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MI INFIDELIDAD CON UN COLEGA

Publicado por INFIELES el 18/02/2015

MI INFIDELIDAD CON UN COLEGA
Me llamo Mariela, tengo 35 años, mi estatura es de 1.70 metros, peso 68 kilogramos, tengo un cuerpo bien repartido, llevo el cabello suelto, mis senos son medianos, piernas firmes y un poco nalgona. Estoy casada hace 14 años con el único hombre quien había estado hasta que apareció el motivo de este relato. Mi esposo es un hombre muy buena persona pero mal amante, quince años mayor que yo, se dedica a una hacienda o rancho, por lo que permanece varios días fuera de la casa, debo agregar que es una persona muy religiosa, conservadora y chapado a la antigua. Soy la directora en una facultad de una universidad y tengo que organizar los programas con la colaboración de los catedráticos. Provengo de una familia muy religiosa donde se reza el rosario todos los días y principios morales bastante estrictos. Desde hace unos años lo que hace a moral la practico en presencia de otras personas, pero cuando me encuentro sola me transformo un poco y adopto posiciones que no las practicaría en presencia de alguna persona. Un ejemplo es que me gusta leer los relatos eróticos en el computador y aunque alguno de esos relatos son exagerados, me identifico con algunos de ellos, es por esa última razón por lo que me atrevo a relatar mi infidelidad.
Todo comenzó cuando un catedrático llevó a mi casa los resultados de unos estudios que debíamos presentar a la universidad. Yo normalmente cuando estoy en casa me gusta estar con una blusa holgada y pantalones cortos, cosa que no le gusta a mi esposo y peor si estoy en presencia de un hombre. El catedralico en mención se llama Pedro, de tez morena sin llegar a negro, un poco más alto que yo, musculoso y de trato agradable y educado, siempre me trata con respeto y de doctora. Al llegar nos sentamos en la mesa del comedor y comenzamos a analizar los documentos sin ningún rasgo de coquetería ni nada por el estilo. De pronto me acordé que mi esposo estaba en la ciudad y podía llegar en cualquier momento y encontrarme hablando con un hombre vestida como a él no le gusta, me paré y le dije a Juan que me pondría una falda y le expliqué el motivo. Debo aclarar que además de que a mi esposo no le gusta que me vista informalmente nuestras relaciones sexuales son espaciadas y monótonas, se basa en un par de besos, una montada, un par de bufadas y ya está y siempre he anhelado que esos momentos sean más intensos, con más pasión. Por mucho que he tratado de ponerle algo de emoción al momento del sexo mi esposo las rechaza haciendo alusión a las buenas costumbres, dejándome con ganas las más de las veces.
Al regresar de mi habitación ya con la falda puesta Pedro no me dijo nada pero note en su mirada algo de asombro, como con ganas de preguntarme del porqué de la actitud de mi esposo acerca de mi forma de vestir. Seguimos trabajando y al rato llegó mi esposo, nos saludamos, le presenté a Pedro y seguimos trabajando una hora más, nos despedimos y me dedique a las labores de la casa.
Al día siguiente me encontré con Pedro en la cafetería de la universidad y después de tocar algunos temas me preguntó el porqué de mi esposo de no dejarme vestir informalmente en mi casa, le respondí la causa y con algo de timidez me dijo que yo tenía las piernas muy bonitas y dignas de ser mostradas. Le agradecí el elogio y a partir de esa conversación nuestra relación se volvió más de amigos que de colegas. Me comentó los motivos de su separación y algunas intimidades y yo con algo de prevención le comenté de algunas mías, entre ellas el de mi vestir cuándo estaba sola.
Cada vez que nos encontrábamos en algún momento salía a relucir nuestras vidas y en una de esas me preguntó si alguna vez yo me había vestido con lencería, después de salir de mi asombro me reí y le dije: - ¿por favor Pedro, si mi esposo se molesta cuando llevo pantaloncitos, te imaginas verme en lencería?. Nos reímos y me preguntó si me gustaría vestir con lencería, que de seguro me quedarían muy bien, le repliqué diciéndole que eso era impensable porque con el solo hecho de llevarlos a la casa sería motivo de dificultad con mi esposo. Me respondió que eso no era problema, que los compraría, los llevaría a su departamento y yo podía ponérmelos y lucirlos cuantas veces quisiera. La conversación terminó sin dar yo ninguna respuesta, solo con una sonrisa algo nerviosa. Esa noche me puse a pensar en el ofrecimiento de Juan y me vi vestida de lencería, solo con pantaloncitos y sostenes bien ajustados y con medias veladas hasta la mitad de los muslos y me emocioné.
