Relatos Eróticos Filial

Sucios y dulces asuntos de familia

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Hola amigos, me llamo Sole y soy una mujer casada de 37 años, que vivo en una localidad levantina a orillas del Mediterráneo, de donde soy natural.

Pertenezco a una familia acomodada y respetada en la comarca, ya que a los ojos del mundo damos una apariencia de normalidad, procurando desde siempre que nuestras bajas pasiones no sean del dominio público, para ello nuestras relaciones con el entorno social son de pura afabilidad y conveniencia, pero sin otorgar excesivas confianzas a extraños. Yo por mi parte, que no he llevado en mi juventud una vida ejemplar de decencia y castidad, como iréis sabiendo a través mi relato, siempre he buscado mis rollos cochinos, exceptuando los familiares, que esos están bien salvaguardados, lejos de estos pagos donde soy demasiado conocida; al igual que yo lo han hecho el resto de mis hermanas.


Lo que aquí os voy a narrar, por extraño y fruto de una fantasiosa y calenturienta imaginación que pueda parecer es la pura realidad, pues a grandes rasgos es la historia de mi vida y la de mi familia, ya que, aunque de puertas para adentro, la felicidad sexual de todos sus miembros no nos es ajena por compartirla entre todos nosotros.


Bien, empezaré por el principio, por lo que creo fue el hito que marco el devenir de la situación actual.. Yo debía de tener unos 16 años cuando ocurrió algo que abrió mis sentidos al mundo del placer. En medio de la noche me despertó un ruido como de algo que en la planta de abajo se caía al suelo, así que me levanté y bajé a ver que pasaba. Era mi gato Luli, que jugaba con una pelota. No le di más importancia y me disponía a regresar a mi cama cuando advertí que la puerta del sótano estaba entreabierta, así que me dirigí a cerrarla, pues mi padre se enfadaba mucho si la encontraba así. Al acercarme observé que abajo había una luz encendida y de que se oían unos jadeos humanos. El miedo me invadió y pensé en ir a avisar a mis padres en su dormitorio, sin embargo, una extraña curiosidad infantil me empujó a averiguar cual era la causa de aquellos jadeos, en ocasiones gemidos como de súplica. Bajé sigilosamente unos peldaños, hasta el primer rellano, desde donde oculta en la oscuridad descubrí lo que pasaba: allí estaban mis padres, desnudos los dos. Mi madre arrodillada tenía dentro de su boca la polla de mi padre, que no paraba de resoplar, gemir y lanzarle entre susurros insultos , le decía:….¡¡así, así… puta viciosa, tragátela toda…!! Ella, mi madre, lejos de enfadarse por aquellos insultos parecía excitarse más, pues chupaba con un frenesí enloquecido. De pronto la respiración de mi padre se aceleró, su cuerpo pareció convulsionarse, bruscamente se sacó la polla de boca de mi madre y empezó a soltar enormes chorros de semen que salpicaron su cara (he de decir que en toda mi vida no he visto una polla capaz de soltar tanto semen como la de mi padre, y os puedo garantizar que he chupado unas cuantas, sin temor a exagerar más de cien, pues entre mis múltiples experiencias sexuales he practicado eso que en el argot del Porno se llama "gangbang", o sea ,dejar que un montón de hombres, en mi caso el record está en 16, de forma consecutiva se vayan corriendo en tu cara y boca. Yo, que como ya habréis podido deducir soy una mujer bastante liberal y abierta en materia de sexo; si lo prefreís: una guarra, una puta viciosa… no me importa, es más, me enloquecen esos apelativos cuando me usan como juguete de placer; he llegado a practicar, y aún en ocasiones lo practico, eso sí, en familia, el "pissing after gangbang", o sea, después de haber sido cubierta de leche de hombre ser meada por otras tantas pollas. Es delicioso, os lo aseguro. Mi primera vez fue en Barcelona, cuando tenía 19 años y ya una amplía experiencia en estas lides. Me habían invitado a una fiesta de amigos en una Torre de Castelldefels. De pronto me vi a las 4 de la mañana yo sola con diez tíos, pues el resto de la gente se había ido ya. Todos estábamos bastante pasados de copas, y yo, además, caliente como una burra en celo y ansiosa por que alguien me aliviase aquella quemazón que sentía entre las piernas. Así que no dudé en animar el ambiente a ver si alguno de aquellos capullos se decidía.


