Relatos Eróticos Filial
Para mí era una mujer simpática a pesar de su incontinencia
Publicado por Gonzo el 13/08/2015
Ella era una mujer no muy mayor, según me dijo tenía 49 años y yo le creí porque se veía de unos 45 años, es decir más joven de lo que ella decía tener, el caso es que era una mujer simpática y atractiva según mi parecer, ella no se encontraba ningún encanto ni interés femenino para un hombre o mujer. Pero era una mujer de buena estatura, ni gorda ni flaca, lo cierto es que su contextura y su estatura me parecían perfectas para una mujer de esa edad, y hasta me parecía atlética aunque ella decía que no practicaba ningún deporte.
Era una mujer de buen vestir, educada y soltera, aparte que no tenía hijos, una mujer un poco solitaria, nunca quise preguntarla porque, pero para ella según me decía eran suficientes sus libros y sus lecturas por internet que es como nos habíamos conocido. Nuestras conversaciones eran agradables, en poco tiempo y como por arte de magia entramos en confianza, de escribirnos pasamos a tener video llamadas.
Ella me confesó que todo lo que yo escribía en la página que me conoció la excitaba, y a momentos nuestras conversaciones se tornaban excitantes, todas esas cosas que le decía también la excitaban y cuando se notaba muy excitada ella cortaba amablemente la conversación y se marchaba, yo no podía entender porque de repente en el momento más excitante de nuestra conversación ella sentía la necesidad de marcharse, pero lo bueno es que ella siempre volvía, y con la amabilidad de siempre.
Un buen día me propuse llevar la conversación al límite de la excitación, quería verla realmente excitada, entonces la empecé a sugestionar con mis palabras, ella rápidamente se comenzaba a excitar como era ya de costumbre. Con las palabras que le decía y en el tono que se lo decía ella empezaba a juntar sus muslos en medio, se le notaba la excitación en su expresión, me miraba fijamente con una sonrisa que lo decía todo, no decía nada, sólo bajaba sus manos y se las frotaba entre las piernas, ella estaba muy excitada.
Yo no deje de hablarle como a ella le gustaba, y de repente sentí como se conmocionaba de placer encogiendo sus hombros sin dejar de tocarse en medio de los muslos muy cerca de sus entrepiernas. Hasta que asustada dejo de frotarse las piernas y se levantó de su asiento, volteo a mirar el asiento un poco alarmada, luego volvió a mirarme y no supo que decir, yo le pregunte qué es lo que le pasaba, ella no sabiendo que hacer se volvió a sentar casi desplomándose en el asiento. Y con voz segura me dijo que teníamos que hablar.
Luego con una cierta resignación me lo confeso todo, ahí entendí su soledad y me sentí feliz de que la compartiera conmigo, entendí su soltería y porque a pesar de ser tan guapa y gustarle el sexo no tenía pareja, yo no tuve ningún problema en escucharla y en aceptarla tal como era, después de todo yo no tenía problema en cómo era ella. Para mí era una mujer como cualquier otra o quizá más simpática que cualquier otra.
Una vez que aclaramos su situación ella ya no tuvo inconveniente de mostrarse tal cual es y en mostrármelo todo. Le pedí que lo hiciera, que me lo mostrara todo sin ninguna pena. Entonces volvió a ponerse de pie y reuniendo su larga melena se la recogió toda en uno de sus hombros, se volvió a sonreír y había vuelto a entrar en confianza, suspiro más tranquila y se quitó los lentes, empezó a abrir su pantalón lentamente, mirándome con cierta picardía entre los labios empezó a bajárselo, debajo se comenzaron a mostrar unos calzones abultados muy grandes que lo cubrían absolutamente todo, más abajo aparecieron unos muslos muy blancos y deseables, realmente tenía buenas piernas o más bien buenos muslos, porque hasta ahí me dejo ver su pantalón, luego agarró su calzón por la cintura y empezó a bajárselo, por debajo se veía su piel intima cubierta por aquello que me había confesado y que para mí no representaba ningún problema; era un pañal de adulto, como un pañal cualquiera cubría toda su zona íntima, sus nalgas y sus caderas, es decir, era como un calzón acolchonado.
Bajo bien su calzón hasta pegarlo junto a donde se había detenido su pantalón, luego de igual forma que su calzón agarro el pañal por la cintura y también se lo fue bajando, empezó a verse esa piel blanca de su vientre, sus caderas firmes y su vello púbico, realmente no tenía nada que envidiarle a ninguna mujer, lo tenía todo.
Cuando bajo totalmente ese pañal vi un sexo de mujer muy deseable, muy natural con todos sus pelitos cubriéndolo, vi un vientre y unas caderas de no ser porque me encontraba al otro lado de una pantalla se las hubiera tocado y me hubiera puesto a amarla ahí mismo sin importarme nada.
Esa mujer y su sexo me excitaban, me dejo ver su ombligo, se encontraba muy contenta, su sonrisa hacía evidente que se sentía aceptada tal cual era y eso me emociono a mí también. Luego empecé a hablarle de esa forma sugestiva que a ella le gustaba, ella ya no tocaba solamente sus muslos sino que fue directo a tocar su vagina con una mano, sus dedos se perdían entre sus vellos, rápidamente se puso muy excitada y frotando sus dedos en medio de su vagina empezaron a salir unos chorros que se escapaban porque no podían contenerse, debo confesar que eso también me excitaba de ella aparte de la manera en que se tocaba, ella al principio me miro un poco avergonzada por lo que pasaba ahí abajo entre sus piernas pero no dejaba de tocarse. Sus dedos estaban totalmente mojados y por suerte tenia abajo el pañal abierto soportando todos sus chorros de lo contrario habría terminado muy mojada, aunque no estoy seguro de si se mojó también su calzón y su pantalón.
Pero ella siguió tocándose incansablemente, sus dedos frotaban más abajo entre sus piernas, eran un par de dedos que estrujaban sus labios vaginales, al hacerlo toda su mano iba y venía de atrás hacia adelante una y otra vez, a medida que se masturbaba sus chorros salían unos más gruesos que otros, y yo muy excitado con todo eso y muy complacido no escatime en palabras de placer que la hicieran “sentir mujer” como ella se refirió cuando acabo de masturbarse.
Al final se sintió muy complacida, de lo cansada que se sentía se desplomo sobre el asiento, pero esta vez con una sonrisa de alegría y satisfacción entre los labios, ya nada le importaba desde ese momento y a mí tampoco, desde ese día la confianza que tuvimos fue muy íntima, nuestras conversaciones siempre terminaban en que ella se bajaba el calzón junto a su pañal y se daba mucho placer junto a mis palabras dejándome verlo todo.
Y de no haber sido por la confianza que me tiene y por lo mucho que le gusta lo que escribo (ahora de ella) no hubiera escrito este relato, que lo hago además con todo gusto y en su honor, porque es ella la que me excita y porque además es ella la que me ha permitido escribir este relato en su honor, este y los relatos que seguramente vendrán a continuación.
A quienes les haya gustado este relato o hayan tenido una experiencia similar pueden escribirme a mi correo: ellibrodegonzo@gmail.com