Relatos Eróticos Gays
Me llevaron al paraíso del placer, en el aseo de aquel baño público.
Publicado por Danisampedro91 el 17/10/2018
Esa mañana había estado haciendo unos recados, cuando iba de vuelta para casa a comer. Eran sobre las 12 del medio día, e iba caminando por la calle Linares Rivas, de mi ciudad.
Como era temprano para comer, tenía intención de pasar por los baños públicos que hay en la calle Fernández La Torre, junto a las escalinatas de Santa Lucía; no creo que sea necesario decir que iba salido, y con unas tremendas ganas de follar; llevaba toda la mañana, empalmado como un burro; vamos que llevaba la polla más tiesa que el mástil de un velero.
Antes de cruzar para la calle Fernández La Torre, que es donde están los baños públicos, me fijé que unos metros delante mía, iba un hombre; yo creo que andaba más en los 50 años, que en los 40, pero si me dicen que tenía 55, pues diría que sí, y si me dicen que tenía 47, pues... también podría ser; el caso es que ya lo había visto varias veces en dichos baños públicos. Pero lo que realmente me llamaba la atención de él, era su vestimenta, o digamos su aspecto. Vestía ropa oscura, como pasada de moda; pantalón de mezclilla, o tergal, llámenlo como más les guste, jersey o chaqueta de punto, y en un color oscuro; yo diría que un gris oscuro, o negro; cada vez que lo veía, me recordaba los Amish, en esa película de los 85, testigo único, protagonizada por Harrison Ford.
El caso es que iba pensando que seguro que él también iba ir a esos baños públicos.
Efectivamente, había acertado; había entrado en los baños públicos.
Después de haber entrado él, a los segundos, lo hice yo.
El se había situado en uno de los urinarios, se encontraba sacando su polla, cuando yo me situaba un par más a la izquierda, en dichos urinarios.
Saqué mi polla que me costó trabajo, y no por el tamaño, sino por el empalme de campeonato que tenía, poniéndome a simular que meaba.
Pasaron unos minutos, y ambos seguíamos en la misma posición, ambos simulando que estábamos meando. Nos mirábamos, pero ninguno se decidía a dar el paso, él me miraba a los ojos, como diciéndome ¿quieres esta verga? Claro que la quería.
Así que me decidí, y sujetando la polla, me fui para uno de los aseos.
Cuando arrimaba la puerta, le hice una seña con la cabeza; era como si le contestara a su pregunta que me hacía con aquella mirada, sí quiero; dejé la puerta a medio cerrar, cuando él se decidió, y para allí vino.
Abrió la puerta metiéndose en el aseo, cerrando la misma con el cerrojo, cuando ya estaba dentro.
Nos miramos a los ojos, y ambos llevamos nuestras respectivas manos, a la polla del otro.
¡Oh dios Mio! que polla tenía. Era larguita, y nada gorda, derechita como una vela, y bien bonita, son de esas pollas que da gusto mirar; además son las que a mi me gustan, ya que no me hacen daño, y me entran en el culo de maravilla.
Empezamos a acariciarnos las pollas, bajando y subiendo la piel que recubría el glande, mientras nos íbamos aproximando uno al otro.
Soltó mi polla, echando mano a mi camisa, para empezar a desabotonarla.
Mirándome a los ojos, iba acercando su boca a mis labios, empezando a saborearlos con la punta de su lengua, lamiendo mis labios.
Empezó a dar unos ligeros mordisquitos en los labios, para luego seguir metiendo su lengua en mi boca, mientras me seguía desabotonando la camisa.
Nos empezamos a saborear las lenguas, cuando terminó de desabotonarme la camisa, empezando con una mano, a acariciar mi pecho, parándose en los pezones, dando un pellizco con sus dedos, al ver que estaban duros por la excitación, y acariciándolos muy ligeramente, para llevar luego su boca y mordisquearlos con sus dientes, y jugar con su lengua en ellos.
Luego fue subiendo por el pecho con los labios, hasta mi boca de nuevo, parándose en mi cuello y barbilla, dándome pequeños mordiscos.
¡Bufffffff! el cabrón sabía cómo hacerme estremecer de placer.
Aquello me hacía temblar de placer, haciendo que suspirara de gusto.
Yo seguía agarrado a su polla, y empezaba a dar suspiros de placer, por aquellas caricias tan sensuales que me estaba haciendo. Le desabroché el cinturón y pantalón, para bajarle un poco, y dejar que se mostrara aquella polla, tan preciosa, en todo su esplendor.
¡Ooooh que maravilla! si además tenía unos huevos divinos. Eran grandes, y le colgaban un montón.
