventana circular como el yate iba bordeando la costa, para volver nuevamente a la cómoda litera por algunos momentos, cuando se sintieron tres golpecitos en la puerta de su camarote sacándola de una tranquilizante modorra que casi consiguió dormirla, la muchacha entonces se levantó y caminó con desgano hasta la puerta, abriéndola, quien golpeaba, era un apuesto varón quien se le dirigió cortésmente:
-Señorita soy Arsenio su asistente, el capitán me pidió le dijera, si usted tenía a bien reunirse con él en cubierta, en unos momentos.
-Muy bien Arsenio, dígale a su capitán que estaré allí en un unos minutos, gracias.
Una vez que Paula llegó al puente donde estaban reunidos la tripulación y las dos
mujeres que habían abordado antes que ella, escuchó al capitán decir:
-Tengo el grato honor de darles la bienvenida a nuestras distinguidas invitadas, estoy
a vuestro servicio, como también la tripulación que nos acompaña, mientras Paula escuchaba
buscó un lugar donde sentarse para continuar así atenta a la arenga del capitán.
-Quiero presentarles a Hans, el segundo de a bordo, mi lugarteniente y mecánico, el es
alemán, luego presentó a un sujeto de rostro y actitud afable”, el es Manuel nuestro cocinero
y es español malagueño, yo, como ustedes saben soy el capitán Theo Theodoridis, soy griego,
como el resto de la tripulación, vuestros asistentes y ordenanzas.
-Para mí es un deber comunicarles que el yate y todas las personas que se hallan a bordo, están regida por la jurisdicción del país o estado en que se encuentren, vale decir; dentro de un espacio marítimo determinado a lo largo de la costa de las aguas por las cuales navegamos, me hago cargo del mando del yate según estas leyes normas y procedimientos internacionales para la navegación.
El capitán les expuso las reglas generales, agregando finalmente:
-Cualquier pregunta pertinente en cuanto a los servicios, estoy presto a informarles, además, debo indicarles que por explicito mandato de nuestros superiores, en nuestro paso por los puerto en que recalaremos deben mantener una conducta discreta de la misma forma que lo haría cualquier persona que se encuentre de turista o prestando algún servicio en hoteles, como touristguide, o estudiantes haciendo investigaciones de algunas ruinas de la cultura helénica, lo cual es muy común en estas islas. No deben llamar la atención usando vestimentas llamativas, como tampoco aquellas que puedan parecerse tanto en sus diseños, como en sus colores o en apariencia cuando se reúnan dos o más de ustedes en lugares públicos, ahora no habrá problema si esta situación se produjese en la embarcación o bien en el emplazamiento donde se desarrollen los eventos a los que nos dirigimos. Cualquier otra cosa que necesiten, pueden solicitarlas a sus asistentes, o bien a algún otro miembro de la tripulación que se encuentre disponible.
-Que hay de las comidas, preguntó Paula, interrumpiendo con poco tino al capitán.
-Las comidas diarias durante cada jornada serán tres, (manifestó a modo de respuesta el capitán Theodoridis), nuestro cocinero Manuel y un auxiliar serán las personas encargadas de prepararlas; en la mañana, luego del mediodía y en la noche. Para estos efectos no habrán horarios fijos, siempre y cuando lo hagan en horas razonables, excepto por razones obvias para la tripulación, y como esta la hemos reducido para esta oportunidad, no tendremos servicio de habitación, por lo que les sugiero tomen sus respectivas colaciones en un comedor adjunto a la cocina, o si lo prefieren aquí en cubierta, aprovechando el buen clima que tenemos. Estará disponible además el servicio de cafetería o snack bar durante el día, para quienes deseen tomar alguna bebida, o algún bocadillo entre comidas, para tal efecto tendrán a su disposición diferentes comestibles envasados para que cada una de ustedes disponga. Ah! exclamó, en algunos momentos más Manuel tendrá listo algunos refrigerios para el medio día, espero que lo disfruten.
Agradeciéndoles la atención a esta información, Theodoridis se retiró junto con sus hombres a sus labores habituales, Paula hiso lo mismo dirigiéndose a su camarote, mientras
las otras dos mujeres que se conducían con actitudes apáticas y distantes, permanecieron en cubierta seguramente para disfrutar de la agradable brisa marina y broncearse el sol.
(Cap.2°: “El castigo”)
Poco después del mediodía Manuel el cocinero malagueño recibió a Paula desde el otro extremo del mesón de la cocina frente a unas acomodaciones informales para cuatro o cinco personas, espacios que usualmente usaban los anfitriones o los invitados, pero que en esta oportunidad ocuparían estas especiales pasajeras.
Como se trataba solamente de trasladar pasajeros y no un crucero de recreo, el mayor lujo culinario que se proponía, era una variedad de tres platos a escoger, los que Manuel el dicharachero y gentil español ofreció a la dama latina diciéndole:
-Le tengo un platillo mediterráneo en base a pescado y verduras, o si le apetece tengo carne de ternera asada con una guarnición más oriental, o una sencilla comida envasada del tipo americano.
La chica prefirió la primera sugerencia, luego le ofreció una variedad de bebidas, en contrapunto con la limitada variedad de platos, lo que les sirvió para bromear al respecto y distender la relación que comenzaba, Paula agradeció y rechazó el ofrecimiento, aceptando solo un vaso de agua helada, que ella misma se sirvió desde un dispensador.
-A modo de disculpas Manuel le dijo luego que:
-Si bien a bordo, la diversidad de las comidas no es variada, tenga la seguridad que está muy bien preparada, y lo mejor aun, es que puede repetirse cuantas veces quiera, de hacerlo me dejaría muy complacido, ante lo cual la muchacha soltó una carcajada, diciéndole:
-Como me gustaría complacerlo Manuel, pero para mí navegar me produce mareos y nauseas, por lo que no me parece conveniente comer demasiado, de todas maneras está muy delicioso este platillo.
-Entre bromas y risas se hiso más agradable la conversación, sumado a esto, el idioma de Cervantes que compartían hiso que fuera aun más placentero y fluido el momento, el que fue derivando al tema que la muchacha quería indagar y que ahora con algo de paciencia y mesura preguntó:
-Bueno, y a propósito de comidas... (Observando hacia fuera a las dos mujeres que se encontraban merendando en cubierta, le pregunto con el mismo tono y naturalidad con que se llevaba el tema):
-Y ¿ellas que pidieron para comer?, el español luego de un carraspear mal fingido, le contestó:
-¡Ah! ellas pidieron lo mismo que usted, el plato mediterráneo.
La joven latina acentuó con la cabeza en actitud de quien está oyendo atentamente, para motivar una más larga respuesta, esfuerzo que no tuvo mayor eco, por lo que prosiguió esta diciendo:
-Parece que les gusta la vida sana, al igual que a mí, al parecer evitan ingerir grasas, se cuidan, a juzgar por sus figuras, sin embargo me parece que la rubia está algo más tonificada que la mujer pelirroja, además de ser mucho más joven ¿No le parece a usted Manuel?, este después de otro carraspeo le respondió:
-Bueno “Ebba” la rubia se incorporó al grupo mucho después de la pelirroja; hace unos tres años, inclusive fue la francesa, o sea Rouge fue quien la acompañó y la instruyo en sus primeras apariciones, teniendo un esperado y exitoso debut dadas las expectativas que se tenían de ella, según los antecedentes que se encargó de difundir la propia “Harpie Rouge”, la denominación completa con el que se conoce a la pelirroja, que lleva al menos concurriendo a estos juegos una quincena de años, y es la más antigua de las “Gladiadoras”, como también se conocen a las participantes, Rouge era una de las favoritas del señor Hermann y su círculo, hasta hace algún tiempo, ahora sus participaciones se limitan a mantener su posición en encuentros que exijan muy poco esfuerzo y energía, las que ya han ido menguando en ella, pero que a cambio de esta condición, utiliza una mayor procacidad y voluptuosidad durante sus presentaciones, la que no ha disminuido para nada con el paso de los años, y muy al contrario, la ha ido aumentando, para mantener así el interés de sus fans.
-Entonces la pelirroja no es una de las participantes más representativas, por lo que deduzco que las demás deben de ser similares en contextura y edad a la de la rubia, aunque pienso que, “La Harpie Rouge”, como la nombró, sigue siendo de cuidado.
-Así es, de todas maneras sea prudente, y no me comprometa, prosiguió agregando el agradable sujeto, aunque es solo cosa de tiempo para que se entere, porque muchas de las historias que se cuentan, son secretos a voces, no es mucho mas lo que puedo revelarle al respecto, además de que debe evitar toda clase de discordias o altercados con el resto de las mujeres, créame que algunas lo buscan, cuando pueden beneficiarse de estas situaciones, y como último consejo...
-Dígame por favor Manuel, le apremió casi tímidamente Paula, continuando este:
-Manténgase lejos de ese par de arpías si sabe lo que le conviene.
Luego de dejar el sector del comedor, Paula se dirigió al exterior, cerca de donde se hallaban hace unos minutos ambas mujeres, mas solo se hallaba la pelirroja no muy distante de donde se detuvo la morocha, apoyándose esta a un costado en la baranda de protección, para quitarse solo la prenda inferior del buzo, dejándose la sudadera.
Dada las dimensiones de la cubierta, la distancia a la que se encontraba era la más discreta en que se podía ubicar Paula para respetar la intimidad y los espacios de cada una, lo cual para Rouge, que bien pudo comprobar más tarde, poco o nada significaba, la que en ese instante se quitaba una bata blanca que la cubría, quedando totalmente desnuda, untándose crema por todo el cuerpo, salvo en la espalda naturalmente, una vez terminada la acción, dejó el pomo a un lado, para observar con desaire a Paula, tendiéndose de bruces sobre una toalla.
Paula intrigada por enterarse de los acontecimientos que se venían, aun más, estimulada por los comentarios del cocinero, quiso ilustrarse de primera fuente y haciendo caso omiso de los consejos de este, se acercó un poco más deslizándose a lo largo del pasamano, y alzando un poco la voz trató de entablar una conversación con la pelirroja, le dijo:
-Si quieres te puedo colocar aceite en la espalda,... y aguardando una respuesta por prolongados segundos, solo recibió una punzante mirada de soslayo que pasaba por encima de su aguileña nariz sin siquiera levantar ni girar la cabeza, para luego cerrar sus grises y fríos ojos, mientras voceaba:
-¡Ebba, Ebba,...Ebba!
Paula que se había apoyado sobre una boya atada a la baranda, advirtió unos instantes después la presencia de alguien que se aproximaba por el lado, giró la cabeza instintivamente para mirar, en el momento que la figura pasaba frente a ella propinándole un empellón que casi la arrojó al agua o en el caso más afortunado la hubiera tirado al piso si no es por sus rápidos reflejos, la muchacha tuvo la intención de responder a la agresiva e irracional acción, pero se contuvo, ya se lo habían prevenido tres veces; primero fue Dupont, después el capitán y hacía pocos minutos Manuel.
Quien había pasado de forma muy poco cortes, por decir lo menos, era al parecer la llamada Ebba, cubierta tan solo con la parte inferior de un bikini blanco, llevando un vaso de bebida y dirigiéndose a su amiga, le preguntó con voz despreocupada y cantarina, con un marcado acento nórdico:
-¿Si querida,…me llamaste,... me necesitas?
-“Oui mon chérie”, le contesto la otra, con un tonillo francés:
-Por favor ponme bloqueador sobre la espalda donde mis manos no alcanzan, pero las tuyas tan suaves sí, antes que una inmunda perra insista en hacerlo, poniendo sus apestosas manos sobre mí, la nórdica se volvió y miró a la sin duda mencionada Paula, que escuchó las hirientes palabras, teniendo muy claro, a quien se refería la deslenguada Rouge como la perra de apestosas manos.
Paula en muy poco tiempo se hiso de dos enemigas, y lo que es peor aún, si quienes la han agredido son amantes de cuidado, primero la rubia físicamente con un empellón, y más tarde de manera verbal la pelirroja Rouge sin mediar ninguna provocación, Paula hubiera querido responderles de la manera que también sabía hacerlo, mas tuvo que contener sus impulsos, sin lugar a dudas que estas cretinas no saben con quién están tratando “Pensó”
Pierre Dupont durante la entrevista aquella noche en el club, le explicó conductas que debían observar y seguir, desde los primeros momentos en que asistían a estos juegos, de no ser así podrían ser sometidas al “Castigo” que imponía la organización.
De haberse alejado Paula, luego del incidente, habría quedado en evidencia que este par de mujeres hubieran tenido éxito en su manera de proceder, entonces sin retirarse se dispuso a observarlas con una actitud abiertamente provocativa, esta era la estrategia que había aprendido de su amiga y mentora Paula “La loca”, después cruzando sus brazos por delante de su abdomen en una varonil actitud, y con ambas manos a la altura de las caderas, empuñó la parte inferior de la sudadera, tirándola hacia arriba, dejando al descubierto su soberbia figura que exponía cubierta con un sucinto bikini color piel, el que hacía destacar sus turgentes pechos, y sus musculosos brazos, depositando luego la sudadera sobre la baranda en que se apoyaba, exponiéndose así ante los ojos de las dos mujeres, quedando con ambas manos sobre sus caderas, provocándolas abiertamente en desafiante postura.
La rubia no pudo evitar advertir el sutil mensaje enviado, esta que estaba a unos cinco metros de Paula, parada a un lado de la pelirroja, pasó una de sus piernas sobre ella, dejando una a cada lado del tendido cuerpo de la pelirroja, para acuclillarse, montándola entre las nalgas y la espalda, después por algunos momentos le quitó la vista a la morena para buscar el pomo bronceador, tomándolo y observándolo con una mirada meditabunda, y en una súbita actitud rehusó utilizarlo, dejándolo a un lado con desgano, para levantar la mirada y pasearla descaradamente por la bella anatomía de la muchacha latina que se mostraba abiertamente frente a ella, provocadora e insinuante, en ese momento la rubia entendió muy bien el desafío que le enviaba provocadoramente la chica morena, aceptándolo al momento con la sutil seña de abrir un poco la boca y lamerse lentamente el labio superior, haciéndole entender que el sensual interés era mutuo.
Sin lugar a dudas la estrategia había resultado, Ebba no la estaba ignorando, sin dejar de mirarla extendió sus manos sobre la espalda de su compañera mientras echaba su cabeza lentamente hacia atrás ondeando su larga y rubia cabellera, abriendo otra vez su boca para tomar una bocanada de aire y retenerlo por algunos momentos, hinchando sus desnudos y firmes pechos, para exhalar lentamente a la vez que deslizaba sus manos por le espalda hasta la cabeza de la pelirroja, agarrándola del cabello y levantándola violentamente, obligándola a observar a Paula que se encontraba frente a ellas. Para asegurar su cometido la contuvo en esta incómoda posición agarrándola del mentón con la otra mano hasta que escuchó las quejas de la agredida pelirroja, que privada de girar la cabeza balbuceaba:
-¿Mon chérie…qué te pasa…que te pa…?
La nórdica amazona manteniéndola en esta posición acercó su boca a la mejilla de la pelirroja como si le quisiera confiar algún secreto, pero en vez de eso empezó a juguetear con el lóbulo de su oreja para atraparlo suavemente entre sus incisivos, luego levantó la vista para cruzarla con la de Paula, y cuando tuvo la total atención de esta, empequeñeció su mirada mordiendo el lóbulo de la francesa haciéndolo sangrar, en el mismo instante que con la palma de su mano le cubría la boca, ahogando el grito de dolor que luchaba por escaparse. Una vez que la mujer cesó de quejarse por el dolor, entonces recién le soltó la quijada y liberó de entre sus dientes el carnal apéndice de su oreja, exhibiéndose cruelmente satisfecha mientras se le escapaba por la comisura de sus labios un hilillo de la sangre de su compañera de juegos ante los ojos de Paula que la miraba sin disimulo alguno, intensamente estimulada.
