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Tino, mi perverso vecino, me rompe el culo en su casa

Publicado por Danisampedro91 el 02/03/2021

Cada vez que se acercaba el sábado, me iba poniendo más nervioso. Sabía que tenía que acudir a la casa de mi perverso y chantajista vecino, Tino. Estaba completamente seguro de que iba a volverme a dar por el culo, y la verdad es que aparte de no gustarme nada de nada mi perverso vecino, me asustaba que volviera a romperme el culito con aquel monstruoso consolador que tenía y me había ensartado la otra vez, cuando acudí a los trasteros. Además, temía que quisiera volverme a amarrar y me volviera a sacar fotos y gravarme en vídeo, no las tenía todas conmigo y desconfiaba de sus intenciones, lo del chantaje me tenía demasiado preocupado. Lo único bueno que le veía, era la larga polla y sus enormes pelotas, eso sí me gustaba y me hacía palpitar el culito. Pero su manera de mirarme y el pedazo de barrigón que tenía, no me gustaba nada.

Los días fueron pasando y el sábado llegó, por lo que nervioso y excitado, a las 11 de la mañana, acudí a la cita. Con los nervios que tenía, antes de que dieran las 11 de la mañana, ya estaba saliendo de mi casa, antes había mirado a ver si veía a Luis, mi joven vecino, pero en su casa no había nadie, y no se veía movimiento alguno, por lo que antes de que dieran las 11 de la mañana, ya estaba saliendo de mi casa para acudir a la del perverso y chantajista de Tino, el viejo vecino.

Cuando llegué a la planta donde vivía él, toqué el timbre, esperando que no tardara en abrir, no me gustaba que me vieran los demás vecinos. Ya estaba muerto de nervios, cuando escuché como alguien subía en el ascensor. Si ya estaba nervioso, escuchar como el ascensor se aproximaba a la planta donde estaba, me ponía aún más alterado. Estaba a punto de marchar escaleras abajo, cuando de pronto se abrió la puerta del piso, haciendo aparición en el umbral de la puerta vestido tan solo con una bata, el viejo y perverso de mi vecino, Tino.

Dios, en aquellos momentos las piernas me temblaban, me recorría un sudor frío por la espalda y la cara se me empezaba a enrojecer. No era capaz de abrir la boca, me quedé mirando aquella silueta que me había abierto la puerta, quedándose contemplándome con una cara de lujuria y perversión, que me hizo estremecer.
Noté como las piernas me temblaban, y el viejo vecino me miraba esbozando una sonrisa en su cara.

Bueno bueno, pero si es mi vecinito. Menos mal que esta vez no me has fallado, me decía dejando que su bata se abriera mostrándome la enorme pija que le colgaba.

Dios que hijo de puta, el muy cabrón solo llevaba puesta aquella ridícula bata, y por encima había dejado que se abriera, mostrándose la larga polla que tenía. Se le veía enorme, y eso que se veía flácida. Yo no podía quitar la vista de aquella verga, ¡ufff! Aquella visión me estaba empezando a excitar, notaba como mi polla se empezaba a empalmar, estremeciéndoseme el culito, quedando allí en el umbral de la puerta mirando medio hipnotizado, la figura de mi viejo y perverso vecino.

Pasa me dijo, apartándose a un costado para que pudiera pasar.

Yo como hipnotizado empecé a moverme para entrar, y justo al llegar a su altura, el muy cabrón mientras cerraba la puerta, llevaba su mano a mi entrepierna, agarrándome la polla y genitales.

Así me gusta putita, que seas obediente y no me falles cuando tenemos una cita, me decía mientras me agarraba el paquete y me empezaba a sobar.

Yo por instinto al sentir su mano en mi entrepierna, me giré quedando pegado a la pared del pasillo, justo delante de él, sin poder hacer nada, solo pude llevar mis manos a la suya y soltar un pequeño gritito al notar como me agarraba por mis partes, empezando a acariciarme.