A los pocos días me volví a encontrar con Pedro y me preguntó si había pensado en su ofrecimiento, le dije que sí, que me gustaría vestirme con lencería en su apartamento bajo la promesa de que no fuera intentar cotejarme, ya que lo que menos quiero es desbaratar mi matrimonio. Levantó la mano derecha y dijo: - Lo juro – me reí nerviosamente cuando me preguntó por la talla y el color que debía comprar, le dije la talla y después de pensarlo le dije que prefería el color negro ya que soy blanca.
Al despedirnos me dijo que me comunicaría cuando estaría a mi disposición su apartamento y la lencería. Al siguiente encuentro me dijo que ya había comprado lo que yo quería y a su apartamento podía ir cuando yo quisiera, le dije que mi esposo no estaba en la ciudad y que podía ser al día siguiente, que preparara todo y fuéramos muy discretos porque donde yo iba a ir era a un apartamento de soltero y no quería que aunque no iba a pasar nada podía prestarse para suspicacias.
Efectivamente al día siguiente me recogió en el parqueadero de un supermercado y fuimos a su apartamento. Tal y como acordamos entré a la habitación y él se quedó en la sala, me desnudé con algo de nerviosismo, me coloque los atuendos y modelé ante un espejo de cuerpo entero. Estaba extasiada porque eso era uno de los deseos que tenía desde tiempo atrás y que quería lucirlo ante mi esposo pero por su modo de pensar ese deseo nunca la iba a cumplir. Luego de un buen rato me cambié y salí, le agradecí a Pedro el detalle y me respondió que no tenía nada que agradecerme, que pudiera venir cuantas veces quisiera, me llevó nuevamente al parqueadero donde estaba mi carro y me fui a casa. En la noche me calenté con solo pensar que había lucido ese atuendo y me imaginé bailando para Pedro en compensación a su regalo, no pude evitar tocarme un poco. Volví dos veces más y a la tercera Pedro me dijo que no fuera egoísta, que saliera y le mostrara como lucia en lencería, no dije nada, entré a la habitación, me cambie de ropas y me decidí a salir, al pasar la puerta y mostrarme lanzó un silbido de aprobación y me dijo: - Doctora, sabía que luciría hermosa, no entiendo porque su esposo no aprecia lo que tiene – Regresé a la habitación, me cambié, salí y le dije: - Porque mi esposo es un bobo, por favor me lleva a mi carro –
De regreso no hablamos nada, llegué a mi casa y reflexioné sobre las palabras de Pedro diciéndome a mi misma: - ¿Porqué mi esposo no me ve con ojos sexi y otros si y tengo que aguantarme? En ese momento dudé en lo que haría si Pedro se propasaba en alguna de mis visitas a su apartamento, ¿lo aceptaría o no? Llegó la próxima visita y la verdad estaba resuelta pero a la vez muy nerviosa porque nunca había estado con tan poca ropa delante un hombre que no fuera mi esposo. Entré a la habitación, me puse la lencería, salí y me puse a caminar por la sala ante la mirada de Pedro que me quería comer con la mirada. Di un par de vueltas y entré a la habitación, me cambié de ropas y le dije que me llevara. Al llegar a casa me dí cuenta lo cercano que estuve de caer en los brazos de otro hombre y me toque un poco. Mi esposo llegó y me alegré que llegara para esperar me quitara, al menos un poco la calentura. Me dediqué en la cama a coquetearle a acariciarle pero solo logré que me besara, se montara, acabara dentro, diera media vuelta y se durmiera, esto decidió el rumbo de mi próxima vida sexual. A la semana siguiente volví al apartamento de Pedro nerviosa pero decidida a ir más lejos. Como de costumbre me vestí con lencería, respiré profundo y salí