Ebba abiertamente le señalaba a Paula con esta actitud que disfrutaba castigando a la pelirroja, queriendo seducirla claramente con esta violenta ignominia. La muchacha morena empezó a presentir por lo conversado con las diferentes personas comprometidas con estos eventos, que todas las participantes e invitados a estos, venían a satisfacer sus inclinaciones sádicas al extremo, por lo que con seguridad “Pensó”, Ebba esperaba participar con ella en estos peculiares juegos, percatándose también sin lugar a dudas de la evidente naturaleza de ella, empezando a sentir un sexual interés por la abusiva sueca, de la misma manera como lo había experimentado con quienes la habían iniciado en estos privados deleites hace algunos años, cuando recién incursionaba en el mundo de la prostitución con algunos clientes de gustos extremos, y lo que en un principio fue por necesidad, más tarde fue descubriendo que era parte inherente de su perversa inclinación.
La rubia se mostraba impasible, siguiendo con su accionar, y estirando ambos brazos, le afirmó la cabeza fuerte y violentamente contra el entablado, al tiempo que levantaba la suya, echando su blonda cabellera hacia atrás, atisbando con los ojos a medio cerrar a Paula, con un gesto cómo de quien busca la aprobación de este impetuoso y agresivo acto.
Paula observaba extasiada, no podía dejar de embelesarse por la mirada de la soberbia vikinga, que se cruzaba insolentemente con la suya, su dorado cabello le cubría medio rostro y sus bellos ojos azules entreabiertos con una expresión de maldad la seducían, induciéndola a que continuara atenta a esta descarada exhibición. La nórdica montada con altivez y soberbia, apretó sus musculosas piernas, hundiéndole las rodillas, comprimiéndole las costillas y la cintura, infligiéndole gran dolor, por la fuerza o por el propio y enfermizo consentimiento de la subyugada pelirroja.
Sobre cubierta estaban presentes las tres mujeres y un tripulante que limpiaba parte de la pasarela, este no se percataba de la escena o no le otorgó importancia a las dos féminas que revelaban abiertamente sus perversos pasatiempos, por lo que es de suponer que estaba habituado a este tipo de excentricidades por parte de estas pasajeras, las que comparadas con los eventos organizados por Karl Hermann, eran tan solo inocentes e inofensivos juegos de adolescentes, de lo cual se enteraría más tarde la chica latina.
Los débiles quejidos de dolor de Rouge se confundían con los orgásmicos gemidos guturales que se escapaban roncamente de la garganta de la nórdica mujer, cada vez que esta la comprimía, seguido por desvergonzados movimientos de sus caderas hacia atrás y adelante, deslizando y presionando su sexo en la espalda de la pelirroja, repitiendo maliciosamente esta rutina de castigo con elaboradas y sugestivas variables.
Si se hubiera tratado de relaciones entre personas discretas, tendrían la ventaja que el ruido no se escucharía más allá del entorno inmediato, puesto que este sería silenciado por el sonido del agua al golpear en el casco de la nave, pero para ellas, esta clase de moderación no estaba en su manera de proceder ni en su desmedido estilo.
Dar y recibir castigo se prolongó por casi una media hora, el bronceado cuerpo de la rubia brillaba a la luz del sol, la transpiración manaba de su cara y cuello, hasta sus desnudos pechos y espalda, para luego deslizarse por su firme abdomen y caderas, mojando su reducido bikini blanco, llevándolo a un tono grisáceo en las zonas humedecidas. Bajo ella y en sumisión total la francesa recibía humillantemente el sudor que descendía del cuerpo de la dorada y bella amazona torturadora
El ritmo del corazón se le aceleró a Paula, empezó a sentir cosquilleo y calor por todo el cuerpo, sintió que la temperatura en el ambiente subía, ya sea por el sol de la tarde, ya sea por el tórrido acto, o bien por ambas razones, por lo que levantando los brazos, se tomó el cabello con ambas manos haciendo peines con los dedos para airear y desenmarañar su cabellera, teniendo especial cuidado de mostrar sus musculosos brazos, mostrándoles a las dos mujeres lo que tenía, y si por alguna razón, otra relación se derivaba más adelante, sabrían que ella podría ser una temible y fornida contendiente, o una valiosa y poderosa amiga. Paula empezó a entender del porque Dupont la había elegido, pensando que no era la única que debía satisfacer estos inusuales instintos, la escandinava de la misma tendencia, asimismo necesitada y debía liberar ese impulso para mantener el necesario equilibrio de su naturaleza, que les era común a ambas, y quizás a todas las que el francés elegía para estos eventos, me gusta, si me gusta “pensó”. Ebba una vez que hubo satisfecho su mórbida afición, se apoyó con las palmas de sus manos sobre la espalda de la pelirroja mujer, aplastándola descuidadamente, al tomar impulso al erguirse. Una vez de pie, el sudor retenido en el bikini, resbaló aun más entre sus piernas, cayendo sobre el cuerpo de la francesa bajo ella. Ebba mirándola apáticamente y con hastío, levantó la cabeza para mirar a la morena, y sin mediar palabra se retiró con el andar que suponemos debiera haber tenido una imponente valkiria de la mitología escandinava, tomándose de la baranda en la que estaba apoyada unos metros más adelante la joven latina, y cuando llegó hasta ella, rozó suavemente con el dorso de su mano, el brazo y el duro vientre de esta, para mirarla detenidamente, luego de esta pausa, siguió caminando, a la vez que se volteaba, avistando de soslayo y burlonamente a la francesa, que la miraba penosamente desde el suelo. Exhibiéndose con esta burlona actitud ante la joven muchacha, a la que sabía que había complacido y estimulado, sometiendo y humillando ante sus ojos a su madura amante.
Paula luego de la ilustrada y creativa experiencia, volvió a sus compartimientos, no sin antes dar una última mirada socarrona a la francesa Rouge, que permanecía aun de bruces recuperándose del castigo recibido. Aprovechando esta oportunidad, esperó que la pelirroja alzara la mirada hasta que esta se cruzara con la suya, para hostigarla diciéndole:
-¡Perra perdedora!, a la vez que se volteaba, y se retiraba, cimbrando atrevidamente sus caderas mientras se alejaba del lugar.
La actitud de reserva que Paula presentaba a medias ante el español y Theodoridis, era solo una estrategia para conocer detalles de lo que Pierre no le había dicho, por lo que buscaba la manera para poder indagar, ya por un lado Manuel le había adelantado una valiosa información de las dos mujeres que la acompañaban. En cuanto a los enfrentamientos no tenía temor, confiaba en su arrojo y en sus aptitudes marciales, ninguna mujer conocida por ella hasta este momento podía considerarla una rival digna, aun cuando si tuviera que enfrentarse a la nórdica, “En honor a la verdad”, no sería fácil derrotarla, pero la francesa, bueno..., eso sería más sencillo, “Pensó”, por otra parte Dupont le aseguró que mientras siguiera las reglas instauradas, no correría ningún riesgo su integridad física, y que por añadidura solo le traería beneficios, la pregunta que se hacía la latina era, “si a todas se nos garantiza esta seguridad”, entonces como podremos combatir entre nosotras, sin salir malheridas, al menos la derrotada, ¿Cómo serán entonces estos enfrentamientos?, pará que tanta discreción, porque somos tan investigadas, además de los onerosos pagos por nuestra participación”. Todas estas preguntas y otras se hacía Paula mientras se acomodaba en el lecho de su camarote para tomar una reparadora siesta.
Aquella noche se sirvió la cena para comodidad de todos, en tiempos diferidos, la tripulación primero, para continuar con las mujeres, que ocuparon los mismos espacios que en la tarde de ese día, haciendo de la oportunidad una grata y breve tertulia que entabló Paula con Manuel, mientras las otras dos mujeres discutían sobre cubierta, al parecer, en no muy buenos términos, para retirarse al cabo de algunos minutos a sus camarotes, luego la morena hiso lo mismo despidiéndose del español.
La mayor preocupación de Paula era como abordar a alguna de las mujeres presentes para obtener un testimonio de primera fuente, era evidente que las únicas dos presentes por el momento son unas arpías, aunque podría existir alguna posibilidad de intimar con la rubia pensó, pero sería igual que tener a una víbora en mi almohada, estaba meditando en esto, cuando escuchó una discusión desde el camarote de las amantes perversas. Al principio se trataba de frases ininteligibles, por los distintos acentos e idiomas que se oían, pero a medida que la discusión subía de tono, Paula pudo entender algunas frases entrecortadas de la sueca que al parecer decía dado su singular acento:
-Contrólate Rouge, la muchacha latina no tiene ningún interés para mí, no vayas a cometer un error,... no lo hagas... no te puedes arriesgar al “Castigo”… ¡estás loca!
A continuación se escuchó un brusco ajetreo con otros tantos gritos, luego la voz de Rouge que histéricamente gritaba en su idioma:
-¡Je vais la tuer, la mataré, mataré a esa perra!
-Se escuchó posteriormente a la sueca manifestar con su típico acento:
-Ella es más joven que tú, creo que no tendrías posibilidad alguna de salir bien parada
contra ella si te aplican el “castigo.
Luego se escuchó un trajín y algunas quejas, para terminar Ebba diciendo:
-Tú has lo que quieras, pero no interfieras en mis actos, yo haré lo que se me antoje,
con quien, cuando, y donde quiera.
-Enseguida se sintieron unos decididos y firmes pasos que salían del camarote y a continuación un portazo.
-A continuación se hiso un breve silencio, seguido por los gritos de Rouge que tiraba y destrozaba cosas incontrolablemente, esta vez la morocha sonrió maliciosamente y empezó a planear en su insidiosa mente la estrategia.
Como era indudable, la que dejó el camarote fue la rubia, por lo que Paula se vistió rápidamente con un blusón rojo, un ajustado pantalón de satín del mismo color y zapatillas, saliendo rápidamente del camarote al encuentro de Ebba. Estaba empezando a anochecer, y la briza se hacía más fresca que la de la tarde.
Paula se dirigió a cubierta, donde esperaba que se encontrara Ebba, no habían muchos lugares a donde pudiera estar, efectivamente ella estaba en cubierta, y estaba vestida toda de blanco con unos ceñidos shorts, zapatillas y blusa, apoyada en la misma boya en que hace un algunas horas atrás se había acomodado Paula, esta lo tomó sin lugar a dudas como un sutil mensaje, la sueca estaba de espaldas al mar, con sus codos apoyados sobre el pasamanos, con una de sus piernas flexionada hacia delante, Paula caminó directo y decididamente hacia ella.
Ebba estaba mirando al suelo, como si hubiera cometido una niñada, con una fingida expresión de bebita caprichosa, y frunciendo los labios le dijo deliciosamente, con su nórdico y distintivo acento en tono infantil:
-¿Por qué tardaste tanto?, dejándome aquí tan solita.
-Porque mamita estaba ocupada mi bebita respondió Paula siguiendo el mismo juego
y tenor de sus palabras, acercándose más, hasta rosar sus agitados pechos, continuando
hasta presionar su abdomen con el de ella, que seguía con su cabeza gacha mirando hacia
abajo, y cogiéndola tiernamente por el mentón, se lo levantó lentamente, quedando frente a
frente, con sus labios a la misma altura, Paula presintió que la escandinava quería probarla,
dejándose llevar entonces, sabía que en las artes amatorias las mujeres se toman un tiempo
para ser seducidas, por lo que no apresuró las cosas, sabía lo que la rubia estaba deseando al
igual que ella, a juzgar por los latidos de su corazón.
La escandinava mantuvo su pierna flexionada, la cual Paula aprisionó entre las suyas, presionándola aun mas con su vientre, acariciando los carnosos labios de Ebba con los suyos, ansiando besarlos con pasión, pero estaba esperando sentir la humedad de estos para saber que el deseo era mutuo.
No tuvo que esperar mucho para que a la “nenita” se le despertaran los instintos de mujer, la rubia empezó a responderle atrapando a su vez entre sus suaves y firmes muslos los de la morena y con aparente timidez rozó con la punta de su lengua los deseables labios de esta, la humedad se le empezó a escabullir por la comisura de su boca, mojando las mejillas de la morena, luego aferró con sus manos y dedos los glúteos de su compañera y la acercó fuertemente, a la vez que abría su boca ofreciéndosela, fue entonces cuando Paula la tomó de la cabeza para acomodar sus suaves labios a los de ella, besándola ávidamente, ambas comenzaron a chuparse y lamerse intercambiando fluidos, eran dos panteras en celo, Ebba le acariciaba los glúteos, besándola en el cuello, paseando sus labios por la oreja tomándole el lóbulo para empezar con su lengua a juguetear con él, tratando de atraparlo con sus dientes, mientras la morena la tomaba por el mentón, y cuando la rubia consiguió atraparlo entre sus dientes, Paula hundió solo un poco sus uñas en la cara de ella diciéndole:
-Si tú me muerdes, desfiguro en un instante tu linda carita “bebita mala”.
Estaba en eso, cuando instintivamente advirtió una leve sombra tras ella que se le venía encima, por lo que por una acción refleja, trató de girar hacia atrás, consiguiéndolo a medias, sintiendo un golpe en ese preciso momento.
El golpe que iba dirigido a su cabeza, afortunadamente no le dio de lleno, recibiendo gran parte de su impacto en el hombro y en la mejilla, sin poder recobrarse por algunos momentos la latina sintió que unos brazos la agarraban tratando de lanzarla por la borda, pero esta se aferró instintivamente de la baranda, lo cual le dio tiempo suficiente para poder recuperarse, luego escuchó unos silbatos y gritos de hombres que venían bajando del puente de mando a pocos metros del suceso. En esos momentos escuchó la voz de la rubia, que a gritos le decía:
-¡Te has vuelto loca!, ¡Suéltala Rouge!, fue cuando se dio cuenta que su agresora era la francesa y los que llegaron desde el puente era Hans el ingeniero segundo al mando, y un tripulante que se habían percatado de todo el incidente, mientras la nórdica en una fingida actitud se lamentaba de la torpeza con que había actuado su amiga, haciendo con este gesto, más evidente la transgresión cometida por la pelirroja, a quien los dos hombres controlaron socorriendo a Paula, evitando que Rouge lograra su cometido.
Theodoridis, los reunió a todos esa noche, advirtiéndoles que estos incidentes tenían que informarlos a sus superiores una vez que llegaran a la isla Spintria, luego dirigiéndose con otro ánimo, y cambiando de tono, agregó.
-Tienen que abordar otras pasajeras mañana en un embarcadero próximo a la isla de Rodas, frente a las costas de Turquía, llegaremos por la mañana, y allí nos abasteceremos, especialmente de agua y otros suministros, si lo desean, algunas de ustedes podrán bajar a la ciudad por algunas horas, y merendar cerca del malecón, aprovechando de conocer parte de la pintoresca isla, para izar anclas a las dieciséis horas, eso sí, por prevención la pasajera que produjo el altercado esta noche, deberá permanecer a abordo.
Esa noche cada una volvió a sus respectivos camarotes, teniendo especial cuidado el capitán de cautelar la seguridad de Paula y dado lo reducido del entorno, el capitán le encargo a Ebba que se mantenga acompañando a Rouge mientras dure el viaje, sin perjuicio de conservar una permanente vigilancia por parte de la tripulación.
