Relatos Eróticos Autosatisfaccion
Don Gerardo
Publicado por Chaguino el 06/11/2020
Cuando tenía alrededor de 18 años, todos los sábados mi madre me enviaba a comprar después de almuerzo al negocio de la zona, así fue como conocí a don Genaro. Él era el típico borracho que se encuentra en algún pueblo chico del campo chileno y esa vez, llamó mi atención cuando pasaba en bicicleta, ya que nunca había visto uno. Hice mis deberes rápido y cuando mi mamá me dio permiso para salir a jugar, la curiosidad ganó y lo fui a ver.
No lucía como cualquier borracho, a pesar que estaba empolvado, su ropa no se veía vieja y tampoco olía mal. Me acerqué lentamente al árbol donde se recostaba, pensando que estaba durmiendo cuando un “hola niño” interrumpió la quietud. Desde ese día, todos los sábados nos reuníamos y conversábamos de la vida. Así fue como me enteré que estaba casado, tenía hijos y vivía con la familia de su mujer, pero el ambiente familiar no era el mejor y que se sentía ajeno en la casa, por lo que convino con su mujer que llevaría dinero, pero los fines de semana el podría hacer lo que quería, emborracharse para olvidar de cierta forma. De mí supo que vivía con mi madre y abuela, que no tuve padre ya que él nunca quiso reconocerme.
Con el tiempo, nos volvimos amigos y ya con más confianza, le mostré mi guarida secreta, una casa club que había construido bajo un sauce llorón, bien escondido en una zona poco recorrida del sector, donde comenzamos a juntarnos sagradamente los fines de semana, incluso muchas veces él dormía, bebía y pasaba los días ahí. Espacio que nos brindó protección y confianza, haciéndonos muy íntimos, diciéndome que era el hijo que nunca tuvo, que era su angelito.
La intimidad comenzó a cruzar la línea, cuando un día aparecí de improvisto en “la guarida”, pillando a don Gerardo con los pantalones en las canillas y tocándose su miembro sentado en el único sillón que había, fue la primera vez que lo aprecié con otros ojos, como el hombre huaso que era (Huaso se le dice al hombre de campo en Chile). Tenía alrededor de 40 años en esa época, 175 de altura, era algo robusto y su piel morena curtida por el trabajo al sol, era cubierta por un vello oscuro. Tenia ojos pardos y siempre uso bigote, a pesar que se le notaba su barba tupida, siempre se afeitó. En el momento que aparecí, él se asustó tapándose y acomodándose la ropa. Después de eso, me preguntó: “¿alguien te ha hablado de sexo o de los cambios que tiene un hombre?, ¿Sabes lo que estaba haciendo? Por mi cara, claramente entendió que sabía lo básico y nada más. Ofreciéndome la mano para que me acercara, me dice: ¿Angelito, a usted se le pone dura, se le para? Sí, en las mañanas sobre todo, respondí. Don Genaro, de una forma muy paternal me miraba a los ojos y me contaba. Es normal eso, lo que yo estaba haciendo es provocarme placer, su mano toco mi pene por encima del pantalón y me dice, bájese eso que le voy a enseñar. Ya con los pantalones en los pies, su mano comenzó una inspección muy fraternal, del padre que revisa a su hijo para verificar que todo esta bien y en su lugar. Veo que recién le está saliendo pelito, pronto estará tan peludo como yo, mientras tocaba mis testículos y los miraba de arriba abajo, tomo mi miembro y hecho mi prepucio hacia atrás, por lo que veo no hay ningún problema agregó. Mira, masturbarse es tan fácil como hacer esto, mover el prepucio hacia adelante y atrás, mientras el lo hacia en mi pene, el cual fue poniéndose duro con la gentil mano de Don Genaro y cuando dejó de tocarme, mi pene apuntaba directamente a su cara, totalmente erecto. Tiene un buen miembro mi angelito, volviendo a tomarlo y seguir masturbándolo. La situación poco a poco fue subiendo de intensidad, hasta que le dije que me sentía raro que quería ir al baño, al decir esto, comenzó aumentar la velocidad agregando que era normal que disfrutara, hasta que sentí una sensación demasiado fuerte en la cabeza del glande y eyaculé. Cuando abrí los ojos, vi a don Genaro orgulloso: “bien hecho mi niño, así disfruta un hombre, ahora puedes hacerlo ya que aprendiste a hacerlo”, y claro que lo repetí en privado muchas veces y otras con mi maestro.
Nuestros encuentros sexuales cada vez eran mas intensos, provocando que comenzáramos a experimentar otras cosas. Aún recuerdo la vez que lo masturbaba, decidí pasarle la lengua a su miembro y sentir la dureza que adquiría, práctica que se volvió habitual, ya que me encantaba hacerlo y verlo gozar, hasta acabar en mi boca. Su pene no era muy grande, pero me era perfecto para meterlo completo en mi boca y lamerlo desde los testículos, hasta la cabeza del glande. Don Genaro, en esas oportunidades, solo me acariciaba la cabeza y decía uno que otro: “Que rico angelito, eso siga”, como una especie de dar las gracias por provocarle semejante placera el, como si no se lo mereciera.