Eres muy escurridizo, estuviste tratando de evitarme para no coincidir conmigo, eh putita… Pero bueno, veo que hoy sí has sido de palabra.
Vamos a ver cómo te portas hoy me decía, sujetándome una de mis manos mientras me sobaba el paquete, acercando su boca a la mía, empezándome a pasar su larguísima lengua por mis labios.

Anda abre esa boquita y deja que te meta la lengua que quiero probarte, me decía pegando su boca a la mía.

Con algo de asco fui abriendo ligeramente la boca, hasta que él, introdujo por completo su lengua en mi cavidad bucal, empezando a saborearme toda ella. Chupaba mi lengua y mordía mis labios, sin dejar de manosearme la polla y genitales, que ya empezaban a estar más que excitados.

Después de unos minutos donde me estuvo comiendo la boca y manoseando el paquete allí en la entrada de su casa, cuando ya me tenía hinchados y enrojecidos los labios de tanto morderlos y chuparlos con su boca, llevó su otra mano a los cachetes de mi culo, diciéndome lo mucho que le gustaba mi culito y lo sexi que le parecía.

Ay maricón como me gusta este culito, me decía estrujando los cachetes de mi culo, me gusta cómo lo mueves y lo sexi que se te ve.

Anda vamos para el comedor, que quiero verte desnudito, quiero ver este sexi culito tan rico que tienes, me decía poniéndose detrás mía, sin dejar de sobarme con sus manos.

Pegado a mí, me fue guiando por el pasillo, hasta llevarme al comedor, donde además de un televisor, tenía una mesa de comedor redonda, donde tenía abierto un periódico y revistas, así como otros objetos que no pude saber que eran. Al parecer cuando llamé al timbre, se encontraba allí sentado, leyendo el diario, esperando mi llegada.

Nada más llegar a la altura de la mesa, se paró, y sin despegarse de mi culito, abrazándome por la espalda, seguía acariciándome y restregándose a mí. Empezó a aflojarme el cinturón del pantalón, mientras me lamía y mordisqueaba mi oreja susurrándome al oído, las ganas que me tenía.

¡Ay maricón que ganas tengo de tener tu culito!
Quiero ensartarte de nuevo y entrar en ti, dejándote preñado con mi lechita, me susurraba terminando de aflojarme el cinturón.


Empezó a desabotonarme el pantalón sin dejar de manosearme y lamerme la oreja, hasta que una vez desabotonado, empezó a subirme la camiseta que llevaba puesta, y nada más tirar de ella para subírmela, el pantalón empezó a caerme a los tobillos.

Me hizo levantar los brazos para sacar la camiseta, la cual una vez me la hubo sacado, la tiró al suelo, empezando a pasar sus manos por mi pecho y abdomen, acariciándome a la vez que pellizcaba mis excitados y duros pezones, mientras me susurraba lo bueno y sexi que estaba.

¡Ay maricón que bueno estás! Me decía acariciándome el pecho y abdomen con sus manos. Y este culito tan rico y sexi que tienes, que me vuelve loco, me decía pegándome a él, mientras me acariciaba con sus manos.

Yo a aquellas alturas ya estaba más excitado y caliente que una yegua en celo, tenía la polla dura he hinchada a más no poder. El culito me ardía al igual que las orejas, y los pezones los tenía tiesos he hinchados, de tanto manoseo que me estaba dando, el muy cabrón de mi viejo vecino.

Empezó a bajarme el slip, dejando mi culito y genitales al aire, pegando un respingo mi polla, quedando esta pegada a mi pubis mirando al techo, al bajarme por completo el slip.

Así maricón, así te quiero tener siempre delante mía, me susurraba restregando ahora su polla por el canal de mi culito.

Notaba su larga verga y enormes pelotas restregándose por la raja de mi culo, y como este me pegaba a su entrepierna, sujetándome por mis genitales, los cuales acariciaba a la vez que se restregaba a mí.

Notaba el calor en mi culito que me llegaba de su entrepierna, como se iba restregando por él, el contacto de su bata que tenía medio abierta, al rozar mi cuerpo cuando se restregaba, y las caricias de sus manos recorrer mi abdomen, pecho y genitales.