Entre risas uno propuso que les enseñara las bragas, no hizo falta repetírmelo… en conclusión: acabe sin bragas en medio de una orgía salvaje con diez borrachos, que después de follarme por todos mis agujeritos viciosos, como fin de fiesta, y en vista de la zorra con la que se habían topado, que no le hacía ascos a nada, decidieron lanzar los fuegos artificiales y poniéndome de rodillas me ordenaron abrir la boca para uno a uno ir dándome esa leche tan rica que las nenas necesitamos para crecer. Luego con la cosa ya descontrolada y para ayudarme a tragar tanta vitamina, uno de ellos, sin previo aviso, empezó a mearse encima de mi, el resto sin dudarlo un segundo se pusieron a imitarle. Me imagino que todavía hoy se siguen haciendo pajas a mi salud, pues para inmortalizar semejante evento, como en toda ceremonia que se precie, bodas, bautizos, etc… habían grabado toda la fiestecita en vídeo, no me sorprendería cualquier día de estos encontrármela colgada en Internet).Bien, a lo que iba. Ella, mi madre, abrió la boca con ansiedad tratando de tragar toda aquella catarata de leche, al tiempo que exclamaba fuera de si: ¡!oh sí… macho mío,…la quiero toda en la boca… dásela a tu zorra hambrienta…!! Luego prosiguieron otra media hora más con jueguecitos de lo más depravado, poniendo el colofón mi padre con una monumental meada de caballo sobre mi madre, que parecía disfrutar enormemente con aquella humillación, y por si fuera poco el pis que le había hecho tragar, el so cabrón no contento se tomó la libertad de llenar un vaso con los últimos chorros, ordenándole a continuación bebérselo de un trago, algo a lo que mi madre no manifestó oposición alguna, sólo que en vez de un trago lo hizo en dos, lo que motivó que mi padre enfurecido le arrease una bofetada y le profiriese una retahíla de insultos, entre los que recuerdo frases como: ¡!esto para que aprendas a desobedecer a tu amo… furcia rastrera… ¡¡ , y otras lindezas semejantes.


Ella se mantuvo sumisa y arrodillada limitándose a balbucear en un tono respetuoso: lo siento amo… he sido desobediente y merezco tu castigo. Estaba claro que aquello formaba parte del juego. Mi padre, un tipo de mediana estatura , de torso robusto y una polla no demasiado larga, 17 cm (se la he medido), pero gruesa y nervuda (mis preferidas, pues me enloquecen esos miembros dentro de mis agujeritos, sobre todo en el culo) era el amo y, ella, con su frágil y hermoso cuerpo, pues mi madre era y aún es una auténtica belleza (al igual que nosotras, sus cuatro hijas, que aunque suene inmodesto, somos unas mujeres de bandera, guapas y con unos cuerpos bastante apetecibles y esbeltos, en fin, hechos para la lujuria) con sus tetas redondas y sabrosas, coronadas por unos pezones de sonrosadas aureolas, que invitan a ser mamados con la fruición de un bebé hambriento, con su apetitoso culo redondeado y terso, que mi padre se comía (y se come) con auténtica devoción religiosa (algunas veces en broma le he dicho a mi madre que debe de ser la tía con el culo más limpio de España).con su carita preciosa de enormes ojos verdes y expresión ingenua, era la esclava sumisa siempre dispuesta a complacer a su dueño en cualquier deseo por depravado y sucio que éste fuera; porque en el fondo eso a ella le producía el mismo placer, si no más, que a él. No en vano, como pude saber después, fue ella quien inicio a mi padre en ese mundo oscuro y placentero, convirtiéndole en dominador porque eso era lo que a ella le sublimaba la libido y el deseo.