Paula se dirigió a los comedores, con la intención de socializar antes de irse a dormir. Eran pasada las veintiuna horas, cuando ya todos habían cenado, tanto la tripulación, como las pasajeras, y ya que el capitán era el último en cenar, este era el momento oportuno para que Paula se le aproximara, por lo que mientras este conversaba con Manuel se acercó hasta ellos, saludándolos alegremente:
-Hola como están, estos replicaron al saludo, fue el capitán que se apuró en arrimar un asiento, invitándola a compartir el momento, enseguida el español le preguntó si deseaba comer otra vez, la muchacha miró el plato de Theodoridis ya servido y dijo:
-El capitán debe saber cuál es la mejor comida en su nave, pero como le comenté, no soy el tipo de pasajera que puede cargar su estomago, sin que me vengan mareos y nauseas, pero bien puedo hacer una excepción.
-No hay nada más que agregar manifestó Manuel, entonces le serviré lo mismo que al capitán, que se daba licencia acompañando la cena nocturna, con un vaso de buen vino, ofreciéndole compartir a Paula una copa, quien aceptó amablemente.
El trato educado del capitán y la gentileza del malagueño hicieron que se revelaran los escasos buenos modales de la joven, así como también a socializar imitando ademanes con risas moderadas y acentuando atentamente, este básico estilo de comportamiento, era parte de la exigua herencia que había recibido por parte de “La loca”, a la que echaba mano cada vez que tenía que compartir con personas con mayor civismo, que con las que se rodeaba usualmente, convirtiéndose todo esto en un juego para Paula, al que sabía sacarle provecho, siendo de gran ayuda para su insuficiente formación, usando cada ocasión como esta, para renovar su actitud y trato. Mientras lo pensaba, sonrió muy satisfecha por el contraste que experimentaba en estos momentos; una charla informal, grata y de buen gusto, comparada con el salvaje y sórdido mundo en el que se había formado, cometiendo censurables actos en los que había incurrido durante casi toda su vida, y que ahora lo haría otra vez gustosamente en estas singulares justas en las que iba a participar.
La tertulia se prolongó algunos minutos más luego de concluida la cena del capitán, momentos que este aprovechó para justificar la ausencia de Ebba y Rouge durante la cena, diciéndoles que había ordenado enviarles la colación a su camarote, y que mañana cuando aborden las restantes damas, reorganizará la ubicación de todas las invitadas.
Paula no dejó pasar la ocasión, para indagar sobre la situación de Rouge, comentando:
-Esto no hubiera sido necesario si hubiera respetado las reglas de la organización, agregando con fingido altruismo:
-Que lamentable fue la actitud de esta “señora”, dejando entrever con la intención de
su palabra la madurez de la susodicha, preguntando:
-Y le harán cargos por su falta... ¿No es así capitán?
-Sí, así es, respondió su interlocutor, deberá enfrentar cargos una vez que lleguemos a
la isla, y se le administrará con toda seguridad “El Castigo”, como se estila en estos casos.
En pocos momentos la conversación empezó a tomar la dirección que la astuta Paula
buscaba, y tomando la botella de vino comentó mientras miraba la etiqueta:
-¡Ah es vino griego!, es bueno, es muy bueno señaló. El capitán sintiéndose alagado
por la buena opinión dada al brebaje de su natal país, se precipitó a llenar el vaso de Paula
que aun se mantenía a la mitad, por lo que la chica se manifestó discretamente:
Gracias solo un poco más, si me acompaña. Sabía al respecto, que no era necesario
este aliciente, pero no estaba de más si conseguía continuar con el tema que le preocupaba, entonces el varón escancio ambos vasos, e inició un monologo gracias a la maña de Paula, en confabulación con un nuevo aliado; el vino griego.
El capitán Theodoridis empezó diciéndole que el castigo entre otras penas, y quizás la
más importante es que pierden sus ventajas y respaldo, por lo que son susceptibles de ser
elegidas como rivales por sus iguales, las que manifiestamente mantienen sus privilegios en
desmedro de ellas. Por lo que Paula le interrumpió diciendo:
-¿Le parece que yo califico como una de las contendientes que habitualmente acuden a
estos certámenes capitán?
-Por supuesto que usted lo es, respondió Theodoridis, de otra manera no la habría elegido Pierre para participar, y no le habría asegurado inmunidad e impunidad en esta convocatoria, como además detentan estos favores Ebba y las mujeres que abordarán esta embarcación mañana entre otras, pero no Rouge que ya las desperdició, al infligir las reglas, exponiéndose sin lugar a dudas al “castigo”. El capitán Theodoridis a continuación hiso una pausa mirando detenidamente a la morena, para seguir diciendo:
-¿No sé si me entiendes?, pero ya lo comprenderás cuando debas tomar parte con toda
seguridad en el proceso del castigo.
Theodoridis que hablaba inglés, y algo de otros idiomas como el español, además por
supuesto de su lengua nativa, siguió explayándose en el asunto con sinceridad y sin dificultad
dado su conocimiento en las variadas lenguas a las que podía recurrir durante la conversación,
manteniendo todos los sentidos alertas, aun cuando se hallaba con un par de copas, sin estar mareado necesariamente y menos ebrio.
El capitán en esta oportunidad solo quería dialogar animadamente, en temas puramente casuales sin tener que dar el cotidiano trato que tenía con sus subalternos, ahora mejor aun si lo hacía con una “Dama”,... bueno,... casi, pero de todas maneras ella era una mujer, lo que para estos varones era la ocasión de compartir con una representante del sexo débil “si se puede decir” en este entorno de hombres de mar, y que para el interés de Paula sacaría ventajas de estas circunstancias. Cuando la charla tomó un sentido de franco diálogo, la chica dejó de lado cualquier actitud que no fuera su natural manera de ser, no ocultando para nada, que ella como todas las seleccionadas poseían algunas características comunes, como son las de ser alienadas, atrevidas y por supuesto agresivas mercenarias escorts.
Dejando claras ahora las tendencias y propósitos de la muchacha, y para corresponder
a la franqueza de ella por parte del capitán, este le confidenció algunas triviales situaciones de
poca importancia, por lo que ambos convinieron desde ya un pacto para una conveniente y
futura relación, basada en el conocimiento y la “Confianza mutua”, expresión que había oído
a Pierre Dupont y que ahora se repetía, haciéndola suya de aquí en adelante.
Paula estaba informada solo en parte del medio en que se estaba involucrando, si bien
Pierre Dupont le señaló que en estos enfrentamientos combatían exclusivamente mujeres, no le informó sobre los alcances de estos circuito, sin embargo le precisó las licencias con las
que cuentan las muchachas que asisten a estos enfrentamientos “underground”, insistiendo
en enfatizar que son muy diferentes a los de la lucha erótica del tipo catfight, y que tampoco
se parecen en nada los torneos de ligas deportivas, pues muy poco tienen de ello. Acentuando que estos son reales y privados, para una privilegiada audiencia, y dada la falta de reglas y lo extremo de sus desenlaces, estos serían prohibidos en otros circuitos. Asimismo destacó que este exclusivo público es atraído por las mujeres más agresivas e implacables. De igual modo, la mayor parte de ellas, sino todas, comparten el mismo interés por quienes vienen a estas singulares justas, habiendo una concomitancia entre ellos; los primeros en observar, recrearse y excitarse con estas feroces amazonas, y ellas dando todo a placer y sin límites en la arena, complaciendo las caprichosas solicitudes de la concurrencia.
En esta oportunidad, el capitán, dejándose llevar por el grato momento que compartía con la joven, involuntariamente le fue ilustrando la manera que debía conducirse en este entorno, indicándole algunos procederes, con los que ella sacaría sus propias conclusiones.
No sé si le han precisado le decía Theodoridis, que todo esto como sabe se desarrollan
en privados y secretos coliseos, donde no son pocos los asistentes que gustan sugerir la forma en que las vencedoras deben concluir el combate para acabar con su contrincante una vez que estas están abatidas e indefensas, iniciando el prolongado y ansiado final, siendo en definitiva el momento más esperado de estos encuentros, el que disfrutarán tanto el público, como la vencedora, a quien llamaran desde ahora “Executrix”.
Ya entrada la noche, Paula que se mantenía interesada en la narración del capitán, intentó que prosiguiera explayándose, pero este miró su reloj y dijo:
Es hora de relevar a Hans que se encuentra en el puente de mando. Asimismo el capitán manifestó que no era su costumbre comentar todos estos detalles, aunque cada una de las mujeres que llegaban por primera vez a estos torneos estaban previamente informadas de la clase de contiendas que se llevaban a cabo, y tan solo era cosa de confirmar la libertad con que ellas podían conducirse sin límites según sus más ignominiosas inclinaciones, y que a poco de involucrarse, de todas maneras descubrirían la verdadera y torcida realidad de estas secretas ligas de lucha extrema, o mejor dicho muy extremas.
Pierre Dupont sabía que ubicar y contar con la participación de esta clase de mujeres no era tarea fácil, eran poquísimas las que calificarían, por lo que debía dedicar tiempo completo en investigar por todos los países que visitaba a las posibles candidatas, y una vez hecho un encubierto seguimiento a cada una de ellas, les hacía una evaluación, acordando recién una entrevista, para rechazarlas o incluirlas en estos certámenes.
Dada la experiencia que tenía Dupont en percibir la inusual naturaleza de estas peculiares mujeres, era muy difícil que se equivocara en la evaluación y elección de cada una de ellas. Esto lo sabía muy bien el capitán, por lo que no era desatinado el comentario y la información que le daba a Paula, pues ella sin lugar a dudas, era una de las pocas “elegidas” por el oficioso y adecuado desempeño del varón galo.
Ahora sí que empezaba a tener sentido para Paula, todo este hermetismo, las esplendidas e inusuales ofertas, y el despliegue de tantos recursos, para poder encontrar a estos insólitos especímenes de mujeres, capaces de ofrecer estos corrompidos espectáculos, en los cuales, por supuesto, se incluía gustosamente ella.
-Debes saber Paula “continuó explayándose Theodoridis”, que sociedades como estas, que
si bien no son conocidas dada su condición, no por eso son pocas las que hay en varios países,
teniendo incluso acuerdos entre ellas, entre las cuales comparten reservadas informaciones,
habiendo varias maneras en que conservan su anonimato, algunas de ellas pueden hacerse
en forma encubierta, o bien simplemente abiertas en donde las permisivas y corrompidas
autoridades de algunas partes las toleran y consienten, sin que deban tomar necesariamente
medidas de resguardo similares a las que tomamos nosotros.
-Para mí ya es hora de dormir, “interrumpió Paula, luego de escuchar atentamente”,
para luego dirigirse a su camarote, no sin antes echar una mirada desde la cubierta hacia el
litoral por algunos momentos, desde donde se apreciaba claramente el contorno de la costa
iluminada por la luna llena, y se podían ver diversas luces aisladas, probablemente de otras
cercanas embarcaciones o de algún muelle, esto indicaba que el yate no se había internado en el mar, sino que como les había dicho el capitán, se irían bordeando la costa. El mar se encontraba calmo y sereno, así como también la visión que disfrutaba, por lo que se quedó algún tiempo más observándolo antes de retirarse a su cabina.
A la mañana siguiente muy temprano, Paula se despertó por el sonido de algunas voces que provenían de cubierta cuando la embarcación se aproximaba a una bahía, a la que dio una mirada a través de la ventana “Ojo de buey”, para ulteriormente tomar una rápida ducha y vestirse, saliendo al exterior en donde la tripulación hacia los últimos preparativos para atracar en el andén, teniendo en su mente una anhelada reunión con Ebba. El día era domingo, por lo cual los movimientos del embarcadero se limitaban mayoritariamente a las labores de naves de recreo.
La sueca que se encontraba esta vez sola observando las maniobras y apoyada en el pasamanos, apenas divisó a la morena, se le acercó rápidamente, saludándola con un beso en la mejilla sin mostrar mucha intimidad frente la tripulación, más por prudencia que por pudor, pues la situación no se apaciguaba del todo entre las inquietas pasajeras, más aun ahora no iba a complicar las cosas, llevándolo a un altercado con la ya suficientemente furiosa Rouge.
Desde el puente Paula divisó el embarcadero por donde deambulaban algunas personas, entre las cuales destacaban tres mujeres, que sin lugar a dudas eran las que subirían a bordo, Paula advirtió que la escandinava miraba insistentemente desde cubierta a una de ellas, era una estilizada morena africana.
El capitán les explicó que primero subirían a bordo las nuevas pasajeras y después podrían bajar al puerto las que deseen hacerlo, aprovechando de conocer el pintoresco poblado, después bajó por el pequeño puente inclinado, recibiendo amablemente a las tres mujeres, invitándolas abordar la nave en la forma que solía hacerlo.
Ebba empezó a describirle a Paula a cada una de ellas:
-La rubia espigada es una norteamericana a la que llaman “Sadis o Sadie”, y no es que se llame así, creo que puedes imaginar porqué. Ella es sordomuda de nacimiento, y no te dejes engañar por su juvenil rostro. Quien la acompaña, la morena alta de piernas largas, es turca, muy requerida para participar en estos eventos, la llaman “Killar”, hace cualquier cosa que le soliciten, lo que sea el desvarío de quien la elija como su favorita. La última que va atrás, es una africana somalí, la que fue incorporada al team de Osman en afortunadas circunstancias para ella, y que ahora tiene un compromiso pendiente conmigo, es una negra traicionera, te lo contaré luego más tarde, ya tendremos tiempo para ello.
-Por qué no ahora mismo insistió Paula, a lo que Ebba consintió diciendo:
-Bueno, esa mujer negra, que era una contendiente de la categoría inferior o “Rata”, a quien en un simulado enfrentamiento debería fácilmente eliminar, en el que supuestamente se le estaba dando la ocasión de ingresar a la categoría superior de las “Gatas” o sea una de nosotras, lucha en la cual, me jugaría sin tomar ningún riesgo el segundo puesto del ranking.
-O sea que existen dos categorías de contrincantes, creo que empiezo a entender ahora, dime si me equivoco, las de categoría inferior o “ratas”, son las que serán ajusticiadas.
-Efectivamente, así es la mayor parte de las veces, exceptuando si una de nosotras está sujeta al “castigo”, como con toda seguridad será el caso de la somalí y de la Harpie, en cuyos enfrentamientos, de ser vencidas, que es lo más probable, tendrán el mismo trato que una más de las ratas, creo que ya empiezas a entender la situación mamita, le aclaró Ebba.
-¿Hace cuanto tiempo tuviste ese enfrentamiento con la africana? le interrumpió Paula. -Hace solo un mes en Tailandia, le contestó la sueca. Pensando que sería un combate fácil
para mí, confiada y segura, descuidé mi bolso, y como hacía demasiada calor, había que beber permanentemente agua y líquidos hidratantes, pero antes de iniciar el encuentro esa perra colocó algo en mi botella, lo que perjudicó mis reflejos, por lo que de un modo inesperado, e ilógico fui derrotada por ella.
-Que inaceptable y fullero el proceder de esta mujer, comentó Paula.
-Así es continuó Ebba, al impase no se le dio mayor importancia, y se dijo que la africana solo tuvo suerte y desde aquel día esa ruin “rata” pasó a ocupar mi puesto en la clasificación, ya que así se establecían desafortunadamente las normas por parte de la organización, para animar la participación de las “Ratas”, exponiéndose, al tratar de superar esta casi imposible etapa, para pasar a competir dentro de las ligas superiores.
-¿Qué es exactamente eso de las “Ratas”?, inquirió Paula
-Bueno “dijo Ebba”, en otras palabras, las “ratas”, son las ingenuas infelices, a quienes
utilizamos en estos juegos, no somos nosotras las que nos exponemos durante un encuentro, si no ellas, quienes nos enfrentan, y a las que después de un simulado enfrentamiento, las ejecutamos en beneficio del espectáculo, y solo por este infortunado incidente, como te lo había contado, llegó a ser reconocida como una “gata”, ubicándose en el segundo puesto de la clasificación, otorgándosele así, el ansiado “Alias”, como se privilegia ser llamadas solo a las combatientes superiores, empezando a ser conocida después de ese encuentro como “Seba la pantera negra”.