Ya estás caliente, eh maricón… Me decía sin dejar de restregarme su paquete por mi culito mientras me acariciaba con sus manos.

Mira lo empalmado que estás, me decía agarrándome la polla a la vez que me la iba descapullando, mientras se restregaba a mi culito.

Dios, yo estaba que echaba humo por las orejas, el cuerpo me ardía en llamas. Aquella mano acariciándome la polla mientras me la iba descapullando, su otra mano retorciendo mis pezones, me hacían que me inclinara pegándose mi culito a su entrepierna, haciendo que notara su órgano sexual pegado a mi culo, notando el calor que desprendía su polla y pelotas.

Como me gustas, maricón, mmm, que calentito estás, me decía mordisqueándome el cuello y hombro mientras me mantenía pegado a él acariciándome y restregando su paquete por mi ardiente y caliente culito.
Si continuaba el cabrón con aquello, no tardaría mucho en hacerme correr. El muy hijo puta, tenía mi cuerpo en ebullición, y si seguía con aquello, me llevaría al clímax haciéndome explotar en un orgasmo.

El cabrón de mi viejo vecino, veía cómo me retorcía de gusto y como me hacía ronronear con aquellas caricias. Sabía que ya me tenía a punto de caramelo, sabía que estando como estaba, le iba a entregar mi culito y dejarle poseerme y hacer lo que quisiera.


Anda maricón, quítate los zapatos y termina de quitarte el pantalón, me dijo separándose de mí a la vez que apretaba con sus manos los cachetes de mi ardiente culito, mientras él se sacaba la bata, quedando en pelotas al igual que me había dejado a mí.

Me agaché para sacar los zapatos y terminar de sacarme el pantalón y slip, y mientras estaba así inclinado, me pegó unas palmadas en el culo, diciéndome lo sexi y bonito que se me veía.

¡Ay maricón que caliente me pones! Con lo sexi y bonito que se te ve este culito, me decía dándome unas palmadas en él.

Anda maricón, ven para aquí, me decía sujetándome por mis estrechitas caderas, llevándome hacia la mesa para que apoyara las manos sobre ella.

Me hizo poner las manos y parte del pecho sobre la mesa, dejándome inclinado listo para ser enculado. Me hizo luego abrir las piernas, quedando mi rosadito y caliente agujerito, totalmente expuesto a él. Se agachó a la vez que me abría más de piernas y separaba los cachetes de mi culito. Noté como acercaba su boca a mi ojete, empezando a pasar la punta de su larga lengua, por la entrada a mi agujerito, haciéndome dar un suspiro a la vez que me estremecía.

¡Ohhh ooohhh! Suspiré a la vez que me estremecía soltando un ligero gemido, al notar como la punta de su larga lengua recorría el contorno de mi caliente agujerito.

Te gusta, ¿eh? Decía pasando la punta de su lengua por el contorno de mi caliente y rosadito agujerito.

Este culito tan sexi que tienes me vuelve loco, decía mordiendo ahora los cachetes, haciendo que gimiera de nuevo al sentir como mordía mi culito.

Siguió hurgando con su lengua en mi agujerito, mientras abría mis cachetes con sus manos. Me gusta lo limpito y lampiño que tienes el culito, no tienes ni un solo pelito y veo que te has lavado bien, me gusta el olor que desprendes, maricón, eres toda una nenita, me decía sin dejar de mordisquear los cachetes de mi ardiente culito y como hurgaba con su lengua en mi esfínter.

Después de un buen rato lamiendo mi caliente y desesperado culito, empezó a presionar con un dedo en mi rosadita flor, haciendo que esta se fuese abriendo, dejando paso a aquel dedo que presionaba. Metió el dedo por completo en mi ardiente culito, haciendo que mi esfínter se dilatase, mientras yo daba un gemido al notar como entraba su dedo en mi culo.

¡Ohhh! ¡ooohhh! Gemí al notar como su dedo abría mi esfínter introduciéndose en el interior de mi culo.