Tras este episodio me sentía turbada y confusa, pero a la vez excitada. Un cosquilleo incesante y húmedo no cesaba de palpitar entre mis piernas. Obligándome a introducir mi mano ansiosa dentro de mis bragas por darle remedio a aquel raro estado. Con lo cual acabé por estrenarme casi de forma inconsciente en las delicias de la masturbación.


Desde ese momento para mi se convirtió en una obsesión el espiar a mis padres en esas secretas actividades, pues su comportamiento hacía que pareciesen otras personas totalmente diferentes a las que eran en la vida normal. Por las noches me mantenía en alerta, y si oía sus pasos, sigilosamente los seguía, pues sabía que se dirigían al sótano a practicar sus perversiones sexuales, que como fui comprobando no eran pocas: dominación, lluvia dorada, beso negro… y pasado algún tiempo también descubrí que en otro escenario de sus juegos, las caballerizas y el cobertizo, mi madre era obligada a mantener relaciones con algunos de los animales de la finca, en concreto con dos pastores alemanes y con uno de los caballos, ya adiestrado, pues los otros se mostraban ariscos a esos juegos Yo mientras, me conformaba con deshacerme mi hermoso coñito virgen a pajas.


Durante un año mantuve en secreto todo aquello, sin decirles nada a mis tres hermanas, Lisa ,Juana y Elena..


La primera en saberlo fue Lisa, que compartía habitación conmigo, y que no había descubierto ni una sola de mis escapadas nocturnas, hay que decir que duerme como un tronco. Todo ocurrió una noche en que de vuelta de una de mis misiones de espionaje, y como ya era habitual, me estaba masturbando como una desesperada, rememorando lo que había visto; recuerdo que aquella noche mi madre tras ser follada por la gran polla roja de uno de los perros, tuvo que chupársela al otro mientras mi padre le daba a ella por el culo furiosamente, arreándole violentos azotes en las nalgas a la vez que le decía: "¡¡así perra, chupa chupa… dale gusto a mi perrito!!". Desde mi escondite, tras una balas de paja, podía ver de frente la cara de mi madre, enguyendo con ganas aquel cilindro de carne roja, gemía y gritaba de placer, agitada por los brutales empellones que mi padre propinaba a su culo. El animal estaba inmóvil, con los ojos fijos y vacíos. De pronto empezó a mover su trasero como si estuviese tirándose a una perra. De las comisuras de la boca de mi madre comenzaron a brotar hilillos de un líquido blancuzco parecido al semen de mi padre. Ella, lejos de retirarse para escupirlo, pareció entrar en un estado de trance frenético, pues chupaba como si no quisiese dejar escapar ni una gota. El perro, una vez aliviado, trató de escapar, pero mi madre se lo impidió sujetándole con fuerza y afianzando con desespero aquella polla entre sus labios, sin dejar de chupar hasta que mi padre, agarrándola por el pelo y tirando con brusquedad de ella hacía atrás, la requirió para correrse él también en su boca. "Ahora me toca a mí… hija de perra… trágate mi leche con esa boca de puta" , le gritó iracundo. Bien, retomando el hilo de la narración, mi hermana Lisa se alarmó al oir mis jadeos de placer, pensando que me pasaba algo.



-¿Qué te pasa Sole, te encuentras mal? –preguntó asustada.

-No me pasa nada- gruñí yo enojada porque me había interrumpido en lo mejor.

-¿Llamo a papá y mamá?- preguntó la muy boba, como si mis papis estuviesen para tonterías después de la juerguecita que se habían pegado.

-Ni se te ocurra.

-¿Entonces porque hacías eso, no te duele nada?

