Relatos Eróticos Orgias
La berenjena
Publicado por Anónimo el 30/11/-0001
Hace falta tener mala suerte como la mía. Después de dejar a mi niño en la guardería pasé por el mercado a comprar. En la verdulería me llevé entre otras cosas una berenjena bien grande. Con la compra a cuestas volví a casa donde esperaba tener un buen polvo porque tocaba pulido de los suelos del portal y la escalera y el maquinista era uno de mis "recursos humanos" para compensar el tedio sexual al que me sometía mi marido. Pero el portero, otro de mis "recursos humanos", me advirtió que hoy no vendría el maquinista del pulido y se ofreció para ocupar su turno en mi coño. Ni que decir tiene que acepté la generosa oferta.
Como es habitual cuando una va cargada, el ascensor no funcionaba, por lo que me trepé los cuatro pisos con la carga de la compra meditando sobre la conveniencia de ir a un gimnasio o hacer footing para perder las grasas que me había procurado durante el embarazo.
Comencé a meter la compra en el frigorífico esperando impaciente al portero. Sonó el telefonillo. Era el portero. No podía "ver mi problema con la luz" porque el administrador de la comunidad de vecinos había llegado para pedir los recibos de gasto de las reparaciones del último trimestre.
Pero yo estaba caliente, caliente no, ardiendo. Necesitaba el coño lleno de polla. Y según sacaba la compra topé con la berenjena. Y claro, pues se me vino a la cabeza la idea: A falta de polla, hay berenjena.
Ni corta ni perezosa tomé la botella de aceite y me unté el coño con ella. Debo señalar que tenía el pubis afeitado en un vano intento de excitar a mi marido. Evalué el tamaño de la hortaliza y estimé que era bastante más gruesa que cualquier cosa que hubiera tenido dentro hasta entonces. Pero, aparte de salida, ese día mi biorritmo debía estar alto porque heroicamente abordé la empresa de meterme aquel vegetal en el coño y regalarme un orgasmo con El a falta de maquinista pulidor y de portero.
He de confesar que tal era mi calentura desde que mi marido me tenía en abstinencia sexual, por no sé qué demonios de prejuicios que le entraron tras el parto, que me entregaba a follar con el maquinista pulidor, el portero, el revisor del contador del gas, el que vendía miel a domicilio y el vecino casado del primero A sin que ninguno de ellos fuese un portento. Realmente la polla de mi marido era bastante más eficaz -antes del parto- que la de ninguno de ellos. Pero yo sabía que los huevos de mi marido eran vaciados por la vecina del primero A -por algo una tenía al portero como "recurso humano"- y consecuentemente no podía esperar atención alguna de él, con prejuicios postparto o sin ellos.
Tras un enconado esfuerzo con la berenjena para meterla en mi coño, ya que se me resbalaba de los dedos pringados de aceite de oliva, conseguí llegar a tener dentro hasta la parte más ancha. Me disponía ya a iniciar una prudente maniobra de metesaca con una mano mientras los dedos de la otra se encargaban de acariciar el clítoris cuando sonó el maldito y escandaloso timbre de la puerta. Me dio tal sobresalto que la jodida y aceitada berenjena se me coló enterita dentro. Dios mío qué angustia. ¿Cómo la sacaba?. Y mientras, el jodido timbre insistiendo.
Me subi las bragas, me baje la falda y, respirando profundo, tuve el valor de abrir la puerta en aquellas circunstancias. Era el maquinista pulidor.
Aceleradamente me contó que le habían encargado un trabajo urgente en unas escaleras dos calles más arriba y por eso no había venido. Pero era la hora de su almuerzo y nada se oponía en su convenio laboral a que emplease su tiempo libre para follar en lugar de almorzar.
Mientras me contaba sus derechos laborales ya me había levantado la falda, extraído las tetas de su albergue y colocado de frente a la encimera de la cocina en la posición que le gustaba habitualmente para utilizar su agujero preferido: El de mi culo.
Era tal su apremio por vaciar su esperma dentro del tiempo estipulado por su convenio laboral para el almuerzo, que no me dio oportunidad para mostrar mi desacuerdo con la sodomización que pretendía. Pero aunque me hubiese escuchado, el aceite de oliva que había resbalado de mi coño a mi ojete en la maniobra de la berenjena facilitó la penetración de su polla sin ningún inconveniente.
- Qué fácil te entré tu culazo, putona mía, te agradezco que estuvieras ya lubricada. Así no pierdo tiempo. El cabrón del supervisor me toma el tiempo del almuerzo porque me tiene manía.
A polla metida qué iba a hacer. Lo que era de esperar. Me llevé dos dedos al clítoris y me puse a frotarlo a rabiar. El maquinista pulidor no debía saber calcular bien el tiempo, porque se consagró a un mete-saca tan frenético y enérgico con tal de eyacular antes del fin de su rato de almuerzo, que de repente mi vagina me alertó de que la puta berenjena se había partido por culpa de sus sacudidas.
