Relatos Eróticos Lesbicos

A la escuela con tanga rosa, el distintivo de mi club

Publicado por Isabela el 02/09/2015

Cada martes vivo la experiencia más maravillosa del mundo, llevar puesta mi braga rosa a la escuela. Todo comienza el momento en que me pongo mi tanga, ahí se transforma mi vida, el solo llevar puesta esa prenda cambia mi apariencia, mi actitud, veo con otros ojos la vida, parece que los ojos se me inundaran de rosado y de aquel nombre que lo siento pegado a mi zona más íntima durante todo el día.

Después de haberme puesto el uniforme de la escuela y de haber tomado mi mochila, salgo a esperar el bus, apenas los primeros pasos y recibir esa brisa mañanera en mis piernas, siento mi tanga ahí debajo de mi falda ajustándose a mi piel y el sólo sentirla ya me tiene húmeda, me vienen una serie de sensaciones muy agradables que me hacen caminar contenta el resto del camino. Tomar el bus y sentarme en uno de los asiento sintiendo la tela de mi falda ajustándose a mis nalgas es agradable, pero lo que más me excita es sentir esa delgada tira de tela de mi tanga rosa encajada en medio de mis nalgas.

Entro a la escuela, atravieso las canchas, veo a las demás chicas, cruzo los pasillos, saludo a mis compañeras, me junto con las de siempre y charlamos, jugamos y reímos, lo habitual, lo de siempre, excepto que hoy es martes y sólo yo sé lo que llevo debajo de mi falda y ninguna de ellas lo sospecha ni remotamente, eso me produce una explosión interior que termina derramándose de mi vagina, mojando ese nombre que llevo ahí puesto en la tela de mi prenda íntima. Toca la hora de clases y pasamos todas juntas en alboroto al aula, y yo me siento acompañada por mi tanga rosa abrazando mis caderas y mi vagina, es como estar acompañada muy íntimamente por aquella que tanto me excita los martes.

Me voy a ocupar mi pupitre y al sentarme siento exactamente la misma sensación que sentí en el bus, es tan agradable esa sensación en mi vientre y en mi clítoris que termino juntando las piernas con fuerza apoyándome sobre el pupitre para controlar esa excitación que domina por dentro mi abdomen y me produce un delicioso cosquilleo, al juntar mis entrepiernas siento mi humedad en la tela de mi tanga rosa y eso hace que mis labios vaginales se abran como una flor queriendo dejar al descubierto y encima de mi tanga toda la zona interior de mi vagina, casi y puedo sentir como se raspa mi clítoris con la tela de mi tanga, esa sensación me descontrola y no puedo tomar atención a lo que dice la maestra, me encuentro prácticamente conmocionada de tanto placer.

Sé que debo disimular un poco pretendiendo que me ocupo atendiendo la clase, pero es inevitable seguir sintiendo mi excitación, más cuando me ha llegado un correo de ella, un mensaje excitante en el que me dice:
“Junta tus piernas en medio, aprieta tus entrepiernas hasta juntar la tela de tu braga en medio, y siénteme porque ahí estoy, tocando deliciosa y delicadamente tu excitante vagina.”

Sentí esa necesidad de juntar más mis piernas en medio hasta sentir como se arrugaba mi tanga en medio de mi vagina y esa tela arrugada llegaba a los bordes de mis labios vaginales, haciéndome sentir una sobreexcitación que casi me mantuvo paralizada mirando al frente sin poder detener la avalancha de placer que sentía que se me venía encima, era tan descontrolado mi placer que tenía deseos de apretar mi tanga por el medio para poder pegarla a mi piel más íntima, y si era necesario meter esa parte del nombre dentro de mí y llenarlo de mis flujos, tenía deseos de ser manoseada pero por ella, la que me hacía suya cada martes con las cosas que me decía.

Y ahí estaba el distintivo de mi club recibiendo toda esa descarga de mi excitación, para eso estaba finalmente, y para mantener ese nombre que me excita tanto pegado a mi vagina. Esa tanga es lo que me tiene conectada a ella, es el distintivo que comparto en completo anonimato con ella, ese mi distintivo es mi más preciada prenda porque con ella me siento parte de algo que ha renovado mi vida llenándome de placer. Simplemente adoro esa prenda.

Luego de clases llego tan ahogada de placeres a casa que es inevitable; ir al baño, bajarme la tanga, ver y sentir toda esa humedad que me ha provocado, y sentir que mi excitación aún es inagotable. Solo quiero masturbarme como lo hiciera ella, y eso me conduce a tocarme, a seguir provocándome una mayor excitación, quiero clavarme los dedos, hacerlo muy adentro y sentir que mi vagina segrega sus jugos, y mover impulsivamente mis dedos humedecidos dejando que mi vagina se abra a voluntad de mi mano, luego morderme los labios y dejar escapar mis gemidos apenas, acompañados de un chorro húmedo que me obliga a expulsar los dedos de mi vagina.

Entonces después de esa agradable masturbación en el baño y de subirme la tanga voy directo a mi cuarto, me subo a la cama, cruzo las piernas, y me pongo a la conversación con ella como me gusta, me saco unas fotos para excitarla, le muestro mi distintivo del club que es lo único que llevo puesto, y con el móvil en una mano escribiéndole y con mi otra mano tocándome mi vagina, disfruto de estar con ella sintiendo sus palabras que me tocan como si me tocaran sus manos, sintiendo que me llegan como lamidas que sólo ella sabe ponerlas donde más lo disfruto. Esas conversaciones con ella suelen ser tan excitantes que no las cambiaría por nada ni nadie.

Disfruto tanto de los martes que no quiero que se acaben, no quiero que termine mi desborde de excitación que crece a cada momento, porque cada momento siento su presencia a través de la tanga que llevo puesta y que se adhiere a mi piel con la humedad que voy dejando encima, a cada frase, palabra o cosa que me manda no sólo a mi sino a todas las que llevamos celosamente guardado su nombre en una braga rosa.

Es un secreto tan íntimo el que llevo con ella, que me hace sentir increíblemente grandiosa, soy otra desde que guardo este secreto junto a ella, y pasar cada martes a su lado es una experiencia inexplicable a la que solo puedo llamar EXCITACIÓN, y yo me creía antes una mojigata, de aquellas que se prieta las faldas para que nadie le viera ni siquiera los muslos, pero ahora la llevo a ella muy dentro y muy íntimamente pegada a mí, nadie lo sabes, nadie lo intuye siquiera y seguramente sigo pasando de mojigata, pero eso no me importa porque he descubiertos un placer que me encanta, que me tiene contenta no solo los martes sino todos los días. Todo comenzó un martes en el que me puse mi distintivo del club y es así como terminó gustándome toda esta aventura de pertenecer a: El club de las bragas rosa.

Recuerden que aún estoy ofreciendo mi último libro digital “EL CLUB DE LAS BRAGAS ROSA” que lo distribuyo gratis a través de correo electrónico, las interesadas en leerlo completo sólo deben pedírmelo a: isabela.4102@gmail.com
No olviden pedirlo por el nombre del libro y por favor solo chicas.