-Quieres decir que a las “gatas” o superiores se nos conoce solo por un alias, ¿No es así?, manifestó Paula nuevamente.
-Así es, le confirmó Ebba, debes saber que por estos seudónimos o alias asociados solo al nombre de pila de cada una, es la única identidad por la cual exclusivamente se nos conoce, guardando así la intimidad y anonimato de cada una de nosotras, lo que coincidentemente este alias, es la capacidad predominante en cada una de nosotras, el cual se te concederá sin dudas la noche de tu debut, el que espero sea frente a Rouge, siempre y cuando la desafíes, la derrotes y por supuesto la ejecutes de la mejor manera posible, para ser llamada en adelante “Executrix” : La Executrix, “Paula la furia latina”, te gusta, es así es como podrían llamarte.
Cuando hubieron subido las dos primeras pasajeras, Ebba se aproximó a la africana somalí, pero esta estaba alerta a sus movimientos, y apresuró el paso, para evitar problemas, la sueca entonces se acercó lo más que pudo, situándose detrás de ella y como sabía que la africana Seba estuvo por un tiempo refugiada en una colonia francesa del África, la insultó al oído en francés, lenguaje que la sueca obviamente también hablaba, ante tales apremios la morena somalí se apresuró aun más, para eludir a la fastidiosa mujer, pero disimuladamente esta la agarró por el brazo, poniéndose por delante en el corto trayecto que quedaba para ingresar al interior del yate, cortándole el paso, y justo en el umbral del arco de acceso y a la vista de los presentes le sonrió haciéndole una venia para que pasara, en el preciso instante la nórdica mujer ejecutó su falaz plan.
Cuando la visual de los demás se perdía al sobrepasar el vano hacia el interior del navío, Ebba la escupió en la cara, la reacción natural de Seba fue llevarse la mano al rostro, en el preciso instante en que la ladina sueca la cogía por la muñeca fingiendo un forcejeo, pero que luego de un par de segundos, tiempo durante el cual se hubieron percatado del ajetreo los tripulantes y las mujeres presentes, se hiso víctima de una simulada agresión por parte de Seba la africana, y voceando exclamó:
-¡Qué te pasa, ¡No…no, suéltame!… por… favor, ¡Ay…ay! me haces daño Seba.
Para terminar el acto, retrocedió aparatosamente, cubriéndose el rostro, mientras se
arrojaba al suelo, frente a la mayoría de los presentes.
Todo sucedió como lo había planeado la manipuladora rubia, haciendo de quienes
presenciaron la fingida agresión, sus incondicionales simpatizantes, y por añadidura los más
firmes opositores de la burlada morena.
Theodoridis le preguntó a Ebba cómo se sentía.
-Solo unos rasguños, no más, respondió la astuta mujer, como no dando importancia a
la circunstancia, evidenciando de esta manera el artero ataque, el que supuestamente podría
haber tenido otras consecuencias.
-Por suerte no pasó a mayores, dijo el capitán.
-A que se refiere capitán preguntó simulando ingenuidad la astuta rubia, sabiendo que
la respuesta era de rigor y en perjuicio de la africana.
-Bueno, aun así, debo notificar de esto a mis superiores, por de pronto debo dejar bajo custodia a Seba como a Rouge.
-Es una pena, y todo esto a poco de llegar a Spintria. Con esta acotación Ebba no quiso
que la intención del capitán quedara solo en el comentario hecho.
-Me parece que esta clase de conducta se está transformando en un hábito, y en tan solo un par de jornadas que llevamos de viaje, comentó el capitán.
Si bien estos altercados eran censurados y castigados por la organización, eran tan solo simples nimiedades comparada con las usuales agresiones hechas durante los eventos, pero estas no eran tan solo reglas antojadizas, pues tenían como finalidad resguardar la privacidad de los emplazamientos en donde se realizaban los juegos y por supuesto proteger la identidad de todos los individuos de esta secreta y encubierta sociedad que concurrían a presenciar y a participar de estos espectáculos.
Cualquier insignificante altercado que sobrepase los límites del ámbito de estos juegos, podría llamar la atención de las autoridades de los territorios en donde ocurrieren, por lo que se señalaron estas y otras normativas, que de no ser acatadas, la organización las administrara veladamente con peculiares y disciplinarias sentencias, en donde las leyes y la autoridad del territorio donde ocurran estos hechos, no tengan acceso.
(Cap. 3°: Seducción y secretos mortales)
Eran ya pasadas las once de la mañana, cuando se consiguieron apaciguar las cosas, el capitán reordenó a las invitadas en tres camarotes; en uno de ellos dispuso que se alojaran solo dos de las tres integrantes que se habían sumado a la cuadrilla esta mañana, la americana Sadie y la turca Killar, en el siguiente se acomodarían Ebba y Paula, quienes gustosamente accedieron al lugar asignado, y en un tercer camarote, con un guardia estable, quedaron relegadas Seba y Rouge, previendo así cualquier probable incidente en el futuro. Y como era su navío, ejerció toda su autoridad, revisando todas las pertenencias de las mujeres, por si encontraban algún tipo de arma, ya sea de fuego, o cortante, lo cual no era muy extraño que cargaran estas “señoritas”.
Aunque quedaba solo una breve, y última jornada de travesía, lo cual el capitán les informó, diciéndoles, que mañana muy temprano, probablemente de madrugada, estarían arribando a su destino final, a la isla “Spintria”, siempre y cuando no se presentara ningún contratiempo.
Lo que quedaba de la mañana, transcurrió con relativa normalidad, excepto por la natural tensa quietud que se respiraba en el ambiente, sobre todo cada vez que Rouge se cruzaba con Paula, que no fueron más de un par de ocasiones por fortuna, de todas formas, se programaron las actividades para impedir estos eventuales encuentros que pudieran ser desafortunados. Por otro lado la tripulación colaboró con lo suyo, aun cuando Ebba se mantuvo durante gran parte del tiempo escoltando a Rouge, aunque esto sin embargo, no ayudó mayormente, más bien al contrario, puesto que las relaciones entre estas mujeres, no eran las mejores, más aun cuando Ebba, no ponía nada de su parte, fastidiando y provocando a Rouge en el par de ocasiones en que apareció la latina, exhalando ardientes suspiros y mirándola fijamente, correspondiendo de la misma manera la morena, la que sabía muy bien que Rouge habiendo infringido las normas establecidas, cualquier otra falta agravaría mucho más su pena, por lo que “El castigo”, del que había oído hablar tan solo un par de veces, sería también mayor.
La pregunta del millón era: ¿Cómo participaría ella en el castigo?, ¿Será como se lo habían descrito?, tendría los privilegios de la “retadora” y Rouge el hándicap de la “castigada” en un enfrentamiento realmente “a finish”, Paula si bien tenía claras expectativas de lo que se le venía a futuro, aun no tenía plena seguridad de que así fuera, y solo lo estaría en el mismo momento del encuentro, no puede ser tan alucinante y emocionante (terminó por meditar).
Paula había tenido la oportunidad de hablar con el capitán la noche anterior, e informarse solo en parte, pero le intrigaba lo que el capitán había dicho textualmente, si bien lo recordaba: “puede que estés involucrada en el proceso”, pero no le esclareció cuál era el alcance de estas palabras, por lo que debía esperar a platicar con su nueva amiga Ebba, con quien no había tenido oportunidad de comunicarse en extenso desde la noche anterior, y al consultarle a Manuel por la mañana, él gentil varón, evitó hablar del tema.
El día era apropiado para pasear, y los cuidados que se debían tener con las dos supuestas pendencieras ya no eran necesarios, ya que el motivo de su mal proceder, era la presencia de Paula y Ebba, quienes pudieron reunirse recién pasado el medio día, aprobando la proposición del capitán, quien previamente había hecho las indicaciones de cómo debían comportarse si deseaban bajar al puerto para recorrer los alrededores de este.
Se les había sugerido a las muchachas que en cada oportunidad que bajaran de la embarcación, o se reunieran en público, vistieran de manera diferente, para que así no las asocien con alguna clase de espectáculo, y despertar en los fisgones cierta curiosidad por las actividades que ellas realizan.
Las dos chicas al bajar del yate, llevaban para la oportunidad unas reducidas y vistosas tenidas del mismo color, aunque con diferentes estilos, Ebba, una del tipo marinero, y Paula, una blusa y shorts, lo que incomodó un poco a Theodoridis, dadas las advertencias previas, en cuanto a no provocar la atención, aunque en el mejor de los casos, los curiosos podrían pensar que se trataría de un uniforme, como una manera de promover algún show artístico, un equipo deportivo, o bien algo parecido, que anduviera en gira por las islas, por lo cual más de algún mirón podría tratar de indagar de que se trataba la presencia de estas dos hermosas y atléticas damas, que abiertamente destacaban a su paso. Razón de sobra para no llamar la atención, para comenzar evitando llevar el mismo color, como les había aconsejado el capitán, para pasar lo más desadvertidas posible.
Las cuatro muchachas que quedaron a bordo se dispusieron a tomar baños de sol sobre cubierta y zambullidas en el mar. Mientras tanto Paula y Ebba visitaban los alrededores del puerto, el que tenía el ambiente propio de estos pintorescos lugares del Mediterráneo; marinos y pescadores de piel morena, y curtida por el sol, hablando varios idiomas, por otro lado estaban los alegres turistas que circulaban parloteando en un ambiente distendido y relajado por las aceras de los cafés.
Las mujeres se sentaron en una de las mesas al exterior de uno de estos locales, ordenando café turco, disponiéndose a tratar temas intranscendentales, para luego, al cabo de pocos minutos, llegar hábilmente a lo que le interesaba a Paula.
Habiendo ya apurado sus cafés, y tal como le había indicado el capitán en algún momento, que zarparían a las dieciséis horas para tomar rumbo a “Spintria”, llamaron al mozo para pedirle dos cafés más, ya que tenían aun tiempo por delante antes del zarpe.
-Creo que daremos una buena exhibición una vez en “El fuerte Spintria”, comentó la sueca, yo ya hice lo mío, ahora tendré la oportunidad de desafiar a esa negra estúpida, como tú tendrás la ocasión de retar a Rouge, ambas fuimos agredidas, y antes que se fijen las duplas por nuestros protectores y Karl, se nos preguntara, si queremos ejercer nuestro derecho a desafiar a nuestras agresoras, confrontaciones que por lo común satisface las expectativas del público asistente, que como en los antiguos juegos romanos, estos vienen a observar brutales ajusticiamientos en la arena, pero no efectuados por rudos gladiadores, si no que por bellas y fornidas mujeres, lo que agrega una cuota más de atracción a los que gustan de estos bizarros juegos, más aun si pueden luego complacerse en privado con la hembra vencedora, siempre y cuando esta haya logrado enardecer lo suficiente a quienes deseen adquirir sus servicios.
Con tal información Paula terminó por comprender en su totalidad a que se refirió el capitán al decir las palabras: “puede que estés involucrada en el proceso”, entendiendo muy bien ahora que podía desafiar con evidentes razones a Rouge a un combate, por lo que sonrió complacida diciendo:
-¿O sea que yo puedo hacer uso de todas estas prerrogativas?
-Por supuesto que si amiga Paula, deberás retar a Rouge ante la comisión, reclamando
así los derechos que te brindan las reglas ya establecidas para todos estos juegos, igual como
lo haré yo enfrentándome a esa sucia somalí.
-Que bien, que bien, no puedo estar más ansiosa a que llegue el momento, dijo Paula.
-Por otro lado, “prosiguió Ebba”, existen otros combates entre “Superiores” o “Gatas”,
que son los programados según sus ubicaciones en el ranking, que sirven solo para qué las
muchachas se valoren y expongan sus atributos y habilidades ante una asistencia más bien de
manera moderada, sujetos a reglamentos y límites que resguardan nuestra integridad física,
estos naturalmente carecen de suficiente estímulo en oposición a lo que realmente vienen a
observar y a disfrutar nuestros entusiastas protectores.
-Creo que empiezo a entender, continúa por favor, háblame de estos últimos, apremió
Paula a su interlocutora.
-Estos encuentros son muy esperados, aunque no son programados, y usualmente
son provocados por los invitados, acordándolos con las mismas participantes, ya sea para
sacar a alguien del medio por los intereses de la sociedad, o bien como en estos casos, por
una simple discordia personal. En los que si bien son contrincantes de la misma categoría,
los privilegios, ventajas y licencias de invulnerabilidad se le dan solo a la retadora agredida,
quedando indefensa la sometida al “castigo”, creo que entiendes querida Paula.
-Si, si y me encanta la forma en que tu lo explicas, por favor continúa
-Entonces de aquí se desprende el concepto del “Castigo”, por lo que la castigada,
tendrá una sola opción; ganar forzosamente el combate, ante una inminente derrota, y la
posterior ejecución a manos de su rival, que es lo que generalmente se acuerda y se quiere
conseguir, terminaba diciendo casi con excitación la rubia.
-Dime entonces, es de esta manera como se supone que deben terminar todos estos
encuentros, Preguntó Paula.
-Bueno “contestó Ebba”, a la castigada se le hace muy difícil el combate, por la torcida
exigencia de los concurrentes, lo que no hace más que animar la salvaje determinación de la
inminente vencedora, a la que inducen ser más violenta y brutal con la vencida, y contar con
su piedad, ni pensarlo. El público y la ganadora no querrán haber llegado a esta instancia para
luego ser indulgente, es más, acepciones como esta no tienen cabida alguna en estos eventos,
por lo que la abatida tendrá que defenderse hasta el final, con escasas posibilidades de éxito, y el desenlace dependerá de tan solo cuál de las formas sugeridas por el público aprobara la vencedora para terminar el combate, entre las más irrazonables sugerencias, pero finalmente, será ella, libre y soberanamente quien decidirá el destino de la desgraciada, decisión también conocida como “Finish her off”.
-Hay alguna diferencia si este final es por decisión propia, o por las solicitudes del público, en forma casi ingenua preguntó Paula a la escandinava.
-No por supuesto que no, puede ser por nuestra propia decisión, o bien por las que nos
requieran nuestros protectores, de todas formas hay retribuciones e incentivos, dependiendo
de lo que consigamos estimular con nuestras presentaciones, enardeciendo al calenturiento
auditorio, y como ya te lo dije, incitándolos a solicitar más tarde nuestros especiales servicios
extras, ya lo verás querida, ya lo verás, concluyó diciendo la nórdica, que se explayaba como
la experta que era.
Pasados algunos momentos, la conversación se orientó en la dirección que esperaba Paula en el momento en que Ebba miró hacia arriba pensativamente manifestando:
-Rouge sabe muy bien como se procede con el “Castigo”, ya que hace un par de años
cuando me iniciaba en estas competencias, desafío a una mujer, a quien inculpó de agresión
injustamente por supuesto, siendo esta entonces sometida al castigo.
-Al igual como lo hiciste tú con la somalí, le dijo Paula.
-Así es querida, le contestó la rubia, (celebrándose a si misma, a la vez que lanzaba una
fingida carcajada) en el engaño y la falacia, tienes a las mejores maestras, y cuando aun esta
no acababa de reírse Paula insistió acentuando con la cabeza para preguntarle:
-¿Dime que me puedes contar de aquella ocasión?