de la alcoba y comencé a desfilar, Pedro encendió música y me entusiasmé bailando sexualmente, me volteé mostrándole y agitando pausadamente mis nalgas que estaban apretadas por el pantaloncito, bailaba con movimientos sexis, separando las piernas y rotando el trasero, sencillamente estaba algo caliente. Pedro se paró del sofá y se colocó detrás de mí pegando su miembro en la separación de mis nalgas a través de sus pantaloncillos. Me pasó las manos por las caderas y a besarme el cuello. Yo le dije: - Pedro, por favor no sigas, soy una mujer casada – pero en vez de parar continuaba acariciándome y provocando que yo me descontrolara. Me zafó las medias y me bajó suavemente los pantaloncitos, sentí como me pasaba su miembro ya libre por mi trasero. Yo seguía suplicándole con voz entrecortada que no siguiera, que eso no era correcto, pero él insistía en sus caricias y yo no mostraba ninguna resistencia porque ya no había marcha atrás. Pedro me decía al oído: - Doctora, no sabe cuanto he deseado que llegara este momento, de tenerla, de abrazarla, de besarla, de poseerla, disfrute estos momentos que Ud. está ansiosa y desesperada – Con esas palabras me deje llevar y aceptar lo que Pedro se proponía, con sus piernas me separó las mías, me puso una mano en la espaldas en señal de que inclinara el cuerpo hacia delante, se agachó detrás y comenzó a lamer mi vagina, despacio pero con decisión, , yo solo atinaba a nombrar su nombre, a preguntarle qué estaba haciendo conmigo, que estaba muy excitada, que nunca me habían hecho eso. Yo estaba muy empapada cuando dejó de lamerme y cedí fácilmente cuando me dijo que apoyara las manos en la mesa de la sala para que quedara mi vagina a su disposición. Me pasó la mano, abrió mis labios vaginales, puso su miembro, empujó y me entró un poco. Solté un gemido cuando sentí su grosor, traté de levantar la cabeza para decirle que la tenía muy gruesa, pero él sabiendo lo que yo iba a decir me calmo diciendo – Se que mi verga es gruesa y un poco larga, pero no se preocupe doctora que solo se la meteré hasta donde no le haga daño – Me relajé ante lo que me dijo y le pedí que lo hiciera suave, que no fuera rudo. Sentí como la sacaba un poco y luego la metía más adentro y cada vez yo gemía y le recalcaba que fuera delicado. Con una buena porción dentro comenzó a sacarla y meterla ya con mi vagina un poco acostumbrada a su grosor, alargó las manos, zafó los sostenes y mis senos quedaron al aire, tomó mis pezones con sus dedos y comenzó a masajearlos lo que me provocó una gran excitación, dejó mis senos y me tomó por las caderas y siguió metiendo y sacando hasta que explotó dentro de mí. Cuándo la tuvo flácida la sacó y me dijo que había comprobado que yo era una mujer ardiente. Sin mirarlo me incorporé y fui al baño a asearme, me quité todo y me metí a la ducha pensando en todo lo que había ocurrido. Estaba a punto de salir cuando entró Pedro diciéndome – Doctora vengo a ayudarla a ducharse – se metió a la ducha y alargó las brazos para agarrarme con el propósito de calentarme y volverme a coger, yo retrocedí un poco, vi su miembro y le dije – No, Pedro, otra vez no, la tiene muy gruesa y el chocho me está ardiendo – Pedro se rio y me dijo – No, doctora, la ve gruesa porque a lo mejor su esposo la tiene delgada, pero cuando se la metí, aunque no estaba bien lubricada, su chucha respondió muy bien, no se la enterré toda porque Ud. no estaba preparada - Le pedí me llevara a mi carro diciéndole que estaba nerviosa y además adolorida y le prometí que volvería a bailarle y hacer lo otro.