Se los empecé a acariciar, mientras él seguía con sus caricias y mordiscos por mi boca y cara.
Ahora con las manos, jugaba con mis pezones, las fue bajando hasta encontrar mi cinturón, e irlo desabrochando.
Una vez lo hubo desabrochado, siguió con mi pantalón, para una vez desabrochado, dejarlo caer a mis pies.
Luego con sus manos, mientras me seguía metiendo su lengua en mi boca, y jugaba con la mía, me fue sacando la camisa, con toda la delicadeza del mundo, dejándola que fuera resbalando por mi espalda, hasta caerse al suelo.
Me agarró la cabeza con ambas manos, besándome con más pasión, mientras susurraba; ¡aaaaaahhhhhhh, que bueno estás ¡aaaaaaaahhhhhh! te comería todo.
Bajó luego con su boca por mi cuello, empezando a dar pequeños mordiscos por él.
¡Dios! había dado con mi punto débil, y aquello me hacía estremecer de placer, ¡aaaaaaaaahhhhhh! suspiraba, y temblaba a la vez.
Por supuesto que se percató de mi punto débil, y que aquello me hacía temblar de gusto, y no solo por mis gemidos o mi temblor, sino por la manera de yo apretar su polla con mi mano, cuando me mordisqueaba el cuello, o lo besaba.
Me estaba haciendo derretir de placer, por aquellas caricias tan sensuales que me estaba dando, tanto con sus manos, como con su boca; ¡aaaaaaaahhhhhh! ¡mmmmmmmmmm! ¡aaaaaaaaahhhhhhh! aquello me estaba volviendo loco, pero loco de placer.
Hacía que se me erizara la piel, y los pezones de mis pechos, se pusieran más duros todavía.
Fue bajando sus manos, agarró mi polla y huevos, acariciándolos suavemente, y viendo que estaba dura y tiesa como un mástil.
Metió sus manos por mi slip, iba acariciando mi culo que estaba que hervía, empezando a bajar el slip muy lentamente, dejándolo caer a mis pies, junto al pantalón.
Acariciaba mi culo a la vez que con sus manos lo apretaba, y susurraba; ay, que culo, uuuufffffff, que culito tienes maricón. Está durito y se nota que lo tienes muy calentito.
Mientras yo gemía por las caricias que me estaba dando; ¡oooooooooohhhhhh!
Gime, putito, gime, ya sé que estás deseando que te de por este culito tan bueno que tienes.
No te preocupes maricón, que vas a gozar.
Te voy a romper el culito con mi polla.
Te lo voy a cabalgar, hasta dejarlo bien lleno y satisfecho ese culito, tan rico que tienes, maricón.
¿Estás deseando que te monte, verdad maricón?
Anda, pídeme que te meta la polla en ese culito, anda pídemelo.
¡aaaaaaaahhhhhhh!
Sí, métemela, sí, dame por el culo, que ya no aguanto mas.
Me cogió por la cintura, y sin separar su boca de mi cuello, me fue dando la vuelta, dejándome cara a la pared.
Se arrimó a mi espalda, subiéndome los brazos y colocarme las manos en la pared.
Tocó la entrada a mi culo con uno de sus dedos, mientras me decía, abre tu agujerito, para mi polla.
Anda, ábrelo que se que lo estás deseando.
¡Uy! maricón, ya venías preparado, eh, ya tienes el culito lubricado, ¡aaaahhh, mira que bien resbala el dedo en tu culito, está deseando que le meta mi polla.
Mordiendo mi nuca, con su mano derecha, llevaba la polla hasta el agujero de mi culito, la colocó en la entrada, y sujetándome las caderas con sus manos, me metió de un golpe la polla en el culo, dando un movimiento con su pelvis.
¡Oooooooooohhhhhhh!, que sensación más rica, notar como me había metido toda su polla en mi culo, ¡oooooooohhhhhh!, me la había metido hasta el fondo, de una sola estocada, ¡mmmmmmmmm! que delicia y placer estaba sintiendo.
El suspiró al meterla ¡aaaaaaaaaahhhhhhh! quedándose parado con la polla en lo más profundo de mi culo, y pegándose a mi todo lo que podía, me susurraba al oído:
¡uuuuuuffffffffff! ya está.
Ya la tienes toda dentro.
Nótala maricón.
Siente como la tengo dentro de ti.
Mira como estás ensartado sobre mi polla.
Nota como estoy dentro de ti.
Goza maricón.
Disfruta de mi polla.
Nota como palpita en tu culo.
Nota mis huevos pegaditos a tu culo.
Mira como te tengo ensartado.
Siéntela dentro de ti maricón.
Te voy a llenar de leche el culo putito.