-Ahora sí me recuerdo, la mujer a la que desafió la llamaban Paula igual que tú, y a la canción “La vida loca”, sí, así es, la llamaban Paula “La loca”, y vaya que se parecen, aunque tú, sin dudas eres mucho más joven y hermosa.
El corazón de la latina dio un vuelco cuando escuchó el nombre de su mentora y tocaya, pero se esforzó por no demostrar un particular interés, y como ya estaba conociendo a Ebba, prefirió que ella misma en su indiscreción le confiase los sucesos, eso sí motivándola a narrar los detalles escabrosos y obscenos, los que disfrutaba ahondar cada vez que se refería algún suceso de este tipo, luego de lo cual la morena le dijo abiertamente:
-Quiero desafiar a Rouge cuando lleguemos, ¿Crees que respetarán mi condición de “gata”
o de contrincante “Superior”.
-Sin lugar a dudas que respetaran tu categoría, esas es la idea querida, le expresó la rubia,
los asistentes estarán encantados de presenciar sendos duelos mediante el “castigo”, a mi me
conocen, y saben de mis artes, por otro lado, como tú te integras recién ahora, yo me ocuparé
de promocionar tus habilidades ante Karl y sus invitados, las que exhibirás libremente cuando
la enfrentes.
-Me gustaría saber cómo fue el encuentro de Rouge con esa muchacha a la que llamaste
“La loca”, continuó indagando Paula, me gustaría saber cómo lo hiso para poder darle a ella
de su misma medicina, ¿No te parece?, por favor vamos cuéntame, y cambiando su voz como
ya había empezado a ser habitual entre ellas, le acarició la cara y le platicó tiernamente de la
misma manera como una madre lo hace con su pequeña:
-”Vamos cuéntele a mamita, mi princesita”.
Mientras Paula acariciaba la cara de la rubia, esta deslizó su mano por debajo de la mesa, acariciando una de sus rodillas, la que apretó delicadamente correspondiendo a sus caricias, y frunciendo el seño como una cría que está por ponerse a llorar, para cambiar de expresión repentinamente, diciendo graciosamente con su peculiar acento:
-“Tu niñita te va a contar un bonito cuento mamita”, después, casi sin contenerse, ambas
acercaron más sus sillas, besándose con arrebato por algunos segundos, no importándoles la
presencia de los parroquianos y de los transeúntes de todas las edades que circulaban por el
sector, quienes no miraron con muy buenos ojos la escena, por lo que decidieron ingresar al
interior del local a un lugar un poco más privado.
Aun tenían una hora disponible al menos antes de regresar al yate, por lo que ordenaron
algo para comer. La latina había descubierto en Ebba “El talón de Aquiles”; sus inclinaciones
más oscuras y los juegos sexuales duros y retorcidos contrarrestaban, con la inocente y dulce
personificación de ser tratada como a una bebita, Paula iba a averiguar, cuál de los dos le era
más seductor; el sexo duro, o el tierno juego de la madre y la hijita.
Las dos mujeres se sirvieron unos platillos típicos de estas islas, y antes que Paula insistiera en el tema, la sueca inició su narración:
-Hace poco más de tres años me ocupaba como “Escort” o acompañante, para decirlo de
una manera más elegante, en fin una meretriz refinada, si se puede decir así. Hacía esta tarea
para un traficante de personas, un turco que se llama “Osman“, que abastece de mujeres y
jóvenes varones especialmente del tipo europeo, entre otros servicios a exigentes y exclusivos
clientes del cercano y medio oriente, no solo como escoltas, sino que para cualquier quehacer
que ellos soliciten, él las puede conseguir, dependiendo tan solo del monto que estos clientes
quieren pagar, a cambio de ello, les asegura, confiabilidad y discreción. Sus prestaciones son
bastante gravosas, pero esto no es problema para estos millonarios, y poderosos señores a
quienes ofrece tan peculiares favores.
-Entiendo le dijo Paula, ¿Es así cómo te conectaste con estos eventos?
-Espera un poco, no seas impaciente mamita, le dijo Ebba con el mismo tonillo de la cría
del íntimo juego que mantenían durante esta plática.
-Está bien mi muñequita, sigue con tu bonita historia, enmendó su interrupción Paula, por
lo que la rubia siguió con la reseña:
-Como estos clientes y Osman no se podían comprometer en ordenar y poner en su lugar
a las chicas que no cumplían con las tareas encomendadas, como ser atentas y complacientes
con nuestros clientes, entonces me encargó a mí hacerme cargo de esa labor disciplinaria, en
la cual tal vez fui muy enérgica, quizás solo un poco, acabó diciendo con una sonrisa maliciosa.
-¿Qué quieres decir con la “labor disciplinaria” amiga mía?, la interrumpió de nuevo Paula.
-Sucede que esta clase de trabajo es muy desesperante, (le explicaba la sueca), sobre todo
con algunas mujeres empecinadas, que reincidían en conductas muy poco participativas, con
las que fui muy estricta, de tal forma que una vez que acababa de disciplinarlas, ya no estaban
en condiciones de poder volver a ejercer su trabajo.
-Lo que me cuentas es muy interesante, pero no me has dicho aun como llegaste a estos
juegos insistió Paula.
-En esta ocasión la rubia hiso caso omiso a la pregunta, prosiguiendo:
-En más de alguna ocasión tuve que demostrarles a nuestros clientes, que el propósito de
Osman y de nuestra organización era cumplir con el tipo de prestaciones que nos solicitaban,
y cuando estas muchachas no se comportaban a la altura de las demandas que se le hacían
yo en persona me encargaba de corregirlas frente a los molestos clientes, demostrándoles de
esta manera que nos preocupábamos de entregarles un buen servicio.
-Ya veo, entonces, por lo que me cuentas, eras una especie de madame y guardiana, creo
entender sin darle muchas vueltas, entonces tú eras la perra que cautelaba los intereses del
turco Osman, le expuso directamente Paula.
-En ese tiempo fue cuando algunos de ellos prefirieron mi intervención disciplinaria como
estricta “escort”, en vez del servicio que les daban las mujeres. Aquellas que toleraban mejor
el castigo que les administraba, comencé a usarlas como “partenaires” y esclavas sexuales en
sesiones especiales de sexo duro, el castigo que les infligía era por supuesto placenteramente
compartido por mis clientes, para que después de esta ilustrada demostración y estando muy
estimulados, me solicitaban los complaciera para consumar sus apetitos sexuales.
-Bueno, ahora que conozco bien tu historia, “dijo Paula”, entonces buscaste después algo más extremo en estos eventos, dime como fue eso mi niñita.
Ebba no contestó a su pregunta y continuó monopolizando el tema, diciendo:
-Mira, hacer sufrir y ocasionar dolor para mí ha estado asociado al placer desde hace
tiempo, es más, te diré que lo entendí así desde mis primeras relaciones, las cuales empecé a disfrutar a muy temprana edad.
-Cuéntame entonces, quiero saber más de ti mi niñita la azuzo Paula con sus palabras.
-Era una joven chiquilla cuando tuve sexo con el novio de mi hermana mayor Hanna,
Verner se llamaba, era un aventajado amante, quien me inició en estas relaciones, estuve muy
enamorada de él, tanto que hacía lo que él me pidiera.
-Ya veo esto le sucede a casi todas las jovencitas acotó Paula, mientras Ebba proseguía.
-En las noches, por expresa petición de él nos juntábamos a los pies de un viejo roble
ubicado bajo la ventana del dormitorio de Hanna, quien desde allí nos observaba sufriendo el
martirio de la infidelidad de Verner teniendo sexo con su hermana menor.
-Querrás decir con la pequeña zorrita, le interrumpió nuevamente la morena.
-Los encuentros si bien eran furtivos las primeras veces, a medida que se empezaron
hacer rutinarios, me fui comportando cada vez mas desvergonzada; mis suspiros y gemidos
durante el acto los hacía sin ninguna moderación, cada vez más fui siendo más descarada y
bulliciosa por petición de Verner y luego por mi propia decisión.
-Y en cada ocasión tú hermana los miraba desde su ventana, entonces eras desde ya
una pequeña perrita, dijo con cierta seguridad Paula, como queriendo que Ebba le confirmara
lo que le estaba narrando, a lo que nuevamente la rubia le negó la respuesta, prosiguiendo:
-Ansiaba que llegaran estos momentos, cada vez que observaba la cara de dolor y congoja
de Hanna iluminada por la mortecina luz de su lámpara de noche que se filtraba tenuemente,
acompañándome en cada sesión de placentero sexo, que el insensible Verner me hacía sentir,
llevándome hasta el cielo para luego venirme exquisitamente con sus íntimas caricias hasta
saciarnos, consumiendo nuestras inagotables energías hasta casi no poder respirar.
-Pero tú hermana no te enfrentó, ni puso fin a su relación con Verner, interpuso Paula en
medio de la narración que hacía la escandinava, quien siguió con su monólogo como si nada.
-Fue en una de esas noches en que fue consumado este éxtasis supremo, cuando Hanna
saltó al vacío desde su ventana, seguido por un golpe sordo que oímos al estrellar su cuerpo
contra el césped a un costado de donde nos hallábamos tendidos. Te confesaré que aun así
no interrumpimos nuestro coito, continuando en ello, saciándonos hasta irnos con la última
convulsión de placer, mientras mirábamos como se estremecía el agónico cuerpo de Hanna en su postrero aliento al expirar.
-Es lo más insensible que he oído decir,...me gusta, eres una verdadera perra le dijo Paula
-Entonces ¿crees que esta experiencia me marcó?, pues yo creo que sí, formuló Ebba, y sin ningún resentimiento agregó; me gusta ser una perra insensible, lo disfruto desde aquella vez, más aun si el sexo incluye, dolor y muerte, esto es lo máximo que se puede alcanzar.
-Entonces venir a estos eventos es lo que andabas buscando (manifestó la morena), bueno eso te lo confirmaré una vez que acabe con mi historia.
- Después de aquello empecé a buscar el placer a través de esa vía, ingeniándomelas para hacer luego de Verner mi próxima víctima, y lo mejor, es que ya estaba en camino para iniciar esta manera de vida, por la cual no siento remordimiento alguno. Todo esto me preparó para más tarde vivir haciendo lo que más se acomodara a mi naturaleza, como eran las tareas que realizaba para Osman, las que debían ser compatibles con esta, si se puede decir así, (sonrió maliciosamente) creo me explico bien ¿No es así querida?
-Claro que sí, ahora se puso más interesante tu historia, por favor continúa Ebba.
-Por supuesto querida Paula, volviendo a lo relacionado con Osman; todo marchaba a la
perfección, hasta que en algunas oportunidades desafortunadas, ciertas perras no resistieron
la energía que usaba durante estas sesiones, con letales consecuencias para ellas, y molestas
situaciones para Osman y para mí, por lo que una vez resueltos, y solventados estos impasses,
Osman me aparto de estas funciones, concluyendo que mis talentos, servirían más bien para
entrar a otro singular servicio, para el cual también proveía algunas mujeres, que le encargaba
Pierre Dupont, a quien tú conoces ya.
-Ya veo, a sea que empezaste desde ese momento a formar parte de estos juegos ¿No es
así mi querida bebita? Dijo Paula, casi afirmando su pregunta.
-Efectivamente mamita mía le respondió Ebba, conservando el tono de la nenita del juego.
-Me parece muy interesante tu expediente profesional dijo Paula con un dejo de sarcasmo
a modo de cumplido. A lo que Ebba agregó
-Bueno como te dije, Osman envía a las mujeres más agresivas, con actitudes compatibles
con la actividad que realizarán, para que Pierre se dedique a potenciar sus letales instintos, y
así alcanzar óptimos resultados en uno de estos círculos secretos, como es el que tutela Karl
Hermann y sus asociados, uno de los que vas a conocer ahora donde nos dirigimos, el fuerte
“Spintria”.
-Dime Ebba, ¿Todos estos eventos se realizan en el llamado “Fuerte Spintria”?, continuó
indagando la morena.
-Los eventos o “Juegos” como también se les llama, son realizados cada cierto tiempo en
diversos lugares, y países en donde tienen los asociados propiedades aptas para estos juegos.
-Cuando Osman me dio a conocer en el ambiente, “siguió exponiendo la sueca”, una de las
mujeres que más me alucinó por su actitud y encono, fue “La Harpie Rouge”, la relación entre
ambas se inició al principio sin mayores acercamientos en el mismo “Fuerte Spintria”, llamado
así, en cita a los palacios de recreos que emperadores, patricios y ricos comerciantes romanos
mantenían en la isla de Capri, no muy distintas a las actividades que se realizan hoy día en el
Spintria. Con Rouge congeniamos desde aquel día, intimidamos algún tiempo después, ni que
decir de los gustos en común que compartíamos y de qué modo lo disfrutábamos, en realidad
como todas las gatas que venimos a estos juegos, al igual que tú también lo harás mamacita.
-Algo comentaste Ebba en relación al castigo de “La loca”, acaso esta, podía comprometer de alguna forma a la organización, o bien la “La Harpie rouge” tenía algún problema personal con ella, ¿Cómo fue todo aquello?, puedes contarme algo más al respecto, a lo cual Ebba asintió, continuando:
-Bueno, el caso es que en mi primera visita a la isla Spintria conocí a Rouge, donde junto a
Osman planeamos mi debut en un torneo que se iba a realizar en una hacienda de Florida, en
donde Rouge me informó que ella tendría un duelo privado, y que este debería efectuarse a
través del llamado “Castigo”. Para ello había sido bien recomendada para que provocara un
enfrentamiento, naturalmente del tipo “Mismatch“ vale decir con ventajas para la desafiante supuestamente agredida como en este caso, y con abiertas desventajas para la desafiada y agresora, en donde su rival sería una mujer de igual categoría, conocida como Paula “La loca” a la cual ubicaba, y con quien no tenía diferencia alguna, aun así la enfrentaría, puesto que este era el tipo de contienda que más disfrutaba siempre y cuando el final del encuentro fuera de su elección, y la paga conveniente, aunque esto último no era importante para ella, ya que su motivación principal era el combate mismo, para así poder proceder con total libertad cuando llegara el momento del esperado desenlace, por otra parte se dijo en aquella ocasión que Karl había decidido eliminar a “la loca”, puesto que su comportamiento no convenía a la seguridad ni a los intereses de este círculo.
-Ya veo confirmó diciendo Paula, pero dime ¿Cómo se planeó esta situación?, por lo
que Ebba continuó con su narrativa:
-No habiendo problema con lo pedido, ya que sus servicios serían muy bien pagados
por un potentado al parecer mexicano quien la había elegido expresamente para esta ocasión, se empezó entonces a planear el encuentro una vez que hubieron llegado a un conveniente acuerdo entre las partes. Rouge inició el compromiso, provocando una fingida disputa con “La loca” a la llegada al aeropuerto de Miami, en donde confluyeron, desde donde iban a dirigirse luego a un rancho próximo a esta ciudad, donde participarían en una de estas reuniones.
-En realidad según lo has expuesto al parecer cualquier muchacha podría haber hecho esta faena, pero hubo alguna razón especial para que fuera Rouge la elegida, preguntó Paula. -En realidad cualquiera de las chicas que asistían a este evento calificaban para este trabajo, pero los requisitos exigidos por el sujeto, eran exactamente los que La Harpie Rouge detentaba para satisfacer de mejor manera los anómalos gustos de este individuo, mas no me aclaró muy bien cuál era la relación que este tenía con Karl y la organización.
-Entiendo que “Paula la loca”, estaban en el ocaso de sus capacidades, expresó Paula,
¿Entonces Rouge era superior a ella?, ¿Como estaba segura de tener éxito en este encuentro,
acaso su disposición física no había menguado también.