Cumplí mi promesa y volví ya totalmente resuelta a satisfacerme y a satisfacerlo a él. Me vestí con lencería y le pedí que pusiera música suave, al oírla comencé a bailar sensualmente, pasando mis manos por todo el cuerpo en señal de provocación. Pedro, completamente desnudo, se acercó me tomó por la cintura me recostó a la pared, nos besamos, me tomó la mano, la llevó a su miembro y cuando la agarré me dijo – Una buena verga como la mía es lo que Ud. se merece, la voy a llevar a la cama y nos daremos un buen gusto – Como autómata obedecí y fuimos a su alcoba, me dijo que me sentara en el borde de la cama, se paró frente a mi con el miembro bien parado. Lo miré a los ojos, tomé con una mano ese tronco y comencé a darle pequeños besos, luego abrí bien la boca y lo engullí casi que a la mitad. Estaba entusiasmada con el trato que le estaba dando a ese aparato que me iba a dar tanto gusto que me sofoque al metérmelo más adentro. Pedro me dijo que no me apresurara que se la chupara con calma y eso hice, con suavidad la fui metiendo y sacando. Pedro acariciaba mi cabello y lo oí decir: - No lo puedo creer, la doctora Mariela chupándome la verga, jamás imaginé que me fuera a pasar – Después de chupar, lamer y acariciar ese tronco, Pedro me dijo que ya estaba bueno, que ahora le tocaba a él hacerme sentir, me dijo que me recostara en la cama y así en el borde me tomó por las piernas, las abrió y mi chocha quedó casi que en el aire, se arrodilló y comenzó a pasarme la lengua, sintiendo yo desde el primer momento que se me venía el mundo encima. Yo al tiempo que movía las caderas alrededor de su boca lloraba y suplicaba que me diera más lengua: - Así, así, cómeme todo la chocha, haz con ella lo que quieras – Mi chocha ya estaba enfangada y llena de flujos cuándo sentí que Pedro me llevaba al centro de la cama se colocaba boca arriba y me dijo que fuera yo la que me la metiera hasta donde quisiera. Me puse en cuclillas, le agarré su miembro y me lo fui metiendo, él me ofreció sus manos para que yo tuviera estabilidad, entrelazamos los dedos y de esa manera pude dedicarme a conseguir que me entrara poco a poco. Me la metía unos centímetros y al volverla a meter entrando cada vez más profundo y así muchas veces hasta el momento que ya no sentía ningún dolor sino que me corría por todo el cuerpo una satisfacción enorme. Estaba tan excitada que perdí la vergüenza y comencé a pedirle que no acabara, le decía: - Ya tu vergota está entrando y cada vez que entra más la siento más profunda, no termines hasta que me la entierre hasta el fondo, quiero que mi chocha quede bien abierta para que tu verga pueda entrar con facilidad – poco a poco me la fui metiendo hasta que no quedó nada afuera y me di cuenta que mi estreches no era tal sino que la única verga que había tenido no era de buen tamaño. Pedro me animaba todo el tiempo y cuando ya tuve toda su verga adentro me dijo – Ahora si doctora está Ud. completamente clavada, ahora empiece a rotar ese culazo divino que tiene para que su chocha termine de abrirse y mi verga entre fácil – Mi respiración era entrecortada y jadeaba cada vez que me la sacaba y metía, lanzaba pequeños agasajos a quien me tenía engarzada hasta lo más profundo de mi ser. Jorge se incorporó y quedamos sentados, agachó la cabeza y comenzó a chuparme los senos y eso me arrebató por completo. Asi como estaba, engarzada, me acostó, no tuvo necesidad de abrirme las piernas porque las tenía en la máxima apertura y con suavidad me la metió toda, la sacó un poco para rematarme con embestidas suaves pero potentes. Después de asearnos y reponernos empecé a acariciarle su miembro y cuándo lo vi bien parado me lo llevé a la boca y le di mi mejor chupada. Jorge me dijo que parara porque quería enterrarme otra vez la verga, que me pusiera a cuatro patas y que así me iba a gustar mucho. Me puse como me dijo, se puso detrás, me colocó su cosota y esta vez entró ya más fácil. Cuando me la tenía toda adentro y ya entregada a lo que él quisiera comencé a gemir y a pedirle que me diera más, que no parara, que me la metiera toda. Él viéndome toda entregada me dijo – Doctora cuándo la veía caminar con esas nalgonas hermosas, siempre soñaba con enterrarle la verga así, en cuatro patas, pidiéndome, suplicándome que la hiciera gozar, y eso hago - Yo con la cara recostada en la cama y la popa levantada, él agarrándome por las caderas metiendo y sacando su garrote nos decíamos de todo para animarnos. Cansada de tanto segregar flujos sentí como arreciaba sus embestidas y agarrándome fuerte por las caderas sentí como me llenaba la chocha con su leche.
Ya aseados y vestidos para irnos le pregunté que será de nosotros después de lo hecho, me agarró ambas manos y me dijo: - Doctora, no se preocupe, lo que sucedió aquí, aquí se quedará, no estoy interesado en acabar su matrimonio, solo en gozar y hacerla gozar de ese placer que no le dan en su casa, nunca la presionaré y lo haremos cuando Ud. lo pida – Le di las gracias y mirándole a los ojos le dije: - Ya ensanchaste mi chocha y no creo que con lo que tengo en casa me voy a conformar, me diste lo que me faltaba, una buena verga, así que ahora tengo un esposo en casa y un marido aquí -