-¿Dolerme? Me lo estaba pasando chupi. Me daba gustito –le dije ya dispuesta definitivamente a hacerla sabedora de mis secretas prácticas pajilleras.

-¿Gustito?, ¿Cómo? –preguntó con cara de sorpresa.


Retire la ropa de la cama para mostrárselo en vivo. Abrió unos ojos como platos al ver que tenía las braguitas bajadas.



-¿Para que te las has bajado?-preguntó la muy idiota.

-Para esto-le espete a la vez que empezaba a meterme los deditos, descubriendo que aquello me resultaba más placentero con público delante.

-¡Eres una cochina Sole!-se escandalizó ella, o lo aparentó pues no quitaba los ojos de mis ejercicios manuales. Al cabo de un rato volvió a preguntar-¿y eso da gustito?

-Prueba y verás que bien te lo pasas-respondí.

-Pero yo no sé cómo se hace.

-Yo te enseño, ven.


Se metió en mi cama, le ordene quitarse el pantalón del pijama y las braguitas.



-Fíjate en mí y haz lo mismo-le dije.


Sus movimientos eran torpes, así que cogí su mano y la guié, indicándole cómo y donde debía hacerlo. Era una buena alumna, pues no tardo en pillarle el tranquillo. Y buena cosa le enseñé, pues luego no se perdonaba ni una noche. Aún pasaron unos cuantos días hasta que me decidí a contarle lo de mis padres. Ella paso sucesivamente del espanto a la incredulidad y de esta a la excitarse tanto, que esa noche fue la primera vez que ambas acabamos en su cama tocándonos, besándonos y masturbándonos una a la otra. Me suplicó que en mi próxima escapada a espiar a papá y a mamá la llevase a ella. Pues como ella dormía profundamente no se enteraba ni aunque tirasen la casa. Acepté con una condición.



-¿Cuál?-preguntó.

-Que ahora en vez de con la mano me dejes hacértelo como papá se lo hace a mamá. Con la boca.

-¡Pero… es asqueroso!-protestó con cara de repugnancia.

-Pues no hay trato- me puse en plan duro.

-¡Vale,vale!-dijo resignada al tiempo que como en un acto de sacrificio abría las piernas para ofrecerme en todo su esplendor aquella rajita preciosa, pues ,aunque tal vez sea pasión familiar, Lisa tiene una de las vaginas más bonitas y perfectas que he visto y saboreado, incluso ahora, después de haber parido dos veces. La sola visión de aquellos labios carnosos y apretados, su pubis ya cubierto de un suave vello , me empujaron con más voracidad que destreza a chupar y lamer. Sentí aquel olor fuerte y excitante de los jugos que tras nuestra pajita anterior lo impregnaban, su sabor indescriptible me enloqueció hasta el punto de instintivamente llevarme una mano a mi propia rajita para darme placer. Ella se retorcía como una serpiente, jadeante y entregada. Al cabo de unos minutos se corrió, llenándome la boca con sus flujos que yo súper excitada tragué con glotonería. En mi mente ahora se dibujaban imágenes de mis padres, de pronto empezaba a comprender con más conocimiento de causa el hecho de que se entregasen a aquellas prácticas, en apariencia sucias y perversas,¡ pero tan gratificantes!
Nos abrazamos y besamos con ternura durante largo rato, luego ella con voz mimosa me susurró al oido:



-¡Qué asquerosidad más rica! –nos reímos las dos-Ahora quiero hacértelo yo a ti. ¿Sabe a pipí?-preguntó con ingenuidad morbosa, como si esa posibilidad incentivase su deseo; algo que ahora entiendo por su apasionada afición a la "lluvia dorada".

-Sabe distinto a cualquier cosa que hayas probado. Pero a mí me ha gustado mucho-le dije.


Y así fue como tuve mi primera experiencia en el sexo oral.


Creo que sólo pasaron un par de días hasta que mis padres se decidieran a una de de sus clandestinas sesiones de sexo . Lisa dormía como un tronco, agotada después de la ya cotidiana sesión de "guarraditas" que nos habíamos propinado.