-Rouge siempre ha sabido mantenerse en buenas condiciones, llevando una existencia austera, aparte de su tipo de vida y sus predilecciones, por lo que hace poco años, aun estaba vigente, además de las obvias ventajas concedidas para poder aplicar el castigo, lo cual, esto sería para ella solo un mero trámite, repuso Ebba.
-Como tú lo explicas, insistió la morena: “La loca”, al parecer ya estaba físicamente acabada, entonces, ¿Por qué continuaba participando en estos eventos?, o sea que la infeliz era carne de cañón, como se estila decir, y Rouge la desafió sobre seguro, de manera abusiva.
-Bueno, te explico ahora, Rouge aprobó esta propuesta, y como no tenía un ápice de estúpida, sabía que debía enfrentar a una rival, a la que superaria con facilidad. “La loca” había ingresado al círculo como una “Gata”, antes que yo, siendo una mujer ya madura, pero con méritos suficientes para intervenir en estas justas, más al cabo de un tiempo sus destrezas empezaron a disminuir, y no era una adversaria para nadie, ni siquiera contra las mismas “Ratas“, ahora enfrentándose con una rival de igual jerarquía, más aun, siendo Rouge algo más joven, lo cual unos años atrás sí gravitaba, entonces “La loca” no tendría oportunidad alguna contra ella.
-Deberían haber algunas razones de peso por parte del circulo para tomar la decisión de eliminarla ¿No es así Ebba?, en realidad esta mujer ¿Representaba un real peligro para la sociedad?, continuó indagando la muchacha latina, a lo que Ebba contestó:
-Paula “La loca” era una mujer que andaba entre los treinta y tantos años, más cerca de los cuarenta, y ya no daba la talla que le demandaba mantenerse en el circuito para ese entonces, y no tanto por su edad; sino que por los continuos desenfrenos y escándalos, como asimismo por el consumo de drogas y alcohol, que la tenían en la mira de las autoridades donde se ubicara, representando un serio peligro para la organización, por lo que solo estaban esperando la oportunidad propicia para eliminarla, mediante la muy frecuente excusa de “un lamentable accidente”, cosa que ocurre con cierta periodicidad en estos eventos.
-En mi opinión, declaró Paula, me parece, que por tu relato, “la loca” no fue elegida solo como una víctima al azar, ¿No es así?
-Así es, como te decía, el comportamiento de ella originó esta situación, por lo que no fue difícil conseguir que cayera en la trampa ideada por Rouge. Los detalles, de qué manera lo consiguió, no son importantes dijo la escandinava, lo que si te puedo revelar, es que ayudé apoyando la artera mentira de Rouge ante la comisión, declarando que efectivamente, había sido agredida por “La loca”.
-O sea que te especializas en este tipo de ardides, comentó Paula.
-Mi declaración, fue solo un trámite, ya que la ocasión serviría para quitarla del medio,
puesto que su presencia no convenía a ninguno de los intereses que estaban en juego, por lo
que unánimemente el comité aprobó el desafío así hecho por Rouge.
-Entonces Rouge tomó todas las ventajas que le permitían como retadora, ¿No es así? -Ni que decirlo “formuló la rubia”, habiéndole sido aceptado el reto, por parte de la comisión, Rouge tenía el beneficio de escoger como ataviarse para el enfrentamiento; esto lo realizó con poca protección, solo con un ajustado taparrabos de cuero y una daga atada a él, para usarla solo si fuera imprescindible, de la cintura hacia arriba iba desnuda, con sus pies descalzos, lo que favorecía en ella, una sensual apariencia. En contraste, a su antagonista Paula “la loca” la humilló antes de las acciones, y como retadora, tenía el derecho de cambiar y modificar a su antojo parte o toda la indumentaria que ella usaría, exigiendo que se presentara totalmente desnuda. También demandó que les fueran cortadas y lijadas romas, las uñas de pies y manos antes del combate, en cambio ella tuvo el privilegio de conservarlas del largo conveniente, afilándolas y esmaltándolas con un duro barniz metálico, maquillada exageradamente como la zorra que era, con su rojiza y larga cabellera entrenzada y sujeta por un cintillo con agudas púas adheridas, evitando así ser cogida por la cabeza. Las reseñas que la escandinava hacía de este encuentro, no hacía otra cosa más que potenciar su gusto por describir morbosamente los hechos, y sin olvidar detalle alguno continuó explayándose:
-La primera en presentarse fue “La Harpie Rouge”, que era el orden en que esta pidió que se hiciera; saliendo por una puerta que daba a un extremo del cobertizo, siendo recibida con aplausos por la reducida concurrencia. Llegó cubierta solo con un corto batín blanco atado a la cintura, que dejaba al descubierto la mitad de sus fornidos muslos, caminando y avanzando segura con arrogancia frente a los concurrentes, contoneándose al pasar en forma atrevida, para apoyarse finalmente en posición de calmada espera sobre uno de los caños metálicos que conformaban el cuadrilátero, que eran utilizados para delimitar zonas de las caballerizas, y que en esta ocasión conformaban el área de lucha. Instantes después apareció por el acceso principal, “Paula la loca”, custodiada por dos guardias mujeres, una a cada lado. Fue recibida con murmullos y comentarios. Llegó desnuda, lo que le daba claramente una sensación de inseguridad, siendo llevada hasta el cuadrilátero, pasando al interior de este por entre las barras horizontales, mientras Rouge se pavoneaba, apoyada en los caños metálicos permaneciendo aun fuera del cuadrilátero, poniendo atención a una de las chicas custodias, que anunciaba el inicio del esperado encuentro.
-Además de las mujeres escoltas; estaba Karl con una mujer rubia de rasgos orientales, llamada Kim, de la que después te hablaré, por supuesto también estaba Osman, el protector interesado mexicano o sudamericano, y yo, que por invitación expresa de Rouge quería que observara su presentación.
La narración que hacia la sueca no requería de pregunta alguna por parte de la atenta Paula, ya que el tema era lo que más le apasionaba, insistiendo como de costumbre en los detalles, continuaba novelando la situación:
-Cuando se acabaron las presentaciones, Rouge se aproximó a nosotros, sacándose con una simulada calma el batín, que depositó en el regazo del “protector” sudamericano y admirador, ofreciéndosele abiertamente. Después se volteó y avanzó hasta el cuadrilátero, pasando ágilmente entre las barras metálicas, que estaban separadas algo más de un pie entre ellas, deslizándose ágilmente hacia el interior, cerca de donde se encontraba “La loca”.
-Rouge me confidenció, que el sujeto venido de América, había sido muy generoso con
ella y que lo sería aun más si terminaba el combate de la manera que él le había sugerido.
-Este tipo igual que todos los miembros de esta cofradía, como sabes eligen a las más
agresivas, capaces de cualquier acción que les soliciten, reiterando majaderamente que es
una de las principales razones por la cual nos seleccionan, “expuso la escandinava, a manera
de ilustración”. Para continuar comentando que Rouge sabía que podía vencer a la loca en
poco tiempo, pero prolongaría un poco el encuentro, para satisfacer a “Mon homme”, como
llamaba a su “Protector” y cliente, quien de manera insistente, le había solicitado que debía
prolongar la refriega para aplicarle en su desempeño un luctuoso castigo antes de ejecutarla,
con lo cual él se excitaría convenientemente.
-Pero por favor Ebba, cuéntame cómo fue el encuentro en sí, insistió La morena
-La rubia sin tomar en cuenta la petición de su interlocutora, continuó con los detalles:
-Luego que una de las guardias escolta subiera los interruptores de unos focos, se iluminó todo el cuadrilátero, entonces Karl levantó una de sus manos, liberando un pañuelo blanco, típica señal para iniciar la contienda. “La loca” llegó preparada con una droga que le fue inyectada de manera forzada antes de la contienda, perdiendo totalmente la noción de donde, y en qué situación se encontraba, advirtiendo en forma errónea los ánimos y vítores que iban dirigidos a Rouge, como si fueran destinados a ella. La droga además producía otras falsas sensaciones, como me parece que ya estas al tanto de sus efectos, como las de tener una gran fortaleza, y resistencia al cansancio y al dolor.
-Efectivamente, ya he escuchado de estas drogas en otras ocasiones, asintió Paula
-Rouge sabiendo de la comprometida situación en la que estaba “La loca”, primero como de costumbre, representó una absurda contienda pareja, en donde la timada mujer se involucraba en arriesgados y temerarios acercamientos, y cuando Rouge la tenía a su alcance, solamente la abofeteaba y la escupía.
-O sea que no la agredía mayormente, más bien la humillaba y provocaba, ella sí que sabía la muy perra como interesar a la audiencia, comentó Paula.
-Exactamente le confirmó la escandinava, durante los primeros cinco minutos Rouge eludió todos sus intentos, sin agredirla mayormente, por lo que “La loca” logró confianza a estas alturas del match, Rouge ya no podía resistir seguir simulando , por lo que se divirtió tan solo un poco, castigándola a distancia con puños y pies sin provocarle mayor daño, pero si cansancio. En cuanto la agredida Paula se esforzaba en alcanzarla y evitar los rápidos golpes. En los siguientes cinco minutos de la trifulca, la edad y el disminuido estado físico de “La loca” disminuyó su accionar, haciendo más lentos y torpes sus movimientos, a la vez que se le aceleraba la respiración. Este era el momento que usualmente esperaba Rouge, cuando su antagonista estuviera agotada e incapacitada de poder defenderse.
La escandinava no paraba de narrar los detalles del encuentro; de como Paula “La loca” bajo los efectos del alucinógeno no tenía conciencia de la situación en la que se hallaba, y de cómo Rouge se burlaba dejándose atrapar por unos momentos, para después reprimirla con facilidad, mostrándole al reducido público, como su madura y agotada rival, se convertiría fácilmente, en pocos minutos más, en su víctima.
-Dadas las torcidas inclinaciones de los espectadores, todos estaban complacidos por las expectativas que les ofrecería Rouge a partir de ese momento.
-Como tú también “mi nenita mala”, manifestó la morena, para incentivar a Ebba a proseguir con su disertación.
-Había transcurrido ya un cuarto de hora, tiempo suficiente para quedar definido un combate, para no arriesgar más de lo necesario la integridad física de las contrincantes. Era el momento de detener la lid y anunciar la vencedora, ya sea por abandono o por decisión de la comisión, pero este no era el caso, más aun, ahora que Rouge ya se estaba entusiasmado, iniciando el cruel juego de “El Gato y el ratón”, aprovechando de mostrarse en cada ocasión cuando ”La loca” se abatía, dejándola recuperarse por algunos momentos, para exhibir lo que tenía, y que podía ofrecerle a su “Protector” después del encuentro.
-Ebba le comentó entonces, que los efectos de los estupefacientes, iban disminuyendo después de un tiempo, y necesitaban de un momentáneo descanso las mujeres así drogadas, para recuperarse y seguir en el enfrentamiento, situación que favorecía altamente la manera de prolongar el desenlace. Rouge comentaba, que desgraciadamente en esta situación, sus antagonistas no sentían inseguridad ni miedo por el obvio resultado del combate, una lástima, ya que esta incertidumbre en sus rivales, le provocaban un mayor placer, pero a cambio de eso, las muy ingenuas toleraban más el dolor y el castigo, lo que también era muy satisfactorio para estimular sus insanos placeres, los de los fisgones y los de su “Protector”, al prolongar por más tiempo la exhibición, (revelaba la sueca de esta forma la perversidad de la pelirroja).
-En verdad Rouge es una verdadera perra, dijo la joven Paula, me alegra saber la clase de animal que es, solo deseo estar frente a ella para darle de su misma medicina, sin sentir el menor resquemor, para así castigarla y torturarla hasta el final, mostrándome de la misma forma que lo hacía ella frente a sus rivales incapacitadas para defenderse.
La sueca seguía describiendo como “La loca” trataba inútilmente de llamar la atención de Karl, a fin de parar el combate, con inútiles resultados, mientras la pelirroja alrededor de la infeliz, comenzaba un sensual y voluptuoso paseo, arqueando sus caderas insolentemente, lanzándole patadas voladoras en cada vuelta que daba, convirtiendo a la infeliz mujer en un mero instrumento para deleitar a su “protector”, al público, y a ella misma.
Cuando había transcurrido media hora de iniciado el encuentro, (continuaba Ebba con su reseña) Rouge empezó a soltarse el cabello que había tenido cogido todo este tiempo con el cintillo metálico, el que arrojó a los pies del sudamericano, empezando a semejar ahora su melena como la de un león. Siendo esta la seña distintiva, con la que indicaba tácitamente su intención de seguir con la fatídica faena, quiéralo, o no “La loca”, que ya no podía defenderse, y sus energías le alcanzaban tan solo para poder estar en pie, sin opción alguna frente a la sádica y soberbia Rouge.
-Ahora dime Ebba, entonces como podría continuar el combate Rouge, sin tener a una rival capaz a quien pudiera enfrentar, preguntó Paula.
-Bueno exclamó la escandinava, me parece que no has entendido bien que después del abatimiento de una de las antagonistas en estas luchas no existe la rendición. La “loca” a decir verdad, nunca tuvo ocasión ni siquiera de provocar un esfuerzo mayor en Rouge, por lo que no sería objetivo formular que podría haber remontado en su accionar, por lo que de ahora en adelante, “La loca” será protagonista tan solo del inhumano tratamiento a la que Rouge la someterá, complaciendo las peticiones de su protector.
La sueca siempre con la misma descripción continuó exponiendo que en espera de la decisión que tomaría la comisión presente, o sea Karl Hermann, el tipo protector y la rubia asiática, para detener o continuar el combate, Rouge se deleitaba manoseándose, pasando las palmas de sus manos entre sus muslos hasta sus pechos obscenamente, en espera del giro que darían los acontecimientos por la inequívoca decisión de Karl, quien hacía caso omiso de las señales de “La loca”, lo cual era bien recibido por la perversa Rouge, que expectante, daba como aceptada expresamente la continuación del combate, o de la masacre, tal cual como se le debiera llamar.
-Debo confesarte que Rouge esa noche provocó sensaciones que surgieron desde mis más ocultos desvaríos, los que aun no se manifestaban en su plenitud, presenciando con un nuevo y excitante arrebato la manera en que esta iniciaba la ejecución.
-Ahora sí que se pone entretenida tu historia Ebba, por favor prosigue la animó Paula.
-Asiéndola por uno de sus brazos, la impulsó azotándola salvajemente contra el entramado de tubos metálicos, para voltearla y mirarla fijamente a la cara, la que sangraba copiosamente de nariz y boca, habiendo perdido algunas piezas dentales por el salvaje golpe recibido, quedando algo aturdida, por lo que Rouge la tomó por el cabello, evitando que se fuera al piso, levantándole la cabeza para girársela y mostrárnosla por algunos momentos.
Paula se acomodó en su asiento, apoyando su codo en la mesa y haciendo descansar su barbilla en la palma de su mano, señalando la gran atención que ponía a la narración que hacía Ebba, animándola así a continuar con su declaración, manifestándole:
-Esto se pone muy interesante, por favor dime ¿Cuál fue tu reacción mi nenita traviesa.
-Yo me mantuve solo observando, aclaró Ebba, mientras los demás aplaudieron muy complacidos esta maniobra. Una vez terminados los vítores, “La loca”, desde su incómoda posición, intentó atrapar del cuello a Rouge, y esta haciendo ostentación de lo poco que tenía que afanarse para evitar la inútil intención, le quitó las manos de su cuello, cogiendo los dedos de la infeliz, y con estudiada parsimonia empezó a doblárselos hacia atrás lentamente, hasta quebrárselos uno a uno, oyéndose el crujir de las falanges, seguidos por los gritos y aullidos de dolor de la martirizada “Loca”. Seguidamente se dirigió hasta nosotros, consultándonos si queríamos más. Quienes conocían sus torcidos talentos, guardaron silencio, esperando con ansias que continuara su excitante exhibición con uno de sus imaginativos términos de faena, los que ella sabía hacer con lucidas rutinas para regocijo del honorable y respetable público, explicaba la sueca con sarcasmo.