Pídeme que te folle.
Dime que quieres que te cabalgue el culo.
Dime que te lo llene de leche.
¿Quieres mi lechita en tu culito, ¿verdad?
¡Dios! no se movía, notaba su pelvis pegada a mi culo, y como empujaba como si quisiera meter más y más su polla, para llegar con ella a lo más profundo de mi ser, ¡ooooooooohhhhhhh! dios, aquello me estaba haciendo delirar de placer, ahora me agarraba la cabeza con sus manos, y me susurraba, dame tu boca, mientras el acercaba su boca a la mía, saca la lengua, y déjame saborearla putito.
¡ooooooohhhhhh!, como me estas gustando me decía.
Yo deseaba que empezara a mover su pelvis, y me cabalgara el culo con aquella maravillosa polla, pero él iba suave, y lento, muy lento, y no paraba de acariciarme con sus manos y boca, ¡oooooooohhhhh! aquello era un martirio, pero un martirio de placer.
Agarró mis caderas con sus manos, y dando un pasito atrás, llevando mis caderas con él, para que quedara algo más inclinado, empezó a mover sus caderas con un ritmo suave, dándome profundas metidas de polla en mi culo. ¡oooooooohhhhhhh! así, así, gritaba yo, métela toda por favor, le gemía.
Y empezó a ir algo más rápido, escuchándose el plas, plas, plas, del sonido al golpear su pelvis contra mi culo.
De pronto se escuchaba un sonido como si alguien estuviera subiéndose por la pared del aseo de al lado.
Cuando miré hacia arriba, allí estaba otro hombre asomándose por la pared que separaba ambos aseos, para ver el espectáculo que teníamos con aquella follada.
Debíamos haber hecho bastante ruido con nuestros gemidos, y aquel no aguantó más las ganas, y quería ver en directo la tremenda cabalgada que le estaban dando a mi culo.
Pues que viera, ya se cansaría de estar allí colgado, y con la polla seguramente que tiesa. Yo en esos momentos, ya se podía caer todo, y quedar al descubierto, que no me separaría de aquella maravilla de polla, que me estaba enculando.
Ambos no parábamos de gemir, ¡aaaaaaaahhhhhhhhhh! era lo único que se escuchaba.
Mi polla no paraba de chorrear semen, parecía un grifo en continuo goteo, y aquello me estaba llevando al clímax del placer.
En cualquier momento estallaría soltando todo el semen que llevaba en los huevos.
Cuando el que estalló, fue mi jinete enculador, que ahora gritaba, ¡oooooooooooohhhhhhhhh!, me corro, me corro maricón.
¡oooooooooooohhhhhhhhh!, que gusto.
Me había dejado por lo menos 6 trallazos de rica leche dentro del culo, cuando dejando la polla en lo más hondo de mis entrañas, echó una mano a mi polla, y nada mas tocarla, el que ahora estallaba, era yo, ¡oooooooooooohhhhhhhhhhh! suspiraba mientras dejaba mi semen en los azulejos de aquella pared.
Descansamos unos minutos, mientras sin sacar aún su polla de mi culo, me iba besando la espalda, nuca, hombros, y con sus manos seguía meneando mi polla, mientras con la otra, acariciaba mi vientre y pechos, hasta que salió sola su polla de mi culo.
¡Dios! que culito tienes putito, tienes un culito muy rico, y que gusto da follártelo.
Me dio la vuelta, besándome de nuevo para a continuación, limpiarnos un poco con un papel, vestirnos, y salir de allí.
Abrimos la puerta, y cada uno, cogió una dirección distinta, el se fue para la izquierda, y yo para la derecha.
Ambos íbamos satisfechos, y contentos de la follada que nos habíamos dado mutuamente. Yo le dí mi rico culo, y el su rica polla con su abundante semen, que llevaba en lo más hondo de mi culito.
Por supuesto nos volvimos a ver, volviéndome a dar por el culo, aquel jinete que tan rico me cabalgaba.
Fue en el mismo sitio, unas semanas después, volviendo a dar por el culo, llevándome al paraíso del placer, con la enculada que me dio.
La cosa fue más o menos igual que esta, por lo que escuso contarla.
La historia sucedió tal y como la he relatado, y como yo la recuerdo.
Espero que os haya gustado y excitado, aunque sea como me ha excitado a mí recordarla, mientras la voy escribiendo.
Lo he tenido que hacer a las 4 de la madrugada, ya que no era capaz de dormir, los recuerdos venían a mi mente, y me tenían bien empalmado, así que aproveché, y me puse a escribir el recuerdo que tenía de esta rica y gran follada que me dio esa persona, que me hizo llegar al paraíso del placer.
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