La desperté y le dije que me siguiera en silencio y que viese lo que viese, por desagradable o impactante que pudiese resultarle, no abriese la boca, pues si éramos sorprendidas infraganti ya podíamos ir preparándonos. Me juró y perjuró que sí, que sería silenciosa y sigilosa como un gato en actitud de cazar. En cualquier caso yo ya me había encargado de ir mentalizándola contándole con todo lujo de detalles lo que los cochinos de nuestros amados papis hacían en esos momentos.


Con toda clase de precauciones bajamos la escalera, cerciorándonos de que mis padres estaban ya entretenidos en sus diversiones preferidas allí abajo en el sótano. Sin embargo ese día, por alguna extraña razón ambos estaban en la cocina charlando en voz baja.



-Llama ya- oí que decía mi madre.


De pronto mi padre salió, nosotros nos quedamos petrificadas pues de puro milagro no nos vio allí agazapadas en medio de la oscuridad en el rellano de la escalera. Descolgó el teléfono y realizó una llamada de la que no pudimos entender nada ya que hablaba casi en susurros. Colgó y regresó a la cocina.

Nosotras en vista de que aquella noche no iba a suceder nada regresamos a nuestra habitación. Lisa apuntó la posibilidad de que alguno de los animales de la finca estuviese enfermo o tal vez una de las yeguas que estaba preñada fuese a parir y que aquella llamada fuese al veterinario.


Nos metimos en la cama, yo no podía dormir, estaba contrariada por aquel fracaso y no lograba con ciliar el sueño. Lisa tampoco pues me susurró:



-¡Eh! ¿duermes?-dijo

-No, no puedo.

-Yo tampoco. ¿sabes una cosa?-insistió.

-¿Qué?

-A mi también me gusta mucho chuparte la "cosita"-confesó algo avergonzada.

-A mi también me gusta chuparte la tuya-le correspondí.

-¿Quieres que te lo haga otra vez?-ahora su voz infantil sonó extrañamente viciosa.

-Es que acabó de hacer pipí-puse como excusa.

-No me importa, así también me gusta-afirmó una vez con aquel inédito tono de guarrilla.

-¿Y cómo lo sabes si no lo has probado?-le increpé.

-Bueno… verás… es que… -tartamudeó azorada-Sí lo he probado-concluyó.

-¿Cuándo?

-Ayer. Después de hacerlo ¿recuerdas que las dos fuimos al baño a hacer pipí?. Tu te quedaste dormida enseguida. Yo no podía, de pronto me entraron muchas ganas de hacértelo de nuevo, así que con cuidado de no despertarte te bajé las braguitas y te lo chupé un poquito.


Aquella confesión me puso realmente caliente.



-¿Y te gustó?-quise saber.

-¡Uf! Más que las otras veces-exclamó.

-En ese caso ven y chupámela, ¡cochinita!-le espete desprendiéndome del puñetero pijama y las braguitas horteras de algodón.


¡Joder! si le gustaba a la putita de mi hermana, ¡cómo se aplicaba con la lengua en cada recoveco y pliegue de mi chorreante rajita! Fue tan concienzuda la limpieza de bajos que me hizo que al día siguiente tenía los labios un poco hinchados a causa de sus mordisquitos y chupetones. Hoy en día cuando nos montamos algún numerito entre las dos no puedo evitar hacerle chupar mi cosita y culminarla con una meadita, que ella se bebe chupeteándome sin parar hasta que me la deja más limpia que una patena. Yo también le correspondo a ella de la misma manera, pero reconozco que carezco de su habilidad y talento para esta práctica. Lo que más nos excita en esos momentos es revivir esa fantasía recurrente, incluso utilizamos el mismo lenguaje entre inocente y lujurioso de entonces, eso nos lleva al éxtasis total y a las orgasmos más escandalosos.