-Tu forma de contar los hechos, me encienden, le dijo la latina, mientras acariciaba por debajo de la mesa las piernas de la rubia muy cerca de su sexo, con la clara intención que esta no parara de describir los sucesos.
Reanudando Ebba con su exposición, detallaba como la francesa se movía, frotándose impúdicamente enfrente de la maltrecha Paula, que apenas si podía sostenerse en pie, viendo como sus manos se agitaban con involuntarias convulsiones, y sus quebrados dedos ya no le respondían.
En otro pasaje Ebba le ilustró la manera en que Rouge frente a “la loca” pasaba los brazos de esta con fingido desinterés por detrás de los caños horizontales sin tener ninguna oposición por parte de esta, sujetándola firmemente de los antebrazos de cara a ella, para evitar que se desplome, iniciando una serie de duros golpes de rodillas al estilo “Muay Thai”, en las costillas, abdomen y piernas. El castigo recibido hubieran sido más que suficiente para ocasionar un inmediato desmayo en cualquier tolerante persona, pero gracias a las drogas suministradas, pudo resistir los embates con algunos quejidos durante algún tiempo, luego del cual, la confundida mujer, empezó a tener recién conciencia, aunque veladamente, de su estado y situación. Continuando luego Ebba con su historia:
-Yo observaba atentamente a Rouge cuando miró al sudamericano, quien le hiso una tenue señal, la que acusó echando su cabeza hacia atrás para darse impulso, y presionar a “la loca” en contra las barras con su abdomen, pelvis y muslos, inmovilizándola totalmente. Paseando luego su lengua por el borde de sus labios, arrastrando la saliva que se le escapaba de ellos, para acumularla en su boca y escupirla súbitamente en el rostro sanguinolento de la latina, a la que tomándola por el cabello, la observó por algunos instantes con la expresión de no estar muy conforme por el trabajo efectuado hasta ahora, pensando seguramente, cómo podría hacer para exhibirse con mayor ensañamiento.
-Entiendo muy bien ahora las expectativas que tienen, o mejor dicho que tenemos, tanto los espectadores como nosotras, al asistir a estos eventos, por lo que tú me cuentas no pueden ser mayores mis ansias a que llegue el esperado momento en que deba intervenir, de tan solo pensarlo me pongo muy cachonda, a punto de venirme, por favor continua Ebba, ¡continua!, insistió la morena.
-Mientras esperábamos la decisión que tomaría Rouge más adelante, y estando impedida la avasallada Paula de escabullirse, mi amiga Rouge le hincaba las uñas en las mejillas con parsimonia y ensañamiento; arrancándole la piel a jirones, torturándola y desfigurando su cara indolentemente, aplastándola con toda su anatomía, en una absurda muestra de fuerza, plena de encarnizado y voluptuoso erotismo.
Paula interrumpió la conversación para recordarle a la rubia que ya era hora de volver a bordo, por lo que se retiraron del lugar que quedaba a pocos minutos del muelle, retomando el camino a este, durante el cual la sueca no interrumpió la descripción de lo ocurrido en el rancho de Florida, de cómo Rouge en su torcida mente, ideó la mejor manera de continuar su rutina para conseguir exhibirse con su aguda y brutal creatividad hasta el fin, volteando bruscamente el inerte cuerpo de su víctima, para atraparla esta vez de espaldas, apresándola entre sus piernas y las barras, aprisionándola obscenamente por detrás como si se tratara de una violación anal, haciéndole así una férrea llave de palanca, aprisionando el cuello de “la loca”, entre sus brazos y la metálica barra horizontal, teniéndola totalmente a su merced.
-Dime Ebba como terminó este encuentro dijo Paula tratando de agilizar el relato.
-Rouge representaba la apariencia de una magnifica e infernal bestia asesina, estando soberbiamente erguida, esperando la aprobación por parte de los presente, la que no se hiso esperar, como tampoco el final de la narración que hacía la escandinava.
-Rouge luego sin liberarla, manteniendo la presión, representó al principio un simulado acto de penetración sexual, con cadenciosos movimientos pélvicos atrás y adelante, los que se fueron haciendo cada vez más rápidos y reales, hasta que en los últimos meneos tensionó los músculos de sus piernas y brazos, comprimiendo a “la loca” en un inmóvil y asfixiante abrazo, asociado a leves estertores, experimentados por ambas mujeres, una por la sufrida agonía y la otra por el deleite epicúreo de subyugarla, esta última mantuvo el mortal abrazo durante más tiempo del necesario, el silencio era casi total, solamente interrumpido al comienzo por las quejas de la martirizada Paula, las que se fueron silenciando poco a poco, y finalmente por la enardecida y lujuriosa respiración de la salvaje y soberbia Rouge, quien bañada en brillante transpiración liberó después de prolongados momentos, a la ya fenecida Paula que se abatió pesadamente a sus pies.
-¿Esta es la forma en que usualmente terminan estas presentaciones?, preguntó Paula para provocar en Ebba otros comentarios al respecto.
-Bueno, así es efectivamente, por supuesto con las evidentes variables que cada una
de nosotras aportamos en nuestros números, corroboró Ebba, para agregar a continuación:
Momentos después Rouge abandonó el lugar, no sin antes mirar con indiferencia el resultado de su faena enjugándose la transpiración de su rostro con el reverso de su puño, mientras iba poco a poco atenuando el ritmo de su sonora respiración, para finalmente lanzar un grueso escupitajo sobre la exánime mujer, dejando de manifiesto el desprecio por quienes eran víctimas de sus viles instintos y abyectas inclinaciones, manifestándolas fría e indolentemente frente a todos los presentes.
-¿Cuál fue la reacción del individuo sudamericano?, “preguntó Paula.
-En realidad, el sujeto tuvo una reacción muy poco usual en estos casos, expresó Ebba.
-¿Quedó complacido con esta presentación, o no?, ¿le solicitó después los particulares
servicios a Rouge? preguntó ansiosamente Paula.
-Tú sabes, con este desenlace lleno de perversa sensualidad, para quienes son adeptos
a estas exhibiciones, esperaba mucho más del tipo sudamericano, quien extrañamente aceptó
con un moderado aplauso la estupenda presentación hecha por Rouge, le reveló Ebba.
-Qué extraña la reacción de este individuo, comentó Paula, luego de las peticiones que le hiso a la complaciente Rouge.
-Siendo yo partidaria de estos desenlaces y bisexual, agregó Ebba, cuando se trata de sexo
duro, prefiero compartirlo con mujeres, y en este caso Rouge me había excitado totalmente,
revelándome esa noche, lo más siniestro y malvado de su naturaleza convirtiéndome desde
entonces en su compañera y amante hasta hace poco tiempo, pero ahora, ya no me atrae y
necesito otra mujer que me entusiasme y me satisfaga, creo que me entiendes mamita.
-Amiga mía dime ¿Que pasó luego con la loca, fue su final o se recobró, le preguntó Paula.
-La verdad es que después de aquella noche no volví a verla más, contestó Ebba, aunque
no creo que haya sobrevivido a esa clase de castigo que sabía administrar Rouge, por lo que se
jactaba diciendo que sus rivales tenían su último combate cuando se enfrentaban a ella.
Paula no tuvo que afanarse mucho para conseguir que Ebba continuara con esta historia.
-Rouge aunque un poco decepcionada, recibió un bono extra por parte del generoso tipo,
creo que ella quedó herida en su vanidad, agregó Ebba, al no lograr excitarlo suficientemente
con su presentación, este al parecer exigía más para ser entusiasmado, según me confidenció
ella más tarde, prefiriendo alejarse del salón conversando animadamente con el turco Osman,
antes de disfrutar las especiales atenciones de Rouge.
-Entiendo, por lo que hasta ahora me has contado; que lo usual, y la razón de estas previas
sirven para estimularse con la vencedora y asesina, quien se expone frente ellos para que mas
tarde le soliciten sus especiales oficios a fin de que estos logren consumar sus predilecciones,
pero este individuo no requirió sus servicios, al menos, es como entiendo la historia que tú me
has contado hasta ahora, ¿No es así?, le comento la morena.
-Exactamente, como tú lo dices, le confirmó Ebba, Rouge debía descargar toda esa lujuria
salvaje para terminar de gozar plenamente, fue entonces cuando me le ofrecí para satisfacer
todos sus caprichos, iniciando este vinculo con ella, satisfaciéndola en toda clase de sufridos
castigos, los que te aseguro soporté muy a gusto, me había enardecido a tal punto, que sentía
imperiosamente la inclinación por cambiar mi habitual rol, sentí incontrolables deseos de ser
la parte pasiva y disfrutar ser castigada por la sádica e insatisfecha Rouge, en lo cual esta era
una experta en este tipo de relaciones tortuosas.
-Siempre me consideré solo una sádica, mas ahora, quería ser sometida, había hallado a la
mujer que me hiciera sentir su sirvienta y esclava, deseaba satisfacerla, complacerle todos sus
caprichos y ahora que el sudamericano la había rehusado, este era el momento ideal en que
tenía que insinuármele.
Paula la interrumpió preguntando por este hombre, más que todo por conocer su nombre,
el que podría tener alguna relación más íntima en esta situación pensó, insistiendo en porqué
no tuvo un intimo encuentro, con la francesa luego que hubo invertido su dinero y tiempo.
-Bueno dijo la sueca, ya que lo preguntas creo que él nunca tuvo el deseo de relacionarse
con Rouge sexualmente, noté que a este le interesaba más ver como sufría a “La loca”, creo
que el gordo se satisfizo tan solo observando el castigo, me parecía a ratos que era un sádico
sodomita, para terminar diciendo, bueno de todas formas no se nos paga tan bien como para
cuestionar a nuestros generosos “protectores”, sino para satisfacer sus excéntricos caprichos.
-Poco antes de llegar a la embarcación que ya divisaban a unos cincuenta metros Paula
se dirigió nuevamente a su interlocutora, para decirle:
-Termina con tu historia, antes que lleguemos hasta el yate, tal vez no tendremos una oportunidad mejor que esta para conversar íntimamente, aunque espero que sean muchas más mi “bella niñita”, le señalo la hábil Paula, para que esta acabara con su información.
-Aquella noche Rouge consiguió estimularme más que cualquier hombre o mujer que
hasta ese momento había conocido. Estaba soberbia y altiva al salir del cuadrilátero, deseaba
su cuerpo, me provocaba adorarla mientras la miraba infligiendo esos dolorosos tormentos,
me sentí hechizada por ella, deseaba dejarme seducir por su mirada, sabía que iba a llevarme
a sentir placeres inimaginables, una hembra que disfrutaba martirizando a las personas, más
tarde supe que ella a su debido tiempo, deseaba ser sometida y castigada también.
-Cuando llegaron a la altura del muelle, en donde estaba el yate, observaron a dos de las chicas que estaban en la popa dándose baños y zambullidas, sobre la cubierta las dos mujeres “Castigadas” Seba y Rouge tomaban el sol, mirando a Paula y a Ebba que llegaban, ahora como la relación entre ellas, no era un misterio, más bien era un secreto a voces, Paula besó en la boca prolongadamente a la sueca, provocando abiertamente a Rouge, de la cual ya tenía información del tipo de hembra que era, demostrándole que no le tenía temor alguno.
Como a las diecinueve horas el capitán Theodoridis, reunió a las invitadas y a la tripulación, para decirles que el crucero continuaría con solo tres miembros de la tripulación:
El segundo de a bordo el ingeniero Hans, Manuel el cocinero y yo quien les habla. Estamos a menos de doce horas de navegación para llegar a la isla Spintria, por lo que les pido su cooperación durante el corto tiempo que nos queda por delante, la rutina será la misma, excepto que esta vez no contarán con sus asistentes. En cuanto a la atención por parte de Manuel, este no tendrá inconvenientes para las comidas en el breve tiempo que nos queda por delante, además hago la recomendación, para que cada una de las invitadas ocupe solo los camarotes asignados, para así conservar las buenas relaciones.
Una vez dicho esto se despidió de los tripulantes que bajaban del yate, donde uno de ellos soltó amarras lanzándolas al piso de la cubierta, para hacer después señas de despedida a los que continuábamos en la travesía.
Esta última noche, el capitán Theodoridis congregó al resto de la tripulación del navío y a las pasajeras, que entre todos no llegaban a un par de dígitos, para darle las indicaciones de cómo tenían que proceder al llegar a la Isla.
Lo reducido de la dotación en el último trayecto tenía como finalidad mantener en reserva las actividades de la entidad y el emplazamiento de la isla, manteniendo solamente a los empleados de mayor confianza, como lo eran: Theodoridis, Hans y Manuel.
Esta última noche en que la luna empezaba ya a menguar Ebba y Paula subieron a cubierta, la primera le describió la isla; su extensión, construcciones, acceso, y las personas que ahí encontrará, de la misma manera trató de describir al enigmático Karl Hermann, sus excentricidades y su relación con los demás invitados, cuando la escandinava estaba en esto último, Paula le interrumpió para preguntarle por la asiática a la que había mencionado.
-Kim creo que la llamaste ¿no es así?
-Así es le contestó Ebba, ese es su nombre, ella es germana asiática, que es como le agrada que la individualicen, y es la compañera, amante, e hija de Karl y una mujer coreana llamada “Sumin” la que fue su concubina, y más tarde su esposa, una de sus favoritas algunos años atrás, no me preguntes más al respecto, ya que para mí esta relación es un enigma, aun cuando soy una de las concurrentes predilectas y habituales en sus tertulias más privadas, lo que sí te puedo expresar que es un honor ser considerada dentro de este círculo más íntimo, Rouge también lo fue hace un tiempo.
-Afortunadamente para el resto de la travesía, no se tuvieron que tomar medidas especiales para vigilar el comportamiento de las mujeres, especialmente de Rouge y de la africana somalí Seba, por lo que la escasa tripulación se dedicó a sus tareas habituales, no teniendo que descuidarlas, para hacerse cargo de esta otra ocupación.
Eran las seis horas del día lunes cuando llegaron al “Fuerte Spintria”, echando anclas frente a una angosta orilla de playa de unos treinta metros de extensión; rodeada en todo su perímetro inmediato por rocas, haciendo imposible el acceso por sus costados. A un extremo de la playa existía un pequeño atracadero de piedra, junto al que flotaban unos botes con motores fuera de borda, distanciado de ahí a unos cincuenta metros desde la orilla, estaba la zona máxima de calado, en donde habían fondeado la embarcación, donde se encontraban dos más de similares dimensiones.
Uno de los botes salió al encuentro de los pasajeros, mientras estos terminaban de arreglar sus pertenencias. En el primer viaje abordaron Seba, Rouge, Hans y Manuel, “los dos últimos iban como custodios de las castigadas”. Después de dejarlos en el muelle, el piloto regreso al yate unos minutos más tarde, abordándolo esta vez; Paula, Ebba, “Killar”, “Sadie” y Theodoridis el capitán, llevándolos hasta el muelle, en donde esperaban los demás.
Junto al grupo que desembarcó primero, estaban dos estiradas mujeres ataviadas con vestimentas de cuero negro, equipadas con un bastón, una daga y un arma de fuego al cinto, al más puro estilo de las chicas espías de una película de acción, esto ratificaba la exposición que le había hecho Ebba en alguna ocasión a Paula, sobre las caras excentricidades de Karl Hermann, de sus onerosos juegos y fantasías, las que compartía con sus asociados, en estas clandestinas funciones encubiertas como competencias deportivas.