Tranquilo maricón, tranquilo, relájate y disfruta que tan solo es mi dedo. Vamos a preparar tu agujerito para que puedas recibir esta tranca que te va a hacer disfrutar, ya verás cómo luego chillas como toda una nenita y te hago gozar con ella dentro de este lindo y sexi culito que tienes, decía doblando su dedo en mi interior, haciendo que mi agujerito se fuese dilatando y se abriera más.

Después de meter y sacar su dedo presionando el interior de las paredes de mi culo, varias veces, empezó a meter un segundo dedo, haciendo que el agujero de mi culo se expandiera y abriera más.

Yo gemía cada vez más, notando como ahora sus 2 dedos iban abriendo y dilatando mi caliente y cada vez más desesperado culito.

Así maricón, así, abre bien las piernas y deja que dilate con mis dedos bien tu agujerito, y pueda hacerte luego mi nenita.

Después de abrirme bien el culo con sus dedos, me hizo incorporar dándome la vuelta y quedarme frente a él. Puso sus manos sobre mis hombros empujándome para que me agachara y metiera su larga y gorda tranca en mi boca, empezando a chupar y se la dejara lubricada con mis babas y saliva.

Anda maricón, abre esa boquita y chúpala y mámala bien, que luego vamos a metértela para dejarte bien preñado esta barriguita.

Agarrando aquella verga que ya empezaba a estar dura y tiesa, con mis manos, abrí la boca empezando a engullirla como si de un helado se tratara.

¡Ohhh maricón! Así, así, ¡ooohhh que boquita! Gritaba mi viejo vecino, enredando sus dedos en mi pelo, mientras impulsaba su pelvis introduciendo su polla en mi boca.
Asiiií, maricón, abre bien la boquita y trágala decía bombeando su pelvis mientras yo tragaba todo lo que podía aquel rabo.

Los enormes cojones del viejo de mi vecino, cada vez que me introducía la larga y gorda polla en la boca, pegaban en mi barbilla, Como si fuera el badajo de una campana. Pegaban una y otra vez, introduciéndose aquella polla en lo más profundo de mi boca.
Dios, ya no podía más, cada vez que aquella polla llegaba a lo más profundo de mi boca, me abría en arcadas, soltando babas y bilis por la comisura de mis labios, dejando empapada aquella larga y gorda polla. La saliva y babas caían por los enormes cojones del viejo de mi vecino, dejándolos empapados por completo.

Sujetándome por los brazos me incorporó, haciendo que apoyara mi culo en el borde de la mesa. Me hizo abrir de piernas a la vez que se agachaba, agarraba mi polla que estaba tiesa y dura mirando para el techo, y mientras me decía lo caliente y excitado que estaba, metía mi polla en su boca, engulléndola hasta los mismísimos cojones.

¡Ohhh! ¡ooohhh! Gemí sujetándome con mis manos en su cabeza, viendo como el viejo de mi vecino, se tragaba toda mi polla.
Dios, que boca tenía el hijo de puta, se había engullido mi rabo por completo y sacaba la lengua lamiendo mis bolas.


Te gusta ¿eh putita? Me decía sacando mi polla de su boca mientras la sujetaba con su mano y me ordenaba que me abriera bien de piernas. Llevó su boca mientras me hacía abrir bien de piernas, a mis pelotas, empezando a chuparlas. Las mamaba metiéndolas en la boca, luego pasaba su lengua por mi perineo, llegando a mi caliente agujerito, haciéndome soltar pequeños gemidos mientras me sujetaba a su cabeza y me abría todo lo que podía de piernas.

Viendo que ya me tenía más que listo y a punto de explotar, me dio la vuelta poniéndome recostado con mi pecho sobre la mesa del comedor, como me había puesto al principio, echó la mano a uno de los objetos que había sobre la mesa, empezando a untarme con su mano el contenido que tenía aquel objeto que parecía un tarrito.

Noté como resbalaba su mano por mi agujerito, introduciéndose primero un dedo, para luego hacerlo un segundo dedo, untándome de aquel lubricante, dejando mi culito bien abierto y listo para ser sodomizado.