Y así pasó el tiempo, y experimentamos más y más, descubriendo que a mi amigo disfrutaba que le pasará la lengua por el culito, o que mientras lo masturbaba o le practicaba sexo oral le encantaba que le introdujera un dedo en el culito, yo lo sabía por la fuerza por la que acababa y la cantidad que ofrecía en cada corrida.
Nunca llegamos a la penetración y quería remediar eso, cuando tenía 16 años mi mamá y abuela viajarían a ver parientes y me quedaría un fin de semana solo en casa. Era mi oportunidad de tratar a mi don Genaro como se merecía. Compré comida, trago y arreglé mi pieza para recibirlo, busqué un cambio de ropa también para él. Ese sábado fui como siempre a “la guarida” y lo encontré durmiendo pasando la borrachera. Con cariño lo desperté y el con un gentil. “angelito” me saludó. Le dije: levántese que le tengo una sorpresa, lo invito a mi casa. El se levanto con una sonrisa en su rostro, y abrazándome por encima del hombro, lo llevé hasta mi hogar y lo senté en el sillón del living. Le ofrecí comida y bebida, estaba feliz mi don Genaro su rostro lo decía todo y ya cuando, se acomodó para dormir, lo insté a que se duchara y se acostara en mi cama.
Lo llevé al baño y mientras esperaba que se calentara el agua, comencé a desvestirlo, le saque sus zapatos, su camisa, pantalones, dejándolo solo en ropa interior y cuando el agua ya estaba lista, lo puse debajo sentado en una banca plástica, entrando luego yo también, era primera vez que estábamos los dos desnudos juntos, mientras lo jabonaba y aseaba, pude apreciar las canas que habían aparecido en su cabello y en el vello de su cuerpo. Tomé su pene le hice sexo oral, para luego lavarlo. Me levante y mi pene erecto quedo a la altura de su rostro, tal como solía pasar, pero esta vez fue diferente, pro que don Genaro tomo mi miembro y por primera vez, me realizó sexo oral, lo tuve que detener para no acabar. Lo sequé y lo llevé a mi habitación y lo acosté totalmente desnudo en mi cama. Comencé a acariciarlo descubriendo nuevamente al macho que me había enseñado muchas cosas, tomé su miembro y comencé a realizar lo que me había enseñado hace mucho tiempo, su pene comenzó a reaccionar, mientras lamía sus tetillas y peinaba los pelos de su pecho con mi mano. Lentamente con mi lengua baje hasta su ombligo y cuando llegué a su pene, ya estaba erecto completamente, lo observé como si fuera la primera vez, miré sus venas, su prepucio, el color que tenía, el tamaño de sus testículos; y cuando comenzó a lubricar, pase la lengua por su glande, emitiendo el primer quejido. Me dediqué a que don Genaro estuviera en el clímax, sin hacerlo acabar, quería que disfrutara lo máximo ese día. Mientras lo masturbaba, lamía su glande y con una mano, metía un dedo en su culito, veía su disfrute, agarraba las sábanas, emitía quejidos, me miraba a los ojos. Yo estaba también muy erecto, pero no quería ni tocarme de lo caliente que estaba. Quise lamerle el ano, en la posición que estaba, levanté sus piernas a la altura de mis hombros y mi cara vio el tesoro que buscaba, pasé la lengua por el rededor, la metía y mi maestro gozaba de gusto, quería que acabáramos poniendo nuestros penes juntos y masturbarlos al mismo tiempo. Pero el movimiento hizo que mi miembro quedará justo en la entrada del culo de don Genaro, lo miré a los ojos y el sólo atino a decir. “hágalo”. Me llené la mano de la crema que tenía a mano, embadurné mi miembro y el sobrante lo apliqué en la zona que penetraría, puse sus pies en mi pecho para la entrada quedara más disponible, empujé y lentamente comenzó la penetración. Don Genaro me miraba, me acariciaba los brazos, el pecho, emitía quejidos de dolor, pero nunca quiso que paráramos, hasta que sentí que estaba entero adentro de el y la sensación de su calor en mi glande me llenó. Comencé el entra y saca, estaba en la gloría y por lo que me decía mi macho, también lo estaba, su erección nunca se fue. Me abrazó con sus piernas mientras lo follaba, por primera vez el me daba un beso en la boca, mientras me decía: “angelito, que rico como me folla”, “me va hacer acabar”. Cuando me dijo eso, yo me acomodé de mejor forma y empecé a embestirlo fuerte, era hora de acabar, y con una de mis manos, tomé su miembro y comencé a masturbarlo, el me dijo: no lo haga, que me correré inmediatamente, no le hice caso y cuando acabó, la presión de su ano, estimuló mi pene y de 3 embestidas acabé, llenándolo. Caí muerto encima de su pecho, el me abrazo me dio un beso en la frente y nos quedamos dormidos.
Desde ese día, cada vez que podíamos follábamos o, mejor dicho, yo lo follaba, alguna vez intentamos que el me penetrara, pero no fue lo mismo. Con el tiempo, mi don Genaro termino separándose y viviendo solo, cada cierto tiempo lo visitaba o nos juntábamos en “la guarida”, pero para continuar mis estudios, tuve que irme a una ciudad más grande cuando cumplí los 18, pero me iba a visitar, donde mis conocidos conocían a don Genaro como mi papá.