Las dos mujeres dada su intimidante indumentaria, no tuvieron problema en hacerse cargo de la custodia de Rouge y Seba, conduciéndose con hosca y agresiva actitud, apoyadas por Manuel y Hans, las que fueron trasladadas a su lugar de reclusión, en un sector de la villa, al final de un extenso pasillo; el cual tenía por ambos lados apartamentos, cuatro mayores a un lado y siete menores por el otro. Entorno en el cual debió existir originalmente un antiguo “fuerte”, y después posiblemente un refugio para marinos, sobre cuyas antiguas ruinas se levantó esta villa.
El recinto en que acabaron detenidas estaba aislado de las demás habitaciones, era un calabozo frente a un jardín que se erguía entre unas rocas, sobre las cuales unas escalinatas de piedra caliza subían hasta los aposentos privados de Karl y Kim, en los cuales, un vigilante armado cuidaba el ingreso; un fornido eunuco africano, al que llamaban “Lothar“, el que también hacía las veces de valet incondicional y guardaespaldas personal de Kim. A un costado del parterre se ubicaba el salón de los “Eventos” que daba frente al mar, el cual le había descrito detalladamente Ebba en algún momento a la muchacha latina.
La escandinava le explicó a Paula que los cuatro apartamentos mayores eran ocupados por las participantes “Superiores”, unas seis que por lo general asistían a los torneos, el mejor y el más grande para las más privilegiadas, los otros siete que dan al frente son ocupados por participantes “inferiores” o “ratas”, y por el personal de servicio, pero solo durante el periodo que duran los juegos.
-Al final del pasillo frente al jardín y al lugar de reclusión, están las habitaciones de los invitados, o bien de los “Dirigentes deportivos”, decía esto la rubia mientras se desvestía para tomar una ducha.
-Quítate tú la ropa también Paula bañémonos juntas.
-¿No es algo pequeña la ducha de este baño como para las dos?, le dijo Paula
-Hay que ahorrar agua, pues es escasa, “Dijo Ebba en tono de humor, con una risita”.
El comentario implicaba una situación real, puesto que en estas pequeñas islas, es muy escaso el preciado líquido y el que sacan de los pozos, junto a las pocas lluvias que caen en esta parte del año, alcanzan tan solo para el consumo de un pequeño grupo de personas, por lo que deben traerla, entre otras provisiones; en lanchones cisternas de manera regular, para distribuirla por medio de bombas y ductos desde el dique a unos estanques, durante al menos los meses más calurosos, más todavía cuando a esta isla llegan un mayor número de personas para estos eventos de las que comúnmente habitan en ella.
Esta misma explicación que le dio Ebba a Paula para ilustrar en qué condiciones se desarrollan esta y otras actividades en las islas mediterráneas en cuanto a la escasez del agua, aun cuando poco o nada le importaba, le sirvió más bien como un válido pretexto para un sensual encuentro bajo la ducha.
Una vez que se hubieron refrescado y “todo lo demás”, se dispusieron a reposar, mientras lo hacían, alguien golpeó a la puerta, la rubia que aun estando desnuda la abrió, era Pierre Dupont que ya se encontraba en la isla, saludando amablemente a ambas muchachas:
-¡Hola!, ¿Como están?, veo que ya se conocieron, según me informó el capitán Theo, expresando luego gentilmente algunas palabras de bienvenidas, esperando una respuesta por parte de las mujeres.
-Así es le confirmó Ebba alegremente satisfecha, ¿A qué se debe tú grata visita Pierre?
-Vengo a informarles que a un costado del embarcadero y bajo una marquesina, si así lo desean, estarán dispuesto refrigerios y comidas para servirse, ya que en la isla no hay servicio de habitación, añadió esto con un dejo de humor. A continuación les notificó que Karl Hermann y su compañera Kim acababan de arribar a la isla, al parecer en un hidroavión, y que a eso de las veinte y treinta horas se reunirán en el salón principal, el que se ubica en donde termina el pasillo, como ya te deben haber informado “mon chérie” Paula, y como eres nueva en estos certámenes, (especificó el francés), aun de igual forma te documentaré que es el lugar en donde se efectúan y se programan los eventos, siendo este el motivo principal por el que todos nos encontramos aquí.
-Así es Pierre, le contestó Paula, ya me han instruido al respecto casi de todo, y por la mejor instructora y guía, le sonrió, girando la cabeza para indicar a Ebba.
-Me encargó el señor Hermann, les hiciera llegar la sugerencia de lucir ataviadas muy sensuales y atractivas para la ocasión, es todo lo que debo que comunicar… ¡ah!... Ebba tengo un encargo para ti de Kim, éste sacó del bolsillo de su camisa un sobre, el que extendió a la aludida, agregando además, me pidió que te informara que durante la tarde te comunicaras personalmente con ella, luego el varón se despidió, retirándose cortésmente.
Ebba tomó el sobre, extrayendo del interior una postal que ojeó en pocos segundos y que pasó trivialmente a la morena, quien leyó un mensaje que tenía escrito en manuscrito escuetamente: Esta noche “Gladiadoras & esclavas”.
En la isla, como en todos los eventos que se realizaban, se tenía prohibido comunicarse por algún sistema telefónico, sea celular, satelital o por otro sistema, los únicos que podrían efectuar llamadas pero no recibir; eran Karl y Kim, aunque podrían hacerlo eventualmente Pierre Dupont y Theodoridis, siempre y cuando lo ameritaran forzosamente las circunstancias.
Una vez que se hubieron vestido, las dos mujeres se dirigieron directo a la marquesina mencionada junto al muelle para comer algo, era un local de estilo informal pero cómodo, ahí se encontraba el conocido y agradable Manuel con otros empleados de la isla, a quienes saludaron, para luego tomar el menú que le ofrecieron, después de merendar y disfrutar un breve paseo por las inmediaciones, subieron hasta sus habitaciones, desde donde la sueca se despidió de la latina, siguiendo de largo para dirigirse a las dependencias privadas de Kim, tal como le había notificado Pierre esa mañana. Por lo que la chica morena decidió tomar una placentera siesta, esperando el regreso de su amiga.
Al atardecer llegó animadamente Ebba de su reunión con la enigmática Kim, diciéndole a Paula que tenía un plan para antes de ir a la recepción.
-Primero comeremos algo en el embarcadero, para después ir a ver a nuestras amigas que están en prisión, ¿Te parece?
-¿Qué sentido tiene hacerlo? preguntó Paula.
-Bueno, como tú deberás saber, disfrutar antes, durante y después de los encuentros, ¿Entiendes?, le dijo la escandinava, prosiguiendo con la explicación:
-Antes, debes amedrentar a tu futura rival, ella te debe temer, su miedo debe nutrirte, eso lo aprendí de la mismísima Rouge, créeme que es muy estimulante hacerlo, entonces sí podrás darle de su propia medicina.
-Durante del enfrentamiento, ni que decirlo, el momento de la verdad llega cuando desahogas todas tus reprimidas ansias de castigar y vejar sin límites a la infeliz elegida que convertirás en tu víctima, en este caso Rouge.
-Después del combate; no sé si en tus experiencias anteriores, sentías la imperiosa necesidad de prolongar todo ese deleite, terminando por satisfacerte una vez que hallas encendido en cada fibra de tu cuerpo el deseo de ser adorada en premio a tu excitante y despiadado desempeño, de poseer y ser poseída, consumando de esta manera el deleite final que tu cuerpo reclama.
-Lo de antes y durante lo entendí muy bien, “formuló Paula”, pero explícame mejor aquello del después.
-Y bueno, el Después “sonriendo la rubia explicó”; en las veladas que realizan Karl y sus íntimos, es lo más parecido a un “Pandemónium infernal”, en donde el significado de orgía, sobrepasa la imaginación de las mentes más corrompidas.
-Entonces el “Después”; es cuando se hace necesaria una de esas tertulias, si mal no entiendo, para compartir finalmente todos esos momentos, ¿no es así Ebba?
-¡Oh si!, me encantan esas reuniones, respondió la entusiasmada escandinava, y estoy segura que a ti también te van a gustar, si tienes la oportunidad de ser invitada.
-Ya veo dijo Paula, como eso de “Amazonas y esclavas”.
-Es muy similar querida, pero ese, es otro “Jueguito”, le corrigió Ebba, el de esta noche se llama, “Gladiadoras & esclavas”, ahora arréglate lo mas perra que puedas, que yo haré lo mismo, para que nos exhibamos en esta reunión preliminar que tendremos frente a Karl y sus amigos, no te olvides que ellos disfrutan solo con las chicas más despiadadas y agresivas. Pero antes, ya sabes, iremos al calabozo a atemorizar a esas miserables.
Las dos mujeres, después de cenar en el muelle, dejaron sus habitaciones vestidas con trajes muy ceñidos, ambas con tacones y por cierto con todo desparpajo, para mostrar lo que tenían, Ebba lucía un corto vestido rojo, abierto arriba y abajo, dejando ver su bronceada y tonificada figura, mientras la morena lucía una cortísima prenda oscura, descubierta bajo la cintura, descubriendo y exhibiendo sus bellas y fornidas piernas.
Eran aproximadamente las veinte horas, ya terminaba de anochecer, cuando las dos mujeres salían de sus aposentos para caminar hasta el final del pasillo.
El sonido de sus tacos en el adoquinado alertó a una mujer de ceñuda mirada, y de unos treinta y tantos a cuarenta años, que estaba de guardia junto al calabozo, la que frente a ellas, les cercaba abiertamente el paso, advirtiéndoles enérgicamente:
-Nadie puede visitar a las detenidas.
-Hazte a un lado mujer estúpida o quieres que te arroje a los acantilados, le dijo Ebba.
La mujer aludida tomó el bastón que llevaba, con la clara intención de querer usarlo en contra de la sueca, pero ágilmente esta se lo arrebató antes de poder terminar de levantarlo y con la otra mano la agarró vigorosamente del cuello, diciéndole:
-¿Creo que no me conoces imbécil, o si?, la agredida mujer le respondió con temor:
-Sí,...sí, sí la conozco.
-Bueno deberías saber que no estás en condiciones de dar órdenes a quienes pueden revolcarte, le dijo la nórdica, ahora retírate y déjanos pasar a ver a estas necias recluidas, y desenfadadamente caminaron al interior de la prisión, a la vez que tiraba lejos el garrote que le había arrebatado a la timorata y madura guardia.
La sensual y rítmica resonancia de los tacones de ambas mujeres en el duro pavimento al caminar las precedía sonoramente, por lo que las dos detenidas estaban ya sobre aviso de la aproximación de unas visitas, poniéndolas sorpresivamente en alerta a las ya angustiadas mujeres, añadiéndoles aun más estrés a sus impacientes estados, produciéndose desde ese momento, el efecto deseado, tal como lo había mencionado Ebba; ocasionarles miedo antes del combate.
-¿Como están?, las atienden bien aquí chicas, exclamó la rubia con su típico tonillo escandinavo que retumbó por todo el lugar cuando aun no alcanzaban la reja que las aislaba del resto del conjunto.
Las dos mujeres confinadas, sin estar sorprendidas miraron a las inesperadas visitas.
-Para que vienes Ebba, seguramente para atormentarme con tu nueva amiguita “le dijo Rouge”, ella ya te conocerá muy bien; debe saber de las intrigas de las que estoy enterada desde hace algún tiempo, y como te prestas para hacer desaparecer mediante “El castigo”, a quienes están al tanto de ciertas situaciones que incomodan a Karl y a sus cercanos, de cómo las adecuas a estos eventos mediante tus alevosas mentiras, y la manera en que alteras la verdad de los hechos, vamos cuéntale a cuantas has eliminado incitándolas injustamente al castigo, ni aun las más cercanas a ti se han escapado de tu perversidad y falsedad, hay que estar demente para estar contigo, estás enferma de la cabeza, incluso más que yo, lo que es mucho decir, aguarda que salga de aquí, y apelaré a la comisión, y una vez que se informe Karl, me comprenderá, y me dará la ocasión para enfrentarte, y matarte, traidora intrigante, terminó diciendo la alterada francesa.
-No puedo estar más ansiosa, estaré esperando que llegue ese momento replicó Ebba
-Ahora tenemos un acuerdo entonces, le contestó Rouge.
-Tendrás dos arduos acuerdos, le corrigió la rubia, porque deberás enfrentarte primero
con mi amiga Paula “La furia latina”, que te desafiará de acuerdo a las facultades que tiene, y
no creo que quede suficiente de ti, luego que ella termine contigo, seré su “Protectora”, para
sugerirle de cómo tendrá que proceder durante el combate, aunque pienso que no necesitara
de estos consejos, puesto que ella es muy talentosa al respecto, ¿O no querida?, le preguntó a
Paula, que estaba al margen de la conversación hasta ese momento, a lo que esta manifestó:
-Será este mi debut y tu final Rouge, espero que procedas de frente, y no por la espalda,
como la otra noche, y te comportes con mucha mayor dignidad cuando llegue el momento de
nuestro inevitable encuentro, terminó diciendo Paula, luego Ebba interrumpió diciendo:
-Aquí tenemos a otra más que usa las malas artes, cuando no lo puede hacer en buena
lid, te estoy hablando a ti, negra, tramposa y cobarde, ahora no te daré la oportunidad de que
contamines mis bebidas, esta noche nos reuniremos con la comisión y se expondrán nuestros
retos, estoy decidida a enfrentarte, lo único que lo impediría, sería que Karl no lo autorizara,
lo cual sería muy lamentable, al oír esto último la africana pensó que se abría la posibilidad de
cancelar el probable combate, por lo que levantándose ansiosamente del camastro en donde
había estaba sentada, titubeando y atolondradamente preguntó:
-¿Y cómo sería…eso?, tú renunciarías al reto y podría suspenderse el combate.
-¡No! le corrigió Ebba, igual tendrías que combatir pero con otra adversaria, hay una sola mujer que puede intervenir e impedir estos desafíos, Seba con la voz entrecortada y ansiosa se apresuró a preguntar, obviamente para conocer al parecer una mejor opción.
-¿Quién es esa mujer?
Ebba hiso una gran pausa antes de responder, manifestando al final:
- La mujer es..., Kim, quien tiene por hábito, tomar los retos que se le niegan a la retadora.
-Seba se mostro nerviosa y con su voz temblorosa, casi musitando dijo: O sea que si tú…, no eres mi rival, tendré que enfrentarme a…, Ella… ¿No es así?
-Efectivamente, sí, así es, le respondió Ebba.
Al escuchar esta lapidaria afirmación, la somalí inclinó su cabeza, tomándosela con ambas manos y apoyó los codos en su regazo, haciéndose un silencio total por un momento, hasta que la rubia con voz sarcástica y burlona exclamó con su particular acento:
-Seba pero ¿porqué tan callada?, al parecer creo que le temes más a Kim que a mí.
La africana somalí conocía el mortal proceder de la oriental en sus presentaciones, Ella no tenía que pedir autorización para acabar con sus rivales de la manera más disoluta y cruenta imaginable, era la reina de las perras, si bien todas las que llegan a estos eventos lo son, estas últimas eran discípulas aprendices de las horrendas técnicas usadas por Kim, siendo tan solo una velada copia del inhumano proceder no solo en estas lides, sino que en el quehacer usual de la temible germana asiática.
Insistiendo con la misma manera de relacionarse con las detenidas, Paula y la escandinava
continuaron con las intimidaciones por algunos momentos más, hasta que dejaron el lugar,
gritándoles toda clase de obscenidades e insultos a medida que se alejaban, para encaminarse
hacia el salón, cuando casi era ya la hora señalada para la convocada recepción.