Así maricón, así, decía el viejo y perverso de mi vecino, abriéndome de piernas, mientras colocaba la cabeza de su garrote en la entrada de mi agujerito. Una vez puso la punta de aquel nabo que me iba introducir, sujetándome por las caderas, presionó un poco haciendo que mi esfínter comenzase a abrirse, y dándome una fuerte estocada, enterró toda su virilidad en mis entrañas.

¡Ohhh! ¡ooohhh ohhh! Grité notando como mi culito se abría dejando paso a aquella larga y gorda verga quedando enterrada hasta los mismísimos cojones en mi interior.

Ya maricón, ya está, ya la tienes toda dentro, putita, me decía sujetándome por la cintura a la vez que tiraba de ella, haciendo que su verga quedase bien ensartada en mi culito.

¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! Gritaba empezando a bombear su pelvis, sacando y metiendo su polla en mis entrañas.
¡Ay maricón que culito mas rico tienes! Me gusta lo estrechito y calentito que tienes el agujerito, cabrón, me decía taladrándome el culo una y otra vez.

Yo gemía sin parar, allí recostado sobre la mesa, con las piernas abiertas y el culo ensartado por la verga de mi viejo y perverso vecino, mientras este me sodomizaba, haciéndome por segunda vez suyo.

Así mi nenita, así, goza de tu macho que te va a preñar esta barriguita, y te voy a hacer mi hembrita. Quiero que seas mi nenita y me entregues tu culito siempre que te lo pida, vas a ser mi amorcito, me decía dándome por el culo una y otra vez.

¡Ohhh mi nenita que gusto! ¡ohhh que gusto! Como me gusta tu culito estrechito y tan sexi, cabroncito, me decía sin dejar de culearme.

Yo estaba que no podía más, notaba como su verga entraba una y otra vez rozando mi próstata cada vez que su polla me sodomizaba, haciéndome gemir y que mi pene no dejara de gotear, derramando gotas de semen. Tanto era el gusto que estaba sintiendo, que sabía que mi corrida era eminente.
Y así fue, empecé a notar como una corriente que subía por mis cojones, me hacía llegar al orgasmo, empezando a eyacular sobre el suelo del comedor donde me tenía abierto de piernas dándome por el culo.

¡Ohhh! Me corro, me corro, ¡ohhh! ¡ooohhh! Gritaba largando varios trallazos de leche sobre el suelo, mientras mi viejo y perverso vecino me seguía dando por el culo.

Así mi nenita, así, córrete, córrete y goza del orgasmo que tu macho te ha hecho tener.
¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! Gritaba el cabrón de mi vecino, follándome cada vez más rápido y profundo.

Los jadeos y respiración eran cada vez más sonoros. Cada vez que me ensartaba la polla en el culo, levantaba mis pies del suelo, quedándome apoyado sobre la mesa, pudiéndose escuchar el golpeteo de su pelvis contra mi culito, cada vez que su polla se introducía en mí.
Plof, plof plof plof, plof, plof plof plof. Se escuchaba cada vez que sus cojones y pelvis, golpeaban la entrada de mi agujerito.

¡Ohhh maricón que gusto! ¡ohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! ¡ya, ya me corro! Ya Me corro, gritaba el viejo de mi vecino, empezando a eyacular, llenándome el culo con su esperma, dejándome preñado con su leche.

Soltó 4 o 5 trallazos en lo más profundo de mi culito, notando yo como su verga palpitaba e iba escupiendo el semen en mi culo.

¡Ay maricón que gusto! ¡ay que gusto me has dado! Decía acariciándome la espalda mientras iba recuperando la respiración.
Ya maricón, ya te he preñado esta barriguita, me decía dejándome levantar mientras me abrazaba por la espalda a él.

Justo en esos momentos que nos estábamos recuperando, sonó el timbre de la puerta.

Vaya que oportuno, menos mal que fue cuando ya habíamos terminado de follar, soltó el viejo y perverso de mi vecino, poniéndose la bata para ir abrir la puerta.
Quédate así como estás, y espera aquí, me dijo yendo a abrir la puerta.

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