Relatos Eróticos Gays
Experiencias nuevas
Publicado por Anónimo el 30/11/-0001
Mi nombre es Nicolás, tengo 18 años y soy argentino. Vivo en Buenos Aires, en pleno centro y sinceramente siempre quise mantener relaciones homosexuales, pero nunca se me presentó la oportunidad.
Un lunes, el 27 de julio, hacía frío, la gente se abrigaba demasiado, no se podía ver en la ellos más que bastante ropa. Salí de mi casa a las 8:40 para comenzar el curso de ingreso a la universidad. Estudio Letras, y es muy común en esa carrera encontrarse con gente rara, de extraños pensamientos, pero igualmente interesante. Éramos aproximadamente cuarenta jóvenes en un aula, mientras un profesor viejo y algo aburrido nos daba indicaciones para continuar con el curso, especificaba las reglas, restricciones, no me interesaba.
Algo distraído empecé a mirar a mis futuros compañeros, y noté que uno no me sacaba los ojos de encima. Era alto, ojos azules, pelo castaño claro, una sonrisa única, me había gustado. Empecé a fantasear, pensaba a lo que podríamos llegar. Terminó la clase y finalmente al salir me dio la mano y se fue, me había dejado su número telefónico escrito en un boleto de tren. Pensé que si lo llamase algo ocurriría. No pasó una semana, al segundo día lo estaba llamando. Me dijo que se había fijado en mí toda la clase, que quería conocerme, le parecía interesante. Pensaba que yo podría tomarme mal aquél atrevimiento, pero no me importó. Decidimos encontrarnos en un café a las siete.
Llegó puntual, estaba muy bien vestido. El pelo mojado, un hombre simple. Llamamos a la camarera, pedimos dos cafés y comenzamos a charlar, sobre los estudios, algunos escritores, y terminamos en el sexo. Me preguntó que pensaba de la homosexualidad. Le dije que la aceptaba, me parecía normal, incluso que me resultaba una idea atractiva. Él sonrió y me dijo que nunca había estado con hombres, que experiencias con mujeres tenía pocas, era un chico poco sociable, pero que le interesaría llegar conmigo a algo. No le importaba si fuese una amistad, sólo quería conocerme. Igualmente, yo, que siempre fui muy directo le dije que no tenía problemas si quería pasar conmigo la noche en casa. Le brillaban los ojos, encantado aceptó.
Llegamos a las 9, nos sentamos en los sillones y pedí una pizza. Le pregunté su edad, no lo había hecho hasta entonces. Tenía 21. Comimos tranquilos, hablamos un poco más y nos fuimos acercando lentamente. Nuestra relación no era poca cosa, me encantaba, era hermoso, y me gustaba incluso su persona. Ya estábamos juntos, nos quedamos un minuto callados, sin saber quien debería romper el hielo. Se me acercó, me abrazó y me besó. Se notaba que no era un experto, pero su poca experiencia lo hacía ver tierno. Lo abracé y poco a poco lo fui acostando en el sofá hasta que quedé encima de él, diciendo tonteras y besándolo. Nos levantamos y fuimos hacia mi habitación. Nos acostamos en mi cama de dos plazas y mientras lo besaba me saqué la remera, luego se la saqué a él y tocándonos suavemente estuvimos unos minutos. Los dos teníamos un cuerpo presentable. Marcado, flaco, lampiño. Le fui bajando los pantalones y en poco tiempo quedamos totalmente desnudos. Se movió lentamente hacia mi pene y me empezó a chupar, lo hacía muy bien, yo le acariciaba suave la cabeza. Llegaba mi turno de hacer lo mismo, me encantaba, tenía un pene perfecto, no enorme, simplemente perfecto, de 18 cm. Se lo chupé lentamente, lo metí hondo, el gemía de placer. Fui besándolo y pronto me di la vuelta y le pedí que me penetrase. Me besó desde el cuello hasta llegar a mi culo, me lamía el ano, metía la lengua, y despacio fue colocando sus dedos, estaba muy excitado, llegó a meter hasta cuatro, y siempre que lo hacía lo tomada de la mano para chuparle los dedos. Luego, empezó lo real, lentamente fue metiendo su pene hasta que logró penetrarme totalmente. No me había dolido mucho, luego de haberlo dilatado con sus dedos pude soportarlo. El placer era enorme. Me dijo que estaba a punto de eyacular. Yono tenía ningún problema, le dije que acabase dentro. Y enseguida pude sentir ríos de semen por dentro. Nos quedamos en esa posición un minuto y luego fue al baño a limpiarse, yo lo esperaba en la cama. Acariciándonos, besándonos, lo masturbé y le mamé la verga hasta que otra vez le quedó dura. Seguí masturbándolo y chupándosela hasta que no aguantó más y acabó dentro de mi boca. Finalmente nos quedamos dormidos, y desperté en la mañana con su cuerpo aferrado al mío