La preocupación me alejó del merecido orgasmo que estaba a punto de conseguir. Pero lo peor de mi caso viene ahora: Inclinada sobre la encimera de la cocina, con mis tetazas de mamá lactante golpeando en el borde y desparramando leche por doquier, la vagina abarrotada de berenjena rota, el recto repleto de polla febril y, lo que faltaba. El portero, que tiene la llave de casa por si pasa algo, que entra y nos descubre así. Pero no crean ustedes que se cortó un pelo.
- Oye, maquinista, dale la vuelta a la vecina y déjame su coño.
- Vale tío, déjame un momento para sentarnos en la silla. Mejor en el sofá del salón, más cómodo.
Y el tipo, sin sacar su verga de mi culo, me tomó en brazos y me llevó al salón, sujetando mis patas por alto y con el pelado coño desprotegido, lo que permitió al portero sobar y estrujar mis labios vaginales además de pellizcarme impunemente el clítoris durante el camino.
El energúmeno maquinista no era tan fornido como se creía cuando me levantó en andas con la polla alojada en mi culo, porque al término del trayecto hasta el salón desfalleció y se dejó caer, hundiendo por el golpe más si cabe su pene en mi culo, lo que produjo otra rotura de la berenjena que mis tejidos vaginales acusaron.
Cuando vi al portero dispuesto a meter su verga en mi coño con la del maquinista en mi culo empecé a gritar:
-¡Esperad, esperad!. No me la puedes meter en el coño.
- Tío mira la puta esta, ahora se nos pone pacata después de haberle soltado una docena de polvos cada uno. Esto lo arreglo.
El portero salió disparado mientras yo intentaba explicarme.
- Escucha ... pfffss ... por favor, maquinista ... es ,.. que ... aaaaagghs
- Calla puta, que me desconcentras. Y tengo que volver al curro en 10 minutos.
- Es que tengo un problema en la vagina.
- Y a mi qué. Te estoy taladrando el culo.
- Es que... aggsss ... tengo ... fussss... dentro...
Y regresó el portero, me abrió la boca con sus dedazos y me encajó en ella una manzana entera. Y ya no pude explicarme. Con mi coño bien aceitado no tuvo ningún problema para meterla de un empujón. Bueno si:
- Colega, esta puta es como si fuera virgen. De repente se le ha cerrado el coño. Serán secuelas del parto, como dicen, o es que tu polla en su culo no me deja entrar bien. Pues si es eso, a ver que polla gana. Allá va.
Y se puso a bombearme el coño como un loco, mientras yo notaba la berenjena deshacerse dentro de mi por la presión conjunta sin poder protestar por la manzana que ocupaba mi boca y mordía como una desesperada para deshacerme de ella. Por fin lo conseguí.
- ¡ Parad cabrones, que tengo la vagina ...!
- Si puta, tienes la vagina llena de mi polla. Calla, zorra, que ya estoy para llenártela además de mi lefa.
- ¡Japuta!, calla, me desconcentras pa vaciar los güevos y debo volver al curro.
En su cabreo por el temor a no poder cumplir el horario laboral me estrujó las tetas con sus manazas y saltaron chorros de leche que fueron a parar a la cara del portero, que se entusiasmó aún más. El portero, sin dejar de bombear mi coño, pegó su boca a mi pezón derecho y empezó a saquear sin contemplaciones el alimento de mi bebé al tiempo que me cerraba la boca con su mano.
No sé que se me vino al cuerpo, me debí volver loca. Pero de repente me entró un gran placer y me callé y me entregué al disfrute de la doble follada. Era la primera en mi vida y me arrancó un orgasmo monumental antes que a ellos. Cuando me recuperé y sentí en mi vagina el chafarreo que hacía la berenjena ya desmenuzada batida por la verga del portero volví a reclamar.
- ¡Por Dios, oidme ... es que mi coño ...
- Tu coño es muy rico, ya lo se ... ya .. ya .. ya te ... lo riego ... ahsss.
- ¡Dios que culo cerradito! Yo tambien ... me ... me .. voyyyyyy dentrooooo la caja la mierda ... aaahhhhssss.
- ¡ QUE MI COÑO ESTÁ LLENO DE PASTA DE BERENJENA POR VUSTRA CULPA!. ¡Y HAY QUE SACARLA CABRONES!
- ¿Qué dice esta zorra loca? Una vez vaciados sus huevos ya estaban más receptivos a mis explicaciones. Pero me costó tiempo hacerles creer que tenía y por qué tenia, una berenjena hecha puré dentro de mi vagina.
El portero se atrevió a lamerse los restos que tenía su polla para comprobarlo, y el maquinista me metió dos dedos en el coño para sacar algo del puré y cerciorarse. Acabaron por convencerse de que mi vagina estaba llena de pulpa de berenjena y que eso no era sano y había que actuar.
El maquinista actuó invocando su obligación laboral y se volatilizó mientras yo anotaba mentalmente una baja en mi plantilla de "recursos humanos". Por el contrario, el bueno del portero decidió meter su mano en mi coño para sacar todo lo posible y extrajo la mayoría, pero al sacar la mano por el agujero estrujaba más la hortaliza y me seguía quedando materia dentro, cada vez más desmenuzada. Me puse nerviosa y lo puse nervioso también a él.